¿Resistiré, para seguir vendiendo?

El pasado 17 de marzo, apenas horas después de la proclamación del estado de alarma, una librera catalana parecía decidida a combatir el mal rollo. ¿Por qué no hacer el primer Sant Jordi digital y virtual de la historia?, le preguntó el periodista Lluís Amiguet en La Vanguardia. "En eso estamos: que las instituciones se pongan de acuerdo para crear la gran plataforma digital de Sant Jordi", respondió Marta Farré, de La Singratalla.

Ha pasado casi un mes y las puertas de esta librería de Tremp (Lleida) siguen cerradas, aunque Marta no ha dejado de trabajar. Hablo con ella por teléfono mientras gestiona algunos pedidos. "Dijimos que podríamos intentar plantear esto. Pero no. Supongo que estamos todos muy cansados. La situación me sobrepasa, la gestión… porque la librería está cerrada, pero tienes que gestionar todos tus pagos, si puedes coger alguna ayuda, que supongo que no. Es tanto lo que tienes extra que los ánimos andan un poquito así".

Para levantarlos un tanto, se han puesto en marcha iniciativas como #LlibreriesObertes (Librerías abiertas), una campaña de microfinanciación que nació con cierta polémica y cuya eficacia es sin duda limitada; como lo es la promovida por Diego Moreno, editor de Nórdica, luego seguida por Dos Bigotes, Barret, Bunker Books o Distrito 93, y magnificada por el grupo editorial Penguin Random House. "Parches", al decir de algunos; "algo hay que hacer", apuntan otros.

"Las librerías somos estructuras económicas muy frágiles. Especialmente en las grandes ciudades con alquileres altos, sostener un proyecto cultural de base con poco margen es de gente que ama mucho lo que hace", me comenta un librero de Barcelona, que prefiere mantener el anonimato. "Este confinamiento, la incertidumbre de no saber qué viene y la cancelación de uno de nuestros dos momentos de ventas altas anuales nos va a dar la puntilla a muchas". No disponen de un colchón, como tantas otras librerías viven al día, y esa precariedad les hace muy vulnerables; han puesto en marcha un ERTO (expedient de regulació temporal d'ocupació, un ERTE en catalán), están en juego tres sueldos, y dedican más tiempo a leer los boletines oficiales, buscando esas subvenciones que a diario se anuncian en la televisión pero que están suspendidas administrativamente hasta nuevo aviso y sin poder avanzar... "Nadie nos ha perdonado nada, ni el alquiler, ni los impuestos, ni los pagos de suministros ni a proveedores. Tenemos para aguantar un mes, eso claro, si a la vuelta todo es como antes".

Porque, en el mundo del libro, abril y mayo no son unos meses cualesquiera. "Vienes ―dice Farré― de febrero y marzo, que acostumbran a ser difíciles, y esperas el mes de abril para poder ponerte a tono…". Conchita Quirós, de la Librería Cervantes de Oviedo, enumera las fechas que alegran la caja: "Día de la madre, día del libro infantil, semana santa y feria del libro, día del libro… Supone para nosotros, más del 50 % de las ventas del año".

El gremio de librerías de Madrid ha realizado una exhaustiva encuesta de la que se colige que el cierre de marzo y abril, sumado al aplazamiento de la feria del libro de mayo, "suponen una pérdida de facturación en torno al 20%, dependiendo del tipo de librería. Cuanto más pequeña mayor es el impacto y el porcentaje de ventas perdidas en estos meses que, junto a navidad, son las campañas de venta más potentes", explica Pablo Bonet Ayllón, secretario de gremio y feria. "Podríamos estar hablando del cierre de un tercio de librerías de Madrid si no circulan pronto los créditos ICO, muchas pequeñas librerías están teniendo problemas para conseguirlos, hay entidades bancarias que no los están dando; y si las administraciones no dan apoyo inmediato al sector". Ellos han suspendido la cuota trimestral de sus asociados, el 35% de los cuales ya ha aplicado un ERTE mientras que 7 de cada 10 necesitarán financiación para mantener en el negocio.

Un libro, una rosa... y ayudas, muchas ayudas

Al cabo, "un disgusto, una pena y una merma económica notoria", apunta Paco Goyanes (Librerías Cálamo) desde Zaragoza, donde "el día del libro coincide además con el día de Aragón, es una celebración muy apreciada que se conmemora por todo lo alto".

Desde luego, los libreros no renuncian a la jornada. "No se hará la fiesta comercial, pero el 23 es el día internacional del libro y se tiene que celebrar", afirma Alberto Sánchez (Librería Taiga, Toledo), presidente de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros Cegal. Eso sí, con limitaciones: Fedecali, asociación que agrupa a las Cámaras del Libro de Cataluña, Euskadi y Madrid, aprobó un acuerdo en el que se prohíbe hacer el 10% de descuento tradicional ese día, "para evitar que las plataformas que todos conocemos aprovechen el 23 de abril para usar dicho descuento ―indica Bonet Ayllón―. Habrá un repunte de ventas ese día que aprovecharán las librerías más grandes y las plataformas de venta, y habrá imaginación en las redes, encuentros virtuales y recomendaciones, pero las lectoras y los lectores nos estarán esperando, solo hay que tener un poco más de paciencia".

La consigna es "aplazamiento". En Cataluña se habla de trasladar Sant Jordi a la víspera de San Juan ("antes del verano ―confía Marta Farré―, cuando todo el mundo sale"), y en otras zonas piensan en el otoño. Así, en Madrid, la Comunidad entendió, nos lo dice Elena Hernando Gonzalo, directora general de Patrimonio Cultural, que una vez aplazada para el otoño la feria del libro, también había que posponer La Noche de los Libros, que suele tener lugar en torno al 23 de abril.

El futuro ya no es lo que era

Mientras tanto, se buscan salidas. Entre los proyectos en marcha, la campaña que empieza esta semana en la web Todostuslibros.com, "un proyecto colectivo de todas las librerías asociadas a CEGAL, 'Apoya a tu librería' ―explica el presidente de la confederación―, que aspira a coordinar todas las iniciativas en marcha". Bonet entra en detalle: "permitirá a cualquier persona interesada ingresar dinero en la cuenta de su librería preferida para canjearla por compras en los 6 meses siguientes a partir de que las autoridades permitan reabrir los locales".

Por otro lado, los libreros preparan entrevistas con editores independientes "con el objetivo de sumar esfuerzos e ideas colectivas para la vuelta, para la reapertura".

Un momento en el que los habrá que abran desde cero, tras semanas cerrados y sin ni siquiera vender online; otros habrán conservado la relación con sus clientes, a los que han seguido atendiendo a través de sus webs y sólo han podido ofrecer los títulos que había antes de que las editoriales pararan envíos y lanzamientos. Minucias. Mientras tanto, los quioscos y algunas grandes superficies mantienen un cierto grado de oferta, algo que los libreros denuncian. "Por cierto, lo que hacen los supermercados que venden libros es ilegal, estamos denunciando desde los gremios estas prácticas ilícitas", asegura Bonet. Elena Hernando se muestra más cauta. "En las grandes superficies y quioscos es posible comprar algunos libros, estos nunca pueden sustituir la oferta que una librería que representa un referente cultural para el entramado de la ciudad puede ofrecer"; no obstante, comprende "la preocupación de los libreros ante esta situación impuesta por el estado de alarma y que todos estamos obligados a cumplir".

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Las discrepancias saltan a la vista, aunque toca trabajar juntos, porque de las administraciones públicas (ayuntamientos, gobiernos autonómicos y gobierno central, cada uno con su nivel de competencias y responsabilidad) dependerá la aplicación o no de medidas que ya están sobre la mesa. Medidas como incentivar la compra publica de libros siempre a través de las librerías, "que es la puerta de entrada del dinero hacia todo el sector, riega toda la cadena", explica Alberto Sánchez, o "incentivar el consumo privado a través de bonolibros directos". Pablo Bonet apunta otras posibilidades: que la compra de libros se pueda desgravar en la declaración de la renta de cualquier ciudadano, por ejemplo; la exención para los libreros de todo tipo de impuestos (nacionales, comunitarios y municipales); o el lanzamiento urgente de un bono cultural para jóvenes menores de 25 años.

"Pensar cómo va a ser el futuro es inmediato es entrar en el terreno de la ciencia ficción, género al que lamentablemente no soy muy aficionado ―afirma Goyanes―. En todo caso dos o tres meses de cero ingresos es un palo importante. Confío en que el consumo se recupere poco a poco. Las autoridades tendrán que ayudar, pero tampoco esperemos que nos solucionen los problemas: van a tener que acudir a muchos frentes". De momento, libreros, editores y distribuidores, así como también autores, traductores, correctores, etc., van a tener que tocar trabajar mucho y de manera coordinada e imaginativa.

Vuelvo a Tremp, para poner el punto y final. "Evidentemente, las ventas han bajado un montón ―me dice Marta Farré―, pero creo que hay ganas de ayudar al mundo del libro, a las librerías". Veremos.

El pasado 17 de marzo, apenas horas después de la proclamación del estado de alarma, una librera catalana parecía decidida a combatir el mal rollo. ¿Por qué no hacer el primer Sant Jordi digital y virtual de la historia?, le preguntó el periodista Lluís Amiguet en La Vanguardia. "En eso estamos: que las instituciones se pongan de acuerdo para crear la gran plataforma digital de Sant Jordi", respondió Marta Farré, de La Singratalla.

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