El rey Juan Carlos ‘acaba’ en la basura

El artista Cristóbal Toral, famoso por su obsesión con las maletas, ha tirado a la basura al rey Juan Carlos en su última obra, que puede verse en el Centro de Arte Tomás y Valiente (CEART) de Fuenlabrada del 4 de septiembre al 26 de octubre de 2014.

La abdicación del rey es el primer retrato del anterior monarca tras dejar el trono La abdicación del reyy consiste en un contenedor de obra lleno de escombros y trastos viejos tirados tras la reforma de una vivienda. Entre los desechos hay una bañera, aspiradores, botes, sus clásicas maletas, muebles rotos… y dos retratos oficiales de Juan Carlos I.

La pieza es, a primera vista, una metáfora del sistema económico, que arroja al contenedor de lo inservible a todo aquel que ya no resulta productivo (incluido el hasta hace nada inviolable jefe del Estado). Pero sobre todo, Toral ha condensado en una sola imagen la esencia de lo que para él es la España actual: las ruinas de un país obsoleto que se acumulan en el contenedor. El material elegido, el escombro, hace referencia además al gran símbolo del derroche que nos ha traído hasta aquí: la construcción descontrolada.

Sin embargo, Toral deja una duda con su obra: sólo muestra los desechos de esa reforma simbólica del sistema, lo que ya no sirve. Es el espectador quien debe interpretar si, aparte de tirar lo viejo, se está cambiando de verdad lo nuevo.

Recreación de la valla de Melilla con concertinas

No es la única obra de la exposición del CEART que puede levantar polémica. Toral también presenta La tierra prometida, la recreación de un trozo de la valla de Melilla de la que cuelgan restos de ropa y pertenencias de quienes la intentaron cruzarLa tierra prometida. Es el mismo modelo de valla antitrepa que el Gobierno ha instalado en la ciudad autónoma y tiene en lo alto las controvertidas concertinas, unas cuchillas tan afiladas que el propio artista se cortó con ellas elaborando la obra. Por cierto, se limpió la sangre con la camisa que cuelga de la valla.

Una frase de Albert Camus acompaña la pieza: “Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen”. Denuncia así el sufrimiento de los inmigrantes en su búsqueda de una vida mejor, un tema que siempre ha interesado a este artista obsesionado con las maletas y los viajes. Según él, estas obras nuevas suponen un giro vanguardista en su carrera y el inicio de su madurez creativa.

Un artista marcado por la miseria

Cristóbal Toral sabe mucho de crisis. Su padre era carbonero y creció junto a él en una choza en mitad del campo de Antequera (Málaga). No tenían ni para muebles: la primera vez que se sentó en una silla fue a los 14 años. Tampoco fue a la escuela: su padre le enseñó las letras, a sumar, restar y multiplicar (no sabía dividir).

Cuando tenía 3 años pilló a su madre en la cama con otro hombre. Poco después ella les abandonó. Esa ausencia marcó la obra de Toral: representa obsesivamente a mujeres en tránsito, cargadas de maletas, en un misterioso viaje.

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Un pastor, sorprendido por los dibujos que el pequeño hacía con carbón en las paredes, le convenció para estudiar arte. Tenía talento porque cuando se graduó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid) consiguió uno de los mejores expedientes en la historia centenaria de la institución y Franco en persona le entregó el premio extraordinario fin de carrera.

¿Por qué tantas maletas?

Por supuesto, la exposición está repleta de las características maletas con que Toral representa el viaje sin fin, de ida y vuelta, en el que vivimos. ¿Cómo ha conseguido reunir tantas? Normalmente las coge de la basura, pero esta vez lo hizo a lo grande: pujó por uno de los lotes de objetos perdidos que subasta cada cierto tiempo el aeropuerto de Barajas. Además de 2.000 maletas, la compra incluía 640 carritos de bebé que se acumulan ahora en estudio.