Se han invertido los papeles. Tras la crisis, y después de que el sector del libro perdiera mil millones de facturación entre 2008 y 2013, ahí estaba el libro de texto. El cambio de asignaturas creó a partir de 2014 una oportunidad de negocio para las editoriales especializadas, que vieron crecer su volumen y su importancia dentro de la industria. Pero los manuales escolares han perdido su impulso: en 2017 todas las comunidades autónomas habían renovado sus títulos. Y ahora llega la resaca. El resultado es que el sector siguió creciendo en 2018, y a un 1,9%, un gran avance en comparación con el crecimiento del año anterior, que se limitó a un 0,1%. Pero lo hace gracias al libro literario y al técnico, que soportan la caída de más de cuatro puntos del libro de texto. De hecho, si no fuera por este, la industria habría crecido un 4,7%.
Los datos facilitados por la Federación de gremios de Editores de España (FGEE) en su informe sobre el mercado editorial son claros. El sector factura ya 2.363 millones de euros, una cifra que queda aún muy lejos de los 3.185 millones de 2008, pero que permite seguir trazando la curva ascendente que se dibuja desde 2014. Además, esos casi dos puntos de subida permiten respirar con alivio a los editores, que el año pasado hablaban de "victoria pírrica", cuando el mísero 0,1% de crecimiento hizo temer que hubieran regresado las vacas flacas. De forma que los datos de 2018 saben más dulces de lo que deberían, porque ni siquiera alcanza al aumento de la facturación de 2016, que llegó al 2,7% gracias en parte a la ola a la que se había subido el libro de texto. Los editores se aferran a los buenos datos: la "satisfacción" de que este sea el quinto año consecutivo de cifras positivas y el hecho de que crezca también el número de ejemplares, hasta los 160 millones solo en papel.
Pero los datos son claros también al señalar quién puede atribuirse el mérito. El subsector que más peso tiene sigue siendo el del libro de texto no universitario, que factura 793,6 millones de euros, el 33,6% del total (en 2016 acarició el 37%). Pero este es también el que más cae. La ficción para adultos, con la novela a la cabeza, se lleva un euro de cada cinco gastados en libros y crece ocho puntos, más que ningún otro subsector, y supera los 488 millones de euros. Tras ella va el libro infantil y juvenil, que crece seis puntos hasta los 303,3 millones, y después, el libro catalogado como no ficción, que incluye desde ensayo divulgativo hasta libros técnicos. Esta categoría facturó en 2018 un 3,7% más, hasta los 696 millones de euros, recibiendo tres de cada diez euros ingresados por el sector. La única categoría que cae, junto con el libro de texto, es el cómic, pero lo hace un 0,1%, por lo que se podría hablar más bien de estancamiento.
Sonrisas en la ficción, lágrimas en el libro de texto
El retrato que este informe hace del sector del libro tiene, por tanto, dos caras. Por un lado, los editores dedicados a la ficción ponen a enfriar el champán, ya que esos ocho puntos de subida, sin ningún best seller que explique por sí solo el triunfo, superan con mucho el punto que ganaron en 2017. Por otro, los editores del libro de texto se llevan las manos a la cabeza, porque su caída es más acusada que el año anterior.
Primero, las sonrisas. "España es un país en el que sabemos que no tenemos el índice de lectura que tendríamos que tener", dice Miguel Barrero, presidente de la FGEE y representante del Grupo Santillana, "pero en los últimos años se está leyendo más". Es en parte mérito de los editores, que se han esforzado, dice, en que se produzca "un reencuentro con los temas que nos preocupan". Las nuevas tecnologías, aseguran los representantes de los editores, han contribuido también a este crecimiento: las redes sociales "permiten detectar dónde están los lectores y qué les interesa" y los avances en los sistemas de impresión hacen posible reducir los costes y ajustar la fabricación a la demanda. Esto supone una reducción de la tirada media, que está ya en los 3.762 ejemplares, pero también una disminución del precio, que pasó de los 14,66 euros de 2017 a los 13,96 de 2018.
Patrici Tixis, vicepresidente de los editores y presidente del Gremi de Editors de Catalunya, añadía que este despegue experimentado por libros literarios y técnicos es "un crecimiento horizontal", que toca por igual a las grandes empresas y a las pequeñas "incluso a las que tienen de 2 a 4 empleados, que se están asentando en su línea editorial". Pero la distribución de la cuota de mercado continúa casi inalterable: 22 empresas muy grandes de las 724 agremiadas copan el 39% de los ingresos, y junto a las grandes se hacen con seis de cada diez euros que llegan a la caja de la industria.
Luego, las lágrimas. Los editores culpan del descenso del libro de texto a los "sistemas de gratuidad" y al "incumplimiento de los ciclos de renovación". "No nos oponemos a la gratuidad", se apresuraban a advertir los representantes de la FGEE, conscientes de la impopularidad de su posición. Lo que critican, dicen, son que los sistemas que garantizan el acceso de los niños a los libros "respondan a fórmulas distintas" en cada comunidad, creando una "desigualdad entre los ciudadanos". Pero los sistemas en los que los libros son reutilizados por más de un alumno son claramente responsables del descenso en la venta de ejemplares. Por otra parte, afean a las distintas administraciones que inclumplan los plazos de renovación, que según los editores debería producirse cada 4 años para que los manuales no se queden "obsoletos", pero que se alargan con frecuencia hasta los seis u ocho años, según denuncian. Esto provoca que el número de títulos editados también caiga.
Adiós a un futuro digital
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De hecho, si en 2018 se publicaron menos títulos nuevos que el año anterior (un 12,7% menos), se debe en parte a esta caída en la producción del libro educativo (un 9,7% menos). De la otra parte es responsable el libro digital: en 2018 se editaron algo más de 19.236 títulos nuevos para el e-book, lo que supone una caída del 29,1% con respecto al año anterior. Esto se debería, explica la FGEE, al "avance de la digitalización" producido en los últimos años, que ahora produciría estas caídas estadísticas por comparación. Pero lo cierto es que si el libro de ficción y no ficción ha crecido, no ha sido gracias al digital, cuyos ingresos se han quedado estancados en los casi 119 millones de euros. ¿Es el final del sueño del Kindle? No se atreven a afirmar tal cosa los editores, aunque Antonio María Ávila, secretario de la Federación, sí habla de cierto "cansancio digital" que se observa tanto en el mercado español como en el extranjero.
Esto quizás beneficie a las librerías, que siguen siendo el principal canal de comercialización, con el 35% del mercado, seguidas de las cadenas de librerías y las empresas e instituciones (en las que se incluyen las ventas de libro de texto a los colegios). ¿Por qué? Porque estos comercios independientes apenas se benefician de la venta del libro electrónico, un terreno donde reinan las plataformas de distribución creadas por las editoriales o los gigantes tipo Amazon. Un ejemplo más de las distintas fuerzas e intereses que se encuentran en el mismo mercado editorial, donde es posible que unos rían mientras otros lloran.
Se han invertido los papeles. Tras la crisis, y después de que el sector del libro perdiera mil millones de facturación entre 2008 y 2013, ahí estaba el libro de texto. El cambio de asignaturas creó a partir de 2014 una oportunidad de negocio para las editoriales especializadas, que vieron crecer su volumen y su importancia dentro de la industria. Pero los manuales escolares han perdido su impulso: en 2017 todas las comunidades autónomas habían renovado sus títulos. Y ahora llega la resaca. El resultado es que el sector siguió creciendo en 2018, y a un 1,9%, un gran avance en comparación con el crecimiento del año anterior, que se limitó a un 0,1%. Pero lo hace gracias al libro literario y al técnico, que soportan la caída de más de cuatro puntos del libro de texto. De hecho, si no fuera por este, la industria habría crecido un 4,7%.