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La serie 'Antidisturbios' se enfanga en las cloacas de la Policía Nacional

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El primer capítulo de Antidisturbios, la primera serie dirigida por Rodrigo Sorogoyen, contiene una secuencia de infarto. Un desahucio en una corrala de Lavapiés reúne a 30 o 40 militantes de la PAH. Protegen a los inquilinos, que llevan años viviendo en la humilde vivienda, y esperan una orden que retrasaría el lanzamiento un mes más. La patrulla de antidisturbios, insuficientes para abordar una situación difícil, recibe el mandato del juez: hay que sacarles de ahí. Los agentes sacan uno a uno a los manifestantes, con distintos grados de violencia. La tensión crece, como crece el volumen de los gritos. Entonces llega el desastre. Es una escena que los espectadores han podido ver en fotografías, en crónicas, en vídeos colgados en redes sociales. Pero Antidisturbios, que se estrena en Movistar+ este 16 de octubre, lo cuenta desde una perspectiva inusual: la de los agentes. 

Sorogoyen e Isabel Peña, cocreadores de la serie después de colaborar en películas como El reino o Que Dios nos perdone, sentían curiosidad por este cuerpo, perteneciente a la Policía Nacional, desde 2011, aquel año marcado por las cargas contra los manifestantes del 15M. La trama se fue alejando de Sol con el paso del tiempo, pero no de los periódicos. "Muy pronto llegamos a la idea del desahucio, que es una realidad muy presente en nuestro país y sirve también para denunciarlo", cuenta el director. También se asiste, por ejemplo, a uno de los altercados futboleros que a menudo hacen sudar a los agentes. Pero hay más, porque tiene su aparición estelar el barco de Piolín, aquel en el que se alojaron miles de policías que fueron enviados a Barcelona ante el referéndum del 1-O. Y un personaje casi tan conocido como Piolín: el excomisario Villarejo. Aquí se apellida Revilla, pero luce la misma gorra y gafas con las que saldría en los periódicos.

Ninguna voluntad de ocultación en esos parecidos con la realidad, al contrario: "Nosotros ya hemos dicho que los periódicos nos sirven de mucho para alimentar nuestras tramas", dice Sorogoyen. Así fue con El reino, un thriller político en el que la cámara sigue, a través de pasillos y sedes de partidos, a un implicado en un caso de corrupción que hará lo que sea para zafarse de la justicia. Y así ha sido aquí. "Nos imaginábamos al principio una serie con muchas misiones de antidisturbios, pero nos preocupaba que fuera repetitiva, y nos dimos cuenta de que lo lógico era que la trama mutara en algo más grande", cuenta el director. Ahí acabaría apareciendo el falso Villarejo: "Tenía sentido para nosotros hablar de las cloacas del Estado, que es un tema que está muy presente en los periódicos. Los antidisturbios acaban siendo al final unas marionetas de fuerzas políticas mucho más poderosas". 

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También sale de los periódicos esa primera misión en Lavapiés que pone a prueba a los protagonistas, una unidad de antidisturbios cuyos integrantes son interpretados por Raúl Arévalo, Álex García, Hovik Keuchkerian, Roberto Álamo, Raúl Prieto y Patrick Criado. El caso ficticio recuerda al de Mame Mbaye, el mantero que murió en Madrid en 2018 después de una persecución policial. Según el auto de la Audiencia Provincial de Madrid y del Tribunal Superior de Justicia de la comunidad, Mbaye falleció por causas naturales, como consecuencia de una enfermedad del corazón previa que desencadenó el infarto que le costaría la vida, y sin que mediara "hostigamiento" por parte de los agentes. Aquí, Asuntos Internos decide iniciar una investigación: ahí estará la agente Laia Urquijo, interpretada por Vicky Luengo, que acabará robando el protagonismo a los antidisturbios. "Fue un acontecimiento tan triste, tan trágico y tan conocido que lo teníamos ahí presente", recuerda Sorogoyen. "Además, que un espectador reconozca la similitud con un caso real le acerca muchísimo más a la trama y hace que parezca más verosímil". 

No es casualidad que partieran de una muerte muy discutida en la que la participación de los agentes fue ambigua desde el inicio. La misma ambigüedad les ofrecía el desahucio: "Dramáticamente, es interesante: para la gente a la que le estás imponiendo la ley es un momento de mucho sufrimiento, pero las personas que por su oficio tienen que ejecutar una orden con la que quizás no están de acuerdo, por distintas razones, también tienen una forma de sufrimiento". Al acercarse a estos agentes antidisturbios, seguramente el cuerpo más criticado de toda la policía, quisieron hacerlo desde la complejidad: "Cuando nos ponemos a trabajar, ya sabemos que nuestra premisa es no ser maniqueos". En estos personajes hay mucha violencia, reprimida solo a veces, hay machismo, y, aunque no se llega a abordar su ideología, los creadores tampoco dudan en mostrar una bandera franquista en el área de descanso. Pero también hay lealtad, amistad y ternura. 

"No es nuestra intención salvarles ni blanquearles", defiende el director, "sino ver todas las partes: el exceso de violencia a veces, pero también la depresión a veces, o el compañerismo. Si nosotros quisiésemos retratar a un colectivo o una persona totalmente santificada, creo que lo interesante sería mostrar una cara más oscura, porque es lo que no hemos conocido. Cuando nos enfrentamos a un colectivo con mala imagen, pasa al contrario, lo interesante será mostrar una cara que esté ahí y no coincida con nuestros prejuicios". El mecanismo ha funcionado: tras la presentación en el Festival de San Sebastián, la crítica no dudó en celebrarla como una de las series del año. Sobre la lectura que el espectador pueda hacer de los planteamientos políticos de la producción, Sorogoyen intenta no darle importancia: "Sabíamos que se nos podía criticar, lo del blanqueamiento y tal, que en realidad eso lo ha dicho gente en Twitter que ni siquiera ha visto la serie. Pero sin más. Ya nos conocemos". 

El primer capítulo de Antidisturbios, la primera serie dirigida por Rodrigo Sorogoyen, contiene una secuencia de infarto. Un desahucio en una corrala de Lavapiés reúne a 30 o 40 militantes de la PAH. Protegen a los inquilinos, que llevan años viviendo en la humilde vivienda, y esperan una orden que retrasaría el lanzamiento un mes más. La patrulla de antidisturbios, insuficientes para abordar una situación difícil, recibe el mandato del juez: hay que sacarles de ahí. Los agentes sacan uno a uno a los manifestantes, con distintos grados de violencia. La tensión crece, como crece el volumen de los gritos. Entonces llega el desastre. Es una escena que los espectadores han podido ver en fotografías, en crónicas, en vídeos colgados en redes sociales. Pero Antidisturbios, que se estrena en Movistar+ este 16 de octubre, lo cuenta desde una perspectiva inusual: la de los agentes. 

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