Nadie es inocente porque Todos mienten. Secretos, engaños, medias verdades, envidias, giros inesperados, crisis matrimoniales, vidas navegando a muerte, saltos temporales, alianzas forzadas, intenciones ocultas. Un sálvese quien pueda coral en un extenso elenco de personajes en el que no se salva ni uno (y hay muchos). Un puzle por resolver con piezas que solo encajan apretando de más. Misterio, suspense, drama, humor negro y surrealismo desencadenado al que nadie es capaz de poner freno en la ricachona urbanización de Belmonte en la que todos tratan de sobrevivir atrapados en un enredo monumental de incierto desarrollo e improbable final.
Y es que Belmonte ya nunca volverá a ser lo que fue tras el reciente asesinato de Iván (protagonista de un vídeo sexual con su profesora y, al mismo tiempo, mejor amiga de su madre), al que siguió otro muerto. Y luego otro. Y también un posible autor del primer crimen desaparecido y dos mujeres que creían a su vez haber matado al que todos creen huido. Un despiporre considerable en el que, como decíamos, nadie es inocente, incluso los que honestamente creen serlo. Esos también porque, lo dicho, Todos mienten.
"Las mentiras constantes nos rodean a todos", remarca a infoLibre Pau Freixas, creador y guionista de, en efecto, Todos mienten, la serie original de Movistar Plus+ en colaboración con Filmax que este jueves estrena su segunda temporada con un elenco de actrices y actores fuera de sus casillas al perder el control de sus vidas. A saber: Irene Arcos, Natalia Verbeke, Eva Santolaria, Leonardo Sbaraglia, Juan Diego Botto, Ernesto Alterio, Miren Ibarguren, Jorge Bosch, Carmen Arrufat, Berta Castañé, Lu Colomina, Amaia Salamanca, Marc Balaguer y las novedades de Aberto San Juan y Kiti Mánver.
Con semejante ramillete de personajes no es de extrañar que, a partir del suceso inicial del inapropiado vídeo viral, todo se empiece a "complicar porque todos tienen demasiadas cosas que ocultar", tal y como resume a infoLibre Botto, añadiendo: "La mentira va creciendo y creciendo y cada vez se va complicando más, si bien todo esto que aparentemente es muy dramático, y lo es, está aderezado con una buena dosis de ironía y sentido del humor". Un embrollo en el que los propios intérpretes tenían dificultades para seguir el hilo, tal y como reconoce divertida Ibarguren: "Había momentos donde nosotros mismos nos perdíamos, y Pau, que lo tenía más claro, nos iba diciendo. Se agradece una serie un poco distinta, en la que tengas que estar atenta, porque parece que estamos acostumbrados ya a verlas como de fondo y aprovecharlas para dormir. Pero con esta no puedes".
San Juan tercia para aclarar que ni siquiera es tan importante no perderse nada de la trama, porque en realidad de lo que habla la serie es de "uno de tantos mundos falsos que el ser humano crea para intentar vivir en la ficción de la seguridad y el control de lo que pasa en la vida". "Aquí hay un personaje que se ahoga en ese mundo y necesita salir, pero como no se atreve a decir 'oye, me ahogo, me voy', mata a alguien", apostilla con una carcajada, provocando que Botto e Ibarguren exclamen a la vez entre risas una sentencia que le viene muy bien a una serie nada corriente: "¡Lo típico!"
"Pero es que es verdad, muchas veces por no decir algo tan sencillo como 'adiós, esto se ha acabado', se monta una tragedia", prosigue San Juan, quien defiende asimismo que el "suspense" y el "enredo" forman parte del género de esta serie. "Y los géneros tienen un valor enorme porque son recursos narrativos para engancharte y contarte algo que es lo que importa, en este caso el mundo de esta gente", añade, mientras Freixas destaca que esta segunda temporada empieza donde acaba la primera y "juega con el espíritu de la comedia con misterio y drama llevado a la máxima potencia".
Eva Santolaria, otra de las protagonistas y también guionista de esta nueva entrega, admite a infoLibre que había momentos en los que se encontraban con "callejones sin salida" en los que, delante de la pizarra con todas las anotaciones, se preguntaban "¿y ahora qué?" Una sensación de abismo al que no había más remedio que arrojarse, provocando reacciones de regocijo como las de Verbeke: "Yo tengo que reconocer que cuando leía los guiones pegaba gritos de emoción, que me salían carcajadas, de decir 'no puede ser que esté pasando esto'. De sorpresa máxima, y eso se refleja en la serie, porque todo es inesperado".
Mentimos para sobrevivir. Toda mentira esconde un gran egoísmo de salvarse uno mismo
Todos mienten termina así convirtiéndose en una reflexión sobre la falsedad de las propias relaciones personales y sociales. Que van desde embustes cotidianos como decir "ya he salido" o "estoy llegando", como apunta jocoso Botto, hasta las que terminan en delitos flagrantes u homicidios mediáticos. "Todos mentimos para no hacer daño a los demás, eso es lo primero y más habitual", lanza Ibarguren, mientras San Juan añade que lo hacemos "para protegernos y no sufrir nosotros mismos". "Mentimos para no dar explicaciones y no meterte en un círculo vicioso, como pasa en esta serie", amplía Salamanca, a lo que Verbeke suma todavía: "Mentimos para sobrevivir, como pasa en esta urbanización donde la mentira es poder y donde pasan muchísimas cosas mientras la gente va mintiendo para salvarse como pueda de todos los líos en los que se ven metidos. A veces la manera de estar en sociedad es muy de mentira. Todos mentimos, y a veces cuando decimos que hemos mentido para no hacer daño a alguien en realidad estás mintiendo por ti. Siempre es egoísta la mentira, para no sentirte culpable, es como una protección animal. Toda mentira esconde un gran egoísmo de salvarse uno mismo y no morir".
No hacemos terapia constante de decirnos las verdades y que la gente no se ofenda, optas por no decirlo, y por eso creo que esas mentiras constantes nos rodean a todos
"Mentimos para mantener el statu quo", afirma Freixas, para quien "los cambios son crisis, y la gente, de entrada, no los quiere". "Solo llegamos al cambio cuando no podemos más, pero mientras tanto, para que se llene el vaso a ese nivel, vas mintiendo a los unos y a los otros y a ti mismo. Con los amigos, en el trabajo, hay cosas que prefieres callarte y eso se va convirtiendo en algo que acumulas hasta que el día que petas lo haces a lo grande porque es la única forma de petar. No hacemos terapia constante de decirnos las verdades y que la gente no se ofenda, optas por no decirlo, y por eso creo que esas mentiras constantes nos rodean a todos. No te digo ya si entramos en el mundo de las redes sociales, donde todo es la mentira más grande con tantos filtros", reflexiona.
Santolaria, por su parte, considera que, como en la serie, "en la vida se va generando una especie de bola en la que cada vez la mentirijilla se hace más grande". "Convivimos con las mentiras y no queremos asumir las consecuencias de nuestros actos", remarca, planteando que el embuste continuado "desde lo más pequeñito a lo más grande" ocurre en todo grupo de amigos, en el entorno profesional, en las mejores familias o en esos chats de padres y madres de los colegios "Hasta terminar matando gente, aunque eso no es tan habitual", remata con mordacidad.
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La maternidad, la paternidad y hasta donde llegaríamos por nuestros hijos es, para Arcos, la premisa a partir de la que empieza esta segunda temporada, principalmente sustentado por su personaje -el de la profesora que todo lo desata-, que va "arrasando con todo el que se acerca" tratando de lidiar al mismo tiempo con el "sentimiento de culpa de haberla cagado" e intentando justo por ello ser una "buena madre". Cierta redención en realidad imposible, pues en el devenir de los acontecimientos un embuste lleva a otro siempre un poquito peor. Ella y el resto de las madres hacen lo que pueden por proteger a sus hijas e hijos, que también tienen lo suyo, con más instinto que convencimiento.
"Con todas las singularidades infinitas, a los padres y las madres les toca poner a los hijos por delante y no así a los hijos, porque esto es natural", argumenta San Juan, mientras Arcos retoma para bromear asegurando que "los hijos te venden rápido". "Depende de la etapa de la vida, pero en la adolescencia es muy rebelde", apostilla Verbeke sobre esta diferencia de entender el mundo de padres a hijas y de hijos a madres, aun sentenciando: "El amor de una madre hacia un hijo es incomparable y ahí matas". "Hay muchos tipos de maternidad y de paternidad, pero no es la misma relación, hay algo de 'es lo que toca' cuando eres padre. Yo pienso en mi hija y digo 'si hay que saltar se salta y mil veces yo antes que ella'. Es algo que ni piensas, pero como hijo lo que esperas también es que tus padres salten, te protejan y te cuiden. En mi caso, no fue hasta que yo fui mi padre que vi que eso no está en el código genético, que es una opción, y que no era consciente del enorme sacrificio que hizo mi madre en un montón de cosas por nosotros, ni del esfuerzo que implicaba hasta que no estuve yo ahí", comparte Botto.
Los temas importantes, las grandes cuestiones, porque para Salamanca "la realidad siempre supera a la ficción, si bien es verdad que en esta serie te sorprende" por esa "burbuja" que es Belmonte y que atrapa a los personajes. "Igual ya está pasando en la realidad algo como esto y no nos estamos enterando", lanza Arcos, mientras Verbeke asiente destacando que ella ha visto muchas veces "noticias súper raras" de embolados en los que la gente se mete y luego no sabe detener. Exactamente como en Todos mienten, una serie en la que Freixas incide en esa mezcla de drama y comedia que tiene la vida misma tantas veces: "En la vida pasan cosas bestiales, por eso aquí nos hemos permitido soltarnos. Al final el absurdo se integra y acaba siendo una metáfora de lo que es la vida, que tiene cosas muy absurdas". Y aún remata Verbeke: "Es que la vida es eso. A mí me ha pasado de estar en velatorios y de repente tener ataques de risa, porque esa es la vida y todos los géneros están mezclados".
Nadie es inocente porque Todos mienten. Secretos, engaños, medias verdades, envidias, giros inesperados, crisis matrimoniales, vidas navegando a muerte, saltos temporales, alianzas forzadas, intenciones ocultas. Un sálvese quien pueda coral en un extenso elenco de personajes en el que no se salva ni uno (y hay muchos). Un puzle por resolver con piezas que solo encajan apretando de más. Misterio, suspense, drama, humor negro y surrealismo desencadenado al que nadie es capaz de poner freno en la ricachona urbanización de Belmonte en la que todos tratan de sobrevivir atrapados en un enredo monumental de incierto desarrollo e improbable final.