No esperen al Joaquín Sorolla de las aguas luminosas y los brillantes cuerpos al sol. No es ese el mismo hombre que marchó a hacer las Américas a principios del siglo XX. El de allende el Atlántico es un pintor un tono más oscuro, más centrado también en realizar encargos, muchos retratos. También a inmortalizar esa España que tanto amó, y que llevó consigo de viaje por el mundo. Solo que más sobria, quizá; un punto más costumbrista.
Con más de un centenar de obras, la Fundación Mapfre de Madrid abre camino en su tierra a esa faceta del pintor valenciano, la definida por su estancia en el país norteamericano a principios del siglo XX, que se condensa en la exposición Sorolla y Estados Unidos, que permanecerá abierta desde el 26 de septiembre al 11 de enero de 2015.
Vista parcial de la exposición | EFE
Fue el mecenazgo el que pudo conformar el rotundo éxito que el artista cosechó en EEUU. El fundador de la Hispanic Society of America, el millonario Archer M. Huntington, fue el primero en caer rendido ante los pinceles del tardoimpresionista, tras haber quedado fascinado antes por la idiosincrasia española. A aquel valedor, para quien Sorolla (1863-1923) realizó 14 enormes murales que aún hoy cuelgan en las paredes de la biblioteca su sociedad neoyorquina, le siguió la estela otro magnate, el más desconocido Thomas Fortune Ryan.
Ambos benefactores copan a través de sus encargos y adquisiciones buena parte del recorrido de la muestra, comisariada por la bisnieta del pintor, Blanca Pons-Sorolla, a la manera de una gran exposición del valenciano que tuvo lugar en 1909 en las ciudades de Boston y Búfalo, que registró nada menos que 160.000 visitantes en un mes y que se repitió dos años después en Chicago y San Luis.
Mujer con sombrero, 1911.
Estas obras, aseguró Pons-Sorolla, permiten así “seguir descubriendo ese auténtico Sorolla que está en todo, no solo en las escenas de playa”. Porque también hubo Sorolla en las jóvenes muchachas segovianas que vestían sus trajes populares; en el cuadro de Cristóbal Colón saliendo del Puerto de Palos, encargo de Huntington, y del que se presentan también nueve estudios; o en los retratos de la élite estadounidense, que se acompañan de otros muchos de familiares, especialmente de su querida Clotilde, los que más a gusto realizaba, y que también se exhibieron en su día en el país norteamericano.
“Él siempre quiso ser un pintor internacional: veía que el nuevo mundo estaba en ebullición y que los ricos norteamericanos querían llevar obra de pintores europeos”, relató la comisaria. “Quiso ser el mejor embajador de su tierra y de su país”.
Esa alma de luz y alegría que impregna sus más conocidas creaciones –y de la que también se presenta algún ejemplo puntual, como la pintura El bote blanco-, se difumina en una mirada más decorativa y austera, aunque al mismo tiempo optimista y vital. Los azules y blancos se sustituyen por marrones y ocres en las pinturas, y se presentan también algunos curiosos ejemplos de dibujos realizados sobre papel de menú de restaurante, algunos con pequeños toques de color.
Ver másImpresionismo de importación
Pueden verse igualmente varias obras nunca antes mostradas en España, ni siquiera en la gran retrospectiva que el Museo del Prado dedicó a Sorolla hace cinco años, como unas vistas de la Grand Amy Plaza, del Central Park o del cruce de la Quinta Avenida con la Calle 59. Faltan, por el contrario, algunas otras piezas que colgaron en las exposiciones originales, como el retrato del presidente estadounidense William Howard Taft.
La exposición se concentra así en dos pretensiones. La de mostrar y demostrar el gran triunfo de Sorolla en EEU primero, y la de hacer más conocidas esas obras en su propia tierra después. "Seguir su llegada a América, el éxito que tuvo a nivel de medios y coleccionistas, el interés que despertó y las enormes ventas que hizo" es una fascinante historia, dijo Pons-Sorolla "que la exposición permite reconstruir".
Imagen vertical: Sala de Embajadores. Alhambra. Granada, 1909.
No esperen al Joaquín Sorolla de las aguas luminosas y los brillantes cuerpos al sol. No es ese el mismo hombre que marchó a hacer las Américas a principios del siglo XX. El de allende el Atlántico es un pintor un tono más oscuro, más centrado también en realizar encargos, muchos retratos. También a inmortalizar esa España que tanto amó, y que llevó consigo de viaje por el mundo. Solo que más sobria, quizá; un punto más costumbrista.