No hay muchos que desconozcan aquella noche de 1816 en la que Mary Shelley, su marido Percy, Lord Byron y John Polidori se refugiaron del frío en Villa Diodati con la premisa de escribir la mejor historia de terror. Hay menos aún que desconozcan que aquella noche nació, de la pluma de la única mujer de la reunión, Frankenstein o el moderno Prometeo, madre de la ciencia ficción y una de los mitos fundadores de la cultura moderna. Son muchos los que han querido reproducir aquel extraño ambiente, provocada en parte por un fenómeno atmosférico que privó al mundo del verano, entre ellos el colectivo Hijos de Mary Shelley, puesto en marcha por el escritor Fernando Marías en 2011. Pero ellos han sido los primeros en pensar que lo que hicieron los cuatro amigos durante aquel viaje era también algo parecido al teatro.
La idea comenzó a rondar la cabeza de la dramaturga y novelista Vanessa Montfort (Barcelona, 1975), integrante de aquella tribu de amantes de lo fantástico reunida en torno a Marías. Los autores comenzaron escribiendo relatos (publicados en varias antologías) y organizando lecturas para compartirlos entre ellos, que fueron evolucionando en lecturas públicas cada vez más elaboradas. "Empezamos a ver que algunos de los textos encontraban un espacio natural, se levantaban del papel hasta tener tres dimensiones. Y poco a poco fuimos metiendo luces, elementos, buscando salas más grandes, hasta que nos vimos haciendo eso mismo, pero en teatros", recuerda Montfort en la terraza del teatro madrileño María Guerrero. Allí mismo, una de las sedes del Centro Dramático Nacional, estrenan este miércoles El hogar del monstruo, epílogo de aquellas lecturas y primer capítulo de su aventura teatral.
La escritora Espido Freire en El hogar del monstruo. / marcosGpunto
Con esta iniciativa, que comprende seis piezas divididas en dos días de representación, tomando como inspiración el Hitchcock presenta, la compañía se convierte en la primera dedicada exclusivamente al género fantástico. Precisan que en este cabe desde el terror gótico hasta la ciencia ficción, y en moldes como el musical, el monólogo o el relato confesional. Y ellos, acostumbrados a frecuentar encuentros para escritores o relatos interactivos, pretenden dar cuenta de esa variedad: unificadas por Fernando Marías (Bilbao, 1958) como maestro de ceremonias, el proyecto comprende puezas como Abril en Estambul, de Espido Freire, interpretado por la propia autora; Dr. Darwin & Mr. Hyde, un guiño de Motfort a los dos científicos protagonizado por Miguel Ángel Muñoz; La Criatura o ¿sabe el pez lo que es el agua?, del Premio Nacional de Teatro José Sanchis Sinisterra, y un musical como El último vals de Mary Shelley.
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"No sospechábamos que fuéramos a ser los primeros", apunta la dramaturga. ¿Por qué el género ha subido tan pocas veces a escena, y sobre todo en producciones de terror como No tengas miedo? "Porque se considera que tiene que tener muchos elementos, o efectos especiales…", apunta Marías. Y completa Montfort: "Se piensa que que va a ser caro. O que al público le va a producir rechazo. Y mira la literatura juvenil, donde triunfa lo fantástico, desde Juego de Tronos, pasando por Tolkien, hasta Harry Potter". Ambos se extrañan: "Justamente el teatro es el espacio natural para la fantasía, allí donde más elementos tienes para hacer soñar, donde el pacto con el espectador es más fuerte". Ellos no se cortan, desde viajar en el tiempo hasta resucitar a los muertos o convocar una tormenta. Y todo con un solo baúl transformable fabricado por Pilar Quintana (directora de arte de La novia).
El proceso de montaje, cuentan, no ha sido muy distinto de aquel por el que Víctor Frankenstein animó a su criatura. El "puñado de folios", bajo la luz de los focos a modo de tormenta eléctrica, "va tomando un rostro real, una voz real, un vestuario" hasta el punto en que se transforma en "un ser que ha cobrado vida y es ajeno" al autor. Así es como describe Marías el paso del papel a la carne de Enrique Sánchez-Ramos, el actor que da vida a El espectro de la estación de Atocha, la obra que firma en el retablo. También es cierto que este monstruo no está hecho con retales de cadáveres, sino con textos originales. Y esperan que el suyo nunca pronuncie aquello de "¡Odioso día en el que recibí la vida!".
Pero el propósito de la compañía va más allá de probarse a sí mismos que las tablas son aptas para el género de sus amores. "Lo fascinante de Frankenstein", explica el escritor, "es que Mary Shelley no solo describe a un ser desdichado y de apariencia horrenda, sino que se interesa por lo que se mueve dentro de él. Esa frase que lo resume tan bien: 'Soy malvado porque soy desdichado'. La oscuridad de Hyde, del monstruo de Frankenstein, son oscuridades que podríamos tener nosotros". Y van más allá. Si el monstruo del XIX nacía de las terroríficas posibilidades de la ciencia, si los zombis surgieron con la sociedad de masas del XX... ¿cuál es el monstruo que define al siglo XXI? Pretenden explorarlo hasta el próximo 9 de octubre.
No hay muchos que desconozcan aquella noche de 1816 en la que Mary Shelley, su marido Percy, Lord Byron y John Polidori se refugiaron del frío en Villa Diodati con la premisa de escribir la mejor historia de terror. Hay menos aún que desconozcan que aquella noche nació, de la pluma de la única mujer de la reunión, Frankenstein o el moderno Prometeo, madre de la ciencia ficción y una de los mitos fundadores de la cultura moderna. Son muchos los que han querido reproducir aquel extraño ambiente, provocada en parte por un fenómeno atmosférico que privó al mundo del verano, entre ellos el colectivo Hijos de Mary Shelley, puesto en marcha por el escritor Fernando Marías en 2011. Pero ellos han sido los primeros en pensar que lo que hicieron los cuatro amigos durante aquel viaje era también algo parecido al teatro.