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Cultura

Teatro de urgencia como catarsis colectiva ante el golpe de la pandemia

Cartel de 'La pira', trilogía sobre el coronavirus y el confinamiento en el Centro Dramático Nacional.

Conmoción, distancia a incertidumbre. Esos han sido los tres conceptos en los que se puede resumir el impacto de la pandemia en nuestras vidas según el Centro Dramático Nacional (CDN) y su director, Alfredo Sanzol. Y esos son los tres ejes de La pira, una trilogía teatral que sirve como hoguera de san Juan en la que quemar lo malo y llamar a lo bueno, una catarsis colectiva frente al miedo. Es el principal proyecto en este contexto del CDN, una de las unidades de producción punteras del Ministerio de Cultura, cerrada desde el inicio del estado de alarma y hasta el otoño. Sí, cerrada: la trilogía se representará en directo los días 26 de junio y 3 y 10 de julio, pero sin público físico. Siguiendo una tendencia que se ha desarrollado, a la fuerza, en estos meses, los espectadores estarán del otro lado del ordenador. 

"Entendí el proyecto como una respuesta a la situación: encontrar una manera de hacer teatro cumpliendo con la imposibilidad física de reunirnos", dice la dramaturga y directora Lucía Carballal, autora de obras como La resistencia. Es una de las nueve escritoras invitadas, algunas de las voces más interesantes de la escena española actual: cada una de las piezas de la trilogía, La conmoción, La distancia y La incertidumbre, están a su vez compuestas por tres piezas breves. Además de Carballal, participan el propio Sanzol, Eva Mir, Juan Mayorga, Pablo Remón, Denise Despeyroux, Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez (Teatro en Vilo), Victoria Szpunberg y Pau Miró. Entre ellos, tres ejercen además de directores de las piezas: Sanzol se ocupa de la primera, con textos de él mismo, Mir y Szpunberg; las responsables de Teatro en Vilo montan la segunda, con textos propios, de Mayorga y Miró; y Pablo Remón va con la tercera, con su pieza y las de Carballal y Despeyroux. 

Una crisis metateatral

Las propuestas llegaron en lo más duro del confinamiento, cuando no se le veía el final al encierro y las posibilidades de hacer teatro —y cobrar por ello— en los meses siguientes parecían ínfimas. "Las salas estaban cerradas no se sabía hasta cuándo", dice Pablo Remón, autor de obras como Sueños y visiones de Rodrigo Rato, "y me pareció una propuesta valiente y generosa". Quizás por ese temor a no volver a tener trabajo en un tiempo, varias de las piezas hablan sobre el teatro mismo. La distancia, de hecho, hace pleno y es completamente metateatral. Lo explica Andrea Jiménez, responsable junto con Noemí Rodríguez de obras como Man Up: "Cuando nos llamó Alfredo Sanzol, estábamos en una crisis en relación con el teatro, sobre su sentido en este momento. Y queríamos hablar de lo que estábamos viviendo, claro". En su pieza, que opta claramente por la comedia, una actriz entra en pánico por no poder ejercer su profesión como es debido, sin tacto y sin público. Justo como deben hacerlo ellas. 

También Pablo Remón decidió escribir desde su experiencia: sufrió el covid-19 al inicio de la pandemia, y su obra funciona como un testimonio. "Quería contar ciertos pensamientos o ideas para que no se pierdan, que permanezcan", dice. Sobre todo, pensando en su hijo, muy pequeño aún para que pueda recordar claramente en el futuro lo que ha pasado en estos extraños meses. "Mi impulso para escribir esto ha sido contárselo a él, y que él cuando sea algo mayor tenga esto para saber lo que ocurría. He escrito como quien escribe un diario y no está preocupado por que quede bonito". Esa misma voluntad de crear huella, archivo, la ha tenido Lucía Carballal: "A medida que vamos avanzando, me doy cuenta de que voy borrando muchas de las cosas que hemos vivido. Forma parte del propio instinto de supervivencia, pero el trabajo va a estar en no olvidarlo y en sacar conclusiones".

La pareja protagonista de su pieza, un director y una actriz que preparan un monólogo teatral, pasan la cuarentena en una casa de 35 metros cuadrados y discuten sobre cuál es el futuro que les espera, si brillante u oscurísimo. Una conversación similar a la que habrán tenido millones de personas en todo el mundo, y en un espacio similar. En la obra de Jiménez y Rodríguez aparece una trabajadora de Glovo, obligada a seguir en la calle para atender a los caprichos de unos y otros. Hay en las piezas algo de cultura de urgencia, reminiscencia del teatro "de guerrilla para Carballal, siempre a contrarreloj y a ras de suelo. Y no solo por la temática: además de la prisa en la escritura, cada uno de los elencos cuenta con ocho días de ensayo, solo dos de ellos con el equipo de grabación y edición. La mayoría de las reuniones se han hecho a través de la omnipresente aplicación Zoom. 

Repensar el mundo tras la pandemia

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En (casi) riguroso directo

"Que sea un teatro retransmitido te obliga a reflexionar sobre la diferencia de ritmos, el lugar de la escenografía o de la iluminación... Nosotras hemos intentado integrar la idea de la cámara en la pieza, pero tenemos muy poco tiempo para hacerlo", explica Andrea Jiménez. No se plantean tanto el debate sobre si el teatro en cámara es verdaderamente teatro, sino que se centran en explorar sus posibilidades. Habla Carballal: "El formato es muy nuevo, tenemos poca experiencia con él. Es un formato casi de suplencia, que nace para sustituir a algo que no se puede hacer, pero que a la vez tiene una entidad propia". En esto, es Pablo Remón el que tiene más importancia: es también guionista y el audiovisual es todavía parte de su trabajo. Aun así, dice, no es lo mismo. Sin tiempo de preproducción, sin posibilidad de montaje. Se parece más al teatro televisado, ese que se asocia siempre en España con Estudio 1. Las obras estarán disponibles onlineonline después de su representación y hasta el 16 de julio, pero el estreno será en directo.  

Andrea Jiménez acaba de salir de ensayar y vibra en su voz la excitación del encuentro. Los ensayos iniciales fueron extraños, cuenta, como si estuvieran "agarrotados": "El lugar de la emoción era vertiginoso, porque para mantenernos cuerdos hemos tenido que reprimir muchas cosas, como la tristeza, el miedo o el deseo, que están esperando para salir". Para ellos, trabajar ahora, cuando la inmensa mayoría de teatros públicos y privados continúan cerrados y el sector se ha visto especialmente afectado por la crisis económica, es "un privilegio", en palabras de Pablo Remón: "La gente tiene muchas ganas de reencontrarse, de hacer teatro, más allá incluso de la obra. Va a ser como una celebración". Como una hoguera, como una pira. Aunque el calor tenga que sentirse, por ahora, solo a distancia.   

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