Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1975) está viviendo un año especialmente "precioso", según él mismo admite. A su éxito de la mano de Federico García Lorca con la obra Una noche sin luna, se unió en septiembre el reconocimiento del Premio Nacional de Teatro, y este jueves recibe en el Ateneo de Madrid el primer Premio infoLibre a la Cultura por promover los valores de la cultura, imprescindibles para la calidad democrática y el progreso. "No sé si soy merecedor de eso pero, en cualquier caso, es algo que de alguna manera intento hacer con mi teatro", asegura a infoLibre.
PREGUNTA: ¿Qué le dice este premio que vincula cultura, calidad democrática y progreso?
RESPUESTA: Me dice que hay veces que las frases rimbombantes no dicen nada, pero hay otras veces que es necesario recordar que la cultura es un pilar esencial de cualquier Estado democrático. La cultura es aquello que permite a todos los sectores, incluyendo a los más populares o desfavorecidos, tener un conocimiento del mundo que les rodea. Poder explicarse el mundo que les rodea, poder acercarse a un entendimiento de qué lugar ocupan ellos en el mundo y qué pueden hacer para mejorarlo o cambiarlo. La cultura es, de alguna manera, una parte de lo que vehicula todo eso. Por eso tiene razón de ser un nombre que suena tan importante y que vincula cultura con derechos democráticos. No sé si soy merecedor de eso pero, en cualquier caso, es algo que de alguna manera intento hacer con mi teatro.
P: Cultura, con toda la fuerza del significado de la palabra, frente a esa derecha que intenta reducirla a mero ocio sin carga crítica ni poder transformador.
R: Lorca hablaba muy mal de eso que llaman matar el tiempo. Convertir la cultura en un lugar donde ir a matar el tiempo. Que además tiene esa acepción un poco violenta y cruel de asesinar y exterminar el tiempo. Porque se refieren a ese tiempo que se considera improductivo, el tiempo en el que no estás trabajando o siendo rentable para alguien, ese es un tiempo que dicen que hay que matar, cuando realmente no es así. El tiempo que uno tiene cuando no está trabajando es tan productivo y necesario o más que cuando está trabajando. La cultura no es un espacio donde ir a enterrarnos entre jornada laboral y jornada laboral, sino que es un espacio de libertad, conocimiento, de expandir nuestros horizontes, de permitirnos agrandarnos como seres humanos, hacernos nuevas preguntas y buscar nuevas respuestas.
P: Para conseguir una verdadera calidad democrática, junto a la cultura hay que reivindicar también el periodismo libre.
R: Así es. El periodismo es otro pilar necesario para un Estado fuerte, democrático y libre. La gente no puede formarse una opinión sin unos mediadores, que en este caso son los periodistas. Sin alguien que haga al poder las preguntas incómodas, que fiscalice al poder, la impunidad sería total. Necesitamos un periodismo libre, independiente, incómodo y que haga las preguntas que tiene que hacer.
P: Está viviendo un año especialmente bueno, con un galardón tan relevante como es el Premio Nacional de Teatro. ¿Le está sentando bien 2021?
R: Está siendo un año precioso, desde luego que sí. No me esperaba para nada el Premio Nacional de Teatro, fue una gratísima sorpresa, un regalo. No me esperaba tampoco la reacción. Cuando tú escribes una obra no sabes si va a gustar o no, si va a funcionar bien o si va a funcionar mal, si tiene algún sentido lo que has hecho o es un desastre.
P: El público también ha respondido estupendamente a Una noche sin luna pasando por taquilla.
R: El mejor premio es la reacción del público con nuestra función. Cómo ha sido recibida y sigue siendo recibida en los lugares donde ponemos entradas a la venta para la gira... El mejor premio es cuando te subes al escenario y la gente acoge bien lo que has hecho. Lo cual no quiere decir que no se agradezcan los demás, claro.
Siempre merece la pena tener a mano a Lorca. Para mí es posiblemente el mejor poeta español del siglo XX
P: Vivimos un momento de especial regreso a Lorca, también está en Madrid estos días Carmelo Gómez con su propio montaje. ¿Es eterno Lorca?
R: Siempre merece la pena tener a mano a Lorca. Para mí es posiblemente el mejor poeta español del siglo XX. Y posiblemente el mejor dramaturgo español del siglo XX. De una profundidad, una sencillez y una hondura que alcanzaron muy pocos.
P: Con una sensibilidad especial para entender España.
R: Absolutamente. La comprensión profunda que él tuvo de la España de su época, de ese mundo estrecho y angosto que se dejaba a las mujeres en su época, la comprensión tan profunda que tuvo de la marginalidad, reflejada en el Romancero gitano, o de las costuras del capitalismo que reflejó en Poeta en Nueva York. Para mí es el pico más alto de la poesía en lengua castellana.
P: ¿Convertirse en Lorca resume toda su carrera? Es activismo por la memoria del poeta y a su vez por la memoria histórica de este país que él aglutina.
R: Lorca siempre ha sido una obsesión para mí. Desde que lo leí por primera vez en la adolescencia es un autor recurrente que siempre me ha acompañado, que siempre he vuelto a leer. Todos tenemos un autor al que volvemos y para mí ese es Lorca. Por otro lado, todo mi teatro está teñido por un tema que lo recorre desde la primera obra que escribí hasta la última: la impunidad. Con la impunidad de las dictaduras. Yo siempre he escrito sobre Argentina, sobre el exilio, inmigración... En este caso, sentía que estaba escribiendo sobre una cosa distinta pero, al final, Lorca no deja de ser un desaparecido, un hombre que fue sacado de su casa violentamente y fusilado. A día de hoy seguimos sin saber dónde está su cadáver. Por eso, es una metáfora de las decenas de miles de desaparecidos que todavía pueblan las cunetas de nuestro país. Eso nos habla de una impunidad, la de la dictadura franquista, que perdura hasta nuestros días. Recuperar la voz de esa memoria, que nos recorre y nos explica como país, era también algo que estaba en el corazón de este proyecto.
P: ¿Tiene un significado especial ser Lorca en el escenario en este momento de auge de la extrema derecha? Esos que siguen llamando a Lorca 'rojo y maricón'.
R: Sí. En un momento en el que el huevo de la serpiente del fascismo está volviendo a eclosionar. Cosas que parecían superadas de repente están llamándonos a la puerta de forma insistente. Creo que revisar nuestra historia es importante para reconocer las señales, los signos de alarma, las cosas que ya vivimos y que no deberíamos olvidar para intentar evitar que vuelvan a repetirse.
Tenemos que preguntarnos si podemos o no podemos reparar a las víctimas de una dictadura
P: En un momento, además, en el que el Gobierno abre una vía para reparar a las víctimas del franquismo con la confianza puesta en un futuro Tribunal Constitucional más progresista. ¿Veremos alguna vez esto hecho realidad?
R: Creo que es una discusión que se da porque cerramos mal ese capítulo. No le metimos mano cuando debíamos y colea desde entonces. Hay cosas que supongo que cuando las miremos desde el futuro las miraremos con cierta ironía. Tenemos que preguntarnos si podemos o no podemos reparar a las víctimas de una dictadura. Ya solo la pregunta encierra una cierta violencia. ¿Quién merece más reparación? Si unos genocidas merecen una amnistía o unas víctimas una reparación judicial. Son cuestiones potentes y tan grandes que por más que las pongamos debajo de la alfombra, hasta que no se cierren bien van a seguir surgiendo.
P: ¿Cuál es el papel de Sergio Peris-Mencheta, director de Una noche sin luna, en todo lo que está viviendo en este año tan bueno?
R: Tenemos una relación no solo de director a autor, sino también de amistad. Él tiene una enorme responsabilidad en todo esto. Y más en este montaje, que tardé muchos años en escribirlo. Desde la primera versión hasta la última pudieron pasar tres o cuatro años. Él y yo fuimos hablando del espectáculo y del montaje, su visión ha sido fundamental. Su forma de plantear y de entender el teatro. Él entiende que el espectador tiene que pasarlo bien, por lo que el montaje tiene que ser algo sorprendente y lúdico. Yo conecto muy bien con eso. Él tiene una enorme responsabilidad en el éxito de la función, por supuesto.
P: ¿Cuáles son sus próximos proyectos?
R: Nos queda mucha gira con Lorca. Estoy rodando una película, mi primer largo, que estoy dirigiendo. Se llama En los márgenes y terminamos el 30 de noviembre. Después, a partir del 10 de diciembre retomamos la gira.
P: ¿Será complicado mantener las expectativas tan altas para 2022?
R: Será complicado que sea mejor o ya solo igual. Para mí, 2021 ha sido realmente un muy buen año. He conseguido estrenar esta obra, que llevaba mucho tiempo preparando, he conseguido dirigir mi película, que llevaba muchos años intentando levantarla. Y además la obra ha ido como ha ido y hemos tenido todo ese reconocimiento. La experiencia de hacerla ha sido muy bonita, muy peculiar, porque empezamos a montarla en pandemia. Tuvimos momentos con Sergio viendo la función desde su casa, yo en el teatro solo. Una cosa muy marciana, pero al final fue todo muy bien.
P: Este año también estrenó El escuadrón suicida, una superproducción de Hollywood. Algo absolutamente diferente a la función de Lorca. ¿Cómo se da ese salto y se cambia el chip?
R: La verdad es que me lo pasé fenomenal, fue una experiencia chulísima y repetiría cuando sea. Nunca había hecho una película de este calibre, en el sentido de tanto presupuesto, tan grande. Y fue divertidísimo. Merece la pena conocer al director, James Gunn. Son películas muy difíciles de hacer, en las que tienes que tener todo muy preparado, y él tenía todo clarísimo. Se creó un ambiente de trabajo muy grato, con compañeros estupendos que me gustan mucho como Idris Elba o Margot Robbie. Cada día era como un viaje a Disneylandia, los estudios inmensos, los decorados espectaculares, los efectos especiales brutales. Todo era divertido
P: Otro universo.
R: Desde luego. Pero la gracia es hacerlo así y poder pasar de una cosa a la otra también. Claro que sí.