¿Qué ocurre en los hoteles de la Costa del Sol tiempo después de que los turistas británicos y alemanes se hayan marchado?¿Qué se mueve en las sombras de las calles desérticas de Torremolinos en pleno invierno? La propuesta del director Kike Maíllo en Toro quizás no sea real (ni pretende serlo), pero sí es sugerente. El thriller que inaugura el Festival de Málaga el próximo viernes, y que se estrena ese mismo día en salas, imagina un hampa malagueño dedicado a la estafa de turistas japoneses y el monopolio de la restauración y el transporte. Desde su guarida, José Sacristán haría de emperador en las sombras y Mario Casas y Luis Tosar serían unos hermanos no del todo bien avenidos y en rebelión contra el capo Sacristán. Una historia de redención, traición y venganza que tiene ecos evidentes de cierto cine estadounidense de los setenta, pero aroma a moqueta polvorienta, sangría y paella congelada.
"Teníamos interés en que la película cogiera tierra, que estuviera localizada en un sitio muy claro y que ese lugar fuera Andalucía. Por otro lado, siempre pensamos que esta es una historia de ficción, alejada del costumbrismo o realismo social", explica el cineasta pocos días antes de que su filme se estrene en la misma tierra que presenció las carreras de Casas y Tosar durante el rodaje. Se trata de su segundo largometraje después de Eva, protagonizada por Daniel Brühl y Marta Etura. Entonces se hizo con el favor de la crítica y tres Goya en la edición de 2012, incluyendo el de mejor director novel. La "solidez" (Carlos Boyero dixit en El País) e "inteligencia" (según Luis Martínez, crítico de El Mundo) de su debut ha creado tal expectación en torno a su segundo largometraje que el recién llegado Maíllo ha conseguido protagonizar (fuera de competición) una de las citas más relevantes del cine español.
La película, producida por Apaches Entertainment (Open Windows, Gente en sitios...) y Maestranza Films (El niño, La voz dormida...) está en construcción desde 2014, pero Maíllo asegura que no ha sido difícil conseguir la financiación ni que se sumaran gigantes de la producción como Atresmedia (Antena 3) o Movistar +. ¿La llave para abrirse puertas? Los actores: "Lo primero que hicimos al pensar en la película, mucho antes de escribirla, fue pensar en Mario Casas y Luis Tosar para los papeles protagonistas. Al estar ellos dos, era fácil el resto. Antena 3 casi tenía la obligación de meterse". El guion, firmado por Rafael Cobos (La isla mínima, Grupo 7...) y Fernando Navarro (Anacleto: Agente secreto), también facilitaba la misión.
De la misma manera que Eva revisitaba el cine de ciencia ficción, esta lo hace con las películas de gángsters y el western. Por mucho que Antonio Pérez, uno de los productores y responsable de Maestranza Films, mencione al cine coreano cuando habla de la película, Maíllo tiene claro que sus referencias están en "los italoamericanos": el Martin Scorsese de Uno de los nuestros y Malas calles, el Brian de Palma de Scarface y Carlito's Way. Su relato repite conscientemente los elementos de aquella nueva ola de películas de mafiosos. Y añade tambores y cornetas, además de la banda sonora de Joe Crepúsculo (con un tema de Soleá Morente).
Mario Casas daría vida al excriminal rehabilitado que no puede escapar de su pasado. Luis Tosar sería el amigo (en este caso, hermano) que con sus bienintencionadas pero torpes acciones arrastra al héroe durante la acción. José Sacristán, el jefe sin escrúpulos que ha criado al héroe como un padre. Ingrid García Jonsson es la chica angelical. José Manuel Poga es el sicario fiel. El aficionado a las películas de mafiosos reconocerá también el oropel y el exceso, el kitsch como estilo visualkitsch. "Construimos esa toma de tierra con la realidad para facilitar que los personajes funcionen como arquetipos, como símbolos de otros personajes", explica el director, "Y al trabajar desde un espacio mítico, es fácil pensar en western, que puedes sustituir coches por caballos y ciudades costeras por pueblos del Lejano Oeste".
Ayuda que parte del filme esté rodado en la frontera del desierto de Tabernas, escenario del spaghetti western, y en Cabo de Gata. Y ayudan los escenarios de Torremolinos, Benalmádena y Fuengirola, ciudades convertidas en una sola urbe de corte futurista gracias a localizaciones como el Hotel 3 Torres, construido en 1971 en Torremolinos. Esa torre, el refugio del malo, acaba convirtiéndose en uno de los símbolos centrales de la película: "Según avanzábamos en la trama el espacio físico acaba siendo el espacio mental, y viceversa. Uno llegaba a ese mundo de la ascensión por la torre y no sabe si esa pesadilla es real o no. La locura de Toro va tiñendo esa subida en espiral hacia la guarida del antagonista".
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El antagonista es un José Sacristán que recuerda tanto a un señorito andaluz como a Robert Loggia, el capo de Scarface. Una de las marcas de personaje más relevantes del Romano es su religiosidad. "El mundo de la cofradía es muy latente [en Málaga], no solo en Semana Santa, también en la iconografía de los bares, o de los portales de las calles", explica el director.
Se ha servido de las normas sociales de este ambiente tanto para enriquecer el universo estético de la pelñicula como para hacer avanzar la trama: "Para mí, la forma de explicar que Romano había medrado socialmente en los últimos años era contar que ascendía en la cofradía a la que pertenecía. Era una manera muy gráfica de explicar que él tenía una imagen social importante". La devoción del Romano devoción por su macabra Santa Lucía y su ficticia hermandad del Silencio ha tenido sus referencias reales: la primera es una talla del escultor malagueño Juan Vega (que calificó el encargo como el "más curioso" que le han hecho nunca), y la segunda tiene su residencia real en la iglesia de San Juan de Dios, en Antequera.
El thriller de Kike Maíllo viene a confirmar una querencia por el género en el cine español después de éxitos como Grupo 7 (Alberto Rodríguez), El niño (Daniel Monzón) o El desconocido (Dani de la Torre). "Este resurgir se explica por que es muy raro que en un país los directores no hagan el cine que les gusta ver, y hagan solo el que se puede hacer", opina el cineasta, haciendo referencia a la tradicional falta de presupuesto a la que los amantes de la acción han achacado el retraso del cine español en este género. Y añade otro motivo: "Los trasuntos de corrupción nos han dado alas para explicar esa España más oscura". La de Maíllo, real o no, lo es mucho. Una España de cine negro.
¿Qué ocurre en los hoteles de la Costa del Sol tiempo después de que los turistas británicos y alemanes se hayan marchado?¿Qué se mueve en las sombras de las calles desérticas de Torremolinos en pleno invierno? La propuesta del director Kike Maíllo en Toro quizás no sea real (ni pretende serlo), pero sí es sugerente. El thriller que inaugura el Festival de Málaga el próximo viernes, y que se estrena ese mismo día en salas, imagina un hampa malagueño dedicado a la estafa de turistas japoneses y el monopolio de la restauración y el transporte. Desde su guarida, José Sacristán haría de emperador en las sombras y Mario Casas y Luis Tosar serían unos hermanos no del todo bien avenidos y en rebelión contra el capo Sacristán. Una historia de redención, traición y venganza que tiene ecos evidentes de cierto cine estadounidense de los setenta, pero aroma a moqueta polvorienta, sangría y paella congelada.