La magnífica idea puesta en marcha en la II República española de llevar la cultura a todos los rincones del país a través de las llamadas Misiones pedagógicas, ni cayó en saco roto ni perdió su estela, recogida a su desaparición tras la Guerra Civil por países como Chile o Uruguay. En el primer caso, el modelo fue impulsado a partir de 1970 por Salvador Allende a través del Instituto Nacional de las Artes en una empresa multidisciplinar con cabida para la promoción de la música, el teatro, la literatura o cualquier otra forma de creación.
Aquella labor, recogida en las 40 primeras medidas del Gobierno Popular (fue concretamente la número 40, aunque de las tempranas en ponerse en práctica), ha quedado parcialmente ocultada entre los muchos acontecimientos históricos que se han sucedido estas últimas cuatro décadas en el país latinoamericano. Rescatándola del olvido, y poniéndola en comparación con la experiencia española, la cineasta y periodista Carolina Espinoza ha rodado el documental El tren popular de la cultura, con testimonios de este y aquel lado del charco.
Para terminar la película, Espinoza ha abierto una campaña de crowdfunding con el fin de recaudar los 4.000 euros que necesitaría para finalizar las labores de posproducción de sonido y sacar la cinta a la luz el próximo mes de mayo, en un estreno a dos bandas en Madrid (en el Teatro del Barrio) y en Chillán, Chile (en el Teatro Lázaro Cárdenas).
Como corresponsal de una radio chilena en España, Espinoza supo de la iniciativa hace cinco años. “Entrevisto a un concertista chileno que participó en la experiencia, y me cuenta una historia alucinante”, recuerda. “El gobierno de Allende, el primer gobierno socialista del mundo elegido en las urnas, organiza dentro de su programa, entre otras medidas, el acceso a la cultura y la educación libre y gratuita, que son cosas que, transportadas a 40 años después, siguen estando vigentes, lo que demuestra una conciencia social muy adelantada a su época”.
A partir de aquel encuentro, la reportera comenzó a investigar sobre lo que queda hoy de aquellos días, no solo en su país sino también en España. Con la crisis, el proyecto se quedó aparcado en un limbo al que, al cabo del tiempo, Espinoza acudió para rescatarlo. “Ahora en Chile se está reivindicando la educación y en España se están perdiendo los derechos”, subraya, “por lo que el tema está vigente absolutamente”.
Aunque el programa de Allende era más abarcador, lo mismo que el plantemiento de las Misiones, Espinoza ha puesto el acento en la iniciativa de viajar en tren a los pueblos más recónditos para que, cuando la gente no podía ir a la cultura, esta fuera a ellos. La idea ya la habían imaginado antes los agitadores de propaganda rusos, y en España se había replicado con el Teatro del pueblo, que formaba parte de las Misiones pedagógicas y que se desarrolló en paralelo a La Barraca de Federico García Lorca y Eduardo Ugarte.
“En Chile, el teatro se inspiró sobre todo el Teatro del pueblo”, señala Espinoza. “Cuando llegaban a un pueblo, se entrevistaban con los distintos líderes para conocer los problemas de la población, y a partir de ahí hacían una representación con una vertiente social”.
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De entre los actores, mimos, humoristas, cantantes, poetas e incluso sociólogos o periodistas que viajaban en aquellos vagones con rumbo al Chile profundo, la reportera ha entrevistado a una veintena de ellos. “Muchos me dicen que la experiencia de haber participado es lo más importante de sus vidas”, apunta. “Es gente que creía absolutamente que su don artístico no servía de nada si no llegaba a la última persona. Son testimonios que te conmueven”.
Tras la “involución absoluta” que supuso la dictadura de Pinochet, hubo quien no lo pudo contar, también quien acabó en el exilio o unido a la resistencia. De ahí que las entrevistas hayan sido también complicadas, porque se trata de “un proceso del que es incómodo hablar. No obstante, fue un sueño muy bonito, pero lo que pasó después, cada uno lo vivió como pudo”.
Del lado español, dada la lejanía en el tiempo con la II República, ya no quedan testigos directos de la labor de las Misiones, puesto que el último participante falleció hace dos años. El recuerdo lo aportan varios especialistas en aquella época, así como los habitantes de algunos de los pueblos que cruzaron aquellos trenes. “Quedó huella”, certifica Espinoza. “Ahora la gente tiene otro vocabulario, otro interés por la cultura”.
La magnífica idea puesta en marcha en la II República española de llevar la cultura a todos los rincones del país a través de las llamadas Misiones pedagógicas, ni cayó en saco roto ni perdió su estela, recogida a su desaparición tras la Guerra Civil por países como Chile o Uruguay. En el primer caso, el modelo fue impulsado a partir de 1970 por Salvador Allende a través del Instituto Nacional de las Artes en una empresa multidisciplinar con cabida para la promoción de la música, el teatro, la literatura o cualquier otra forma de creación.