“La actual dualidad del mercado de trabajo, con un aumento de los contratos temporales y de las ETT, así como de los abusos empresariales, es uno de los problemas de nuestra economía”. “En una economía social de mercado no sólo debe haber empresas innovadoras y competitivas, sino también buenos salarios, que tengan en cuenta la inflación y la productividad, y que mejoren el bienestar de los trabajadores”. Ambas proclamas no han salido de la boca de un sindicalista, de un economista heterodoxo u de un opositor a la política de Mariano Rajoy. Su autor, en realidad, ni siquiera es español. El ministro alemán de Economía, Sigmar Gabriel, dedicó el pasado día 13 la mitad de su discurso ante el Bundestag, sobre el estado de la economía alemana, a hablar de empleos de calidad, buenos sueldos y la creación de un salario mínimo federal.
¿El mundo del revés? ¿Las antípodas económicas de la España de los recortes y la devaluación salarial están ahora en la Alemania que nos impuso ambos? Desde que Angela Merkel, la campeona de la austeridad, firmó en noviembre el pacto de la Gran Coalición con el SPD, las iniciativas del nuevo Ejecutivo pueden dejar boquiabiertos a muchos españoles, atenazados desde el comienzo de la crisis por la presión alemana para bajar salarios, abaratar el despido, recortar pensiones, encoger el gasto público y, por tanto, el Estado de Bienestar.
Primero fue la creación de un salario mínimo federal, de 8,5 euros la hora –1.360 euros al mes–. Justo cuando el Gobierno español anunciaba su congelación en 645,30 euros mensuales. Y después de que se alzaran voces –desde el Banco de España hasta la CEOE– pidiendo abiertamente su desaparición. “Con un salario mínimo”, aseguraba por el contrario hace una semana Gabriel ante el Parlamento alemán, “se abandonará una situación degradante en la que personas que trabajan todo el día tienen que recurrir a la ayuda social”. Es lo que ocurre en Alemania debido al paradójico éxito de los famosos minijobs.
Jubilarse antes
Poco después, la ministra de Trabajo, Andrea Nahles, anunciaba el adelanto de la edad de jubilación a los 63 años… cierto que sólo para quienes hayan cotizado la nada despreciable cifra de 45 años. Y nacieran antes de 1952. Mientras, en España, por presiones directas de la Unión Europea, la edad de jubilación se retrasará de forma gradual hasta alcanzar los 67 años en 2027. También han sido continuas las medidas adoptadas por el Gobierno para penalizar a quien quiera prejubilarse: las empresas tienen que pagar al Tesoro por esos trabajadores y éstos pierden parte de su sueldo cuanto más la adelanten.
Curiosamente, fue la propia Angela Merkel quien en mayo de 2011 se quejó de que los españoles, griegos y portugueses tengan más vacaciones que los alemanes –un dato que desmienten las estadísticas de la OCDE– y de que pudieran jubilarse antes que sus compatriotas. “Se trata de que todos se esfuercen un poco de igual manera”, aseguró en un acto electoral de su partido, la CDU.
Ahora también va a mejorar el Gobierno alemán las pensiones más bajas, las de invalidez y las que cobran las mujeres con hijos nacidos antes de 1992. En total, la medida costará 11.000 millones de euros anuales al año hasta 2030, que hasta 2020 se financiarán con cargo al Fondo de Reserva y, a partir de ese momento, con impuestos. “No es un regalo, se lo merecen”, subrayó la ministra.
Como darle un helado a un niño
“Es sólo un ligero cambio de modelo, no un cambio radical de pensamiento”, interpreta Antonio Argandoña, profesor de Economía de la Escuela de Negocios IESE. A su juicio, el nuevo sesgo de la política alemana obedece al “pragmatismo económico” de su Gobierno. También a razones políticas, el pacto con los socialdemócratas de Sigmar Gabriel. Además, dice, se lo pueden permitir: la economía alemana es sólida, no tienen problemas con la inflación, el déficit público y el exterior o la deuda, así que han decidido “abrir un poco la mano”. “También se lo están pidiendo la Comisión Europea y el FMI”, continúa, “que relajen las políticas demasiado restrictivas”. Lo que no quiere decir que esa presión “vaya a convertir a los alemanes” en adalides de las políticas expansivas. “Una cosa es darle un helado a un niño al que se ha castigado y otra convertirse en una madraza”, compara.
Para Argandoña, por el contrario, “la clave es su actitud hacia Europa”. De hecho el profesor del IESE cree que si Mariano Rajoy se ha permitido anunciar una rebaja de impuestos para 2015 es sólo porque Alemania se muestra ahora más generosamás generosa con las necesidades de refinanciación de España y con la velocidad con la que se le exige reducir el déficit público.
Subidas salariales de hasta el 5,5%
Pero no sólo ha cambiado la actitud del Gobierno. Sindicatos y patronal acaban de cerrar la negociación colectiva en el sector químico, que emplea a más de medio millón de trabajadores, con una subida salarial del 3,7% para este año. Un alza que el semanario Der Spiegel calificaba de “moderada”. El sindicato IG BCE había pedido un 5,5%. Cifras que en la España de la devaluación salarial parecen estratosféricas. El año 2013 terminó con una subida media pactada en convenio de sólo el 0,57%, la mitad que en 2012. En los dos últimos años, los salarios en España han caído al menos un 10%.
Un 3,5% es el aumento reclamado por los sindicatos de los servicios públicos alemanes –dos millones de trabajadores–, pero los de artes gráficas piden un 5,5%. Nada por lo que escandalizarse: el año pasado Volkswagen ya concedió a sus empleados una subida del 5,6% en dos años.
El sindicato Ver.di también quiere garantizar un contrato indefinido para todos los aprendices que realicen prácticas en las empresas del sector gracias a su afamada Formación Profesional dual. En España, en cambio, han crecido un 80% en el último año los contratos de formación, como resultado de las medidas que el Gobierno ha adoptado para flexibilizarlos: se pueden ofrecer a personas de hasta 30 años, su salario es inferior entre un 60% y un 80% al que marca el convenio y están fuertemente bonificados. Pueden encadenarse hasta un máximo de tres años.
También está disparándose en España el trabajo a tiempo parcial. No se les llama aún minijobs, como en Alemania, pero de hecho lo son. Esos empleos que, como denunciaba Sigmar Gabriel, fuerzan a millones de alemanes a pedir ayudas sociales para completar sus exiguos sueldos. Casi ocho millones tienen estos trabajos precarios. A Antonio Argandoña, sin embargo, los denostados minijobs le parecen una “buena manera de resolver el problema del paro”minijobs. Aunque, eso sí, siempre que lo que debe ser una “solución transitoria” no se convierta en permanente. Y ahora es cuando los alemanes han creído llegado el momento de subir esos exiguos salarios y de aumentar el gasto social.
“Es mejor repartir el empleo entre todos, aunque sea con minijobs, pero no se les puede mantener luego toda la vida con un empleo precario”, destaca el economista. Su postura traduce la ortodoxia alemana practicada hasta ahora: “Cuando hay más oferta de empleo que demanda [más paro], hay que bajar sus costes, la única solución es abaratarlo”. Ya sea reduciendo salarios y cotizaciones o flexibilizando los contratos. Es lo que ha conseguido en España la reforma laboral.
Empresa necesita sindicato
Una diferencia más. Volkswagen promueve en su planta de Chattanooga, en el estado norteamericano de Tennessee, la creación de un consejo laboral, a imitación de los que tiene en el resto de sus plantas repartidas por todo el mundo. Para ello, la legislación de EEUU le exige que se instale un sindicato y se celebren elecciones sindicales. Lo peculiar del caso aquí es que el gobernador del estado y el Partido Republicano al que pertenece han puesto el grito en el cielo y amenazado a la empresa alemana con retirarle los incentivos fiscales si United Auto Workers, el sindicato, gana en las urnas. Su argumento: que los trabajadores afiliados cobran más que los que no lo están. La empresa es la que promueve la sindicación y la negociación colectiva. En España sería poco menos que impensable
. Más aún cuando la reforma laboral ha propiciado la desaparición de numerosos convenios y entorpecido durante los dos últimos años la negociación colectiva. La patronal guipuzcoana, por ejemplo, ya está impulsando la negociación individual con cada trabajador de sus condiciones laborales.
Pero no sólo los trabajadores alemanes están pidiendo subidas de sueldo considerables. Los diputados del Bundestag han dejado estupefactos incluso a sus compatriotas al reclamar un aumento salarial del 10% para 2015. Quieren equipararse a los jueces federales y cobrar casi 10.000 euros al mes. SPD y CDU, los partidos en el Gobierno, apoyan la subida: alegan que los diputados trabajan mucho y que el suyo no es un trabajo “normal”.
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Según las previsiones del Ejecutivo alemán, este año el gasto público crecerá un 1,9%, gracias a que su economía lo hará un 1,8%. El consumo, gracias a los aumentos salariales, también medrará un 1,4%. La burbuja inmobiliaria acompañará a estas subidas. De acuerdo con las últimas estadísticas del Bundesbank, las viviendas en las grandes ciudades están sobrevaloradas en un 25%, cinco puntos más que hace sólo cuatro meses. Mientras, en España, continúa sin descanso el desplome del ladrillo.
En cualquier caso, Antonio Argandoña precisa que no se pueden comparar Alemania y España porque se encuentran en “dos posiciones distintas del ciclo económico”. España está ahora “tocando fondo, remontando lentamente después de una situación muy difícil”, mientras que Alemania sólo ha sufrido una pequeña recesión, de la que se ha recuperado enseguida y sin pasar por una segunda.
Aun así, el profesor del IESE considera “razonable” que España se someta a las mismas medidas que adoptó Alemania en su día. “A ellos les ha ido bien: tienen una tasa de paro bajísima gracias a los minijobs”. Augura que en España estará como Alemania “dentro de tres o cuatro años”. O no tanto, porque matiza a continuación que ni el empleo ni los salarios crecerán tanto.
“La actual dualidad del mercado de trabajo, con un aumento de los contratos temporales y de las ETT, así como de los abusos empresariales, es uno de los problemas de nuestra economía”. “En una economía social de mercado no sólo debe haber empresas innovadoras y competitivas, sino también buenos salarios, que tengan en cuenta la inflación y la productividad, y que mejoren el bienestar de los trabajadores”. Ambas proclamas no han salido de la boca de un sindicalista, de un economista heterodoxo u de un opositor a la política de Mariano Rajoy. Su autor, en realidad, ni siquiera es español. El ministro alemán de Economía, Sigmar Gabriel, dedicó el pasado día 13 la mitad de su discurso ante el Bundestag, sobre el estado de la economía alemana, a hablar de empleos de calidad, buenos sueldos y la creación de un salario mínimo federal.