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Una élite enraizada en el franquismo apoya los recortes que aseguran sus beneficios

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España se ha convertido en un país en el que miles de empresas contratan falsos autónomos, bautizados como "emprendedores", para cubrir las necesidades de grandes compañías cotizadas que han "externalizado" parte de su actividad y que hacen como que compiten en un mercado liberalizado sólo sobre el papel.

No es sólo una consecuencia de la crisis. La banca y la gran empresa todavía están influidas, cuando no controladas, por un puñado de familias y de clanes con muchas raíces en el pasado. Apoyan sin fisuras el proceso de devaluación interna impulsado por el Gobierno y la troika, convencidos de que es la vía segura para mantener y aun aumentar los beneficios empresariales y sus fortunas.

Son los Botín, March, Entrecanales, Del Pino, Carceller, Villar Mir o Koplowitz, supervivientes de un proceso de acumulación en el que otros sonoros apellidos se estrellaron o vinieron a menos. Este fue el caso de los Ruiz Mateos (Rumasa y Nueva Rumasa), Ybarra (descabalgado del BBVA), Banús, Meliá o Barreiros. Todos ellos han sido "inventariados" por autores como Mariano Sánchez Soler (Ricos por la patria, Los Franco, S.A., Los Banqueros de Franco), Jesús Ynfante o Glicerio Sánchez Recio.

Declaraciones ofensivas

Las ofensivas declaraciones sobre los jóvenes sin empleo y sin estudios de la presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica Oriol Icaza (casada con Alejandro Aznar, presidente de Bodegas Marqués de Riscal),ofensivas declaraciones son un ejemplo de cómo la pertenencia a una élite puede retorcer la realidad hasta el esperpento.

Mónica Oriol, presidenta de Seguriber, empresa de seguridad encargada de la vigilancia exterior del recinto Madrid Arena, en el que murieron cinco jóvenes en la madrugada del 1 de noviembre de 2012, es biznieta de José Luis de Oriol, fundador de Talgo, nieta de José María Oriol Urquijo, presidente de Hidroeléctrica Española (hoy, Iberdrola), sobrina de Íñigo Oriol Ybarra, que también presidió la eléctrica e hija del arquitecto Miguel Oriol Ybarra.

La presidenta del Círculo de Empresarios, que se ha visto obligada a pedir disculpas por sus expresiones, no sólo preside Seguriber; comparte sillón con otros apellidos sonoros en dos grandes empresas cotizadas: OHL e Indra.

El caso de Mónica Oriol no es una excepción. Un puñado de apellidos ilustres, algunos abrillantados durante el franquismo, están en la sala de máquinas de un sistema empresarial aún muy alejado de la modernidad.

Un repaso a los consejos del Ibex 35 revela cómo un puñado de apellidos "del poder" puntean los consejos de las grandes empresas. Juan March es consejero en ACS y en Indra. El apellido Benjumea está presente en Abengoa (Felipe y María Teresa, descendientes del duque de Cazalla, fundador del grupo), en el Santander (Ignacio Benjumea es secretario del consejo y también es consejero en Bolsas y Mercados (BME); el ex ministro de Franco y marqués Juan Miguel Villar Mir está presente en Abertis, el  Santander y, por supuesto, en su grupo OHL; Borja Prado Eulate (hijo del embajador real Manuel de Prado) preside Endesa y aconseja en Mediaset; Carceller (Demetrio) está en Gas Natural Fenosa y en Sacyr; el apellido Oreja se mantiene en Enagás. Marcelino Oreja Arburúa, consejero delegado de la empresa, es hijo de Marcelino Oreja Aguirre, expresidente no ejecutivo de FCC; Espinosa de los Monteros (Carlos), responsable de Marca España, aconseja a los Entrecanales en Acciona y a Amancio Ortega en inditex; Íñigo Oriol Ybarra mantiene el apellido en Iberdrola...

El periodista Mariano Guindal, autor de La Caída de los Dioses, resume la situación de esa élite empresarial y financiera de forma rotunda: "décadas atrás tenían fortunas de mil millones. Ahora siguen teniendo los mil millones. Pero antes eran pesetas y ahora euros". La teoría de la acumulación de riqueza en el 1% de la población a costa del 99% restante, pero a la española.

"Los ricos con el franquismo (familia Botín (Santander), March, Entrecanales (Acciona), Del Pino (Ferrovial), las Koplowitz (FCC), etc) son los ricos ahora", explica Guindal.  En el País Vasco la mutación es mucho más fuerte, porque lo que era la oligarquía de Neguri estaba muy ligada a la industria". 

Forbes y los 30 apellidos

Hasta llegar a los 30 apellidos que, según la revista especializada Forbes, controlan la economía del país (aristocracia latifundista al margen), ha habido un proceso de selección que comenzó en el siglo XIX. Sonfortunas iniciadas en la financiación de exportaciones agrícolas (origen del Banco Santander y la familia de los Botín), la minería (oligarquía vasca, los Rato Figaredo), la banca o la industria.

En el franquismo, se suman una pléyade de millonarios emergentes salidos directamente de la política falangista. No se trata sólo de empresarios aventureros al estilo de Juan March, sin el que no se puede explicar el golpe contra la República en 1936. Son los apellidos de las familias del régimen de Franco: los Serrano Suñer, Girón, Cortina, Alcocer, Letona, Carceller, Oriol, Barrera de Irimo, Calviño, Fontana Codina, García Ramal...

A esa pléyade de ministros, latifundistas, procuradores, etcétera, le sucedió una nueva generación dispuesta a asumir el poder económico y no sólo el económico en el postfranquismo. Son los Aznar, Rato, Trillo Figueroa, Arias-Salgado, Abril Martorell, Fernández-Cuesta, García Escudero, Calvo-Sotelo, Fernández-Miranda, Cabanillas, Mariscal de Gante...

Algunos de ellos, como el empresario Florentino Pérez (ACS, Real Madrid...) supieron encaramarse a la ola democrática en los años 80 (Pérez fue concejal en Madrid con UCD y director en el Ministerio Transportes) para ganar influencia y fortuna. Arropado por los March ha navegado por el sector de la construcción con agilidad hasta convertirse en una de las primeras fortunas del país.

Otro ejemplo de incorporación a una élite formada en los comienzos de la democracia y del sistema de monarquía parlamentaria es el del presidente de Endesa, Borja Prado. Hijo del embajador real ya fallecido Manuel Prado y Colón de Carbajal, Borja Prado no sólo preside la eléctrica privatizada y controlada por la italiana Enel sino que representa, a través de Mediobanca, intereses del Estado italiano en España.Manuel Prado y Colón de Carbajal

Muchos de los sonoros apellidos siguen firmando las cuentas de grandes empresas. Otros aspirantes han caído. Mario Conde, ex socio de Juan Abelló en el asalto al poder en Banesto; Javier de la Rosa, un osado que puso patas arriba lo más rancio del tejido empresarial con maniobras financiadas por los petrodólares de KIO, el fondo inversor Kuwaití, o la familia Ruiz Mateos cayeron víctimas de sus propios manejos, expulsados por una clase que siempre los consideró unos advenedizos.

Ejercicio comparativo

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Para quien tenga curiosidad y tiempo hay un ejercicio simple que consiste en comparar la lista de las 100 primeras fortunas registradas en 1979 con los nombres y apellidos que encabezan las páginas salmón de la prensa escrita. Comprobará con facilidad cómo Giuseppe Tomasi di Lampedusa, autor de una única y magnífica novela (El Gatopardo) acertó al describir el cinismo de toda una clase social, defensora del "Que todo cambie para que todo siga igual".

Entre los 100 nombres destacados por la revista Fomento de la Producción hace 35 años, encabezados por José María Ruiz Mateos y familia, se mantienen apellidos que todavía hoy son protagonistas en el mundo empresarial y financiero como los Entrecanales, los Botín, Los Cortina y Alcocer, los Del Pino, Aristráin, Masaveu, Escarrer, Álvarez, Gallardo o Roig, por mencionar sólo un puñado.

La clase empresarial que manda en España y que, como Botín, apoya plenamente la política de austeridad y devaluación interna que asegura su supervivencia, no tiene necesidad de ejercer su poder cada día. Ya lo dijo el historiador Manuel Tuñón de Lara (Historia y Realidad del Poder): "Tener el poder no equivale a ejercer la facultad decisoria cada día y en cada cuestión". 

España se ha convertido en un país en el que miles de empresas contratan falsos autónomos, bautizados como "emprendedores", para cubrir las necesidades de grandes compañías cotizadas que han "externalizado" parte de su actividad y que hacen como que compiten en un mercado liberalizado sólo sobre el papel.

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