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Una élite contra el mundo

En 2005, el canciller socialdemócrata alemán, Gerhard Schröeder, acudió a la localidad suiza de Davos, sede de la reunión que cada año celebra el Foro Económico Mundial, a celebrar su particular revelación en el camino a Damasco y, de paso, recoger el reconocimiento por su valor de manos de la élite financiera mundial.

Schröeder, con la reforma del mercado laboral alemán aprobada en 2003 y aplaudida en Davos, se subía al carro estadounidense sin rubor. Empezaba la senda que ha creado siete millones de minijobs (400 euros/mes) en Alemania, un superávit exterior más alto que el de China (por encima del 7% del PIB) censurado hasta por la burocracia de la Comisión Europea y el impulso de las burbujas en los países del Sur de Europa.

Tres años después llegó la catástrofe financiera. Pero las élites financieras mundiales, incluidas por supuesto las estadounidenses y las alemanas, flotaron sin dificultades.

El periodista Andy Robinson, autor de Un Reportero en la Montaña Mágica, cómo la élite económica de Davos hundió el mundo, Un Reportero en la Montaña Mágica, cómo la élite económica de Davos hundió el mundo, relata en el libro cómo "a finales de 2012, los beneficios de las grandes empresas estadounidenses citadas en el ranking de la revista Fortune batieron su récord histórico y alcanzaron el porcentaje más alto de la renta total desde los años 50". Lograron crecimientos anuales del 20% durante los años posteriores a la crisis.

Reparto de beneficios

En plena crisis, brókers y gestores de fondos se repartían beneficios como en los mejores años. Robinson cita los informes de la consultora Hay Group que cada año circulan en Davos para explicar que la remuneración del consejero delegado medio de las 500 empresas estadounidenses más grandes ya era 430 veces mayor que el salario del trabajador medio, tras alcanzar un máximo histórico en 2010.

El alemán Schröeder había visto la luz a tiempo... para las élites del país. En 2013, aparentemente superada la crisis que había paralizado la zona euro, la retribución del consejero delegado alemán era ya 147 veces superior a la del trabajador medio, según datos del sindicato AFL-CIO.

Los altos ejecutivos, que justifican sus elevados salarios comparándose entre sí con estudios de consultoras bien pagadas, forman parte, según la tesis de Robinson, de una élite mundial (que el filósofo Samuel Huntington bauticó como los Davos Men) que está hundiendo el mundo.

Esa élite, insensible, se felicitaba en Davos por el éxito de sus recetas mientras (año 2011) en EEUU, explica Robinson, "la cifra de personas que, a causa de la pobreza, se habían visto forzadas a solicitar ayuda alimentaria alcanzaba los 50 millones".

Esa élite está formada por milmillonarios, cuyo número, señala Robinson basándose en la revista Forbes, ha crecido un 27% desde 2007.Forbes De esa élite forman parte personajes muy conocidos (todos ellos Davos Men) como Bill Gates (Microsoft, 59.000 millones), Sergey Brin (Google, 23.000 millones), Michael Dell (Dell, 15.000 millones) y George Soros (Quantum, 22.000 milones).

Más cinismo que ingenio

Pero también personajes que hacen gala de más cinismo que ingenio. Relata Robinson cómo Martín Winterkorn, presidente de Volkswagen, "auténtico forofo del Foro Económico Mundial (...), duplicó su remuneración en 2012 hasta los 17 millones de euros, no sin lamentarse, en una sombría y cínica demostración de humor negro digna de un personaje de la novela de Mann (Thomas, La Montaña Mágica), de que nadie le impidiese cobrar tanto dinero.

Winterkorn, como el cantante de U2, el irlandés Bono (célebre en los encuentros de Davos, a quien Robinson vincula a especuladores del ladrillo en Irlanda y a maniobras para no pagar impuestos), o el economista Nouriel Roubini (ex asesor de Bill Clinton), son Davos Men, la élite que se aleja de la masa empobrecida, capaz de todos los cinismos.

Cuenta Robinson: "Escuché al geopolítico Ian Bremmer y el economista-inversor, Nouriel Roubini planificar una conferencia que tratara sobre las desoladoras experiencias para la economía global y optar finalmente por celebrarla en la isla caribeña de Saint Bars porque las playas y las fiestas eran mejores allí".Adictos al trabajo

Para justificar lo que tiene difícil justificación, Robinson recoge el término working rich:working rich: ejecutivos millonarios ultratrabajadores con jornadas laborales maratonianas que justifican sus elevados estipendios. El término lo acuñó Chrystia Freeland, gurú de tendencias de Reuters. Y es falso. "Por mucho que Davos insista en hablar de auge de los working rich", sostiene el periodista, "en 1992 los 400 estadounidenses más ricos declararon el 26% de su renta como salarios y el 36% como plusvalías.working rich",  Ahora, sólo el 6% se declara como renta asalariada y el 66% como plusvalías aprovechando impuestos mucho más bajos. Mientras las clases medias y los working poor asumen el peso del impuesto sobre la renta".

El proyecto de Davos, sostiene el periodista, es "reconciliar lo irreconciliable en la era de la extrema desigualdad".

Los ultraricos lo intentan con lo que define como una nueva forma de hacer negocios a través de la caridad: filantrocapitalismo.

Pero los Davos Men necesitan  logística e infraestructura para apoyar los mecanismos de las empresas que controlan. El cantón suizo de Zug, a tiro de piedra de Davos, es uno de los lugares que proporciona a la élite y a las multinacionales que controlan la base para eludir el pago de impuestos. Robinson detalla que en el cantón, especializado en impuestos bajos para "sociedades privilegiadas", hay 1.700 holdings companies y 3.400 empresas buzón que no realizan actividad alguna y ni siquiera tienen empleados.

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Empresas sin actividad

Entre esas empresas sin casi trabajadores ni actividad que alberga el cantón de Zug están Novartis, Roche, Siemens, Thomson Reuters ("irónicamente, una de las mejores fuentes de análisis crítico sobre los paraísos fiscales"), Burger King o Coca-Cola.

El cuadro que refleja Un Reportero en la Montaña Mágica es descorazonador para la mayoría que está siendo esquilmada por quienes han olvidado que "los países no son empresas", según la frase del economista jefe de la UNTAD (Conferencia de Naciones Unidas sobre Comerdio y Desarrollo), Heiner Flassbeck, que Robinson menciona en su obra.

En 2005, el canciller socialdemócrata alemán, Gerhard Schröeder, acudió a la localidad suiza de Davos, sede de la reunión que cada año celebra el Foro Económico Mundial, a celebrar su particular revelación en el camino a Damasco y, de paso, recoger el reconocimiento por su valor de manos de la élite financiera mundial.

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