El fracaso de la austeridad matiza el discurso de la OCDE y del FMI sobre los recortes salariales

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Poco a poco los organismos internacionales que supervisan el estado de salud de la economía globalizada aflojan el nudo. La OCDE, el FMI y también la Comisión Europea empiezan a admitir que las políticas de austeridad en Europa -el "austericidio", según el término acuñado por economistas críticos- han llegado al límite.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), por primera vez, ha admitido que los recortes salariales "corren el riesgo de ser contraproducentes" y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, ha solicitado a la única locomotora económica que queda en la eurozona, Alemania, que suba salarios e invierta más en infraestructuras para animar la demanda del conjunto.

El presidente saliente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, en un Foro sobre la Política de Cohesión celebrado en Bruselas este martes, ha admitido que la austeridad no ha sido la panacea y ha perjudicado especialmente a países como España y Grecia. La cicatriz más visible en ambos casos es la tasa de paro que soportan: 27,2% en Grecia (dato OCDE de mayo) y 24,5% en España.

Los efectos de los recortes

En declaraciones recogidas por Radional Nacional de España (RNE), Barroso sostiene que "lamentablemente, la consolidacion fiscal no ha sido tan favorable al crecimiento como la Comisión Europea proponía" y ha perjudicado especialmente a países como España y Grecia "donde la inversión pública ha caído un 60%".

El reconocimiento del error no es nuevo. Barroso ya dijo en 2013 que la austeridad que impulsa sobre todo Alemania y su canciller Merkel "si bien creo que es la política correcta" había "llegado a sus límites". Un año después, con el paro enquistado (11,5% de media en la eurozona), más déficit, más endeudamiento (98,40% del PIB en España) y al borde de la deflación, los organismos internacionales más ajustados a la ortodoxia neoliberal empiezan a admitir que quizá conviene reducir la presión.

"Es más una adaptación del discurso que un cambio", asegura el economista Julio Rodríguez (Economistas Frente a la Crisis). "No rompen con la ortodoxia -explica- pero muestran que les preocupa la situación de semideflación en Europa".

Para el sindicato UGT, más allá de algunas propuestas puntuales como frenar el ajuste salarial y cambiar el régimen fiscal de la sicav, nada ha cambiado: "la OCDE vuelve a errar en sus recomendaciones y en su aplauso a las reformas del Gobierno del PP". El economista José Carlos Díez, por su parte, considera que son "las mismas recomendaciones desde los años 60".

El mantra de las reformas

Sin renunciar al mantra de "reformas, reformas y más reformas" que se repiten mes tras mes, informe tras informe, tanto en la OCDE como en el FMI -más agresivo si cabe-, se observa un cierto cambio en el lenguaje. El mismo FMI que ahora constata en Europa un crecimiento "demasiado débil para crear los empleos necesarios", con una recuperación "muy desigual entre los países del norte y del sur", reclamaba en su informe de 2013, para España, bajadas de salarios de entorno al 10%. 

La petición del FMI para reducir salarios ha sido una constante de los últimos ejercicios. En enero de este mismo año, tras admitir que los salarios habían caído en España, recetaba más ricino: "la caída de los salarios que se ha producido desde el año 2010", aseguraba, "no ha sido suficiente para compensar la excesiva subida de los años anteriores".  Insaciable, en julio, el Fondo abogó por reducir el salario mínimo interprofesional (SMI) -645 euros actualmente en España-, reducir la presión fiscal al empleo y reformar los subsidios de desempleo.

Carmelo Tajadura, subdirector del Instituto de Macroeconomía y Finanzas de la Universidad Camilo José Cela, cree que tanto el FMI como la OCDE muestran en su discurso "un cambio de matiz" que en lo que se refiere a los salarios y en el caso de España ve "poco lógico". "La economía española debe seguir creciendo por la vía de las exportaciones más que por la vía del consumo apoyado en las mejoras salariales, algo que, por cierto, no es competencia de los Gobiernos sino de las empresas" señala este economista.

En todo caso, la coincidencia entre el FMI y la OCDE es plena. La OCDE ha recomendado a España lo mismo en los últimos cinco años: reducción de salarios para recuperar la competitividad -una relación desmentida por los datos del Foro Económico Mundial-, más flexibilidad en el mercado de trabajo (los contratos temporales en agosto superaron el 93% del total) y despidos más baratos.

También las jubilaciones

Ni  la OCDE ni el FMI se han olvidado de las jubilaciones. En 2010, el Fondo alertaba que "España se enfrenta a una fuerte presión sobre el gasto [en pensiones] por el envejecimiento y el lento crecimiento de su población". Solución: retrasar la edad de retiro. Para el organismo, retrasar la edad legal de jubilación hasta los 67 años y su vinculación a la esperanza de vida "fortalecería la sostenibilidad del sistema y acercaría a España a lo que ya han hecho sus socios europeos". 

Pero para la OCDE la receta de retraso en las jubilaciones de los colegas del FMI se quedaba incluso corta. En 2012, el organismo que dirige Ángel Gurría apretó la tuerca. La organización no sólo abogó por ir más allá de los 67 años, contabilizando un mínimo de 35 años cotizados, sino que defendió incentivos para convertir en obligatoria la suscripción de pensiones privadas. La OCDE propuso, sin tapujos, incitar a elevar la edad de retiro incluso por encima de ese listón y consideró que una forma "efectiva y transparente" de hacerlo es vincularla a la esperanza de vida, como ya se ha estipulado en Dinamarca y en Italia.

La modulación de última hora en el discurso de las dos organizaciones no impide que OCDE y FMI mantengan sus esencias argumentales. Ambas defienden endurecer más la reforma laboral, subir impuestos indirectos, reducir exenciones fiscales y limitar el IVA reducido, entre otros puntos. Pero es muy difícil mantener el discurso invariable cuando hasta el Banco Central Europeo (BCE) admite por la vía de los hechos que las políticas de austeridad no han dado resultados sino más bien al contrario.

La alarmante situación de la eurozona en precios y crecimiento, con las locomotoras Alemania y Francia estancadas e Italia en recesión técnica, han obligado a actuar al BCE. Con los tipos reducidos al 0,05%, el presidente de la autoridad monetaria europea, Mario Draghi, ha anunciado que habrá compras de deuda privada para intentar animar la actividad y el crédito. 

"Las autoridades europeas se han dado cuenta de que seguían un camino suicida y están revisando las políticas a aplicar" asegura el director de la Fundación Primero de Mayo, Bruno Estrada. "A cambio de reformas en Francia o Italia, abrirán la mano en cuestiones como la contabilización del déficit" concluye. 

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Una situación alarmante

La apuesta por la acción del BCE -una decisión que no fue unánime en el consejo de la entidad- revela que la situación, tras un lustro de políticas de ajuste, es alarmante. De ahí los tímidos cambios en el recetario tradicional del FMI y de la OCDE. Como en el boxeo, retroceden golpeando. "El ajuste salarial ha jugado un importante rol a la hora de ayudar al mercado laboral a capear la profunda recesión cíclica", se defiende la OCDE en su último informe, "reduciendo las pérdidas de empleos y promoviendo la contratación en la recuperación".

El discurso más matizado de los organismos internacionales no llega al punto de reconocer errores. El FMI admitió algunos en el pasado reciente (por ejemplo el error en el cálculo del efecto multiplicador de la reducción de gasto público en la caída del PIB). No tuvo consecuencias pese a que ocasionaron o aumentaron el sufrimiento de países como Grecia o España en el inicio de la crisis.

Poco a poco los organismos internacionales que supervisan el estado de salud de la economía globalizada aflojan el nudo. La OCDE, el FMI y también la Comisión Europea empiezan a admitir que las políticas de austeridad en Europa -el "austericidio", según el término acuñado por economistas críticos- han llegado al límite.

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