CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD Investigación

El fuego, arma de limpieza étnica: más de 100 poblados abrasados en un año de guerra olvidada en Sudán

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Israel está usando el hambre como arma de guerra en la Franja de Gaza, donde un millón de personas se encuentran a las puertas de la catástrofe alimentaria, según los análisis de la ONU. Más de tres cuartas partes de su población, de 2,2 millones de habitantes, han sido forzados a abandonar sus casas desde que el territorio palestino fue invadido por las tropas israelíes en octubre de 2023. Gaza acapara el interés informativo y político mundial, pero no es el único lugar del planeta donde la población civil se ha convertido en objetivo militar y es atacada con armas muy distintas a los tanques y las bombas. De hecho, cuando la guerra llegó a la Franja, Sudán llevaba ya seis meses de cruento conflicto interno, que la ONU llega a calificar como “una de las peores pesadillas humanitarias de la historia reciente”.

En Sudán los desplazados se elevan a seis millones de personas, mientras que la hambruna amenaza a 18 millones, el 40% de la población. Las ciudades están siendo saqueadas, los hospitales y las escuelas destruidos, no hay corredores humanitarios, se suceden las masacres, las ejecuciones callejeras y las violaciones de mujeres.

Una de las armas empleadas para sembrar el terror y expulsar a los civiles de sus poblados es el fuego. Ambos bandos incendian pueblos enteros, algunos incluso más de una vez, en lo que constituye una nueva campaña de limpieza étnica y tiene también la consideración de crimen contra la humanidad. En algunos casos se ha utilizado la quema de poblados igualmente en las luchas que mantienen tribus árabes rivales. Entre el 15 de abril de 2023 y el 29 de febrero de este año, al menos 180 incendios han destruido 108 poblados en Sudán, sobre todo en la región de Darfur, según el análisis llevado a cabo por el proyecto Sudan Witness, del Centro para la Resiliencia de la Información (CIR).

Gracias al uso de imágenes de satélite, el sistema de información sobre incendios de la NASA y la geolocalización, los investigadores de Sudan Witness han podido verificar la información obtenida a partir de vídeos e imágenes difundidas en internet.

“Mediante análisis de fuentes abiertas, hemos documentado las pautas de numerosos incendios en Sudán y la devastación generalizada que causan. Desde que estalló el conflicto el pasado mes de abril, el fuego parece haberse convertido en un arma de guerra que ha provocado desplazamientos masivos”, explica Anouk Theunissen, jefa del equipo Sudan Witness.

Los incendios son obra, sobre todo, de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR, Rapid Support Forces en inglés) y sus milicias aliadas, pero también el ejército contribuye a la destrucción con sus bombardeos aéreos. Ambos bandos no sólo combaten entre sí, sino que, además, en el caso de las FAR, llevan a cabo una campaña de violencia étnica contra los masalit, que están huyendo hacia el oeste, al vecino Chad. Fuego, falta de alimentos y saqueos fuerzan a los miembros de esta etnia africana a huir de las milicias árabes y hacinarse en penosas condiciones en los cada vez mayores campos de refugiados de Chad, donde Médicos Sin Fronteras cifra en 550.000 el número de sudaneses. Según The New York Times, llegan a 2.000 por día.

La limpieza étnica reproduce la violencia contra los grupos no árabes perpetrada por la milicia Yanyauid hace 21 años en Darfur, cuando quemaron pueblos enteros y más de 300.000 personas fueron asesinadas, según las cifras de un informe del Parlamento británico y de la ONU. Fue bautizado como el “primer genocidio del siglo XXI”.

No sólo las milicias cometen crímenes de guerra. El ejército sudanés usa aviones en contra de su propia población. Hace apenas un mes, bombardearon el principal mercado de la ciudad de El Daein, la capital de Darfur oriental, matando a 10 personas. Los heridos se contaron por decenas y cientos de viviendas quedaron destruidas, según informó The Guardian. Sudan Witness ha verificado imágenes correspondientes a tres incendios diferentes, tanto en zonas residenciales como comerciales de El Daien, así como impactos de metralla en construcciones de ladrillo.

“Sólo árabes”

En la mayoría de los casos, no obstante, son las Fuerzas de Apoyo Rápido las responsables de los incendios. Es el caso del ocurrido en El Geneina en junio del año pasado, cuando los milicianos de las FAR saquearon la residencia del sultán de los masalit en esa localidad. Al mismo tiempo, ardieron edificios próximos y se encontraron cadáveres en las calles colindantes a la residencia. Los milicianos colgaron en las redes sociales vídeos delante de la casa, mientras proclamaban que allí ya no vivía ningún masalit, “sólo árabes”, y se veía detrás de ellos el humo de las casas próximas quemadas. Sólo cinco días después, más de un millar de personas fueron asesinadas en El Geneina por miembros de las FAR, que perseguían y disparaban a los no árabes por las calles.

Misterei, cuya población es en su mayoría masalit, sufrió incendios en mayo y en octubre del año pasado. Pese a que sus habitantes huyeron a Chad tras el primer ataque, en el segundo quedó arrasada más del 60% de su superficie, unos 3.750 metros cuadrados.

Lo mismo ocurrió en Kordofán del Sur, donde se repitieron los incendios en diciembre y luego el pasado febrero. También se quemaron los poblados vecinos de Al Takma, Habila y Jabal ad Dayr.

En Kubum y Mukjar, en Darfur del sur, los enfrentamientos entre dos tribus árabes rivales, Bani Halba y Al Salamat, terminaron en la quema de varias aldeas. Los incendiarios son milicianos con uniformes de las FAR, que hacen alarde de sus ataques en múltiples vídeos. Pero que compartan uniforme no significa que no se maten en ellos. Para distinguirse utilizan cintas de colores que añaden a sus ropas: el blanco identifica a los milicianos de Bani Halba y el azul a los de Al Salamat. El 8 de agosto murieron 30 personas en Kubum en combates entre ambas tribus. Una semana más tarde, los incedios los sufrieron miembros de Al Salamat en los poblados de Buro y Awstani. El 7 de septiembre, Markundi fue atacada a sangre y fuego por los Al Salamat. Diez días más tarde, los Al Salamat volvieron a incendiar Kubum, el mercado y los tukuls, las casas de planta redonda que se construyen con barro, paja o madera en la mayor parte de África.

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El dictador Omar Al Bashir, que llegó al poder tras dar un golpe de Estado en 1989, fue el adalid de la islamización de Sudán y se apoyó en las milicias Yanyauid en su lucha contra el Ejército de Liberación Sudanés, levantado en armas contra el Gobierno en 2003. Las masacres y violaciones de derechos humanos cometidas entonces llevaron a la Corte Penal Internacional a ordenar su captura por presuntos crímenes de guerra y contra la humanidad.

Cuando cayó Al Bashir en 2019, tras una ola de protestas populares, el gobierno de transición, que prometía democracia y fue reconocido internacionalmente, duró poco al ser derrocado por una junta militar en la que compartían poder el general Abdel Fatah Al Burhan y el líder de las FAR, Mohamed Hamdan Dagalo, alias Hemedti. La alianza se rompió porque los dos cabecillas discrepaban en el plazo de tiempo necesario para dejar el gobierno en manos civiles y en cómo deberían integrarse las FAR en el Ejército regular. El pasado abril estalló de nuevo la guerra civil. Hemedti cuenta con el apoyo de los mercenarios de Wagner y el respaldo financiero y logístico de Emiratos Árabes Unidos, según publicó The New York Times el pasado septiembre. Tanto los rusos como los jeques ansían el oro de los yacimientos sudaneses.

El país lleva casi un año de guerra y de catástrofe humana que no tiene visos de acabar ante la indiferencia internacional. Los esfuerzos diplomáticos se multiplican en Ucrania e Israel, entre denuncias por los ataques a la población civil. El pasado 17 de enero, los aviones del ejército sudanés atacaron Zurug, la principal base de las FAR en Darfur del norte. Los destrozos en la zona eran evidentes: cráteres, edificios convertidos en escombros y viviendas incendiadas, según pudo constatar Sudan Witness. Munición pesada había impactado en la zona residencial de Zurug. El ejército sudanés, como el israelí en Gaza, justifica sus ataques con el argumento de que los milicianos de la FAR se esconden entre la población civil. “En un momento en que los periodistas tienen acceso limitado a Sudán”, destaca Anouk Theunissen, “las fuentes abiertas desempeñan un papel fundamental para mostrar al mundo lo que está sucediendo- y para garantizar la existencia de un archivo de datos verificados que sirva de apoyo a los esfuerzos de justicia y rendición de cuentas en el futuro”.

Israel está usando el hambre como arma de guerra en la Franja de Gaza, donde un millón de personas se encuentran a las puertas de la catástrofe alimentaria, según los análisis de la ONU. Más de tres cuartas partes de su población, de 2,2 millones de habitantes, han sido forzados a abandonar sus casas desde que el territorio palestino fue invadido por las tropas israelíes en octubre de 2023. Gaza acapara el interés informativo y político mundial, pero no es el único lugar del planeta donde la población civil se ha convertido en objetivo militar y es atacada con armas muy distintas a los tanques y las bombas. De hecho, cuando la guerra llegó a la Franja, Sudán llevaba ya seis meses de cruento conflicto interno, que la ONU llega a calificar como “una de las peores pesadillas humanitarias de la historia reciente”.

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