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GUERRA EN EUROPA Las consecuencias

El anuncio de Macron sobre el "fin de la abundancia" abre el debate sobre el reparto de sacrificios

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Si Emmanuel Macron quería atraer los focos de la muy dispersa atención internacional, lo ha conseguido. El presidente francés abrió el curso político anunciando “el fin de la abundancia” y la “despreocupación”, para seguidamente pedir “sacrificios” a sus conciudadanos, y no sólo para afrontar un invierno que se prevé con restricciones energéticas, sino también un nuevo ciclo marcado por la escasez de recursos, el cambio climático y la crisis de la democracia y los derechos humanos. Mientras en Alemania, ya al comienzo del verano, el ministro de Economía y Clima, Robert Habeck, recomendaba duchas “más cortas” a sus compatriotas, Macron ha optado por la misma retórica inflamada que, en otro inicio de curso, cuando en septiembre de 2008 quebró Lehman Brothers, empleó Nicolas Sarkozy para proclamar la refundación del capitalismo. Catorce años después, al capitalismo lo sacude una nueva crisis.

La guerra en Ucrania ha superado su sexto mes, la inflación rampante no cede, se acerca el invierno con la energía más cara que nunca y temores renovados ante la falta de suministro. El panorama ciertamente se ensombrece: un informe del Citi augura que la inflación escalará hasta el 18% en el Reino Unido –ahora está en el 10,1%, la más alta en 40 años– en el primer trimestre de 2023, mientras que el precio del dinero podría alcanzar el 4% –ahora es del 1,75%–, según apuntan los derivados de tipos de interés y ha publicado The Guardian. En Alemania, la confianza de inversores, consumidores y empresarios se sitúa en mínimos históricos: según la empresa de análisis de mercados GfK, la intención de compra de los ciudadanos acumula siete meses consecutivos de caídas y registra su peor nivel desde la crisis de 2008. Los alemanes, explica, ahorran tanto como en 2011 porque reservan su dinero para pagar las facturas de los próximos meses. Y Estados Unidos ya se encuentra en recesión técnica, al sumar dos trimestres consecutivos con variaciones negativas del PIB: un -0,4% en el primero y un -0,1% en el segundo.

El horizonte es oscuro, pero el fondo del discurso de Macron ha suscitado las protestas airadas tanto de la oposición como de los sindicatos franceses. “Cuando se habla del fin de la abundancia, pienso en los millones de parados, en los millones de precarios, sobre todo mujeres, y en los que viven con el salario mínimo. Para muchos franceses, los tiempos son ya difíciles, los sacrificios ya se han hecho”, respondió Philippe Martínez, secretario general de la CGT, el principal sindicato francés, a quien desde su llegada al Elíseo se ha bautizado como el presidente de los ricos. El mensaje, recalcó, está “fuera de lugar”. En la ley del poder adquisitivo, que incluye medidas para frenar la inflación y fue aprobada en julio por la Asamblea francesa, no aparece “ni una sola vez la palabra salario”, criticó Martínez. Cuando Macron pronunció su solemne discurso, la CGT ya había convocado huelgas para el próximo 29 de septiembre.

El mismo día que el presidente pedía “esfuerzos” a los franceses, se supo también que los dividendos repartidos por las grandes empresas del país habían alcanzado la cifra récord de 44.000 millones de euros en el segundo trimestre, como resultado de los beneficios excepcionales obtenidos en 2021. Mientras, más de nueve millones de franceses viven por debajo del umbral de la pobreza.

Más pobres

“Macron ha lanzado un mensaje en clave interna, para Francia, que hasta ahora se creía protegida frente a la crisis energética, y se ha visto que no es así”, interpreta el economista Javier Santacruz. Los problemas técnicos que han obligado a parar algunas de sus centrales nucleares, la amenaza de que resurja la inquietud social ya manifestada por los chalecos amarillos y la falta de mayoría suficiente en la Asamblea Nacional han obligado al presidente francés a hacer “un discurso más exagerado de lo que es la realidad”, explica, y a lanzar una “amenaza potente para embridar la situación”.

La politóloga Cristina Monge le rebate. “Los presidentes franceses están abonados al tono épico siempre”, asegura, y como antes acostumbraban a hacer Mitterrand, Chirac o Sarkozy, “Macron no habla a Francia, sino al mundo”. Desde el comienzo de la guerra, el líder de La República en Marcha ha buscado diferenciarse del resto de los dirigentes europeos haciendo gala de sus relaciones históricas con Rusia, expone Monge, con sus llamadas a Putin y su fotografiada reunión con el primer ministro ruso en el Kremlin.

Independientemente de a quién fuera destinada la proclama, los franceses o el resto del planeta, Manuel Hidalgo Pérez, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, considera indiscutible que la guerra desembocará en un recorte del bienestar. “Ha roto la globalización: estábamos acostumbrados a disponer de bienes y productos que venían de lejos y eran muy baratos, ahora aumenta la localización y se encarecen”, describe. “Si el precio de las materias primas se multiplica por 10, es obvio que eres más pobre, aunque tu salario no caiga”, recalca, “no hay que hacer retórica de eso, ese sacrificio hay que asumirlo y lo estamos haciendo ya”.

Democracia en peligro

Aunque advierte de que la abundancia de la que habla Macron no la disfrutan todos los ciudadanos, Cristina Monge coincide con el presidente francés en el peligro que amenaza al modelo social del bienestar en Europa, “basado en el consumo y la producción, pero que no tiene en cuenta ni la disponibilidad de los recursos ni las externalidades que genera”. Y critica que los europeos hayan “dado por hecho” el nivel de bienestar, la paz, la seguridad, la democracia y los derechos sociales. “El mundo no es como Europa”, apunta, “somos la excepción y una minoría, pero hemos llegado a creer que eso es lo normal, y no es así”. La politóloga cree que Macron acierta al avisar de que el modelo político europeo se puede tambalear “si Putin consigue resquebrajar la unidad de la UE, tensionar las sociedades y poner jaque el sistema económico”. Porque el presidente galo también alertó ante la inminencia de un invierno democrático, con la aparición de “regímenes iliberales” y el éxito de los “discursos autoritarios”. Ha llegado el fin de la “despreocupación”: “La libertad tiene un coste”, sentenció.

Emmanuel Macron no habló de recesión, pero Javier Santacruz cree que es “inevitable”. Y Manuel Hidalgo avisa de que “está cerca y va a ser difícil evitarla”. Como las materias primas energéticas han multiplicado su precio, también hay que dedicar más recursos a pagar la factura de la luz y el gas, por lo que se reduce el consumo de otros bienes y servicios. “Y el consumo representa el 80% del PIB: si cae el consumo, caerá el PIB”, detalla, “con el gas a 300 euros el megavatio hora, va a ser difícil sortear la recesión”.

Subir o no los salarios, ésa es la cuestión

De ahí que considere que los sacrificios que se avecinan son “evidentes”. Y que subir los salarios para intentar evitarlos “sólo empeorará las cosas”. “Creo que es de eso de lo que avisa Macron”, concede Manuel Hidalgo. Este mismo viernes, ha sido el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, quien ha advertido del “dolor” que infligirán a hogares y empresas las subidas de los tipos de interés, aprobadas para recortar la inflación por los bancos centrales a ambos lados del Atlántico. El mayor precio del dinero ralentiza el crecimiento, precisó Powell, y debilita el mercado laboral –es decir, aumenta el paro–. En realidad, la mención a los “dolorosos” costes de las medidas contra la subida de los precios ya la hizo Powell en mayo, cuando la Reserva Federal llevaba a sus espaldas dos subidas de tipos, de las cuatro que ha decidido hasta el momento.

No obstante, la oposición a los “sacrificios” reclamados por Macron, que los sindicatos han traducido por renuncia a subidas salariales, puede tener éxito, opina Javier Santacruz. “No le quedará más remedio que subir los salarios”, avanza el economista, “lo que más le importa [al presidente francés] es la paz social y la comprará como pueda”. La presión será fuerte, sobre todo de los sindicatos de la función pública y las empresas estatales, añade. De lo que no advirtió Macron en su discurso, revela Santacruz, es de la “explosión” del déficit público que se va a producir por esas subidas y por el aumento del gasto en planes nucleares si no eleva los impuestos. “Es decir, no ha mencionado los sacrificios que recaerán sobre los contribuyentes franceses dentro de cuatro o cinco años”, resume.

Cuestión distinta es si de las palabras del presidente francés se puede extraer alguna lección para España. CCOO y UGT también han convocado movilizaciones este otoño para reclamar mejoras salariales y que los sueldos no pierdan poder adquisitivo con la inflación en el 10,8% –en Francia está en el 6,1%, una de las más bajas de la UE–. El plan de ahorro energético acaba de ser aprobado esta misma semana en el Congreso, mientras los precios de la luz, el gas y los combustibles continúan en niveles inasumibles. “El pacto de rentas es clave”, sostiene Cristina Monge, porque el reparto de los costes –los sacrificios– de la crisis determinará el nivel de conflictividad social hasta el final del año. A su juicio, el Gobierno debe decidir a qué destina el dinero público, cuando ya hay de por sí escasez de recursos y tiene que destinar más fondos a la guerra y a pagar la energía, si lo que quiere es reducir la desigualdad, un problema histórico, recalca la politóloga, agravado por las últimas crisis. “[El Ejecutivo] Se la juega con el pacto de rentas”, concluye, “porque la última vez que se pretendió reinventar el capitalismo, se hizo en sentido contrario”.

Si Emmanuel Macron quería atraer los focos de la muy dispersa atención internacional, lo ha conseguido. El presidente francés abrió el curso político anunciando “el fin de la abundancia” y la “despreocupación”, para seguidamente pedir “sacrificios” a sus conciudadanos, y no sólo para afrontar un invierno que se prevé con restricciones energéticas, sino también un nuevo ciclo marcado por la escasez de recursos, el cambio climático y la crisis de la democracia y los derechos humanos. Mientras en Alemania, ya al comienzo del verano, el ministro de Economía y Clima, Robert Habeck, recomendaba duchas “más cortas” a sus compatriotas, Macron ha optado por la misma retórica inflamada que, en otro inicio de curso, cuando en septiembre de 2008 quebró Lehman Brothers, empleó Nicolas Sarkozy para proclamar la refundación del capitalismo. Catorce años después, al capitalismo lo sacude una nueva crisis.

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