La guerra en Ucrania convierte a España en exportadora neta de gas a la Unión Europea

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La guerra en Ucrania y el giro político español respecto al Sáhara han dado un vuelco al sistema gasista nacional. España es poco menos que una isla energética, no sólo con la electricidad, sino también con el gas natural. Paradójicamente, esa peculiaridad, además de salvarla de la dependencia rusa que está asfixiando al resto del continente, puede convertirla incluso en un centro logístico –lo que llaman ahora un hub– de primer orden en lo que a este hidrocarburo se refiere. Con sus seis plantas –siete si se cuenta el almacén hibernado de El Musel (Asturias)–, España es el país con más infraestructura regasificadora de Europa. Alemania no tiene ninguna instalación, de ahí su total dependencia del metano ruso que le llega por tubo desde Siberia. No sólo eso, España es el quinto país del mundo con mayor capacidad para regasificar, sólo por detrás de Japón, Corea del Sur, China y Estados Unidos.

De modo que también es el país más preparado para recibir gas de países que no sean Rusia, hasta ahora el principal exportador del mundo y principal suministrador a Europa. En sólo dos meses de guerra, de hecho, el cambio se ha producido ya. España se ha convertido en un exportador neto de gas a la Unión Europea. Ha ocurrido en abril, según los registros de Enagás, encargada de la gestión del sistema gasista español y cuyo 5% es propiedad del Estado a través de la SEPI. Por las interconexiones con Francia de Irún (Guipúzcoa) y Larrau (Navarra) salieron ese mes 5.109 gigavatios hora al día de gas natural, mientras que hasta entonces el flujo era el inverso: entraba en España. En los meses más fríos, noviembre y diciembre, de 2021 llegaron de Francia por esos tubos 7.438,6 gigavatios horas/día, que se fueron reduciendo entre enero y marzo a sólo 2.144,4.

No es la primera vez que el flujo tiene dirección a Europa. Ya ocurrió, por ejemplo, en mayo y junio del año pasado, pero el volumen fue mínimo comparado con el actual: 833 gigavatios hora diarios en mayo y 302,9 en junio.

Además, las conexiones pirenaicas están transportando gas a su máxima capacidad, 225 gigavatios hora diarios. Una capacidad limitada a la espera de que resucite el proyecto del Midcat, que debería unir España con Francia a través de Cataluña, pero que se encuentra en suspenso desde 2019. No obstante, los problemas de abastecimiento causados por la invasión rusa lo han vuelto a poner sobre la mesa, de la UE y de Francia, pese a que en su día parecía demasiado caro y contó con las reticencias del Gobierno de París y no demasiado entusiasmo en la parte española.

El golpe de timón energético se ha dado gracias a que España está recibiendo gas licuado en barco en cifras de récord. Si entre noviembre de 2020 y marzo de 2021 –la temporada de invierno, la época de mayor demanda– en las seis plantas de Enagás descargaron 86 barcos metaneros, en los mismos meses de 2021 y 2022 lo hicieron 134. En el primer trimestre de este año el aumento ha sido del 69% en comparación con el mismo periodo de 2021, según cifras de la propia empresa. El volumen de regasificación ha experimentado un crecimiento aún mayor, un 81%.

Es más, entre enero y marzo, el suministro de gas natural licuado ha representado el 70% del aprovisionamiento español. Hace un año, no superaba el 51%. A la fuerza ahorcan: gracias a la guerra de Vladímir Putin, Europa ha superado en abril, por primera vez en su historia, los 10 millones de toneladas llegadas por barco. Hay que recordar que Europa importa el 90% del gas que consume, y que hasta ahora casi la mitad de esas compras procedía de Rusia.

Plantas a plena potencia

La mayor afluencia de metaneros significa también que las plantas regasificadoras están funcionando a pleno pulmón. España adolecía de una sobrecapacidad significativa, consecuencia de su condición de isla energética y de la sobreinversión en centrales de ciclo combinado, que consumen gas para producir electricidad. De manera que hasta ahora la tasa de utilización de las regasificadoras no era muy alta, un 37% en 2020, según las cifras de la Unión Gasista Internacional (IGU), el lobby mundial de esta industria.

Estos últimos dos meses, en cambio, las plantas españolas están produciendo más de 1.000 gigavatios hora al día, cuando están autorizadas a un máximo de 1.900. No es sólo por culpa de Rusia. El cierre del gasoducto Magreb-Europa tras la crisis del Sáhara el pasado 31 de octubre también ha obligado a buscar alternativas de suministro.

Aunque ya de por sí las fuentes españolas de gas han estado muy diversificadas. De hasta nueve países distintos procede el gas que llega por barco. Otro cambio causado por la geopolítica: Estados Unidos se ha convertido en el principal suministrador de gas a España, superando a Argelia, tradicionalmente el mayor proveedor nacional. En marzo el gas estadounidense cubría el 43,3% de la demanda, mientras que el argelino se quedaba en el 29,6%. El tercer proveedor seguía siendo Rusia, con un 8,7%, y Nigeria se situaba detrás con un 7,7%. En un año, los suministros desde Estados Unidos se han multiplicado por cinco.

Barcos con descuento

Y todo ese gas sólo puede venir en barco. Un metanero transporta un teravatio hora del preciado hidrocarburo. Enfriado hasta -160 grados centígrados se convierte en líquido, reduciendo su volumen 600 veces. El consumo de gas de España durante todo 2021 se elevó a 378 teravatios hora. Por tanto, harían falta 378 barcos para cubrir la demanda nacional durante un año. En comparación, la capacidad máxima de los dos tubos que conectan España con Francia es de siete bcm (billion cubic meters en inglés, o 1.000 millones de metros cúbicos) al año, lo que equivale a siete barcos LNG (gas natural licuado) al mes.

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El transporte en metaneros es, obviamente, más caro que el gasoducto. Pero el mercado internacional está tan trastornado que, con las regasificadoras ocupadas al 100%, en las últimas semanas ya hay proveedores de gas licuado que ofrecen cargamentos con descuentos de hasta el 20% respecto al precio de referencia, el TTF holandés, es decir, más barato que el gas de tubería en el mercado al contado. Es más, el precio en el mercado ibérico (Mibgas), que integran España y Portugal ha bajado en abril por debajo del TTF, la referencia internacional. Este miércoles cotizaba a 82 euros el megavatio, muy por debajo de los 107 euros del TTF holandés. Es la primera vez que ocurre algo así desde que se creó el Mibgas en 2015. España cuenta con dos interconexiones con Portugal, en Tui (Pontevedra) y Badajoz. Y Portugal posee una planta regasificadora en Sines, al sur de Lisboa. El Gobierno luso tiene ya un plan para reexportar gas a Europa este mismo año desde esa instalación, según adelanta el periódico Expresso.

España vende a Reino Unido y Países Bajos

Así que España también bate récords de exportación de LNG. Aunque el volumen total es mucho más pequeño, apenas cuatro teravatios hora frente a los casi 80 teravatios importados entre enero y marzo, el aumento ha sido mucho mayor: un 169% más de metaneros que hace un año han salido cargados de gas desde las plantas españolas. Lógico si se tiene en cuenta que la demanda internacional de gas desde España se ha disparado un 76% en el primer trimestre. La salida por gasoducto también ha crecido, pero menos que por barco, un 44,4%, según los datos de Enagás.

De hecho, España ha empezado a exportar gas a Países Bajos y a Reino Unido. En el caso británico, los 950 gigavatios hora enviados en febrero son los primeros desde 2010, tal y como explica Cores (Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos) en su último boletín. En el caso holandés, la noruega Equinor ha convertido a España en el tercer proveedor de los Países Bajos, según Energy Intelligence, al sustituir el suministro desde su planta de Hammerfest, parada hasta mediados de este mes, por recargas de LNG desde las plantas de Enagás.

La guerra en Ucrania y el giro político español respecto al Sáhara han dado un vuelco al sistema gasista nacional. España es poco menos que una isla energética, no sólo con la electricidad, sino también con el gas natural. Paradójicamente, esa peculiaridad, además de salvarla de la dependencia rusa que está asfixiando al resto del continente, puede convertirla incluso en un centro logístico –lo que llaman ahora un hub– de primer orden en lo que a este hidrocarburo se refiere. Con sus seis plantas –siete si se cuenta el almacén hibernado de El Musel (Asturias)–, España es el país con más infraestructura regasificadora de Europa. Alemania no tiene ninguna instalación, de ahí su total dependencia del metano ruso que le llega por tubo desde Siberia. No sólo eso, España es el quinto país del mundo con mayor capacidad para regasificar, sólo por detrás de Japón, Corea del Sur, China y Estados Unidos.

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