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España refuerza sus exportaciones de gas frente a la amenaza rusa

Ciudadanos procedentes de Ucrania se reencuentran con sus familiares a su llegada, este martes, a la estación de tren de Przemsyl, en Polonia.

Rusia y su empresa estatal, Gazprom, siguen cumpliendo sus contratos de suministro de gas con Europa a pesar de lo extraordinario de la situación, en plena invasión de Ucrania y con una respuesta de la Unión Europea inédita en su severidad. Sin embargo, lo duro de las sanciones europeas y estadounidenses, con un alto representante, Josep Borrell, hablando de "guerra" entre el país gobernado por Vladimir Putin y la UE, y el recrudecimiento de la agresión rusa, hacen pensar que el corte de suministro está más cerca. El suministro en el continente parece garantizado hasta el próximo invierno, asegura la Comisión: sin embargo, nadie duda de que el tablero geopolítico ha cambiado para siempre. Y en ese escenario, el papel de España cobra fuerza.

El país puede ayudar ante un hipotético cierre de grifo: sin embargo, las limitaciones de las infraestructuras pueden pesar a la hora de erigirse como un hub en cuanto a este combustible fósil, con los días contados por la necesaria acción climática, pero aún imprescindible para el funcionamiento de todas las economías.

España puede consolidarse como actor relevante en el mercado del gas internacional gracias a tres infraestructuras. En primer lugar, la conexión con Argelia. A pesar de que se ha clausurado uno de los dos gasoductos que conectaban a la Península con el país argelino, la otra tubería sigue a pleno rendimiento y aumentará su capacidad en las próximas semanas. Los vecinos del sur, además, han manifestado su predisposición a arrimar el hombro en la crisis energética que se avecina.

En segundo lugar, la conexión con Francia. Parte de ese combustible fósil que llega del norte de África, 8.811 GWh durante febrero, se puede mandar al continente gracias a los dos gasoductos que conectan a España con el vecino galo. Una tercera interconexión, el MidCat, fue desechado como proyecto de interés estratégico para la Unión Europea tras un informe negativo de la asociación de reguladores europeos, ACER. La vicepresidenta para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, y el presidente Pedro Sánchez han descartado la vuelta de esos planes: una instalación así no se puede levantar a corto plazo y aún se mantiene mucha incertidumbre sobre la evolución del conflicto en las próximas semanas y meses. Pero los gasoductos existentes permiten intercambiar energía a ambas naciones a diario y desempeñarán un papel crucial.

En tercer lugar, las regasificadoras de los puertos españoles, que ofrecen al país el liderazgo europeo en la materia: son el 38% de todas las instalaciones de este tipo en el continente, que ofrecen el 30% de toda su capacidad de almacenamiento de gas natural licuado y el 25% de la capacidad de regasificación. Se encuentran en los puertos de Barcelona, Cartagena, Huelva, Bizkaia, Sagunto y Ferrol. Mediante estas infraestructuras, el combustible en estado líquido puede pasarse a estado gaseoso e inyectarse en la red española para su consumo, o al contrario; pasar el gas a GNL para que zarpe gracias a los metaneros. Esta segunda capacidad es la que interesa en el contexto actual: el gas que llega de Argelia puede enviarse a Europa por la conexión francesa, sin licuar, o licuarse para mandarlo por barco.

Ya se han producido movimientos en ese sentido, a pesar de que el temido cierre de grifo no se haya producido. Según los datos de la operadora del sistema, Enagás, España exportará gas en vez de importarlo de Francia a través de los gasoductos en marzo de 2022, por primera vez desde junio de 2021; el envío del combustible se efectuará durante todos los días del mes. Generalmente, que el saldo sea importador o exportador depende de las fluctuaciones del mercado; la generación más barata es la que parte con ventaja. Sin embargo, en esta ocasión, se trata de razones geopolíticas. La Comisión Europea ha pedido a España que arrime el hombro para garantizar la seguridad de suministro ante un hipotético empeoramiento del escenario a nivel energético.

Por otro lado, y de nuevo en base a las estadísticas de Enagás, España importará desde Argelia 9.764 GWh en marzo frente a los 8.811 de febrero. No se trata de una cifra extraordinaria, dado que en enero fueron 9.610; pero se trataba de un mes frío, en el que el consumo se dispara, por lo que se trata de un movimiento para aumentar la capacidad del país para suministrar más gas natural a Europa. Enagás ha dispuesto cuatro "slots" extraordinarios para ayudar a este tipo de operaciones: es decir, los espacios en los que los metaneros pueden cargar y descargar en las instalaciones a su cargo.

Fuentes del sector aseguran que España está en una "posición privilegiada" en el mercado del gas ante la tensión energética presente y futura. El número de regasificadoras "da garantías y fortaleza de cara a ayudar a otros países". Sin embargo, están lejos de enarbolar un discurso triunfalista o que exagere el papel y las capacidades del país. En primer lugar, porque aún existe mucha incertidumbre. La vía diplomática, afortunadamente, no ha muerto en el este: aún es posible una desescalada que aleje las nubes de tormenta sobre el suministro ruso de gas.

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Y en segundo lugar, porque los expertos internacionales y nacionales temen un cuello de botella en España. En 2020, el gasoducto que conecta España con Argelia se mantuvo al 82% de su capacidad, aun en un año de baja demanda. La tubería ha aumentado su potencial hasta los 10.000 millones de metros cúbicos, pero existen dudas de que los gasoductos que nos conectan con Francia, más pequeños, y las regasificadoras (con slots limitados) puedan asumir y mandar a Europa un hipotético aumento brusco de las cantidades provenientes del norte de África.

Una interconexión adicional ayudaría. Pero MidCat está muerto y es improbable que se desentierre. Las razones para el descarte fueron económicas, en un sector privatizado donde la oferta y la demanda mandan sobre la política. El informe de ACER, de 2019, fue muy claro: no hay interés de las empresas que podrían utilizarlo. "El mercado no ha mostrado ningún interés comercial por la nueva capacidad de interconexión", aseguraban los reguladores, que recordaban además que los gasoductos ya existentes no funcionan a su plena capacidad y que la transición energética marca el final anunciado de los combustibles fósiles.

Por entonces, la necesidad de desengancharse de Rusia no estaba en el orden del día. Es difícil saber si la organización firmaría el mismo informe en las circunstancias actuales. En todo caso, la resurrección del proyecto no culminaría en una nueva tubería hasta dentro de años, cuando se espera que el avance renovable pueda aliviar parte de estos problemas. Como con la nuclear o los embalses, el mensaje es claro: ninguna gran obra funciona como una varita mágica.

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