La industria para de nuevo: la actividad cae más que durante el confinamiento por el precio de luz y gas

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Ferroatlántica, filial española de la multinacional metalúrgica Ferroglobe, ha estrenado septiembre parando, por tiempo indefinido, los hornos de su fábrica de Boo de Guarnizo, en Cantabria. ArcelorMittal apagará en unas semanas el horno alto A de la factoría de Gijón durante tres meses y no reactivará la acería eléctrica de Sestao tras su parada por mantenimiento en agosto. También Azuliber, perteneciente al grupo Pamesa y dedicada a la producción de arcilla atomizada para azulejos, ha detenido su actividad. Lo mismo han comunicado los responsables de la papelera aragonesa Saica para tres de sus cuatro plantas de cogeneración. Y la siderúrgica Acerinox ha comenzado omienza este mismo jueves a aplicar el ERTE que pactó con el comité de empresa el pasado marzo.

El otoño se avecina con lo que puede convertirse en una nueva tanda de parones en las industrias más dependientes de la electricidad y el gas. Para ellas, los costes energéticos, que ya suponen de por sí el 60% de los totales, equivalen ahora al 75%. “Algunas empresas han aprovechado agosto para hacer tareas de mantenimiento y, a la vuelta, al ver que los precios siguen insostenibles, han prolongado las paradas de actividad”, explica Fernando Soto, director general de AEGE, la patronal de las industrias electrointensivas. Nada más declararse la guerra en Ucrania, se sucedieron los anuncios: Ferroatlántica, propiedad en un 54% del Grupo Villar Mir, ya detuvo entonces la producción en sus factorías de Arteixo (A Coruña), Boo de Guarnizo y Monzón (Huesca), en principio sólo unos días. Con ella apagaron parte de sus instalaciones las metalúrgicas Arcelor, Celsa, Asturiana de Zinc, Siderúrgica Balboa y Alumalsa, pero también la química Ercros, Cementos Portland y Fertiberia. Aunque los temblores venían de atrás. Ya en octubre Sidenor había cerrado durante 20 días su planta en Basauri (Bizkaia) y en diciembre Megasa amplió una semana las vacaciones de Navidad de su plantilla en Narón (A Coruña).

Pese a las medidas aplicadas por los gobiernos europeos, los precios de la electricidad y el gas siguen subiendo y estrangulando las cuentas de las industrias, grandes consumidores de energía. Sobre todo, en algunos sectores especialmente dependientes. Para las empresas cerámicas, por ejemplo, en 2021 el gas se llevaba el 19% de su facturación, según la patronal Ascer. Este año, su previsión es que el recibo se dispare un 146% y supere los 2.1000 millones de euros. En 2020, recuerda Fernando Soto, el megavatio hora les costaba a las electrointensivas 50 euros, hoy pagan 290 euros. El importe de la factura se ha multiplicado por seis.

Menos consumo por falta de actividad

El director general de AEGE dice que hasta final de este ejercicio no se sabrá a cuánto asciende el recorte de actividad forzado por la escalada de los precios energéticos. Pero avanza que el descenso de producción será notable. Nunca ha habido otro parón similar. Muy lejos quedan, recuerda, los apenas 15 días que se detuvo la actividad en su sector en diciembre de 2013, en plena crisis financiera, cuando la luz se cobraba a 100 euros el megavatio, tres veces menos que ahora. La parada del horno de Arcelor en Gijón reducirá un 50% la producción de arrabio, una materia intermedia para fabricar acero.

Sin embargo, las estadísticas tanto de Red Eléctrica Española como de Enagás, los operadores de ambos sistemas, ofrecen buenas pistas del mordisco que los precios de luz y gas están dando a la industria. El IRE (Índice de Red Eléctrica) revela un descenso del 10,7% en el consumo de electricidad de la industria en julio de este año respecto a hace un año. En 2020, el año del confinamiento y las máximas restricciones a la actividad por la pandemia, el recorte del consumo fue menor, un 7,7%. El subsector que se lleva la peor parte es la metalurgia, con una reducción del consumo del 26,5% respecto a 2021, el doble de lo que recortó durante el año del covid. Estas industrias representan casi una cuarta parte del consumo total de electricidad. La demanda de luz de las papeleras ha disminuido un 4%.

Enagás elabora su propio Índice Grandes Industriales de Gas (IGIG), que cayó un 31,8% en julio y se encuentra en el nivel más bajo desde, al menos, enero de 2018. Por debajo, incluso, de abril de 2020, en pleno covid, cuando se recortó un 21,7%. Entonces el consumo de gas de las principales industrias consumidoras para los 10 sectores más intensivos –lo que mide el IGIG fue de 209,2 teravatios hora; en julio de este año ha sido sólo de 194,6. Las industrias químicas son las que más han recortado su consumo de gas, casi un 35%, sólo detrás de las empresas de refino –un 58% y del textil –un 44,2%. Las papeleras lo han reducido un 26,4% y las metalúrgicas, un 16,2%. En total, la demanda convencional ha caído un 31% respecto a julio de 2021, mientras que el gas destinado a producir electricidadel causante de que aumente el precio de la luzse ha disparado un 126% en ese periodo de 12 meses.

Como el Gobierno ha excluido del tope al gas a las plantas de cogeneración, que lo utilizan para producir electricidad, la factura de industrias como las cerámicas –aprovechan la energía de sus hornos para generar electricidad, para ellas mismas y para incorporarla a la red– se ha vuelto inasumible. Según explica Pamesa en el anuncio de su cese de actividad, el coste de fabricar una tonelada de arcilla atomizada ha crecido un 1.047% en el último año. La papelera Saica dice que el cierre de tres de sus cuatro plantas de cogeneración se traducirá en un recorte del 10% en su fabricación de papel.

Fernando Soto rechaza el pesimismo, pero advierte de que estos cierres “pintan mal” y pueden ser el “preludio de algo que puede ir a más” si los precios energéticos no bajan. Aunque el tope del gas ha “aliviado en cierta manera” la presión, sostiene que el sistema marginalista para fijar los precios de la luz “no fue diseñado para estas situaciones tan anormales” y celebra que, “por fin”, Alemania y otros países centroeuropeos, tras “verle las orejas al lobo” hayan reaccionado, y Bruselas se haya decidido a reformar el sistema eléctrico. El problema, matiza, es que “ha pasado un año” desde que, ya antes de la guerra en Ucrania, se advirtieran las primeras señales y los precios comenzaran su remontada.

Ayudas, subastas y eléctricas “solidarias”

Así que Soto reclama al Gobierno que mantenga en 2023 las ayudas aprobadas para este año, también que aumente su cuantía: al menos, desde los 9.900 millones concedidos en España hasta la mitad de los 27.500 millones que ha aprobado el Ejecutivo alemán. Al mismo tiempo, pide a las energéticas que sean “solidarias” con el resto de las empresas y ciudadanos españoles y ofrezcan contratos “a precios atractivos”. “En una reunión que mantuve con ellas en noviembre, me aseguraron que podrían ofertar tarifas de entre 55 y 60 euros el megavatio hora para tres o cinco años”, detalla el director general de AEGE. Obviamente, no lo han hecho: “Tienen ya toda la energía vendida”. Soto exige al Gobierno que ponga en marcha las subastas de las conocidas como energías inframarginales las más baratas que anunció hace ya un año y en las que las grandes eléctricas estarían obligadas a ofrecer parte de su producción nuclear, hidroléctrica y eólica. La oposición frontal de las compañías ha dado al traste, al menos de momento, con unas subastas que deberían haber empezado a celebrarse antes de diciembre de 2021.

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Las electrointensivas miran con envidia a Francia, donde el Estado, a través de la pública EDF, cubre a las industrias el 70% de su consumo de luz. “España y Portugal son los únicos países donde las industrias compran la electricidad en el mercado mayorista –el pool–, no lo hacen ni Francia ni Alemania”, lamenta. Según el barómetro energético de AEGE, el precio medio del mercado diario era en España en 2021 superior al de Alemania y Francia, aunque inferior al de Italia. Este año, tras la puesta en marcha del tope al gas, los precios alemán e italiano 417,9 y 434,4 euros duplican al español 212 euros. El francés casi lo triplica.

Pero el reorte de actividad no es sólo un mal español. El mayor fabricante de fertilizantes del mundo, la empresa noruega Yara, va a reducir su producción un 35% por culpa de los altos precios del gas que necesita para fabricar amoníaco, la base de los abonos. Las empresas de fertilizantes europeas ya han rebajado su producción un 70%, una pérdida de capacidad que las aboca a una “crisis sin precedentes”, según denuncian las principales industrias del sector, agrupadas en Fertilizers Europe.

Mientras, Ferroatlántica ha comenzado a aplicar un ERTE que afectará a 150 de sus trabajadores en Cantabria, al igual que Pamesa en Castellón para otros 117 empleados y Acerinox para tres de sus cinco áreas de producción. En la acería de Sestao de Arcelor, que ya estuvo parada desde diciembre de 2021 hasta marzo de este año y no tiene fecha aún para reanudar la actividad, los trabajadores se encuentran en ERTE desde el pasado abril. Ahora está por ver cómo se regula el empleo en la factoría de Gijón.

Ferroatlántica, filial española de la multinacional metalúrgica Ferroglobe, ha estrenado septiembre parando, por tiempo indefinido, los hornos de su fábrica de Boo de Guarnizo, en Cantabria. ArcelorMittal apagará en unas semanas el horno alto A de la factoría de Gijón durante tres meses y no reactivará la acería eléctrica de Sestao tras su parada por mantenimiento en agosto. También Azuliber, perteneciente al grupo Pamesa y dedicada a la producción de arcilla atomizada para azulejos, ha detenido su actividad. Lo mismo han comunicado los responsables de la papelera aragonesa Saica para tres de sus cuatro plantas de cogeneración. Y la siderúrgica Acerinox ha comenzado omienza este mismo jueves a aplicar el ERTE que pactó con el comité de empresa el pasado marzo.

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