El Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC) se reúne este martes para echar el cierre tras cinco años, una breve existencia para el órgano que nació como el superlobby de las mayores empresas españolas. En realidad, el CEC lleva ya un año con ventilación asistida, desde que suspendió la reunión prevista después de las elecciones del 20 de diciembre. La salida de su principal impulsor, César Alierta, de la presidencia de Telefónica, y la muerte de dos miembros destacados como Emilio Botín (Banco Santander) e Isidoro Álvarez (El Corte Inglés) han terminado por dejar sin fuelle el grupo de los 17 más poderosos empresarios de España.
Aunque no son éstas las únicas razones del declive de un consejo que se fotografió al completo tanto con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en los jardines de La Moncloa, como con el rey Juan Carlos, en toda una muestra de fortaleza. El CEC no era un lobby al uso. “Su objetivo no era defender intereses sectoriales, actuando en un área, cuanto más concreta más efectiva, como hacen Seopan [el lobby de las grandes contructoras] o la patronal bancaria, por ejemplo”, explica Manuel Villoria Mendieta. catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos y miembro de Transparency International. Por el contrario, “sus fines eran estrictamente políticos”, apunta Juan Hernández Vigueras, miembro de la asociación ATTAC y autor de Los lobbies financieros.
“El CEC nació para crear un clima de opinión, para influir en la política económicainfluir en la política económica”, precisa Iván Medina, profesor de la Universidad de Valencia y uno de los autores de Los grupos de interés en España junto al catedrático Joaquim María Molins, de la Universidad Autónoma de Barcelona. El Consejo Empresarial de la Competitividad no es un think tank –a pesar de que así se presenta en su página web– como sí puede definirse el Círculo de Empresarios, ni una patronal al uso como la CEOE. Sobre el germen del Instituto de Empresa Familiar (IEF), nacido en 1992 e integrado por un centenar de compañías líderes en sus respectivos sectores, el CEC apareció en un momento marcado por la recesión económica, las movilizaciones sociales, la amenaza del rescate europeo y la crisis de imagen de la CEOE, embarrada con el encarcelamiento de su expresidente, Gerardo Díaz Ferrán.
Además, “frente a la CEOE, que siempre ha desarrollado una política más pactista, el CEC quería ser el interlocutor válido de las grandes empresas en política económica”, destaca Iván Medina, “querían tener una voz concreta y diferente a la de la patronal”. De ahí surgió el informe España 2018, que planteaba cómo reducir la tasa de paro al 12% ese año, haciendo reformas institucionales, aumentando el tamaño de las empresas, adelantando la reforma de las pensiones, ampliando la flexibilidad laboral, recortando aún más el gasto público o privatizando empresas públicas. Se trata de uno de los seis informes elaborados por el CEC desde 2011.
Personalismo e intereses enfrentados
No es su única obra. También ayudaron al Gobierno a vender en el extranjero la imagen de una España triunfadora que se sobreponía a la mayor crisis económica de los últimos 40 años. “El Ejecutivo”, precisa Iván Medina, “utilizaba a los campeones nacionales para publicitar la Marca España, para que explicaran al mundo que España era competitiva”. España emprende y exporta o España, un país de oportunidades tituló el CEC sus informes de 2013. Acciona, ACS, Ferrovial, Mango, Inditex, Mercadona, Iberdrola, Grupo Planeta, BBVA, Santander, Repsol… ofrecían la cara de éxito de una economía que superó los 6,2 millones de parados en 2013.
Sin embargo, el lobby del ÍBEX pecaba de “personalista”, a juicio de Juan Hernández Vigueras. César Alierta fue su principal impulsor y su único presidente. Pese a que, en teoría, el cargo debía ser rotatorio cada dos años. Con el abandono del aragonés, en plena incertidumbre política por la falta de Gobierno, y el escaso interés que su sucesor, José María Álvarez-Pallete, o Ana Botín y Dimas Gimeno, la nueva generación al frente de Santander y El Corte Inglés, parecen mostrar por el CEC, el lobby estaba tocado.
Y si a un posible problema de perdurabilidad se le añade la que Hernández Vigueras considera una “contradicción interna insuperable”, los intereses contrapuestos de grandes bancos y grandes compañías, el CEC “no podía durar mucho”, opina. Tampoco ayuda a su supervivencia el hecho de que el lobby no sea un órgano “institucionalizado”, carente de estructura y personal como sí tiene la CEOE, coinciden Hernández Vigueras y Medina. “Su actividad se limitaba a reuniones de amiguetes poderosos”, resume el asesor de ATTAC.
Misión cumplida
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Juan Hernández Vigueras recalca que el Consejo Español de la Competitividad nació “en una coyuntura determinada y se acaba cuando ya está encauzada la política económica que querían”. “Ya no es la época de discutir la política económica, sino de la negociación colectiva, por ejemplo… ¿qué espacio tiene ahora el CEC?”, se pregunta Iván Medina. El momento político actual, responde a continuación, no da pie a “necesitar a los campeones nacionales” y la CEOE ha recuperado parte de su “prestigio” desde que Juan Rosell introdujo en la patronal “cierta transparencia, menor dependencia de las subvenciones o más oferta de servicios a los empresarios”.
De forma que, cumplida su misión –“aportar propuestas que mejoren la competitividad, ayuden a la recuperación económica y fortalezcan la confianza internacional en España”–, queda en manos del Instituto de Empresa Familiar casi en exclusiva el papel de lobby de las más pujantes empresas nacionales. Allí también se sientan miembros del CEC como Inditex, Ferrovial, Mango, Acciona y Mercadona. No hay que olvidar que el Instituto figura como miembro del CEC con tres representantes –Osborne, Prensa Ibérica y Barceló–. Además, a diferencia del Consejo Empresarial para la Competitividad, el IEF sí tiene una estructura permanente, su propio gabinete de estudios e incluso una red de 37 cátedras, en las que 200 profesores universitarios forman a más de 2.000 alumnos al año.
No es que el modelo de la CEC sea un invento español. Existe en otros países, recuerda Iván Medina. En el Reino Unido es el Institute of Directors (IoD), y desde hace mucho tiempo: fue creado en 1903. Pero el profesor de la Universidad de Valencia también cree que las empresas españolas no tienen necesidad de representación adicional: patronales, cámaras de comercio, círculos de empresarios, foros empresariales, el Instituto de Empresa Familiar… “Todos ellos tienen sus propios gabinetes de estudios y mesas donde negocian con los sindicatos, son órganos suficientes”, concluye.
El Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC) se reúne este martes para echar el cierre tras cinco años, una breve existencia para el órgano que nació como el superlobby de las mayores empresas españolas. En realidad, el CEC lleva ya un año con ventilación asistida, desde que suspendió la reunión prevista después de las elecciones del 20 de diciembre. La salida de su principal impulsor, César Alierta, de la presidencia de Telefónica, y la muerte de dos miembros destacados como Emilio Botín (Banco Santander) e Isidoro Álvarez (El Corte Inglés) han terminado por dejar sin fuelle el grupo de los 17 más poderosos empresarios de España.