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Una posible ruptura del euro vuelve a cotizar en los mercados financieros

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Pendientes del tercer rescate, los alemanes han vuelto a resucitar el fantasma del Grexit, la salida de Grecia del euro. El ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, encendió la mecha el verano de 2015 cuando enseñó al Gobierno de Atenas el camino de vuelta al dracma, una penitencia temporal de cinco años que debería servir para reducir su impagable deuda. Ahora el fantasma resurge, entre las reticencias del FMI para participar en el tercer paquete de ayuda a Grecia y el efectivo recurso de los políticos alemanes, en pleno año electoral, al asalto del fallido Estado griego.

Si además Bruselas presenta en su Libro Blanco cinco escenarios de futuro y dos de ellos, los más factibles, implican una Unión Europea a dos o más velocidades, en la que no sólo Grecia sino también Portugal, e incluso España e Italia, se quedarían atrás, el futuro se presenta más incierto aún de lo que ya de por sí el Brexit aventuraba. Esa nueva Europa que renuncia a la unión fiscal y a la armonización social antes soñadas es la que defienden tanto Angela Merkel como François Hollande.

Así que, tras una crisis inusualmente larga y una recuperación titubeante, la incertidumbre está escalando a niveles máximos. La irrupción de Donald Trump al otro lado del Atlántico y el Brexit y el auge de partidos antieuropeístas con posibilidades de gobernar empiezan a acobardar al ente más asustadizo de todos, el dinero. O eso al menos es lo que piensan algunos analistas financieros.

Desde el pasado diciembre, los mercados internacionales lanzan señales. “Aunque no son buenos predictores, sí son termómetros, reflejan las turbulencias”, explica Juan Fernández Jaquotot, de la gestora de fondos Attitude Gestión. Él y su socio Carlos Barceló han detectado ciertos “ruidos” que les ponen en alerta. Hay miedo, aseguran, y los inversores acuden a los activos refugio.

Ya se vio el pasado verano, cuando el bono alemán empezó a cotizar en negativo por primera vez en su historia. Allí sigue. Los inversores prefieren pagar seguridad antes que obtener réditos. El bono alemán a cinco años ofrecía un rendimiento del -0,5% el pasado día 1. Pero si la lupa se pone en los bonos a dos años, resulta que no sólo el bund alemán, sino también los de casi todos los países europeos están en negativo. Excepto el griego, por razones obvias, y el británico. También el suizo y el japonés, fuera de la UE, cotizan en rojo.

Incluso algunas empresas han comenzado a emitir deuda con valores negativos. Lo hizo Deutsche Bahn, los ferrocarriles semipúblicos alemanes, que colocó 350 millones a un interés del -0,006% en julio del año pasado. Pero también la suiza Nestlé, la farmacéutica francesa Sanofi-Aventis y la química Henkel, alemana igualmente. Más refugios con etiqueta de ultraseguros.

Y Portugal

Con estos rendimientos y las zozobras políticas en Europa las primas de riesgo han vuelto a subir. La española está ahora en el entorno de los 140 puntos básicos, adonde ha escalado desde los 105 puntos de diciembre, un 35%. Aunque lejos todavía de los valores de infarto alcanzados en 2012, cuando superó los 600 puntos y la Unión Europea aprobó el rescate financiero a España. Por encima de los 600 puntos básicos se encuentra ahora encaramada la prima de riesgo griega. La italiana es superior a la española: 188 puntos el pasado día 1. Y la portuguesa la duplica: 365 puntos. Lisboa es otro buen candidato a la desconexión con el euro, a juicio de los gestores Jaquotot y Barceló.

Porque, pese a la mejora de los datos macroeconómicos portugueses –crecerá este año un 1,6%, el paro se ha recortado al 11%, el déficit ya está en el 2,4%–, la deuda es un lastre peligroso, que se mantiene en un preocupante 130,5%. Buena culpa la tiene la Caixa Geral de Depósitos, cuya recapitalización ha costado a las arcas públicas, de momento, 5.000 millones de euros. Este año se le inyectarán 2.700 millones más.

El resto de la banca portuguesa también vive en la cuerda floja. Novo Banco, creado tras la liquidación del Banco Espirito Santo, necesitó 4.700 millones de euros públicos y ahora se encuentra en venta o a punto de ser nacionalizado. Mientras, Caixabank acaba de comprar el 84,5% de BPI y Banco Sabadell, por el contrario, ha abandonado BCP.

Del franco suizo al oro

Desde el otro extremo del mercado, el franco suizo es un valor refugio por excelencia. Después de abandonar el límite que le impedía situarse por debajo de 1,20 francos por euro, en enero de 2015, la divisa helvética se disparó. Y no ha hecho más que apreciarse respecto al euro desde mediados de 2016. Se mantiene en máximos desde el pasado diciembre. Además, esas compras de francos suizos, apuntan Jaquotot y Barceló, sirven a su vez para adquirir los solicitados aunque nada rentables bonos alemanes.

Otro tanto le ocurre al euro frente al dólar, que apenas ha remontado un céntimo desde diciembre, cuando la moneda europea se cambiaba por 1,04 monedas estadounidenses. Es decir, roza la paridad. O lo que es lo mismo, se halla en mínimos desde hace más de una década.

Por no mencionar los metales preciosos, tradicional inversión con etiqueta de máxima seguridad. Desde el 1 de enero la cotización del oro ha subido un 6,34% y la de la plata, un 9,17%.

El fin de las inyecciones del BCE levanta las bolsas

Todos estos movimientos pueden ser las señales de que el temor se cuela en los mercados. Aunque tampoco es descartable, matizan otros analistas, que el ruido lo produzcan las distorsiones ocasionadas por el programa de compra de activos del Banco Central Europeo (BCE), 60.000 millones de euros que Mario Draghi inyectará en los mercados a partir de abril y hasta diciembre. Ocho meses más de lo previsto, en vista de las turbulencias políticas que trae el Brexit y puede provocar una victoria de Marine Le Pen en Francia y de Geert Wilders en Holanda, ambos eurófobos.

“Los mercados están anticipando que el BCE dejará de comprar bonos a finales de este año, una vez alcanzado el objetivo de inflación –2%–, por lo que se apreciará aún más la renta fija”, razona por su parte Antonio Sales, analista de la firma de brókers XTB. “¿Hasta qué grado esa apreciación actual procede del miedo?”, se pregunta. “Yo no veo miedo, aunque sí una cierta prudencia de cara al resultado de las próximas elecciones en Holanda, Francia y Alemania”.

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Sales no advierte síntomas de que el dinero de la renta variable se esté trasladando a la fija porque esté brotando un cierto desasosiego. “Veo más optimismo”, resume. Sí advierte un “exceso de euforia” en las bolsas de EEUU tras la victoria de Donald Trump. “Los mercados de renta variable en Estados Unidos están descontando sus promesas electorales de bajar los impuestos y desregularizar el sector financiero”, explica. Y alcanzan máximos: el pasado día 1 el Dow Jones cerró cerca de los 21.000 puntos por primera vez en su historia. Antonio Sales también percibe el riesgo de que después de semejantes subidas se produzcan las típicas correcciones “si los efectos de las medidas de Trump no son los esperados”.

En Europa, los datos macroeconómicos –PIB, inflación, empleo– son buenos, por lo que las bolsas europeas también baten récords. La de Londres cerró el día 1 en 7.382, superando su marca histórica. El ÍBEX 35, contagiado de la misma alegría, ha terminado la semana en unos valores que no se veían desde finales de 2015, bordeando los 9.800 puntos tras revalorizarse un 3% en sólo cinco días.

Para los analistas de Attitude esas alzas en las bolsas no son sino otra señal más de que el dinero busca rentabilidades rápidas en previsión de lo que pueda ocurrir más pronto que tarde. Por el contrario, el experto de XTB destaca que el estallido bursátil haya coincidido con la presentación en Bruselas del Libro Blanco. “No creo que Grecia vaya a abandonar el euro, ni que arrastre a otros países”, rechaza Antonio Sales, “y los mercados tampoco parecen temer aún a Le Pen”. Por tanto, descarta que los inversores estén anticipándose a una posible ruptura del euro. Jaquotot y Barceló discrepan: “La única pregunta es cuándo y cómo se va a romper”.

Pendientes del tercer rescate, los alemanes han vuelto a resucitar el fantasma del Grexit, la salida de Grecia del euro. El ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, encendió la mecha el verano de 2015 cuando enseñó al Gobierno de Atenas el camino de vuelta al dracma, una penitencia temporal de cinco años que debería servir para reducir su impagable deuda. Ahora el fantasma resurge, entre las reticencias del FMI para participar en el tercer paquete de ayuda a Grecia y el efectivo recurso de los políticos alemanes, en pleno año electoral, al asalto del fallido Estado griego.

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