Desfase estadístico
Cegados por el PIB: por qué la economía va bien pero cada vez hay hogares más pobres
La economía española se expandió en 2023 por encima de todas las previsiones y sigue siendo en 2024 manantial de datos positivos: el país ya cuenta con 20,7 millones de afiliados y el paro se situó el pasado mes de febrero en su cifra más baja en 16 años. ¿Cómo es posible entonces que aumente la pobreza hasta situar la tasa Arope –indicador que la mide– en el 26,5%, según la última Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) del Instituto Nacional de Estadística (INE); o que el 16,7% de los hogares con niños no pueda mantener una temperatura adecuada en invierno, de acuerdo a un informe de Unicef? Varios expertos consultados por infoLibre apuntan respuestas a esa pregunta.
Luis Ayala, profesor de Economía en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), aclara, para empezar, que “los datos de pobreza, que se publican el año siguiente, pero con números del anterior, siempre tienen un desfase temporal respecto a los de empleo que recibimos mes a mes”. Ese “desajuste en las cifras”, hace, a su juicio, que “pueda parecer más grande el contraste entre la marcha general de la economía y la pobreza”. Con todo, señala que sí hay elementos que explicarían la falta de conexión entre la marcha general de la economía y la evolución de los indicadores de pobreza. “Existen factores estructurales que dificultan que un alto crecimiento económico se traduzca inmediatamente en mejoras en la pobreza. Muchos utilizan la generalización de que una marea alta hace navegar todos los botes, es decir, que el crecimiento económico arrastra las rentas incluso de los hogares que están peor, pero eso no es tan real en la práctica”, expone. Y complementa: “Hay hogares que tienen muchas carencias y problemas en la inserción laboral que, aunque la economía vaya como una máquina, no siempre salen a flote”.
En cuanto a las elevadas tasas de pobreza, sobre todo en determinados colectivos como los hogares con niños, asevera que se deben a “una combinación de cosas: el mercado de trabajo, el tipo de estructura que tenemos y la protección social”. Conecta las dos primeras entre sí y a que “todavía contamos con más ventajas competitivas en sectores con costes laborales bajos”, por lo que, si no se cambia “el modelo productivo, seguiremos arrastrando una bolsa importante de trabajadores con rentas bajas”, avisa. Aporta una comparación: “Somos uno de los tres países de la UE donde hay más pobreza laboral, gente que aunque trabaja, tiene un salario insuficiente para salir del umbral de la pobreza”. Esas rentas bajas “se concentran en determinados sectores como la hostelería, la construcción, el turismo… que tienen una presencia importante en la economía española” y están ligadas también a la temporalidad laboral.
“Hay gente que trabaja muchas menos horas de las que necesitaría para escapar de la pobreza –señala– y es un problema estructural grande al que se le presta poca atención. Ha aumentado mucho el empleo a tiempo parcial no voluntario y eso produce insuficiencia de horas y de recursos”, advierte Ayala. “Temporalidad y parcialidad no deseaba contribuyen a que la pobreza sea alta y, si le añadimos un sistema de protección social con bastante menos cobertura que en otros países, pues tenemos otra pieza del puzle”, encadena. En relación a la última, plantea que aunque desde 2020 existe el Ingreso Mínimo Vital (IMV), “es un instrumento cuyo objetivo es la pobreza más severa, el 10% de la población con rentas más baja, pero la tasa de pobreza es del 20% ahora. Tenemos mucha vulnerabilidad, gente que está muy cerca del umbral y que en épocas de vacas gordas a veces salta, pero que en las de recesión enseguida cae en la pobreza. A ese sector no le llega la ayuda e incluso al otro, sabemos que hay una cobertura todavía baja”, concluye.
Llegar a fin de mes, complicado
La economista y socia de KSNET, Elena Costas, parte igual de una anotación metodológica. “El indicador de pobreza Arope mezcla tres cosas: pobreza monetaria, cuánto dinero tengo; la baja intensidad en el empleo, que el hogar trabaje menos horas que las jornadas completas; y carencias severas”. Si se miran por separado, para evitar efectos compensadores, “la tasa de pobreza monetaria no está creciendo, la gente tiene más dinero y esto ya lo habíamos visto en la ECV del año anterior”, indica. Liga ese hecho a la “subida espectacular” del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), a la irrupción en escena del SMI y a “una mayor capacidad del mercado laboral de generar empleo y en consecuencia riqueza”. Pero hay una cuestión a su entender “preocupante”, el alza de la pobreza infantil, “a pesar de que la población mayor de 18 años tiene más dinero. En jóvenes, niños y niñas esa pobreza ha aumentado”, recalca. A ello suma la elevación de “las carencias por segundo año”, que, además, “del 2022 al 2023 han crecido especialmente no en familias que viven por debajo del umbral de la pobreza, sino en las que están por encima”, destaca. “Tenemos muchas familias que por ingresos no se pueden considerar pobres, que seguramente trabajan, pero que cuándo se les pregunta si pueden calentar la casa en invierno, tomar comidas proteicas cada dos días o irse de vacaciones, dicen que no lo pueden hacer.
En definitiva, "hay un grupo importante de familias por encima del umbral de la pobreza que están viviendo peor y eso es lo que explica los datos positivos del empleo con una situación de pobreza más delicada”, argumenta Costas. En su opinión, en esto han influido “los precios, la inflación de alimentos, energía… y el acceso a la vivienda. Para muchas familias las dos cosas hacen que poder llegar a final de mes o vivir de forma adecuada sea muy complicado”, cierra.
Para Juan Gimeno, ex rector de la UNED, coordinador general de la Plataforma por la Justicia Fiscal y miembro de Economistas Frente a la Crisis, el divorcio aparente entre la economía y la extensión de la pobreza “recuerda los problemas que supone tener el PIB –Producto Interior Bruto– como índice de la marcha económica. Es un mal indicador porque recoge sólo las transacciones que hay en el mercado, pero deja fuera aspectos cualitativos como pobreza y distribución de la renta, costes sobre el medio ambiente…”, hace notar. “Hay todo un movimiento, incluso en Naciones Unidas de más allá del PIB –engarza– y habría que retomar este cambio porque tener una mala brújula hace que descuides determinados objetivos”.
Más allá de ese parámetro, Gimeno esparce varios motivos que habría detrás de la divergencia abordada. Arranca con la inflación, “un impuesto regresivo” que “ha sido fuerte estos últimos meses e incide especialmente en los niveles más bajos de renta porque los productos de primera necesidad, alimenticios y otros, son de los que más han subido, más la pobreza energética que también se ha visto afectada, lo que significa un golpe importante en sus presupuestos, mientras es una proporción muy pequeña en los niveles altos de renta”. Junto a esto, pone el foco en que “la economía va evolucionando a una economía en la nube que hace que cada vez el mercado de trabajo sea más dual: gente con sueldos muy elevados, frente a trabajos cada vez más precarios y peor pagados”. En ese punto, defiende que la reforma laboral del Gobierno de coalición “consiguió corregir parte de ese efecto”, pero “hay un aspecto estructural” que no porque, entre otros temas, "buena parte del negocio actual es a través de plataformas, lo que significa que un porcentaje de lo que pagamos se va a la nube, a la intermediación tecnológica, y no al bolsillo del trabajador correspondiente que presta el servicio”.
Además, “en estos años se han producido unos beneficios extraordinarios en determinados sectores y hay que volver al debate de a quién van porque se los apropia estrictamente el capital y los altos ejecutivos, cuando en realidad ese resultado es fruto tanto de la sociedad como de los trabajadores”, lanza. Aboga por “retomar ideas como la democracia económica” y la participación de los empleados “en los consejos de administración de las empresas”. Para finalizar sostiene: “Nuestra política social deja mucho que desear, no es efectiva y buena parte de las prestaciones no llegan a sus destinatarios, los beneficios fiscales recaen más en niveles altos de renta que en los bajos y lo que debería ser una corrección de la desigualdad que marca el mercado, pues no lo es”, arguye. Es por ello que apuesta por “afrontar de una vez una reforma fiscal que sigue siendo absolutamente imprescindible, aunque me temo que volverá a quedar aplazada”, abrocha.
De su lado, otras fuentes del ámbito económico no académico comparten que “los precios de la electricidad, el gas o los alimentos y las hipotecas se incrementaron en 2023, lo que repercutió en hogares trabajadores que teóricamente no son pobres”, pero cuyos miembros “han reconocido para la ECV u otros sondeos que tienen dificultades para afrontar costes que se han disparado”. Instan a mejorar prestaciones como el IMV, pero sobre todo, a “intentar mejorar los salarios” de los españoles medios.