Agricultores y ganaderos trabajan desde hace semanas sin descanso para evitar que la cadena de suministro falle en tiempos de pandemia. En sus manos está que cada día, a cada hora, los consumidores tengan en los estantes las carnes, frutas u hortalizas necesarias para preparar casi todos los menús de confinamiento imaginables. Sin embargo, como está ocurriendo con todos los sectores, la crisis sanitaria también está tensando al máximo las costuras del campo. El cierre de fronteras para intentar cortar la cadena de contagios ha imposibilitado la llegada a de las decenas de miles de temporeros que cada año se parten el lomo en las diferentes campañas de recolección. Una falta de mano de obra que se está notando de forma desigual en los distintos territorios. Así, mientras que en la Comunitat Valenciana la temporada del níspero se desarrolla con normalidad, en Cataluña o Aragón afrontan la de la cereza con algunas carencias de personal. Por eso, se agarran como un clavo ardiendo a los llamamientos realizados desde el campo. Un grito de auxilio al que ya han acudido estudiantes o trabajadores de otros sectores duramente golpeados por la crisis.
Las principales asociaciones del sector llevan ya casi un mes denunciando el problema. A comienzos de abril, Cooperativas Agro-Alimentarias calculaba que hacían falta alrededor de 100.000 trabajadores más para hacer frente a las diferentes campañas que estaban a punto de comenzar. De no cubrirse este agujero, avisaban, el impacto económico podría ser brutal. Una amenaza que llevó al Gobierno a aprobar medidas para flexibilizar la contratación de personal en el campo. De dicho real decreto se pueden beneficiar personas en situación de empleo o cese de actividad, trabajadores cuyos contratos se hayan visto temporalmente suspendidos como consecuencia del cierre temporal de los negocios, jóvenes de entre 18 y 21 años que se encuentren en situación regular o migrantes cuyo permiso de trabajo concluya en el periodo comprendido entre la activación del estado de alarma y el próximo 30 de junio. El texto, además, les permite compatibilizar prestaciones de desempleo o sociales con las retribuciones percibidas por el desarrollo de estas actividades.
Pero estas medidas no han permitido, al menos por el momento, suplir las carencias en algunos territorios. Es el caso de Cataluña. En la región ya ha comenzado o está a punto de hacerlo la recolección de las variedades tempranas de cereza, una cosecha que, para más inri, se encuentra amenazada por las lluvias registradas en los últimos días –el fruto se agrieta y se dificulta su comercialización–. Luego llegará el albaricoque, el melocotón o el paraguayo. Una carga de trabajo concentrada en pocas semanas para la que el campo catalán sigue sin tener manos suficientes. Desde la Unió de Pagesos dan por hecho que tendrá que hacerse frente a la campaña con un importante agujero. Jaume Padrós, responsable de Temporeros del sindicato mayoritario de la región, echa cálculos al otro lado del teléfono en conversación con infoLibre: “La mano de obra familiar puede representar el 25% de todo lo que necesitamos, al que habría que sumar otro 25% que correspondería con las personas de otras provincias que ya tienen contrato para venirse al campo… Creemos que nos va a faltar todavía entre un 30% y un 40% de gente”.
El sindicato reconoce que el llamamiento que hicieron junto con su Fundació Agricultors Solidaris a estudiantes y personas desempleadas ha tenido buena acogida. Unas 15.000 han solicitado ya trabajo a través de esta iniciativa. Una parte importante de estas peticiones les ha llegado del área de Tarragona. Lo achacan, además de al parón turístico, al cierre de Port Aventura, un parque de atracciones que recibe casi 5 millones de visitantes por temporada y cuya dirección presentó a lo largo de marzo dos expedientes de regulación temporal de empleo para casi dos millares de empleados. Sin embargo, Padrós explica que todas esas solicitudes acumuladas en la bolsa de empleo del sindicato tienen que cribarse, por lo que igual pueden quedarse con la mitad. A esto, continúa, se le añade el problema del transporte para llegar a las fincas o los alojamientos. Porque el real decreto obliga a que los trabajadores que se beneficien de esta flexibilización pernocten o tengan su domicilio próximo al lugar donde realizan la actividad. Es decir, en el mismo término municipal o en aquellos limítrofes.
El responsable de la Unió de Pagesos recuerda que para los agricultores la campaña de la fruta supone el sueldo de todo el año. “Si no podemos recogerla, lo perdemos todo”, dice. Por eso, espera que en un mes se puedan ir levantando las restricciones y vayan desembarcando en el territorio todos aquellos trabajadores de otros países que habitualmente se dedican a estas labores. “Muchos de ellos tienen contrato fijo”, resalta Padrós. En este sentido, algunos Estados como Alemania ya han decidido facilitar las llegadas. El acuerdo alcanzado por el Ministerio del Interior y de Agricultura germanos contempla que puedan entrar en el país hasta 80.000 temporeros, que habitualmente proceden de Bulgaria, Polonia o Rumanía, durante los meses de abril y mayo. Sólo lo pueden hacer en aviones, evitando así los grandes desplazamientos en autobús y limitando el riesgo de contagio. Y una vez en el país, son sometidos a un examen médico y alojados durante dos semanas separados del resto de trabajadores locales.
Dificultades de Aragón a Guadalajara
La falta de mano de obra también preocupa en Andalucía, donde la campaña de la fresa se solapa con la del arándano. O en Guadalajara, una provincia inmersa en plena recogida del espárrago verde. En la comarca aragonesa del Bajo Cinca ha comenzado ya la recolección de la cereza. Por el momento, con normalidad. Sin embargo, todavía quedan algunas semanas para que la campaña de recogida de fruta entre en su fase de mayor actividad. Y ahí puede que empiecen a verse claramente las limitaciones. Calculan que harán falta entre 10.000 y 12.000 temporeros. En este sentido, el Instituto de Empleo Aragonés (Inaem) tiene una demanda de algo más de un millar de trabajadores, mientras que las bolsas de empleo que han puesto en marcha las asociaciones del sector han registrado algo más de 3.500 solicitudes. “El 90% son inmigrantes y, de ellos, alrededor del 90% están en situación irregular. Es decir, mucha de esta gente que se ha ido apuntando no es contratable”, comenta a este diario Óscar Moret, co-responsable del Sector Fruta de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA).
El responsable de la organización agraria responde al teléfono desde Almudáfar (Huesca). Explica que, de momento, con la cereza “tienen para empezar” porque se va “poco a poco”. “No obstante, se ve la falta de manos. Ayer estuvimos en una instalación en invernadero y al chico le faltaba un 50% de su plantilla”, cuenta Moret. El agricultor apostilla que la recolección se está llevando a cabo, como no puede ser de otra manera, bajo estrictas normas de seguridad, con los geles hidroalcohólicos y las mascarillas como nuevos instrumentos de trabajo. “Esta situación empieza a ser bastante compleja”, señala el portavoz de UAGA, quien añade que los costes de producción se han incrementado “entre un 25% y un 30%”, una subida que, opina, “el mercado no la va a pagar”. Además, completa, “no estamos viendo ningún contrato firmado ni ningún precio fijado antes de recoger el producto”.
De migrantes a solicitantes nacionales
Más desahogados están en la Comunitat Valenciana. En esta región han comenzado ya con los cítricos o el níspero. Luego será el turno, por ejemplo, del albaricoque. “Pensábamos que íbamos a tener muchos problemas, pero una vez que hemos arrancado no parece que sea tan grave. Estamos cubriendo bien la falta de mano de obra”, detalla a este diario el castellonense Carles Peris, secretario general de la Unió de Llauradors i Ramaders. El agricultor es consciente de que en otras regiones este problema es mucho “más acuciante”. “La Comunitat Valenciana tiene mucha diversidad de agricultura, con muchos productos y con tonelajes no tan excesivamente altos como pueden tener en Murcia, Aragón y Cataluña con la fruta de hueso. Yo creo que por eso hemos conseguido aguantar algo mejor el tirón de mano de obra”, explica el máximo responsable del sindicato. A pesar de ello, el Consell ha solicitado por carta al Gobierno que se flexibilicen las medidas de transporte impuestas al sector agrícola para facilitar el movimiento de los temporeros.
A la hora de cubrir las vacantes que van saliendo en las campañas, la Unió tira de su bolsa de trabajo. Esta herramienta, gestionada por la Fundació Llauradors Solidaris, lleva en funcionamiento desde hace más de tres lustros. Sin embargo, la crisis sanitaria ha alterado el perfil de los solicitantes. “Las primeras dos semanas los que estaban apuntados eran los habituales: gente inmigrante, temporera. Sin embargo, a partir de la tercera semana empezamos a apreciar un repunte de personas españolas que son de otros sectores, como por ejemplo construcción, educación u hostelería”, resume Teresa Escrivá, técnica laboral del sindicato agrario. Desde que se produjo ese cambio de tendencia, se han inscrito en esta bolsa de empleo 122 personas nuevas que nunca antes se habían ofrecido para trabajar en el campo. De ellas, alrededor del 90% son españolas. “Hemos recibido también llamadas de otras entidades como Cruz Roja, Cáritas, Cepaim o Cear para colaborar y participar con sus usuarios en las diferentes campañas”, continúa.
“Si uno puede y no tiene nada que hacer... Yo estoy dispuesto”
Veinte euros por una jornada sin agua y bajo un sol abrasador: las condiciones que mataron a Eleazar son frecuentes entre los temporeros
Ver más
De momento, dice, no han surgido ofertas como para meter a la gente nueva. “Hemos hecho alguna inserción en huerta para la recolección de hortalizas. Intentamos dar prioridad a los temporeros habituales”, apunta. Es el caso de Felipe, natural de Guinea Ecuatorial que lleva viviendo en España casi dos décadas. “Estuve trabajando en las naranjas hasta que me quedé sin faena el 31 de marzo. Ahora recojo zanahorias”, cuenta. El campo siempre ha sido su tabla salvavidas. En octubre estaba en Francia partiéndose el lomo en la vendimia. Ahora, trata de ganarse la vida con las campañas que van saliendo en la zona del Levante. A pesar de los salarios bajos y las infernales condiciones laborales en algunos casos. “En las naranjas estuve a través de una ETT. En ocasiones no nos dejaban ni siquiera almorzar. Como no tengo dónde caerme muerto tenía que aceptarlo. Ahora, sin embargo, las condiciones laborales son mejores. Me tratan con más respeto y se nos deja hacer descansos cada cierto tiempo”, relata Felipe al otro lado del teléfono.
Pero las campañas fuertes en la región están a la vuelta de la esquina. Y en ese momento quizá sea necesario tirar de savia nueva. Es el caso de Marco. Este joven de 21 años, estudiante de ingeniería forestal en la Universitat Politècnica de València, decidió inscribirse en la bolsa de empleo en cuanto escuchó que el campo necesitaba mano de obra. “Si uno puede y no tiene nada que hacer... Yo estoy dispuesto”, señala. No es la primera vez que trabaja. Ya lo ha hecho en alguna ocasión como camarero. Sin embargo, nunca antes en el sector agrícola. O, al menos, nunca antes de forma profesional. “He ayudado alguna vez en el pueblo, pero no a cambio de un salario”, cuenta. De todos modos, explica que no es esto último lo que le llevó a tomar la decisión: “Me ofrecí como voluntario y, para ser sincero, no esperaba cobrar. Pensaba simplemente en ir y ayudar”. Es consciente de las durísimas condiciones laborales. Por eso, dice, no lo ve como algo “a largo plazo”.
Escrivá cuenta que los empresarios que reclaman trabajadores “no suelen poner pegas” si se trata de gente sin experiencia, algo de lo que la Unió siempre informa antes. No obstante, explica, prefieren personal cualificado. “El níspero, por ejemplo, hay que cogerlo en unas condiciones óptimas y con el color adecuado. Además, hay que hacerlo con especial cuidado, al igual que al introducirlo en el cubo. Por tanto, el empresario se ve obligado a invertir tiempo en formar a unas personas que cuando finalice la crisis abandonarán el campo”, continúa. En cuanto a los trabajadores, la técnica laboral tiene asumido que algunos terminarán cayendo a los pocos días de calzarse las botas. “Por la experiencia de la crisis de años anteriores, es probable que pueda pasar esto. Que abandonen porque vean que es muy duro o porque les duela la espalda. Es algo habitual que normalmente suele suceder cuando es la primera vez que se trabaja en el sector”, concluye.