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La sequía amenaza con echar a perder el 40% de las cosechas y disparará más el precio de los alimentos

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La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) sólo se atreve a predecir lluvias en casi todo el país este viernes y el sábado. De momento, no hay más agua en el horizonte. Y desde luego no parece que vaya a haberla en el sur de España. La de 2023 está resultando una primavera especialmente seca tras un otoño e invierno que acumulan un valor medio de precipitaciones un 21% por debajo de lo normal, según destaca la Aemet.

La retahíla sobre la capacidad de los embalses por repetida no deja de ser alarmante: los de la cuenca del Guadiana están al 34% esta semana, los de Guadalete-Barbate, al 28,4%; al 25,2% se encuentran en la del Guadalquivir; al 35,1% en la del Segura. Y al 26,1% en las cuencas internas de Cataluña. La media nacional alcanza el 50,7% gracias al buen nivel de los embalses del norte y noroeste. Son dos puntos porcentuales más que el año pasado, pero un 25% menos de la media de los últimos 10 años. De hecho, sólo en 2008 –con la única excepción de 2022– la reserva hídrica fue menor que la de esta semana de abril. No ha habido otra sequía igual desde los años 1992 a 1995, de acuerdo con los registros del Ministerio para la Transición Ecológica.

“En mayo se juega todo”, resume un portavoz de Asaja, la patronal agraria. Porque, si no llueve en los próximos 20 días, se puede perder el 40% de las cosechas, advierte el sindicato agrario COAG a infoLibre. Aunque para el sur de España la lluvia llegará tarde. Tanto COAG como la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) dan por perdidas las cosechas de trigo y cebada en Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha y Murcia. En Aragón se ha malogrado ya el 50% del cereal de invierno. En Castilla y León, donde se siembra más tarde, la cebada “está espigando con poco porte y baja densidad”, explica UPA en un informe sobre los efectos de la sequía. Pero ni siquiera “una eventual lluvia en fechas próximas” paliará el daño ya infligido. Lo mismo le pasa al girasol, añade COAG en su propio informe: “Está a punto de florecer, pero a causa de la sequía tiene un porte muy pequeño y su producción es muy limitada”. El sindicato cifra en 3,5 millones las hectáreas de cereal de secano condenadas por la falta de lluvia.

El secano agoniza y el regadío no libra tampoco del estado de alerta. En el Bajo Guadalquivir y en Cádiz no se van a sembrar ni tomate para la industria, ni zanahoria, brócoli, coliflor o alcachofa. Y hay dudas sobre si plantar algodón, un cultivo típico de la zona, por la falta de agua. Si no llueve, también peligran la remolacha, los ajos y las cebollas. La Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España (Fencore) avisa de que algunas zonas de regadíos sólo disponen ya del 20% del agua que necesitan. “Estamos perforando donde podemos, no hay manera de encontrar agua”, fue la confesión el pasado martes de un alto responsable de la Diputación de Sevilla citado por Europa Press. Se refería a la comarca de la Sierra Morena sevillana, que reúne a 10 municipios y 25.000 habitantes en temporada baja del turismo.

Menos PIB, menos empleo

Las perspectivas, por tanto, no son muy optimistas, sobre todo si se tiene en cuenta que este ya es el segundo año sin casi lluvia y con altísimas temperaturas. Aunque, en realidad, la falta de agua y el calor por encima de los valores normales llevan un lustro asfixiando al campo español. En agosto de 2022, una vez terminadas las principales campañas agrícolas, Asaja calculó en 8.000 millones de euros las pérdidas ocasionadas por la sequía. De esa cantidad, unos 2.400 millones corresponden a Andalucía. Si no llueve en lo que queda de primavera, el desastre bien puede repetirse este año en toda España. Entonces se perdió el 30% de la cosecha en cultivos de invierno y se redujeron a la mitad la superficie de cultivo de maíz y la producción del olivar, mientras la vendimia cayó hasta en un 30% y la recogida de la almendra se desplomó un 80%.

Un estudio de tres investigadores de la Universidad de Loyola, Manuel Alejandro Cardenete, Luz Dary Beltrán y Paula Villegas, cifra en un 7% el impacto en el PIB andaluz de un año más sequía. Para hacerse una idea del volumen, basta con compararlo con el 11% que perdió el PIB de Andalucía durante la pandemia. Traducida en puestos de trabajo, esa caída del 7% destruiría 120.000 empleos. También CCOO ha advertido de las repercusiones laborales. Su temor es que la pérdida de cosechas y la merma en la producción reduzcan el número de jornadas, y de contratos agrícolas, en las próximas campañas, muchas de ellas muy intensivas en mano de obra. Ese recorte de la actividad tendrá, además, su traslado inmediato al empleo en la industria alimentaria y de conservas vegetales, recuerda el sindicato. El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla, cifró en 35.000 los puestos de trabajo perdidos en el sector agroalimentario andaluz por culpa de la sequía.

Menos oferta, precios aún más altos

Otro efecto económico de la sequía será la subida de precios. Al recortarse la producción y menguar la oferta, se dispararán unos productos que llevan meses ajenos a la rebaja de la inflación general. Ninguna de las organizaciones agrarias con las que ha consultado este periódico se ha atrevido a calcular cuál puede ser el impacto de la sequía en el IPC. En marzo, los alimentos se encarecieron un 16,5% en comparación interanual, mientras que el índice general sólo creció un 3,3%. El precio de legumbres y hortalizas subió un 27,8%, el del arroz un 22,2%, y el de las patatas un 20,8%. El aceite de oliva está en cifras récord, con un alza del 32,1% respecto a 2022, como resultado de una caída a la mitad de la producción el año pasado. Estos días, los olivos están plena floración, adelantada además un par de semanas debido a las altas temperaturas, por lo que sólo un riego también adelantado en el calendario puede salvar la campaña de la aceituna de repetir la mala cosecha de 2022, alerta UPA.

Lo que está claro es que la sequía no va a ayudar a moderar el precio de los alimentos si fuerza un descenso de la oferta. Los agricultores de la comarca de Las Vegas, en Madrid, donde se cultivan los melones de Villaconejos, ya han decidido que este año no sembrarán si no se les garantiza un mínimo de agua para llevar a buen término las cosechas, advierte COAG. La misma amenaza se cierne sobre las frutas y hortalizas que quizá no se plantarán en la Real Acequia del Tajo, el Caz Chico y Azuda, unas 500 hectáreas, de regadío y de secano. La siembra del girasol, que resurgió tras el cierre de las exportaciones de Ucrania por la guerra, está en duda por culpa de la falta de lluvias. El arroz también reducirá su superficie y por segundo año consecutivo: pasó de 84.000 hectáreas en 2021 a 58.000 en 2022, calcula UPA.

Ganado y abejas, también

Pese a que en el norte de España los embalses están aún por encima del 80% de su capacidad, su sector primario tampoco puede escapar de los perjuicios de la escasez de lluvia. Allí son los ganaderos los que sufren por la falta de pastos. “Nuestro ganado va a necesitar aportaciones de agua extra porque manantiales y acuíferos que nunca se habían secado se secaron el año pasado y la previsión es que este año se sequen también”, lamentó el consejero de Desarrollo Rural de Cantabria, Guillermo Blanco, este miércoles. Como no hay pastos, hay que tirar del forraje para el ganado, pero como éste también es escaso, aumenta el gasto en pienso, cuyos precios llevan en las nubes desde antes de la invasión rusa de Ucrania. En 2022 desaparecieron 789 explotaciones ganaderas en España, según los cálculos de otro sindicato agrario, Unión de Uniones. A razón de 66 al mes.

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La sequía afecta incluso a las abejas. Si hay menos flores, hay menos polen; por tanto, menos miel. COAG calcula las pérdidas causadas por la sequía ascenderán a unos 15.473 euros por cada explotación de 500 colmenas. “No habrá casi cosecha esta primavera por la dura sequía, que golpea a los apicultores por tercer año consecutivo”, se queja el responsable del sector apícola del sindicato, Javier Izquierdo.

Los seguros apenas cubren contra la sequía

Las organizaciones agrarias y las comunidades autónomas pidieron este miércoles al Ministerio de Agricultura en la Mesa de la Sequía un plan de choque con medidas urgentes. Ayudas directas, exenciones fiscales y de las cotizaciones a la Seguridad Social, así como la flexibilización de las normas de la Política Agraria Común (PAC), de forma que agricultores y ganaderos no pierdan esos fondos. También quieren que se modifiquen los seguros agrarios. Sólo el 4,5% de la superficie de secano y el 7% del censo de la ganadería extensiva tienen cubierto el riesgo de sequía. En los frutos secos el área asegurada asciende apenas al 11,4%. La cobertura de la uva no llega ni a la mitad de la superficie cultivada. Trasvases, embalses, conducciones, digitalización de la gestión del agua... quedan en la agenda para el largo plazo.

UPA no duda en calificar de “dramática” la situación de las explotaciones por culpa de la falta de agua. Tras el alza estratosférica del gasóleo, los fertilizantes, los fitosanitarios, los piensos y los forrajes por culpa de la guerra en Ucrania, la sequía va a dar el empujón final a un sector abrasado por los precios. “Es la campaña con costes más altos de la historia en la agricultura y ganadería españolas”, concluye en su informe el sindicato. 

La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) sólo se atreve a predecir lluvias en casi todo el país este viernes y el sábado. De momento, no hay más agua en el horizonte. Y desde luego no parece que vaya a haberla en el sur de España. La de 2023 está resultando una primavera especialmente seca tras un otoño e invierno que acumulan un valor medio de precipitaciones un 21% por debajo de lo normal, según destaca la Aemet.

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