Hizo falta una huelga de 44 días y paralizar Barcelona entera para que los trabajadores españoles consiguieran que una ley les garantizara la jornada de 48 horas repartidas en cinco días. Corría el año 1919. Un siglo después, son las empresas las que están empezando a reducir el tiempo de trabajo. Y los gobiernos (algunos) incluso lo están promoviendo con dinero público. Pero se está haciendo con mucha cautela y a golpe de estudio y experimentos. Con análisis rigurosos de costes y productividad. El más reciente, de la Universidad de Cambridge, el University College de Dublín y el Boston College, ha evaluado a casi 1.000 empresas durante los seis meses en que han probado la semana laboral de cuatro días sin rebaja de salario. Es el primer experimento internacional, porque en él han participado compañías de Estados Unidos, Canadá, Irlanda, Reino Unido y Australia. El resultado: “Un éxito rotundo”, resaltan sus autores.
El pasado mes de febrero, 4 Day Week Global, una organización sin ánimo de lucro que desarrolla programas en favor de la adopción de la semana laboral de cuatro días, comenzó una serie de ensayos con empresas en todo el mundo. El primero incluyó a 33 empresas y 969 trabajadores repartidos por los cinco países antes citados. En junio iniciaron un segundo experimento en Reino Unido, con 70 empresas, desde negocios de fish and chips hasta empresas de software y el Charity Bank, que emplean a un total de 3.300 trabajadores. En agosto el ensayo comenzó en Australia y Nueva Zelanda, con otras 30 compañías.
A la luz del primer estudio completado, la satisfacción de los empresarios y de las plantillas es de sobresaliente: en una escala de 1 a 10, los primeros calificaron la experiencia con un nueve y las segundas, con un 9,1. Por lo que respecta a las empresas, sus ingresos crecieron un 8% durante los seis meses que duró la prueba y resultaron ser un 37,5% superiores a los del mismo periodo de 2021. También mejoró la productividad, que los empresarios situaron en un 7,7 en esa misma escala del 1 al 10. El absentismo se redujo, al igual que el número de personas que abandonaban la empresa –el experimento coincidió con la Gran Dimisión en Estados Unidos–.
Tal es así que de las 27 empresas que al final del experimento se sometieron a evaluación, 18 dijeron que iban a continuar con la semana de cuatro días, siete lo estaban planificando, pero aún no habían tomado una decisión, una se inclinaba por hacerlo y otra más no estaba segura. Ninguna respondió que no la aplicaría.
Por lo que se refiere a los empleados, el 97% aseguraron que quería seguir trabajando cuatro días. El 34% aseguró que sus niveles de estrés habían bajado, un 49% que no habían aumentado y sólo un 17% confesó que sí habían crecido. El 67% dijo que estaban menos quemados, el 20% sí sentía más desgaste profesional y el resto no había cambiado con menos horas de trabajo. También aumentó la satisfacción con el propio desempeño mientras se rebajó el nivel de ansiedad y negatividad, de acuerdo con las respuestas que dieron las plantillas al final de los seis meses de experimento. Además, esa mejora de rendimiento, explicaron, no se debió a que trabajaran a mayor velocidad o porque tuvieran que trabajar más: “Los esfuerzos de las empresas para reorganizar el consiguieron productividad sin necesidad de acelerar el ritmo de trabajo”.
En consecuencia, al 32% de los empleados que fueron encuestados tendrían que ofrecerles un aumento de hasta el 25% de su sueldo para que volvieran a los cinco días de trabajo. Al 42% tendrían que darles aún más, entre un 26% y un 50%, para que renunciaran a los cuatro días. El 13% no lo harían por menos del 50% de aumento y a otro 13% no hay dinero en el mundo que les hiciera regresar a la jornada de lunes a viernes. De hecho, sólo dos trabajadores de los casi 1.000 que participaron en el ensayo contestaron que se sentían “inclinados” a no continuar con la jornada reducida. Ninguno respondió que no quería seguir trabajando cuatro días.
La mayoría de las empresas que participaron en esta prueba eran pequeñas y medianas: el 52% tenían menos de 10 empleados, aunque dos superaban el centenar. El 36% pertenecía al sector de las tecnologías de la información y la comunicación, pero también se incluyeron otras industriales, de servicios profesionales, la alimentación, la construcción o la venta al por menor. El 51% de los trabajadores eran mujeres y el 74%, blancos. El 40% residían en Estados Unidos. La mitad tenían menos de 35 años; el 20%, más de 45. Además, la mayoría –el 72%– eran licenciados, el 14% ejecutivos. Sólo el 5% eran comerciales y apenas un 3,6%, trabajadores manuales. Todos ellos terminaron el experimento con menos cansancio y menos problemas de sueño, además de mejorando la conciliación familiar y aumentando el tiempo dedicado al ocio.
De Islandia a Australia
A la vista de los resultados, ya hay un centenar de empresas en el Reino Unido que se han apuntado a la semana laboral de cuatro días, lo que afectará a unos 2.600 trabajadores, según publica The Guardian. Entre ellas, el digital Atom Bank y la empresa de marketing global Awin, cada una de ellas con más de 450 trabajadores. También las hay de la construcción e industriales. La multinacional Unilever se ha incorporado igualmente al movimiento, y probará durante un año, hasta noviembre de 2023, la nueva jornada sin reducción de sueldo en unos 500 empleados que tiene en Australia.
Los ensayos que comenzaron en Islandia –entre 2015 y 2019– con 2.500 funcionarios y continuaron en Finlandia o en el sistema sanitario público de Suecia, arrojaron resultados similares a los del estudio de 4 Day Week. También en Japón y Corea del Sur, dos de los países con mayores jornadas de trabajo del mundo, se obtuvieron conclusiones positivas, aunque allí las reducciones fueron de 48 y 44 horas, respectivamente, a 40. Microsoft ya redujo un día la semana laboral en Japón en 2019. Aumentó su productividad al tiempo que recortaba el gasto en electricidad.
Ayudas de Industria y de la Generalitat Valenciana
En España, Más País y Compromís han impulsado en sus respectivos programas e iniciativas políticas las bondades de la semana de cuatro días. Y han obtenido apoyo público. La Comunidad Valenciana ofrece 1,5 millones de euros en ayudas para que las empresas se atrevan a reducir la jornada a sus plantillas sin rebajarles el sueldo. Es un plan a tres años, que en el primero de ellos pagará 5.492 euros por trabajador incorporado al programa. “Las solicitudes se encuentran ahora en proceso de baremación, se han presentado más de 50 solicitudes, y la mayoría son de pequeñas y medianas empresas, que es el objetivo”, explica Joan Sanchis, economista, profesor de la Universitat de València y asesor de la Conselleria de Economía.
El Ayuntamiento de Valencia va a llevar a cabo su propio ensayo, en abril de 2023, aprovechando que ese mes hay tres lunes festivos, según explicó en su día el alcalde, Joan Ribó, también de Compromís. Durante sólo un mes, se hará el “experimento”, en palabras del propio regidor, “en la restauración, el turismo, el transporte y las familias”.
Mientras, la Escuela de Organización Industrial, que depende del Ministerio de Industria, será la encargada de repartir 10 millones de euros entre el más de centenar de empresas que se prevé que soliciten las ayudas incluidas en los Presupuestos del Estado de 2022. Fruto del acuerdo de Más País y Compromís con el PSOE, ya hay una orden aprobada por la que se pretende incentivar proyectos piloto para reducir la jornada un mínimo del 10% durante dos o tres años. En este caso, se piensa sobre todo en la industria, precisa Joan Sanchis, aunque en sentido amplio, por lo que también se incluirán, por ejemplo, las consultoras de ingeniería.
En Portugal, el Estado está haciendo igualmente el papel de promotor, pero sin incentivo económico, de momento. En marcha tiene, además, hacer la prueba en la Administración pública. En Escocia comparten el interés e incluso han pedido la colaboración de la Generalitat Valenciana, revela Joan Sanchis, quien añade que también el Gobierno catalán les ha llamado para aprovechar su experiencia.
La patronal española, recelosa
La ola de la reducción de jornada se extiende, pues, en todo el mundo. Los sindicatos en España apoyan la tendencia. El secretario general de CCOO, Unai Sordo, cree que es una “opción viable en muchos sectores y empresas” que, a su juicio, deberían tener una visión “un poco más moderna y más mirando al siglo XXI y no tanto para atrás”. El responsable de UGT, Pepe Álvarez, calificó de “imperiosa” la necesidad de abordar la “hiperproductividad” y propuso analizar en qué convenios sectoriales se puede implantar la semana de cuatro días. Ambos participaron en la Cumbre Internacional sobre la Semana Laboral de Cuatro Días que se celebró en Valencia el pasado mes de mayo. En cambio, el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, no se mostró en absoluto entusiasmado. Según dijo entonces, la jornada laboral de cuatro días no es más que un debate “para ganar elecciones”. “En estos momentos, son necesarios cinco días”, replicó. Aunque tampoco se cerró a estudiarlo. “Cuando este asunto llegue a la mesa [de negociación], hablaremos de ello, pero depende del sector y de la empresa”, avanzó.
“Yo siempre enfatizo el aspecto económico”, apunta por su parte Joan Sanchis, “los cuatro días de trabajo aumentan la productividad y reducen el absentismo: un tercio de las bajas laborales se deben precisamente a que se trabaja demasiado”. El economista reconoce, no obstante, que es necesario un “esfuerzo de convicción extra porque la cultura empresarial española, basada en la contención del gasto laboral y en el presencialismo, no ayuda precisamente a la reducción de la jornada. Más aún en un país con una mayoría de empresas en el sector servicios, donde admite que es más difícil implantarla. Pero también advierte de que es de sentido común aprovechar las mejoras que ofrece la tecnología para reducir una jornada que se ha mantenido intacta durante 100 años. “Si apoyamos a las empresas que invierten en innovación y desarrollo, ¿por qué no vamos a apoyar a las que quieren recortar horas de trabajo y ganar en productividad?”, se pregunta el economista, que ha escrito un libro sobre el tema, Quatre dies: Treballar menys per viure en un món millor.
Sanchis dice que uno de los grandes bancos españoles se ha puesto en contacto con la Generalitat porque está pensando en ubicar en Valencia una de sus divisiones tecnológicas e implantar la semana laboral de cuatro días “para ahorrar y para retener talento”. Que es otra de las ventajas de la reducción de jornada. Las nuevas generaciones valoran la conciliación por encima del salario y aprecian la flexibilidad, recuerda. El empujón final a la semana de cuatro días se lo han dado la pandemia y el boom del teletrabajo.
Con rebaja salarial
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Algunas empresas españolas ya han dado el paso, aunque tímidamente y con resultados diversos. Desigual y Telefónica fueron de las primeras, ya en 2021, pero a cambio de un recorte salarial. En el caso de la cadena de tiendas de moda, aplicó la semana de cuatro días sólo en las oficinas centrales, no en las tiendas, y con una rebaja salarial del 6,5%. La medida fue aprobada por el 86% de la plantilla, pese a que contó con el rechazo sindical. UGT la consideró una “reducción salarial camuflada de medida de conciliación”. Telefónica también preparó su plan de reducción de jornada y la consensuó con los sindicatos. Pero suponía una rebaja de salario del 16%, por lo que sólo se apuntaron unos 150 trabajadores de los 18.000 a los que estaba destinada la medida.
En Bélgica, acaba de entrar en vigor la reforma que permite a los asalariados trabajar cuatro días a la semana, pero sin reducir el número de horas. Es decir, tienen que concentrarlas en nueve o 10 horas al día. Una fórmula que también han adoptado algunas empresas en España y que los sindicatos rechazan.
Por el contrario, los restaurantes madrileños La Francachela se presentan como el paradigma del éxito de la semana de cuatro días en un sector tan complicado como la hostelería. Contrataron a 40 personas y organizaron a la plantilla en turnos, según cuentan las dos propietarias en su blog. Y dicen que han aumentado sus beneficios. Mucha publicidad recibió igualmente la empresa de software Delsol, en Jaén, que aplicó la nueva jornada en enero de 2020, antes de la pandemia: aumentó su facturación y redujo el absentismo. Sanchis menciona también estudios de arquitectura y diseño, a los que resulta más fácil reorganizar el trabajo, pero más allá de las empresas tecnológicas también hay hoteles o industrias que se han atrevido. “Son ejemplos de que se puede trabajar cuatro días a la semana”, subraya, “es cuestión de voluntad y de tener cierta visión estratégica”.
Hizo falta una huelga de 44 días y paralizar Barcelona entera para que los trabajadores españoles consiguieran que una ley les garantizara la jornada de 48 horas repartidas en cinco días. Corría el año 1919. Un siglo después, son las empresas las que están empezando a reducir el tiempo de trabajo. Y los gobiernos (algunos) incluso lo están promoviendo con dinero público. Pero se está haciendo con mucha cautela y a golpe de estudio y experimentos. Con análisis rigurosos de costes y productividad. El más reciente, de la Universidad de Cambridge, el University College de Dublín y el Boston College, ha evaluado a casi 1.000 empresas durante los seis meses en que han probado la semana laboral de cuatro días sin rebaja de salario. Es el primer experimento internacional, porque en él han participado compañías de Estados Unidos, Canadá, Irlanda, Reino Unido y Australia. El resultado: “Un éxito rotundo”, resaltan sus autores.