Hace cerca de cuatro años, Beatriz Ranea se propuso algo poco habitual para la confección de su tesis doctoral: hablar con puteros. Estudiar, analizar y buscar las razones que llevan a los hombres a pagar por consumir prostitución. Hablarles directamente a ellos, señalarles, retratarles, para hacerles protagonistas. Lo que la doctora en Sociología y profesora en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) pretendía era, sencillamente, cambiar el foco. Ir un paso más allá del tradicional debate entre abolicionismo y regulación; entre explotación y trabajo sexual.
El contenido de aquella tesis ha quedado ahora plasmado en un libro azul eléctrico, con letras en un amarillo neón que anuncian la palabra clave: Puteros (Catarata, 2023). Ranea charla con infoLibre sobre poder, masculinidad y consentimiento. Y sobre la ausencia de estigma que tienen los consumidores de prostitución, frente al señalamiento perpetuo de las mujeres en esos mismos contextos.
En el libro plantea un cambio de foco en las conversaciones sobre prostitución para empezar a mirar a los puteros. ¿Qué objetivo persigue?
Visibilizarles. Cuando hablamos de prostitución, como pasa con las violencias sexuales o las violencias de género en un sentido amplio, tendemos a poner el foco en las mujeres. Es importante que se visibilicen las violencias que atraviesan sus vidas y que se pongan las medidas pertinentes, pero hablamos poco de los perpetradores o de los agresores, en este caso de los puteros. Es necesaria una reflexión y creo que lo estamos consiguiendo en el caso de las violencias sexuales. Con La Manada se empezó a poner el foco en ellos, también con el beso no consentido de Luis Rubiales a Jenni Hermoso. Ponemos cada vez más el foco en los hombres y en la masculinidad, pero en el caso de la prostitución todavía queda un largo camino por recorrer, los puteros son actores invisibles.
¿Qué hacer con los puteros? El debate sobre cómo abordar el consumo, si persiguiendo a los clientes o no, está muy presente.
Si tengo que elegir entre políticas públicas que aborden la prostitución, por supuesto que me ubico en el abolicionismo. Para mí la principal preocupación en este sentido no sería tanto criminalizar a los clientes, aunque sí que creo que alguna sanción tienen que tener sin caer en el punitivismo excesivo, porque antes de todo eso lo fundamental es abordar la situación de las mujeres. Tanto las que están en situación de prostitución como las precarizadas en contextos de vulnerabilidad, las que pueden verse abocadas a la prostitución.
Uno de los primeros grandes muros que se encontró fue el de la falta de datos sobre consumo de prostitución. Realmente no sabemos cuántos puteros hay en España.
Es un vacío que muestra el lugar que ocupa a nivel político y social la cuestión de la demanda de prostitución. Es irrelevante, no entra dentro del debate público y no es tampoco una preocupación para las instituciones. Ya no para tomar medidas, que eso queda más lejos, sino siquiera para conocer, para aportar datos, para saber cuál es la magnitud del problema. Es un vacío que nos encontramos tanto las investigadoras como las periodistas que se acercan a esta temática, un silencio muy significativo que da cuenta de la invisibilidad que tiene la demanda.
Cuando analizó el perfil de los puteros, saltó la sorpresa: también hay chicos jóvenes.
Sí, es una de las sorpresas que me llevé. En mi imaginario, tenía una imagen del putero como un hombre de edad media o edad más avanzada, incluso con pocas habilidades sociales. Y lo que nos encontramos, y lo que corroboran todos los estudios al respecto, es que no hay un perfil en términos sociodemográfico. Por supuesto que los chicos jóvenes consumen prostitución, no es una práctica tendente a desaparecer, sino que se mantiene entre la juventud. También la consumen hombres más mayores, de diferentes clases sociales, diferentes niveles de estudios, distintas ideologías.
La prostitución no es una práctica tendente a desaparecer, sino que su consumo se mantiene entre la juventud.
¿De qué manera se refuerzan los lazos entre hombres en los espacios de prostitución?
La prostitución es fundamental para construir lazos entre los hombres, porque muchos que se inician en el consumo lo hacen a través de otros hombres: compañeros de trabajo, amigos o colegas de gimnasio incluso. Para muchos hombres es una práctica grupal, que les sirve para compartir un espacio en el que hay mujeres que tienen un rol muy instrumental, sobre las que proyectan determinadas expectativas de feminidad que puede que no encuentren fuera de los espacios de prostitución o que consideran que cada vez es más difícil encontrar fuera. Los espacios de prostitución son como una guarida de un tipo de masculinidad hegemónica, patriarcal o tóxica, y también una guarida para esa fratría masculina que reafirma el poder de los grupos de hombres. Tiene mucho que ver también con la hegemonía del poder social de los hombres. Es conocido en determinados entornos cómo se cierran pactos empresariales en prostíbulos, incluso pactos políticos.
Precisamente, cuando salta un escándalo relacionado con el consumo de la prostitución por parte de políticos o personas de cierta relevancia, se suele olvidar pronto.
Esto tiene que ver con la ausencia de estigma hacia el putero. Conocemos escándalos de políticos o incluso de hombres famosos progresistas que tienen un impacto, que son temas de actualidad durante un tiempo, pero enseguida pasan desapercibidos. Si se conoce que una mujer ha estado vinculada a la prostitución, el estigma de la prostituta recae sobre ella y eso no es algo que pase desapercibido. Para los hombres no existe esa penalización, y esto tiene que ver con cómo consumir prostitución es un privilegio masculino y por tanto no hay ese señalamiento.
Consumir prostitución es un privilegio masculino y por tanto no hay un señalamiento.
Existe un debate importante sobre la violencia sexual dentro de la prostitución y las herramientas para identificarla. ¿Qué opina?
Ahí coincido con autoras como Beatriz Gimeno, quienes plantean que el consentimiento dentro de la prostitución sí que es un consentimiento que podríamos denominar como viciado, pero que sí importa. Hay que reconocer la agencia y la voluntad de las mujeres en prostitución, porque si caemos en tautologías, si negamos el consentimiento de las mujeres o su agencia, es imposible luego reconocer las agresiones que se producen en prostitución. Yo lo que plantearía también es darle la vuelta: lo que supone pagar por el consentimiento para los hombres que consumen prostitución, cómo ellos en realidad están transgrediendo las lógicas del consentimiento porque en prostitución está totalmente tolerado y legitimado que se pague por el sí de las mujeres. Son espacios en los que ellos esperan encontrar mujeres sin límites, lo que no quiere decir que las mujeres en prostitución no puedan ponerlos. Las víctimas de explotación sexual entendemos que no pueden, pero hay otras mujeres en contextos de prostitución que sí pueden poner límites. Pero lo que esperan ellos, las expectativas y lo que ellos proyectan sobre las mujeres en prostitución es la nulidad de límites, que todos los límites que se pueden poner fuera de los espacios de prostitución queden en suspenso.
Hay que entender que el putero es la antítesis de lo que podríamos plantear como un hombre igualitario
Cuando se ha planteado algún tipo de propuesta legislativa vinculada a la prostitución o a la explotación sexual, siempre ha derivado en polémicas o debates muy ruidosos. ¿A qué cree que se debe?
Uno de los motivos tiene que ver con cierta ruptura que ha habido dentro del movimiento feminista en relación a la cuestión de la prostitución y cómo dentro de los feminismos, la prostitución es uno de los temas que más polarizan. A veces incluso se simplifica en esas lógicas de polarización, se convierte en un campo de batalla en el que se hace imposible tender puentes, también entre personas que podrían tener algunos elementos en común. Es cierto que hay mucha divergencia en función del marco desde el que se mire: si es explotación sexual, violencia sexual o si se entiende como trabajo sexual, pero el análisis de la masculinidad y entender que el putero es la antítesis de lo que podríamos plantear como un hombre igualitario, creo que ahí habría lugar para encuentros.
La anterior legislatura se presentó como la del inicio de la abolición de la prostitución. ¿Qué espera de esta nueva legislatura, con la nueva ministra Ana Redondo al frente de Igualdad?
En primer lugar, volver a tener datos al respecto. Creo que eso es fundamental, esa mirada institucional para conocer la magnitud del problema y que lo tenga presente dentro de la agenda política, que se aborde, que se escuche a las diferentes organizaciones feministas y a los colectivos que tienden la mano a las mujeres en prostitución. Y en un punto más hipotético, porque yo creo que no va a pasar, pero ojalá se dieran pasos hacia una política pública abolicionista. Y digo que no creo que vaya a pasar o no en los términos en los que en los que debería pasar, porque una política pública abolicionista requiere muchísimos recursos y además no es electoralista.
Hace cerca de cuatro años, Beatriz Ranea se propuso algo poco habitual para la confección de su tesis doctoral: hablar con puteros. Estudiar, analizar y buscar las razones que llevan a los hombres a pagar por consumir prostitución. Hablarles directamente a ellos, señalarles, retratarles, para hacerles protagonistas. Lo que la doctora en Sociología y profesora en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) pretendía era, sencillamente, cambiar el foco. Ir un paso más allá del tradicional debate entre abolicionismo y regulación; entre explotación y trabajo sexual.