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El feminismo después del 8M: ¿es la división la nueva seña de identidad del movimiento feminista?

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No fueron las reivindicaciones del movimiento feminista las que ocuparon titulares este 8M. Atrás quedaron las preguntas en torno a una posible reedición de la huelga que marcó la movilización hace cinco años y ni rastro tampoco de las grandes demandas de la sociedad civil organizada. Si algo ocupó las conversaciones esta vez, ese algo fue la división. Quienes trabajan por hacer del feminismo un movimiento social robusto, prefieren hablar con cautela. Algunas activistas no se sienten cómodas dándole crédito a la jaleada división, otras la relativizan y las hay que la abordan con naturalidad. ¿Está el movimiento feminista atravesado por una brecha? ¿Son las posiciones irreconciliables? ¿Qué tienen que decir las mujeres que hacen del feminismo su militancia?

Desde la experiencia de haber transitado por distintos procesos históricos dentro del feminismo, habla Justa Montero. Lo primero que se apresura a destacar es la pluralidad que da sentido al feminismo: "Siempre ha habido distintos planteamientos y estrategias consustanciales al propio movimiento" y eso ha conllevado "momentos de debates muy intensos y apasionados".

Diciembre de 1979. La periodista Joaquina Prades, enviada especial del diario El País en Granada, acudía a las II Jornadas Feministas celebradas en la ciudad andaluza. Y escribía: "Enfrentamientos y abandonos en las II Jornadas Feministas". Prades hablaba de "un tenso enfrentamiento" entre dos "posturas que parecen irreconciliables" y daba cuenta de una suerte de división que en aquel momento parecía pronosticar el quiebro sin paliativos del movimiento feminista. Por un lado, publicaba la periodista, las mujeres "cuya concepción de lucha se basa en la necesidad de transformar la sociedad capitalista en otra de modelo socialista" y las que suelen "denominarse radicales, aquellas que piensan que los problemas de la mujer son específicamente de ésta". En aquellas jornadas se encontraba una jovencísima Justa Montero. 

Hoy, al otro lado del teléfono, reconoce que "en la última etapa" el feminismo ha escenificado un enfrentamiento evidente, "muy particularmente alrededor del debate sobre los derechos de las personas trans". A partir de ahí, se ha "manifestado una división en torno a un eje que es importante: si los derechos de las mujeres trans entran dentro de la agenda feminista o no". 

Altamira Gonzalo, miembro de la Asociación Española de Feministas Socialistas (FeMeS), cree en cambio que "este momento no es comparable con ningún otro". Fundamentalmente porque en el pasado "ha habido diferencias dentro del feminismo", pero sin perder de vista una premisa: "Solo hay un feminismo, el que lucha por los derechos de la mujer". Gonzalo sí entrevé, en cambio, lo que califica como un "entrismo por parte de otras teorías que no son feministas, con apariencia de progresistas, pero que defienden los vientres de alquiler o la regulación de la prostitución". Y también, claro, "la teoría queer que ha podido salir, en parte, de algún sector del feminismo, pero que tiene objetivos distintos relacionados con la diversidad y con otros colectivos". Reivindicaciones, puntualiza la jurista feminista, perfectamente defendibles, pero que "no son propios de las mujeres". "A todas las mujeres nos afecta la pobreza, la violencia, la falta de poder social, económico o político y el feminismo es la lucha por resolver esas inequidades injustas. Otras cosas pueden ser defendibles, pero no son feminismo", zanja.

La mirada mediática

En Madrid, la marcha organizada por la Comisión 8M congregó a 700.000 manifestantes afines, según las cifras de los convocantes; 17.000 a juicio de la Delegación del Gobierno. El Movimiento Feminista de Madrid aglutinó, por otro lado, a 35.000 personas, si bien la Delegación del Gobierno rebaja la asistencia hasta los 10.000. La primera marcha abraza al colectivo trans como parte del movimiento feminista y ve con buenos ojos, en términos generales, las principales políticas públicas que salen del Ministerio de Igualdad. La segunda es abiertamentamente crítica con la ley trans y lleva como bandera el horizonte abolicionista de la prostitución.

Carmen Blanco, activista en la Comisión 8M de Madrid, cree que el movimiento feminista es diverso y de esa pluralidad se alimenta. Sin embargo, sí reconoce estar "preocupada e indignada" por la existencia de un sector "minoritario –se ha visto en la manifestación– al que le haya pesado más imponer una agenda contraria a los derechos humanos". Gonzalo, que se manifestó en Zaragoza, replica que las marchas abolicionistas "fueron muy grandes" y matiza que, en cualquier caso, el juego de las mayorías no es suficiente para legitimar una lucha: "El feminismo nunca ha sido de mayorías", defiende.

Montero lamenta que a nivel mediático se haya "sobredimensionado esta diferencia" y se haya vinculado a todo el movimiento en torno al 8M. "En muchas ciudades solo hubo una manifestación", recuerda. A la misma reflexión llega Blanco. "Hablar en los términos en los que se ha hablado a nivel mediático es injusto e invisibiliza las victorias del movimiento feminista y sus reivindicaciones".

En Sevilla sí hubo dos marchas. Lo explica Charo Luque, portavoz de la Plataforma 8 de Marzo de la localidad. "Hay un problema de fondo grande, pero la inmensa mayoría de organizaciones de mujeres está unida", clama. A su entender, existe "un sector con muchas posibilidades de llegar a los medios" y cuya voz contribuye a agrandar el cisma en asuntos vinculados "a la prostitución y el género [el feminismo radical lucha por la abolición de la prostitución y del género], temas que han dividido". En Sevilla, aclara, la manifestación abolicionista fue convocada por organizaciones de mujeres. En el lado opuesto, una segunda marcha apoyada por entidades diversas. "Hay una injerencia de organizaciones mixtas, promocionada por organizaciones de mujeres que les permiten entrar", opina Luque.

La activista sevillana asume que la génesis de tales diferencias se cimenta fundamentalmente sobre el debate en torno a la prostitución, aunque estima que existe una mayoría abolicionista. "Sí hay más divergencias en el tema del género, especialmente por las posiciones en torno a las leyes", reflexiona e introduce en este punto otro elemento: el impacto que han tenido los choques entre partidos en el tablero político. "Hay temas que no son comunes y eso es algo legítimo. Lo que no es de recibo es que la división se potencie por parte de los partidos", lamenta la activista. 

La premisa de los consensos

El debate no es solo complejo, sino que es además especialmente sensible. El feminismo transinclusivo considera que confrontar con las mujeres trans supone de facto una discriminación contra otras compañeras y una vulneración de sus derechos humanos más fundamentales. El sector más crítico, ligado al feminismo radical y a las corrientes más clásicas, defiende que los postulados de quienes tienen enfrente son contrarias a la razón de ser del feminismo y colisionan con sus más prioritarios objetivos: terminar con la opresión de la mujer basada en el sexo. Si el feminismo ha sabido abordar los múltiples debates en su seno, ha sido mediante la búsqueda de consensos. Pero parece difícil esta vez. 

"Es muy sorprendente que no pueda haber puntos comunes cuando hablamos de colectivos que no tienen reconocidos sus derechos mínimos y que sufren una particular vulneración de derechos", asiente Montero. "Si hay un sector con una posición absolutamente cerrada a la ampliación de derechos, es muy difícil que se pueda coincidir".

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Blanco es partidaria de "escuchar todas las voces y trabajar en base a consensos", pero introduce una salvedad: "Huir de los discursos de odio". El espíritu del movimiento feminista, afirma, ha sido siempre el de "ampliar derechos, escuchar odas las voces y luchar contra discursos de odio que niegan identidades y realidades". La activista insiste en que lejos de debates teóricos, lo cierto es que "las mujeres trans llevan años" formando parte del movimiento feminista. "¿Cómo voy a negar los derechos de una compañera con la que estoy trabajando y construyendo el 8M?", se pregunta. 

Una causa justa, caminos distintos

Lejos del derrotismo, Gonzalo cree que el momento actual es, gracias al debate, un momento de "riqueza intelectual dentro del feminismo". El entrismo que referencia ha obligado a "reflexionar, debatir y quitar el grano de la paja", pero también ha servido para "poner en claro la agenda feminista y fijar la hoja de ruta a seguir". La historia del movimiento feminista está marcada por los "avances, porque es una lucha justa", completa. "No perdemos la moral ni muchísimo menos: donde hay una dificultad, hay una montaña más que saltar. Pero no hay una causa más noble".

En la visión optimista del momento actual y la confianza ciega en el futuro coinciden, a pesar de las diferencias, todas las voces consultadas. "No hay desánimo, a diferencia de otros movimientos sociales", estima Montero, "sigue habiendo voluntad de movilizarse" y eso se ha expresado a través de "la madurez y la agenda amplia que realmente ha sido referencia para miles de mujeres". Es, a juicio de la activista, un "hecho incontestable: las mujeres sienten que el feminismo es referencia para sus problemas, necesidades y preocupaciones".

No fueron las reivindicaciones del movimiento feminista las que ocuparon titulares este 8M. Atrás quedaron las preguntas en torno a una posible reedición de la huelga que marcó la movilización hace cinco años y ni rastro tampoco de las grandes demandas de la sociedad civil organizada. Si algo ocupó las conversaciones esta vez, ese algo fue la división. Quienes trabajan por hacer del feminismo un movimiento social robusto, prefieren hablar con cautela. Algunas activistas no se sienten cómodas dándole crédito a la jaleada división, otras la relativizan y las hay que la abordan con naturalidad. ¿Está el movimiento feminista atravesado por una brecha? ¿Son las posiciones irreconciliables? ¿Qué tienen que decir las mujeres que hacen del feminismo su militancia?

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