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FEMINISMO

Islandia reedita 48 años después la huelga feminista que inspiró a España

Imagen de la manifestación feminista en Islandia, el 24 de octubre de 1975.

Hace cinco años, el movimiento feminista español hacía un llamamiento arriesgado: que las mujeres parasen. Las que cuidaban, las que fregaban los suelos de sus hogares, las que barrían casas ajenas, las que se dejaban la espalda ocho horas sentadas delante de un ordenador por un salario inferior al de sus compañeros. Esta vez sí, la palabra huelga interpelaba a todas. Y el resultado fue un éxito. Pero no fue una ocurrencia que emergiera de forma espontánea. Al contrario, bebía del trabajo de otras tantas mujeres que tiempo atrás habían dado la batalla por sus derechos. Sobre la mesa, un precedente histórico: la huelga que las mujeres islandesas organizaron en 1975. Fue un espejo claro para las españolas, y hoy el país nórdico referente en materia de igualdad vuelve a echarse a las calles para evitar que lo conquistado hace casi cinco décadas se pierda. 

Fue un 24 de octubre de hace 48 años. Las mujeres islandesas salieron a las calles con una consigna que hoy, con toda probabilidad, resultará familiar a todo aquel que viviera las movilizaciones masivas del 8M: si nosotras paramos, decían, el mundo para. La huelga, hace casi cinco décadas, hacía un llamamiento a toda la población femenina, sin excepciones. Y las mujeres respondieron: el paro tuvo un seguimiento del 90%. Una demostración de fuerza que acalló a aquellas voces que inicialmente ridiculizaron la iniciativa – "algunos hombres islandeses se lo tomaron como una broma cuando fue inicialmente propuesto", rezaba una crónica publicada en The New York Times–. La ONU había decidido que 1975 sería el año Internacional de la Mujer y las islandesas se pusieron manos a la obra para que aquello trascendiera de lo puramente simbólico.

Las convocantes, organizaciones de mujeres, lo llamaron el "día libre de las mujeres" para diferenciarlo de una huelga al uso y para evitar represalias en las empresas. La plaza central de Reikiavik se llenó de mujeres. Más de 25.000 salieron para reivindicar sus derechos y el impacto no se hizo esperar. Un año después, el país nórdico aprobó su primera ley de igualdad salarial y en las siguientes elecciones fue elegida la primera mujer presidenta de Islandia. 

Hoy es otra mujer, Katrín Jakobsdóttir, la que saldrá a la calle con sus vecinas. Es la primera ministra del país y este martes participará en la huelga convocada para advertir de que no todo está ganado. La brecha salarial sigue atravesando a las mujeres y la violencia sexual supone uno de los problemas estructurales más sangrantes del paraíso de la igualdad. "Vamos a cerrar trabajos, demostrar lo que valemos y exigir seguridad y respeto", lanza una de las organizaciones convocantes, Stígamót, en sus redes sociales. "La persistente brecha salarial y la violencia de género son las dos caras de la misma moneda: el sometimiento de las mujeres", subrayan, para enseguida llamar a las mujeres a ausentarse de sus puestos de trabajo, "tanto remunerados como no remunerados". Es, afirman, un "recordatorio importante de que la igualdad no se ha logrado y todavía necesitamos luchar".

El espejo del 8M

Patricia Aranguren recuerda con total nitidez el momento en que una compañera de la Comisión 8M de Madrid llegó a una de las asambleas para exponer el ejemplo islandés de 1975. "Cuando le estábamos dando forma a la huelga de 2018, tiramos de genealogía", dice hoy en conversación con infoLibre. Y cuando llegó el turno de Islandia, las feministas se percataron de que aquella experiencia en la que se veían tan reconocidas era completamente ajena para la gran mayoría. "Empezamos a investigar y a buscar información. Era una huelga de mujeres en todos los sentidos, no sólo en el laboral, sino también en la esfera de los cuidados", un extremo fundamental para las feministas que buscaban replicar aquello en suelo español. "Para nosotras era muy inspirador incluir el trabajo reproductivo", completa Aranguren. 

Y sirvió, precisamente, para explicar las aspiraciones de la Comisión 8M. En 2018, hablar de una huelga feminista "era muy difícil", en tanto que no todo el mundo entendía ni la metodología, ni los objetivos que se perseguían. Aranguren recuerda cómo la cobertura radiofónica que en los setenta narró la jornada de huelga islandesa recogió, también, el eco de llantos de bebés y voces de niños clamando atención. "Eran hombres que se llevaban a los peques al trabajo", explica la militante feminista, quien recuerda que esa anécdota dio respuesta a muchas preguntas en la España de 2018, principalmente aquellas relativas al papel de los hombres en la huelga. 

Después de las islandesas, vino el ejemplo de las polacas y las argentinas en 2016. Lo recuerda la histórica activista feminista Justa Montero. El empeño por encontrar referentes fue, esgrime al otro lado del teléfono, el responsable de rescatar todas las vivencias que habían quedado enterradas con el paso del calendario. La huelga del 8M les sirve para ver "qué precedentes hay haciendo genealogía feminista".

No deja de ser "sorprendente", en palabras de Montero, que las historias de "las luchas obreras y sociales" no incluyan los relatos de estos "hitos" feministas. Son las activistas quienes se encargan de coger las riendas para "resituar" estas experiencias como "historia de nuestras luchas", arguye la activista. 

Para Aranguren, el trabajo consistente en "investigar sobre tu propia memoria colectiva como movimiento" es clave en dos sentidos. Por un lado, porque "te quitas importancia al estar haciendo algo que ya han hecho otras, lo que te pone en un lugar más humilde". Por otro, también, "te empodera" al recordar que "hay casualidades que te están dando la razón". El trabajo del movimiento feminista al recuperar a sus precedentes no lo hizo ningún organismo, nadie lo estampó en ningún libro de texto.

Fueron ellas, con sus propias manos, quienes construyeron su hemeroteca. Aranguren lo encaja como algo habitual, tratándose de la memoria de quien habita los márgenes. "Todo lo que tiene que ver con la otra historia –la de los migrantes, la comunidad queer, las mujeres– siempre se va a recuperar desde abajo, no desde la institución ni el poder".

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