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"El patriarcado nos vuelve a decir qué debemos hacer": suspenso a la campaña de Ayuso contra la violencia sexual

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Un decálogo contra la violencia sexual que pone el foco en las víctimas. Diez puntos, todos ellos consejos prácticos, para que las mujeres sean capaces de esquivar una violación. “Si vive usted sola, no ponga su nombre de pila en el buzón de correos, solo la inicial” o “si se ve obligada a transitar habitualmente por zonas oscuras y solitarias, procure cambiar su itinerario”. Sugerencias que no encajan con ninguna de las recomendaciones de las expertas en materia de prevención y que suenan ciertamente desfasadas. Con razón: el decálogo fue elaborado en 2014 y lo tejió el Ministerio del Interior, con Jorge Fernández Díaz al frente. Las organizaciones feministas no tardaron en cargar contra la campaña y la tildaron de machista por culpabilizar a las víctimas. Ocho años más tarde, otra acción institucional vuelve a desatar las críticas del feminismo, en un sentido muy similar.

Ahora se trata de una campaña de la Comunidad de Madrid contra la violencia sexual, concretamente aquella vinculada a la sumisión química. El mensaje es claro: “Vigila siempre tu copa”, “no aceptes bebidas de desconocidos” y “mira lo que te sirven”. El Gobierno de Isabel Díaz Ayuso lo remata con una imagen de un vaso, en cuyo interior se puede leer: “La agresión sexual que no te esperas está aquí dentro”.

La delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, publicó este miércoles un mensaje en redes sociales retocando el cartel y desviando el foco hacia un sujeto fundamental: los potenciales agresores.

Es en ese aspecto en el que se detienen las organizaciones y expertas feministas. Ada Santana, presidenta de la Federación de Mujeres Jóvenes, habla claro: el mensaje que subyace en la campaña es el de situar la culpa en la víctima. “Encima de que te violan, te están diciendo que no tuviste cuidado”, lamenta al otro lado del teléfono. A su juicio, no se trata de que las mujeres, “potenciales víctimas, se queden en casa”, ni tampoco de vincular ocio nocturno con “un campo de batalla” para las chicas. 

El mensaje de la Comunidad de Madrid es algo así como una versión actualizada del manido “no lleves minifalda” que algunas voces ofrecían como única respuesta a la prevención de la violencia sexual.  “Es el patriarcado diciéndonos otra vez lo que tenemos que hacer e intentando controlarnos”, clama Santana.

Las campañas, abunda la activista, “tienen que ir dirigidas a los hombres, los potenciales agresores, para decirles que si no son capaces de salir sin agredir, violentar o coaccionar a las mujeres, lo mejor es que no salgan a la calle”. 

Hora de desviar el foco

“¿Está mal haber dirigido el mensaje a las víctimas? No, es práctico y puede ayudar. ¿Es el momento de mandar un mensaje a los agresores? Sí”. Así resuelve el debate Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género. El también médico forense introduce la necesidad de apelar no solo a los potenciales agresores, sino también señalar la complicidad de su entorno.

Coincide Bárbara Zorrilla, psicóloga especializada en violencia de género. “Lo que no podemos hacer es fomentar que se responsabilice a las víctimas de sus propias agresiones”, insiste en conversación con infoLibre. La psicóloga apuesta por una receta: educación sexual. “Hay que enseñar a los más jóvenes que esto [la sumisión química] es violencia sexual y es un delito”, añade. Lo contrario, responsabilizar a las víctimas, tiene consecuencias evidentes: “Que se avergüencen, no lo cuenten y no denuncien”. 

Zorrilla reconoce que el impacto de las campañas institucionales es limitado, pero cree que “no se trata de una campaña” aislada y puntual, sino de su introducción en un “proyecto global de sensibilización y visibilización de la violencia y quien la ejerce”. Una campaña dirigida a los hombres “si la tomamos de manera aislada, es poco disuasoria, pero si empezamos a transmitir a los hombres, sujetos activos de la violencia sexual, que son los responsables, estaremos tomando el camino correcto”. Santana comparte el diagnóstico: “No va a servir de nada que pongamos un cartelito, pero sí servirá que la educación sexual llegue a las aulas mediante formación real y efectiva”.

El mito del desconocido

Lorente incorpora algunos matices al análisis. Una de las lecturas que emanan de la campaña tiene que ver con el mensaje dirigido a las víctimas, que a juicio del exdelegado no es extremadamente errado. “Responde a la inmediatez para evitar la agresión sexual, porque quien la lleva a cabo no se va a dejar condicionar por una campaña”, razona. Se trata de una herramienta práctica para alertar a las víctimas, aunque el experto coincide en que la esfera de las campañas institucionales deberían “mandar también un mensaje crítico a los agresores”. Ambas acciones no son excluyentes, asiente. 

Pero Lorente sí encuentra aspectos cuestionables, incluso peligrosos, en la campaña. Para empezar, la frase que contiene la copa con alcohol: “La agresión sexual que no te esperas está aquí dentro”. El experto hace una enmienda a la totalidad: “La agresión sexual no la produce un vaso, sino quien ha echado la sustancia y ahí es donde habría que poner el foco, en el agresor”. En añadido, la campaña diseñada por el gobierno regional se centra en advertir de la violencia que pueden ejercer hombres desconocidos sobre potenciales víctimas. Otro error: la evidencia que proporcionan los datos señala que los principales agresores, especialmente en materia de violencia sexual, son conocidos de la víctima. “La agresión sexual la lleva a cabo tu amigo o conocido”, insiste el experto, quien critica que la campaña apuntale “mitos y estereotipos” sobre los que se construye la violencia sexual.

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Y de esos mitos se alimenta lo que las expertas consideran el relato del terror sexual. Lo afirmaban en un reportaje publicado este verano por infoLibre: “Visibilizar las violencias sexuales bajo el paradigma del peligro acechante o de la espectacularización de las agresiones sexuales, lo que hace es disciplinarnos y asustarnos”, decía entonces Bárbara Tardón, asesora del Ministerio de Igualdad. El miedo resultante, añadía, no es más que el “aliado de los agresores y de la propia cultura de la violación”.

La recién publicada estadística sobre feminicidios, que recoge las cifras de asesinatos machistas más allá del marco de la pareja o expareja, da cuenta de que la violencia ejercida por desconocidos es residual. En la totalidad de los casos analizados por el Ministerio de Igualdad en el primer semestre del año, quienes cometen el feminicidio son conocidos. Este hecho, constatado ahora por las estadísticas, reafirma la convicción de que la violencia machista echa raíces profundas en el entorno de la víctima e impugna el “relato del terror” en torno a la violencia a manos de desconocidos. 

Otro reciente informe confeccionado por cuatro universidades españolas concluye que el 80% de las agresiones sexuales se producen por conocidos de la víctima y un estudio que analiza las sentencias dictadas por el Tribunal Supremo en 2020 determina que el 65,7% de las agresiones sexuales fueron perpetradas por personas del entorno. La Macroencuesta de violencia contra la mujer elaborada en 2019 señala que el 70,6% de las mujeres que han sufrido violencia sexual fuera de la pareja afirma que el agresor fue un familiar, un amigo o un conocido.

Un decálogo contra la violencia sexual que pone el foco en las víctimas. Diez puntos, todos ellos consejos prácticos, para que las mujeres sean capaces de esquivar una violación. “Si vive usted sola, no ponga su nombre de pila en el buzón de correos, solo la inicial” o “si se ve obligada a transitar habitualmente por zonas oscuras y solitarias, procure cambiar su itinerario”. Sugerencias que no encajan con ninguna de las recomendaciones de las expertas en materia de prevención y que suenan ciertamente desfasadas. Con razón: el decálogo fue elaborado en 2014 y lo tejió el Ministerio del Interior, con Jorge Fernández Díaz al frente. Las organizaciones feministas no tardaron en cargar contra la campaña y la tildaron de machista por culpabilizar a las víctimas. Ocho años más tarde, otra acción institucional vuelve a desatar las críticas del feminismo, en un sentido muy similar.

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