La CSU, más de medio siglo en el poder en Baviera

Desde el piso 21 de una de las torres de BMW, donde los directivos de una de las más grandes multinacionales de Alemania reciben a sus invitados en Múnich, se contempla un paisaje que abarca desde el cercano estadio olímpico, construido para los Juegos de 1972, hasta los bosques y las altas montañas de los Alpes pasando por campos bien cultivados, industrias de alta tecnología y una autopista de tres carriles en cada sentido. Baviera es una de las regiones más ricas de Alemania y, por tanto, de Europa a partir de una próspera economía tanto en la industria, como en la agricultura y los servicios.

Los analistas comentan que Baviera supone una exitosa mezcla de folclóricos pantalones de cuero y gorritos con pluma, de un lado, y ordenadores de última generación, de otro. Desde hace más de medio siglo, la Unión Social Cristiana (CSU en sus siglas en alemán) se identifica tanto con el paisanaje que ha ganado todas las elecciones regionales desde la Segunda Guerra Mundial. La CSU es sinónimo de Baviera en un fenómeno político único en Europa. “En la fase final de esta campaña electoral”, afirma el ministro-presidente bávaro, Horst Seehofer, “sólo se trata de ocuparse de las emociones”.

En efecto, una de las claves de las reiteradas victorias de la CSU apela a los sentimientos, a una identificación entre muchos votantes y sus representantes. La fiesta de la cerveza en octubre, los partidos del Bayern de Múnich o firmas como la BMW se confunden en el imaginario colectivo con este partido conservador, regionalista, católico a ultranza y con un punto de xenofobia que sólo se presenta en Baviera y que siempre presta sus votos a la CDU democristiana en el Bundestag (Parlamento federal). A cambio, la CDU renuncia a concurrir a los comicios en Baviera. Esta hegemonía política resulta tan aplastante que, entre 1945 y 2013, la CSU sólo ha estado fuera del Gobierno regional durante tres años. El Ayuntamiento de Múnich, en algunos periodos en manos de los socialdemócratas (SPD) y de Los Verdes, aparece como la única excepción a este mapa monocolor.

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La tendencia no cambiará en las elecciones regionales del domingo, 15 de septiembre, ya que los sondeos auguran un 48% para la CSU frente a un 21% para el SPD y un 13% para Los Verdes. El resto de fuerzas políticas no superará el necesario 5% de los votos, salvo una Agrupación Libre de Electores que puede cosechar en torno al 8%. Granero privilegiado de votos para la derecha, la CSU puede significar un seguro de vida para la canciller Angela Merkel en las elecciones federales del 22 de septiembre si sus actuales socios liberales del FDP fracasan y no superan el listón del 5%.

El poderío resulta tan demoledor que los propios dirigentes de la CSU tienen que empujar a sus electores, durante estas semanas de campaña, a que acudan a las urnas porque el triunfo se da por descontado. “Sólo emociones. Contenidos cero”. Así resume la campaña de la CSU un cronista del periódico muniqués Süddeutsche Zeitung, de tendencia de centroizquierda. Entretanto, la oposición se desgañita en vano con sus propuestas y Los Verdes lamentan que sea muy difícil llegar a la gente. “Falta tensión política, confrontación”, señala Manfred Bachmayer, un cargo público ecologista citado por el mismo diario. Curiosamente, un miembro del aparato de la CSU, Rainer Kunkel, coincide en que hay mucha cartelería en la calle, pero poco debate. Pero su explicación del desinterés por la campaña electoral no tiene desperdicio: “Los programas ya están colgados en Internet”.

Está claro, pues, que la CSU ha encontrado una fórmula mágica que combina la revolución digital con las romerías campestres, los automóviles más veloces con los carruajes de las fiestas de la cerveza o las industrias químicas con las vacas pastando en las laderas de los Alpes. Imágenes idílicas de postal nunca perturbadas ni por casos de corrupción, muy frecuentes en la historia de la CSU; ni por una modernidad formal que nunca se traslada a las emociones ni a los votos. Con unas bajas tasas de paro y una economía que exporta a medio mundo a base de un envidiable I+D, el Estado Libre de Baviera, el land más extenso de Alemania y poblado por más de 12 millones de personas, no necesita ser independiente. A pesar de que fue un reino independiente entre 1802 y 1918 y de que sus habitantes defienden una cultura propia (incluido un dialecto alemán muy marcado), Baviera se da por satisfecha con su amplia autonomía dentro de un Estado federal. Y la CSU lleva más de medio siglo interpretando a la perfección ese sentimiento.

Desde el piso 21 de una de las torres de BMW, donde los directivos de una de las más grandes multinacionales de Alemania reciben a sus invitados en Múnich, se contempla un paisaje que abarca desde el cercano estadio olímpico, construido para los Juegos de 1972, hasta los bosques y las altas montañas de los Alpes pasando por campos bien cultivados, industrias de alta tecnología y una autopista de tres carriles en cada sentido. Baviera es una de las regiones más ricas de Alemania y, por tanto, de Europa a partir de una próspera economía tanto en la industria, como en la agricultura y los servicios.

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