Doreen Denstädt, la ecologista convertida en símbolo de integración en Alemania ante el auge ultra

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Doreen Denstädt llegó a su cargo de ministra de Integración de Turingia hace un año escaso. Le ha tocado estar al frente de una cartera cuyas responsabilidades son una papeleta en la coalición de izquierdistas, ecologistas y socialdemócratas que dirige Bodo Ramelow. Alemania se encuentra en una situación de crisis migratoria similar a la que vivió 2015 y 2016, años en los que llegaron algo más de un millón de demandantes de asilo, la mayoría procedentes desde la Siria en guerra.

Desde el ataque de Rusia a Ucrania, Alemania ha recibido del orden de un millón de ucranianos. A estos hay que sumar que el flujo de inmigrantes que solicitan asilo sigue siendo abundante. Sólo en 2023, la cifra de demandas se situaba en unas 350.000. La Oficina Federal para la Inmigración y los Refugiados cifra el número exacto en 351.915.

En 2023, Denstädt ha visto crecer el número de demandas de asilo en Turingia hasta alcanzar las casi 9.000. Es prácticamente el doble de solicitudes registradas en 2021, antes de que comenzara la llegada de ciudadanos ucranianos. Denstädt reconoce a infoLibre que la situación en su land es difícil. “Turingia es una región muy rural y esto hace que tengamos menos estructuras que aquellos länder más urbanos y que tienen más redes donde apoyarse en materia de inmigración”, dice.

Hay otra dificultad. Turingia, desde que naciera el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD), se ha convertido en un bastión para esta formación ultra. Es una de esa regionales alemanas donde AfD es particularmente fuerte, y más radical. También en Sajonia y Brandenburgo. En esos tres länder, AfD acapara prácticamente un tercio de la intención de voto. Y el próximo mes de septiembre hay elecciones.

Según da a entender Denstädt, este ambiente tiene un particular impacto a la hora de desarrollar políticas de integración. “La integración no es un camino que va en una dirección, también la sociedad que recibe a esa persona que se quiere integrar tiene que mandarle una señal. La sociedad tiene que mandar esas señales para integrar, y esto en Turingia es muy difícil porque hay gente con reservas contra aquello que ven diferente”, expone Denstädt.

“Eso hace que algunas cosas sean difíciles. Aunque por otro lado hay iniciativas que están haciendo muy bien muchas cosas, con muy buenas ideas”, abunda, aludiendo a numerosos proyectos de integración que han movilizado a sociedad civil, empresas e instituciones.

Uno de los últimos problemas con los que ha tenido que lidiar Denstädt es la iniciativa que han puesto en marcha en el distrito de Turingia de Saaale-Orla-Kreis, en el que viven 80.000 personas. Saaale-Orla-Kreis abarca casi 60 poblaciones entre ciudades y municipios. El jefe de ese distrito desde enero es Christian Herrgott, político de la Unión Demócrata Cristiana (CDU). Él y su equipo han decidido aplicar de una manera nunca vista en Alemania la conocida como Ley de Prestaciones a los Solicitantes de Asilo.

¿Los refugiados no quieren trabajar? “Una narrativa que no se corresponde con la realidad”

Dicha ley establece que se pueda obligar a los demandantes de asilo y refugiados que puedan trabajar a desarrollar actividades al servicio de la comunidad. La remuneración –“compensación”, mejor dicho– es de 80 céntimos la hora. Desde 2016 se puede dar trabajo a los demandantes de asilo y refugiados a cambio de esa indemnización. Autoridades locales han podido hacer uso de esa norma, pero, según han explicado en el despacho de Herrgott, nunca se hizo para desarrollar trabajos fuera de los centros de acogida. Herrgott ha estado en el centro de las críticas en Alemania por su particular interpretación de la ley.

Su iniciativa contribuye a que aumenten las dificultades que existen en Turingia a efectos de inmigración, opina Denstädt.

“Ahora tenemos de nuevo la discusión de que los refugiados son gente que no quiere trabajar, que se aprovechan del sistema social y esas cosas. Es una narrativa que no se corresponde con la realidad”, dice la ministra de Integración de Turingia.

“La mayoría de la gente que viene a Alemania son gente que quiere trabajar. Son gente que quiere hasta ser más libre aquí, porque ganar dinero propio es algo que tiene mucho que ver con la libertad de cada cual”, expone.

Para ella, en Saale-Orla-Kreis, Herrgott y compañía tendrían que haber “comunicado de otra manera” su iniciativa. Entre otras cosas, porque la Ley de Prestaciones a los Solicitantes de Asilo establece una cuestión espinosa por motivos históricos en Alemania y que no es otra que la de la realización obligada de trabajos. Los refugiados seleccionados para las tareas pueden oponerse a realizarlas, pero de ocurrir eso son sancionados con recortes en las prestaciones que reciben.

Cuando el discurso político se orienta a la derecha, la gente votará a la extrema derecha”

“En Alemania tenemos una responsabilidad histórica. Cuando se empieza a forzar a la gente a trabajar aquí, eso recuerda a aquellos años de la historia en la que todo nos fue mal”, comenta Denstädt, aludiendo a los trabajos forzosos de los regímenes totalitarios que sufrió Alemania en el siglo pasado. “Esto es el gran problema que yo veo”, abunda la ministra de Turingia. Tanto la Alemania nazi como la Alemania comunista practicaron los castigos de trabajos forzosos.

En la Alemania contemporánea preocupa ahora otro extremismo interno: el de AfD. No en vano, el partido de ultraderecha está siendo vigilado por los servicios de inteligencia de los ministerios del Interior de varios Estados federados. A nivel nacional, AfD lucha actualmente en los tribunales para evitar esa vigilancia.

Denstädt es de las que en Alemania han alertado de que “cuando el discurso político se orienta a la derecha, la gente, como no es tonta, votará a la extrema derecha”. Lo dice en una clara referencia a las políticas y discursos escuchados estos días en Saale-Orla-Kreis. “La situación es difícil en Turingia. Resulta difícil mantener la democracia ahí donde debe estar”, comenta la ministra de Integración de Ramelow.

Las encuestas son encuestas y luego la gente vota otra cosa”

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Las encuestas que se han hecho sobre la intención de voto en Turingia son para ella y el resto de partidos tradicionales, cuanto menos, preocupantes. El partido del presidente Ramelow, Die Linke, con un 15% de la intención de voto, apenas representa la mitad del 31% que se atribuye a AfD en Turingia. Los Verdes, el partido de Denstädt, se encuentra en un 5% en esos sondeos.

El Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) está en apenas un 6%, mientras que los liberales del FDP no superarían el 5% necesario para lograr representación en el parlamento regional de Turingia. SPD, Los Verdes y el FDP son los partidos de la coalición que dirige Olaf Scholz en el Gobierno federal. A la CDU se le atribuye un quinto de la intención de voto en Turingia.

Además, en Turingia, Die Linke acusa la creación de un nuevo partido de la mano de la otrora izquierdista Sahra Wagenknecht. Desde su partido ecologista, Denstädt intuye que ese partido puede suponer un cambio político en el este alemán de inciertos resultados. Hay encuestas que sitúan a los de Wagenknecht logrando hasta un 17% de los votos en Turingia. “No se puede saber muy bien qué pasará. Las encuestas no son más que encuestas y luego la gente vota otra cosa”, sostiene Denstädt.

Doreen Denstädt llegó a su cargo de ministra de Integración de Turingia hace un año escaso. Le ha tocado estar al frente de una cartera cuyas responsabilidades son una papeleta en la coalición de izquierdistas, ecologistas y socialdemócratas que dirige Bodo Ramelow. Alemania se encuentra en una situación de crisis migratoria similar a la que vivió 2015 y 2016, años en los que llegaron algo más de un millón de demandantes de asilo, la mayoría procedentes desde la Siria en guerra.

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