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Begoña Gómez cambia de estrategia en un caso con mil frentes abiertos que se van desinflando

Nadie quiere parar a Netanyahu: Israel cada vez más fuerte e impune tras 40.000 muertos en Gaza

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Justo hace un año, el 7 de octubre de 2023, cientos de milicianos de Hamás burlaban las hasta entonces impenetrables defensas de Israel y entraban en su territorio para perpetrar la mayor matanza vivida por el Estado judío en toda su historia. 815 civiles, la mayoría de ellos en un festival de música celebrado en las inmediaciones de la frontera con la Franja de Gaza, y más de 300 soldados israelíes fueron asesinados, a los cuales hay que sumar las 250 personas que fueron capturadas como rehenes. En un día murieron más israelíes que en toda la Segunda Intifada, la cual duró 4 años y era, hasta entonces, el conflicto que había causado más bajas a Tel Aviv desde 1988.

Tras ello, llegó la masacre. En un año más de 41.700 palestinos han muerto fruto de los bombardeos indiscriminados que Israel ha realizado a lo largo y ancho de toda la Franja de Gaza. De esos ataques, muchos de ellos han sido contra escuelas, campos de refugiados u hospitales, lo cual ha causado un desastre humanitario de proporciones dantescas y ha golpeando especialmente a mujeres y niños.

Una ofensiva que no se ha detenido en Gaza y que, en las últimas semanas se ha trasladado a Líbano. Todo comenzó con la detonación de los ‘buscas’ de los miembros de Hezbolá, lo cual causó cientos de heridos y más de 30 muertos a la milicia chií libanesa aliada de Irán. Después de eso, llegaría el asesinato de la práctica totalidad de la cúpula política y militar de Hezbolá, incluyendo el de su carismático líder, Hasán Nasrala, y la invasión terrestre que aún continúa a día de hoy. En este año de luchas entre Israel y la milicia libanesa más de 2.000 personas han muerto a causa del conflicto.

Con todo, la ofensiva israelí en la zona no sólo deja un dramático balance de muertos, sino también unos cambios geopolíticos en la región que podrían redibujar el mapa de Oriente Medio para las próximas décadas. “Un año después del 7 de octubre se mantiene el equilibrio de fuerzas en la zona, pero se han acelerado tendencias que se venían viendo en los últimos años”, opina Álvaro de Argüelles, analista de El Orden Mundial y doctorando en Estudios Árabes e Islámicos por la Universidad Autónoma de Madrid.

Para él, el momento clave en este año de guerra es el ataque de Irán a Israel de abril en respuesta al bombardeo de su consulado en Damasco, en el que murieron varios miembros de la Guardia Revolucionaria. En ese momento se vio un cambio en los bandos tradicionales del conflicto palestino-israelí: a Irán y a su llamado eje de resistencia, compuesto entre otros por Hamás, Hezbolá y los hutíes en Yemén, ya no sólo se enfrentaban Israel, Estados Unidos y los países occidentales, sino también una nueva colación formada por diferentes países árabes que se unían para defender al Estado judío. "Jordania, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí contribuyeron con información a ayudar a Israel, algo que es muy significativo y que va en línea con el acercamiento de estos países a Tel Aviv fruto de los Acuerdos de Abraham”, enfatiza De Argüelles.

Una visión que matiza Luz Gómez García, catedrática de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid, la cual cree que este año de guerra sí ha logrado poner la causa palestina, de nuevo, en el centro de la agenda en un momento en el que parecía estar diluyéndose. Esto último, sobre todo, es atribuible a los países del entorno, que combinan un apoyo social de base muy grande hacia la causa del pueblo palestino con unos gobiernos que miran hacia otro lado. “La retórica de los países árabes con respecto a la causa siempre ha sido vacía, los palestinos han estado muy solos en cuanto al apoyo institucional”, comenta la experta.

Una opinión que secunda Itxaso Rodríguez, coordinadora del área sobre Medio Oriente y Magreb de la Fundación Alternativas: “La gran mayoría de países árabes han instrumentalizado la causa palestina para ganar popularidad entre sus ciudadanos y otros pueblos. Sí que han aportado ayuda humanitaria cuando era necesario, y con ello han puesto énfasis en la idea de ’solidaridad’, pero no lo han acompañado de acciones políticas”.

Aun así, Gómez García sí cree que después de todo lo sucedido tras el 7 de octubre hay algunas posiciones en el mundo árabe que han cambiado. Por ejemplo, recuerda cómo un país tan importante como Arabia Saudí ha pasado de estar a punto de normalizar relaciones con Israel (también como parte de los Acuerdos de Abraham), a exigir la solución de dos Estados para Palestina como condición ineludible para sentarse a negociar. 

La impunidad de Israel

Sumado a la inacción de los países árabes, a Israel nunca le ha faltado el apoyo de sus aliados occidentales. Ni las decenas de miles de gazatíes muertos ni las imágenes de destrucción han hecho que Occidente deje de financiar y vender armas a Israel y, pese a algunos países críticos y al reconocimiento de Palestina por parte de España y otros Estados europeos, el apoyo a Israel ha sido masivo. Una coyuntura que no parece que vaya a cambiar con las elecciones estadounidenses, donde ambas candidaturas coinciden en la protección a Israel y con una Unión Europea profundamente dividida sobre la causa y sin poder articular una posición común fuerte.

“EEUU es claramente parte implicada en el conflicto y por eso la UE tendría que tener un papel de mediador que no está ejerciendo. Me preocupa mucho esa inacción en todo el último año, lo cual demuestra que Europa no ha sabido desarrollar una política exterior fuerte. El fin del conflicto es algo que nos conviene primero por nuestra seguridad, al final estamos muy cerca, mucho más que EEUU, y segundo porque nos beneficia ser la bisagra que ponga un poco de reflexión. Si eliminamos la interlocución poniéndonos de una parte, nunca podremos tener la paz”, reflexiona Lola Bañón, periodista con amplia experiencia en la cobertura de conflictos en Oriente Medio.

Tampoco las instituciones internacionales, muy dependientes de la voluntad de los Estados, han logrado pararle los pies a Israel. Ni la orden de la Corte Internacional de Justicia de detener los ataques a Rafah, ni el plan de paz aprobado por el Consejo de Seguridad de la ONU, ni las peticiones de alto el fuego de ese mismo organismo, ni tan siquiera el procesamiento de la cúpula del Gobierno israelí han detenido a Netanyahu. Todo ello pone en entredicho la fuerza de la comunidad internacional, que no es la primera vez que fracasa al intentar imponer a Israel sus dictámenes. Ya antes de invadir Gaza, el Estado judío ignoraba continuamente los dictámenes de la ONU con la colonización de Cisjordania, una zona que la comunidad internacional reserva para el Estado palestino, y con otros asesinatos de civiles que Israel ha realizado, entre otras ocasiones, durante las intifadas o las pasadas guerras contra los países árabes.

La destrucción de las ideas

Volviendo al terreno geopolítico, los expertos coinciden en señalar como este año de guerra ha logrado debilitar progresivamente el eje de resistencia iraní. “Tel Aviv ha logrado desactivar las dos amenazas que más peligro le suponían para su integridad territorial, Hezbolá y Hamás, además de cerrar el corredor de Philadelphia, clave para sus suministros”, explica De Argüelles. A ello hay que sumar como otros dos actores principales de este eje se han puesto de perfil. Por una parte las milicias chiíes iraquíes, muy debilitadas por la presencia de EEUU en el país, y la Siria de Bashar al-Ásad, más interesada en evitar sanciones que en entrar en conflicto con Israel.

Sin embargo, es muy distinto terminar con la vida de los dirigentes de la organización y con muchos de sus integrantes a eliminar algo que subyace a todos ellos: la ideología. “Puede que destruyendo a la cúpula de Hamás y Hezbolá Israel gane un poco de tiempo en el corto plazo, pero toda la destrucción y muertes que están causando están plantando la semilla para una nueva generación que continúe con las ideas de ambos grupos terroristas. Esa ideología que subyace es imposible de aniquilar por la fuerza porque canaliza el sufrimiento de los palestinos”, explica Bañón, que recuerda como Israel ya asesinó en el pasado a los dirigentes de Hamás y Hezbolá sin poder evitar su resurgimiento.

Algo más de impacto sí puede tener la batalla contra el gran patrocinador de Hamás y Hezbolá, Irán. Por ahora, el país de los ayatolás sólo ha respondido con ataques más o menos controlados que no han terminado que dañar a Israel, pero esto podría cambiar. “La situación es muy incierta, Irán no ha manifestado todo su potencial bélico”, advierte Bañón. Algo que se puede explicar por los conflictos internos de Irán, que vive en la incertidumbre de la sucesión del ayatolá Alí Jamenei, de 85 años y sin un relevo claro, y de un creciente descontento en la población. “Irán quiere centrarse en su situación doméstica, extremadamente convulsa, sin caer en la trampa israelí de una guerra que sólo beneficie a Tel Aviv”, enfatiza Domínguez.

A Netanyahu le funciona la huida hacia delante

A diferencia de los iraníes, si a alguien le ha beneficiado el conflicto es al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Cercado por casos de corrupción y por las protestas en las calles por su polémica reforma judicial, el hombre que ha marcado la política israelí en este siglo parecía abocarse a su crepúsculo justo antes del ataque del 7 de octubre. Pero pese al desastre de inteligencia, al descontento social por la gestión de los rehenes y al descalabro en las encuestas durante los primeros meses de la invasión, Netanyahu ha logrado repuntar su popularidad e incluso algunos sondeos recientes señalan que su partido, Likud podría volver a ganar las elecciones.

“Cuanto más tiempo pase del 7 de octubre, menos se va a hablar del fallo de inteligencia y de la liberación de los rehenes. Lo mismo sucede con la ocupación de Gaza. Ahora, con la invasión de Líbano, parece que nadie se acuerda de que Netanyahu no tiene un plan claro de salida”, afirma De Argüelles, que enfatiza como todo ello beneficia al primer ministro.

Por otra parte, tampoco existe un horizonte claro para que Netanyahu sea juzgado por los crímenes de guerra perpetrados en Gaza. Domínguez piensa que no será procesado, al menos por una corte internacional, pero es reacia a creer que la invasión solo dependa de intereses personales: “Veo los ataques como una continuidad inevitable a las acciones de Israel como régimen colonial. Esta no es una guerra de Netanyahu y de su gobierno ‘extremista’, es una guerra de Israel en su conjunto, y sólo hace falta echar un vistazo a las encuestas de opinión”.

Justo hace un año, el 7 de octubre de 2023, cientos de milicianos de Hamás burlaban las hasta entonces impenetrables defensas de Israel y entraban en su territorio para perpetrar la mayor matanza vivida por el Estado judío en toda su historia. 815 civiles, la mayoría de ellos en un festival de música celebrado en las inmediaciones de la frontera con la Franja de Gaza, y más de 300 soldados israelíes fueron asesinados, a los cuales hay que sumar las 250 personas que fueron capturadas como rehenes. En un día murieron más israelíes que en toda la Segunda Intifada, la cual duró 4 años y era, hasta entonces, el conflicto que había causado más bajas a Tel Aviv desde 1988.

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