La izquierda europea busca líderes y proyecto

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Ibon Uría

La renuncia este miércoles del socialdemócrata Matteo Renzi, primer ministro de Italia, ha sumido al país de nuevo en la incertidumbre política y ha debilitado notablemente a uno de los (pocos) líderes que le quedan a la izquierda europea. Renzi, ahora en funciones, sufrió un duro varapalo el pasado domingo al perder el referéndum de la reforma constitucional –el resultado fue de un 59% de noes frente a un 40% de síes, con una participación elevada, que rozó casi el 70%–, aunque no se descarta que pelee por encabezar el Ejecutivo italiano nuevamente en el futuro.

Italia atraviesa una situación de impasse a la espera de ver si el presidente de la república, Sergio Matarella, pide a Renzi que continúe en funciones más allá de la aprobación de los presupuestos, nombra un nuevo primer ministro para un Gobierno de transición hasta las elecciones previstas para 2018 o si convoca comicios en 2017. Para que eso fuera posible, el Tribunal Constitucional debería establecer antes que ley electoral es válida, toda vez que la que rige para el Senado fue declarada inconstitucional en 2013 y la que regula la elección de diputados está también pendiente de una decisión judicial.

El golpe sufrido por Renzi al ver rechazada su reforma constitucional complica a su partido el resultado en las próximas elecciones y, desde luego, no es la única mala noticia para la socialdemocracia europea. En 2017 se celebrarán elecciones en Francia –las presidenciales entre el 23 de abril y el 7 de mayo, las legislativas entre el 11 y el 18 de junio, y los comicios al Senado en septiembre– y Alemania –donde la cita con las urnas aún no tiene fecha, aunque será antes de finalizar octubre–, y ambos escenarios se presentan complicados para la izquierda.

Problemas en toda Europa

En Francia, Hollande será el primer presidente de la V república que no intente repetir. Quizá porque sabe que las encuestas lo señalan como el inquilino del Elíseo más impopular en casi medio siglo. Su hasta ahora primer ministro, Manuel Valls, se perfila como preferido en las primarias del PS. Valls representa la socialdemocracia más alejada de la izquierda y ha sido un gran valedor, por ejemplo, de una reforma laboral inspirada en la española, muy contestada en las calles y tachada de "liberal" por sus detractores. Las encuestas apuntan que no pasará de la primera vuelta, y que la derecha y el Frente Nacional se disputarán la Presidencia.

No pintan mucho mejor las cosas en Alemania, donde el SPD atraviesa sus horas más bajas tras años de gran coalición con la CDU de Merkel: los sondeos lo sitúan en el entorno del 20% de los votos y el partido ni siquiera tiene un candidato claro, aunque suenan Sigmar Gabriel –vicecanciller de Merkel y líder del SPD– y Martin Schulz –presidente del Parlamento Europeo hasta que anunció su marcha hace escasas dos semanas–. Los malos augurios para los socialdemócratas se repiten en Reino Unido, con un laborismo fracturado entre detractores y defensores de un Jeremy Corbyn que no despunta en las encuestas.

Tampoco atraviesan un buen momento los representantes de las posiciones a la izquierda de la socialdemocracia, como el primer ministro griego Alexis Tsipras, que tras imponerse en las elecciones de septiembre de 2015 por casi siete puntos a la derecha de Nueva Democracia, está ahora más de diez por detrás en las encuestas, que en los últimos meses señalan que más del 50% de los votantes tienen una imagen mala o muy mala del líder político que logró capitalizar el enorme malestar de la población por la interminable crisis de Grecia y las inflexibles políticas de austeridad.

Italia, Francia, Alemania, Reino Unido, Grecia... ¿Qué le ocurre a la izquierda europea? ¿Por qué los llamados a dar una respuesta alternativa a la crisis (Hollande, Tsipras) se desploman en los sondeos? ¿Por qué no convence ni el giro a la derecha de Valls ni el giro a la izquierda de Corbyn? infoLibre repasa la ausencia de liderazgos en la izquierda europea junto a la eurodiputada del PSOE Elena Valenciano; el coordinador de la Secretaría Internacional de Podemos, Pablo Bustinduy; Marina Albiol, eurodiputada de IU; y Diego López Garrido, ex secretario de Estado para la UE (2008-2011) y ahora patrono de la Fundación Alternativas.

¿Sin líderes o sin proyecto?

Para López Garrido, economista y catedrático de Derecho Constitucional ahora alejado de la política, "se han resentido los liderazgos porque no hay una verdadera alternativa política". Valenciano, cabeza de lista del PSOE en las europeas de 2014, también cree que la socialdemocracia "no ha conseguido elaborar políticas justas" y que esa es su principal debilidad, no la falta de dirigentes. Albiol, de IU, dice compartir "sólo en parte" el diagnóstico de que la izquierda no tiene líderes: "Sí que los tenemos. Ahí están Alberto [Garzón], Pablo [Iglesias] o Mélenchon en Francia. Lo que ocurre es que todavía no tienen proyección europea".

Más allá del factor personal, preguntados por el proyecto de la izquierda para Europa, aparecen elementos comunes en todos los diagnósticos. Bustinduy, diputado y portavoz de Exteriores de Podemos, resume así lo ocurrido en los últimos años: "El sistema de partidos que en muchos países europeos venía de la II Guerra Mundial ha colapsado. En ese sistema había dos grandes partidos, uno socialdemócrata y otro democristiano o conservador, y se basaba en la alternancia. Cuando se impusieron las políticas de austeridad, socialdemócratas y democristianos pasaron a aplicar las mismas políticas, y los electores buscaron en otros sitios".

"El origen del problema está en que en los años previos a la crisis se impuso una subida de la deuda y no de los impuestos para pagar el Estado de bienestar –dice López Garrido–. Cuando llegó la crisis, Europa se dividió entre acreedores con gobiernos de derecha y deudores con gobiernos de izquierda, y los mercados controlaron a estos últimos. La izquierda no podía hacer mucho más". "Las decisiones que se han tomado durante la crisis han dañado al electorado de la socialdemocracia, los trabajadores y las clases medias. Tenemos que encontrar una forma de combatir la desigualdad y resarcir a quienes más han sufrido", admite Valenciano.

López Garrido comenta que en un primer momento es hasta cierto punto comprensible que "la trampa de la deuda" dejase "inertes" a los gobiernos, pero no se explica por qué la socialdemocracia no ha sabido elegir "caballos de batalla" efectivos para el combate ideológico superado el shock inicial. "¿Cómo es posible, por ejemplo, que no haya fijado su atención sobre los paraísos fiscales? En un momento en el que hace falta recaudar para no degradar el Estado de bienestar, ¿por qué no se toman en serio ese asunto?", se pregunta el exdirigente socialista y autor de un libro precisamente sobre los paraísos fiscales.

Si los propios socialdemócratas admiten estar sumidos en la búsqueda de un proyecto que les permita escapar de las políticas de austeridad y recuperar la credibilidad perdida, la izquierda a su izquierda no es más amable en su diagnóstico. Marina Albiol cree que los socialdemócratas han "perdido sus valores en todos los sentidos" y que han "girado a la derecha para luchar contra le extrema derecha", mientras que Pablo Bustinduy afirma que la socialdemocracia "sufre una contradicción interna en toda Europa" y que el "papel de cara amable de la austeridad" que han encarnado dirigentes como Hollande simplemente "no funciona".

La izquierda alternativa

Mientras tanto, las fuerzas como Podemos o IU están inmersas en la construcción de su proyecto europeo. "Estamos en ello –comenta Albiol–, trabajando en intentar aglutinar fuerzas. Ahí están iniciativas como el Plan B, la propuesta de Varufakis [el exministro griego de Finanzas]...". "Ciertamente, no creo que todo el diagnóstico tenga que ser pesimista –añade Bustinduy–. Lo que ha representado Podemos, por ejemplo, es un símbolo de cómo articular una respuesta ante la pérdida de derechos. Ahí están también Corbyn y Sanders, que eran inimaginables hace poco y son una esperanza a medio plazo... Las elecciones europeas de 2019 serán clave".

Hasta entonces queda trabajo por hacer. El primer intento de una política radicalmente distinta a la línea de austeridad que ha reinado en Europa, la llegada al poder del primer ministro griego Alexis Tsipras, no resultó como algunos esperaban. Tras someter a referéndum una propuesta de tercer rescate al que los griegos dijeron nono, acabó por pactar con las instituciones un paquete de recortes aún más duro. "Grecia estaba muy sola. La lección es que no podemos dejar a un país sólo nunca más, que hace falta coordinación entre los distintos países y que la salida no puede ser unilateral. Somos europeístas, sólo que no de esta UE", dice Albiol.

A Valenciano no le sorprendió ese desenlace: "Era impensable que Grecia en solitario pudiera vencer al gigante de la lógica del mercado". Por eso cree que lo necesario es "abrir mucho el abanico" y "encontrar un proyecto común de todos los progresistas", lo suficientemente amplio como para sumar más fuerzas que las de la Europa conservadora. "Será difícil –augura–. La crisis nos pilló con una Europa a medio hacer, con instituciones sólo preparadas para tiempos de bonanza y porque no hay partidos paneuropeos. Pero el reto es más Europa: el problema con la crisis es que no ha habido suficiente Europa para combatirla", asegura.

Colaboración o enfrentamiento

Otros analistas apuntan más dificultades en la construcción de un gran proyecto progresista. Para López Garrido, "la socialdemocracia cree en Europa", mientras que otros partidos, "como IU", mantienen posiciones "antieuropeístas". "La socialdemocracia hace políticas constructivas, políticas pro, porque tiene cultura de Gobierno. En los últimos tiempos se ha visto mordida por populismos de izquierdas que se definen como anti-élites, anti-casta, anti-UE y que no aportan verdaderas soluciones. El problema es que el PS europeo no es un partido como tal, sino una coordinadora de partidos, pero no hay otra vía que más Europa", añade.

Desde los partidos de izquierda hay igualmente recelos hacia la posible colaboración con la socialdemocracia. Bustinduy advierte de que "si la sociademocracia insiste en adoptar un rumbo liberal, surgirán fórmulas alternativas". "De cómo resuelva ese debate dependerá su suerte. La vía Valls [la vía socio-liberal] conducirá a la socialdemocracia a la irrelevancia como alternativa, y surgirán sujetos alternativos que tendrán que atraer a los electores que tradicionalmente han tenido en la socialdemocracia su referencia. Dicho de otro modo, no se entiende el PASOK sin Syriza o el PSOE sin Podemos", dice.

A la inversa, prosigue el diputado del partido morado, "no se entiende por qué resiste el PS portugués sin tener en cuenta que ha formado un Gobierno de izquierdas". "Exacto –coincide Albiol–, Portugal demuestra que cuando la socialdemocracia prefiere pactar con la izquierda, a diferencia de lo que ha hecho en Alemania, con la gran coalición con Merkel, o en España, dejando gobernar al PP, se puede. Vemos como muy positivo el acuerdo del PCP [el partido comunista portugués] y el Bloco con los socialistas, porque hay un acuerdo en políticas para recuperar derechos".

El auge de la extrema derecha

En lo que todos coinciden es en la preocupación por la extrema derecha. Valenciano alerta de que si la izquierda no elabora una alternativa, dará oxígeno a "la extrema derecha populista". "La crisis económica ha consolidado una crisis política enorme: cuando la socialdemocracia pierde espacio las soluciones se alejan. Debemos responder a cómo crear trabajo y mantener el Estado de bienestar, cómo gobernar la globalización para la gente. Las respuestas antieuropeas y nacionalistas, de izquierdas o de derechas, no sirven: son defensivas, basadas en el miedo y te llevan a encerrarte... pero hoy en día el mundo te va a pasar por encima".

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Bustinduy comenta que al comienzo de la crisis económica "hubo un ciclo electoral progresista", que significó el auge de Syriza en Grecia, de la izquierda en Portugal o la aparición de Podemos. "Pero todo eso, quizá por la crisis griega y por cómo las instituciones europeas se afanaron en hacer fracasar cualquier respuesta alternativa a ella, ha dado paso a un ciclo conservador, con partidos como el SPO en Austria, AfD en Alemania...". "Está en juego –avisa– cómo se configura la contestación: si de forma progresista o de forma reaccionaria, que es lo que se está imponiendo y lo que podría culminar en las presidenciales francesas".

En cualquier caso, para el diputado del partido morado no todo es negativo: "No hay que ser del todo pesimistas: en los 90 se debilitaron los sindicatos, la socialdemocracia adoptó una deriva socioliberal y, en los últimos años, creo que hay algunos avances. Pensemos, por ejemplo, en cómo se ha articulado la campaña con el TTIP: se han reunido 3,5 millones de firmas en toda Europa, ha habido grandes movilizaciones y se ha articulado un frente incipiente con diversas organizaciones que puede llegar a ser poderoso para dar la batalla y no resignarse ante los avances de la extrema derecha", concluye.

López Garrido también ve señales para la esperanza: "Creo que la izquierda tiene que librarse de una camisa de fuerza que es la política de austeridad, y creo que ha empezado a encontrar su camino: ese tipo de políticas tienen cada vez más detractores. Creo que la Unión Europea empieza a virar de la austeridad a la inversión, y que las políticas socialdemócratas tienen que ir por ahí, por las salidas keynesianas". Valenciano tampoco ve todo perdido, y recuerda que incluso ahora, en sus horas más bajas, la socialdemocracia "gobierna en coalición siete países y es segunda fuerza". "Ahora toca construir una socialdemocracia para el siglo XXI", apunta.

La renuncia este miércoles del socialdemócrata Matteo Renzi, primer ministro de Italia, ha sumido al país de nuevo en la incertidumbre política y ha debilitado notablemente a uno de los (pocos) líderes que le quedan a la izquierda europea. Renzi, ahora en funciones, sufrió un duro varapalo el pasado domingo al perder el referéndum de la reforma constitucional –el resultado fue de un 59% de noes frente a un 40% de síes, con una participación elevada, que rozó casi el 70%–, aunque no se descarta que pelee por encabezar el Ejecutivo italiano nuevamente en el futuro.

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