El laborismo regresa catorce años después a Downing Street tras barrer del mapa a los 'tories'
El Partido Laborista ha logrado este jueves una aplastante victoria en las elecciones parlamentarias en Reino Unido. Según los resultados oficiales, los laboristas obtienen 412 diputados en la Cámara, con el 33,8% del voto (tan solo un 1,7% más que en la cita electoral de 2019). Keir Starmer se queda a escasos seis escaños del récord de 418 asientos obtenido en 1997 por Tony Blair. Se confirma también el pronosticado batacazo del Partido Conservador del ya exprimer ministro Rishi Sunak. Los tories conservan 121 escaños, 244 menos que en la pasada legislatura. Además, pierden 19,9 puntos porcentuales de voto, del que han obtenido un 23,7%.
El sistema electoral británico fist-past-the-post, por el que el candidato con más votos en cada circunscripción obtiene el escaño en disputa, ha favorecido a la distribución del voto laborista, permitiéndole afianzar una amplia mayoría absoluta (a partir de los 326 diputados) con la que gobernar cómodamente.
Como tercera fuerza se dispara el Partido Liberal Demócrata de Ed Davey, que, con el 12,2% del voto, logra 71 escaños, 63 más que en las últimas elecciones. En cuarto lugar se situaría el Partido Nacionalista Escocés de John Swinney, que, sumido en una profunda crisis tras varios cambios de liderazgo y con apenas un 2,5% del voto, pierde 37 asientos en la Cámara en favor de los laboristas, quedándose con 9.
Mientras que el Partido Unionista Democrático (DUP) disminuye su presencia parlamentaria en tres diputados, pasando de 8 a 5 (0,6% del voto), los Verdes consiguen tres nuevos asientos, consolidando 4 parlamentarios (6,8%). Por su parte, el partido nacionalista irlandés Sinn Feinn y la formación independentista galesa Plaid Cymru conservan los siete (0,7%) y cuatro (0,7%) diputados que tenían respectivamente. En cuanto al partido ultra de Nigel Farage, Reform UK, obtiene cinco escaños con el 14,3% del voto, logrando por primera vez representación en el Parlamento y superando por poco las previsiones de las últimas semanas.
"El pueblo británico ha votado para pasar página tras 14 años, pero no pretendamos que había algo inevitable en ello. No hay nada predestinado en política. Las victorias electorales no caen del cielo, se ganan con esfuerzo y se lucha por ellas. Esta solo podía ganarla un Partido Laborista cambiado", ha declarado Keir Starmer tras su victoria. "Dijimos que pondríamos fin al caos, y lo haremos. Dijimos que pasaríamos página, y lo hemos hecho. Hoy empezamos el siguiente capítulo. Comenzar el trabajo del cambio, la misión de renovación nacional, y empezar a reconstruir nuestro país. Gracias a todos", ha concluido.
Por su parte, Sunak ha reconocido de madrugada la victoria del Partido Laborista, felicitando a Starmer por su victoria. "Hoy el poder cambiará de manos de manera pacífica y ordenada, con buena voluntad de todas las partes. Esto es algo que debería darnos a todos confianza en la estabilidad y el futuro de nuestro país. El pueblo británico ha emitido esta noche un veredicto aleccionador", ha declarado. El expresidente ha reconocido que "hay mucho que aprender y reflexionar" y ha asumido "la responsabilidad del fracaso". Estas declaraciones han tenido lugar después de que consiguiera mantener su escaño en la Cámara de los Comunes por la circunscripción de Richmond y Allerton Norte, en una noche que ha calificado como "difícil".
Nombramiento de Starmer como primer ministro
Horas después, sobre el mediodía en Londres, el rey Carlos III nombraba oficialmente a Starmer nuevo primer ministro de Reino Unido, tras una reunión en el Palacio de Buckingham que daba fin a la tradicional coreografía protocolaria de las elecciones generales. En primer lugar, desfilaba por palacio Sunak, que, en una comparecencia pública minutos antes de la definitiva derrota electoral de su formación, anunciaba su dimisión como líder de los tories. Más tarde, le llegaba el turno a Starmer, que se instalará en los próximos días en el número 10 de Downing Street, residencia oficial del primer ministro. Entre sus primeras tareas se encuentra la configuración de su futuro gabinete de gobierno, del que ya se conocen algunos nombres: Angela Rayner como viceprimera ministra y Rachel Reeves como titular de Economía, convirtiéndose en la primera mujer al frente de este ministerio.
En su primer discurso como primer ministro, el líder laborista ha celebrado que sus compatriotas hayan apostado por el cambio en estas elecciones, aunque sin dejar de reconocer que puede tardar en materializarse: "Un país no es como pulsar un interruptor". Starmer ha aprovechado para fijar ya algunos de sus objetivos políticos prioritarios: revivir el sistema sanitario, reducir la factura energética, modificar la política migratoria y "limpiar" las instituciones. "Nos hará falta tiempo, pero que no os quepa duda de que el cambio empezará inmediatamente y de que reconstruiremos Reino Unido", ha prometido.
¿Victoria laborista o derrota conservadora?
Change. El lema de la campaña del laborista Keir Starmer condensaba las escuetas esperanzas de un electorado británico que ha elegido dar carpetazo a los últimos catorce años de hegemonía conservadora. Serio, gris y moderado, pero de apariencia fiable y eficiente, Starmer ofrece un oportuno contrapunto a la incompetencia y el desastre conservadores. Según una encuesta reciente de YouGov, la mayoría de los británicos (68%) no tiene grandes esperanzas en las futuras políticas del nuevo primer ministro, aunque más de la mitad (35%) está dispuesta a concederle el beneficio de la duda. En el caso de los votantes laboristas habituales, si bien depositan en Starmer mayor confianza, un 41% tampoco es muy optimista respecto a la previsible gestión de su gobierno. Cambio quizá, pero pocas ilusiones.
¿Qué ofrece el nuevo gobierno de Starmer? En el plano económico, pocas novedades: hacer crecer la estancada economía británica manteniendo un estricto control de gastos y sin elevar los principales impuestos. En el terreno sanitario, reducir los tiempos de las listas de espera, ampliando las citas a noches y fines de semana. Starmer propone asimismo la creación de una empresa estatal de energía, la Great British Energy. Su apuesta por la educación pública se centra en la contratación de 6500 nuevos docentes, cifra que contrasta con los 13000 policías de barrio que promete para frenar la escalada de criminalidad en las calles. Resulta llamativo que el Partido "del Trabajo" ni siquiera sitúe el desempleo como un tema prioritario en su programa. Lo que no podía faltar es la inmigración. Starmer rechaza el plan Ruanda por su coste e ineficacia, pero no se aparta del discurso de la necesidad de un control riguroso de las fronteras y de la lucha contra las redes de tráfico de inmigrantes ilegales. Pocas propuestas concretas y ninguna muy radical.
Desde el momento que se postuló como líder del Partido Laborista, Starmer ha representado un giro hacia la “moderación”, distanciándose de las posturas más izquierdistas de su predecesor, Jeremy Corbyn, que ha logrado mantener su escaño. El desplazamiento de Starmer hacia posiciones conservadoras ha posibilitado atraer el voto de electores tradicionales de los tories, aglutinando una holgada mayoría que le ha concedido la victoria. Por el camino se han quedado propuestas, como la gratuidad de los estudios universitarios, y candidatos, empezando por el propio Corbyn. Con Starmer, el laborismo ha vencido como no hacía hace mucho tiempo. Sin embargo, ha sido a costa de abandonar su fuerza reivindicativa y su núcleo ideológico originales. Veremos qué resulta de todo ello.
Cuando le preguntaron a una Thatcher ya retirada cuál consideraba que había sido su mayor logro, la dama de hierro respondió: “Tony Blair y el Nuevo Laborismo. Hemos obligado a nuestros oponentes a cambiar sus puntos de vista”.
Sunak: crónica de una muerte política anunciada
El pasado 22 de mayo, el todavía primer ministro Rishi Sunak llamaba anticipadamente a las urnas para el 4 de julio, en una repentina maniobra que pillaba desprevenida a la sociedad británica, que no esperaba la convocatoria de legislativas hasta por lo menos otoño. Quiso marcarse un Pedro Sánchez, pero le ha salido mal. Bajo la lluvia y al ritmo de Things can only get better, himno de la exitosa campaña del laborista Tony Blair en el 97 que hizo sonar uno de los asistentes, el líder conservador remarcaba el carácter decisivo de estas elecciones: “Ahora es el momento de que Gran Bretaña elija su futuro. De que decidamos si queremos seguir construyendo sobre el progreso que hemos conseguido o arriesgarnos a volver al punto de partida, sin plan y sin certeza.”
Ya entonces el adelanto electoral no parecía favorecer precisamente las posibilidades de permanecer en el gobierno de los tories, que comenzaban la campaña electoral con una desventaja de 20 puntos en las encuestas respecto a sus principales competidores, el Partido Laborista. En una campaña conservadora marcada por el discurso del miedo, Sunak optaba por centrar su programa electoral en dos aspectos fundamentales: economía e inmigración. Por un lado, el primer ministro intentaba aferrarse a la última bajada de la inflación británica a niveles de 2021, el 2,3%, presumiendo de gestión económica y advirtiendo de los riesgos que supondría para estos datos una posible gestión laborista. Por otro, el candidato de los tories hacía del endurecimiento de las políticas migratorias, bajo el famoso lema stop the boats, una de las señas de identidad de sus promesas electorales. Siguiendo la estela de su polémico plan Ruanda, el líder conservador insistía en las medidas antiinmigración y de control fronterizo, dispuesto incluso a precipitar la salida de Reino Unido del “extranjero” Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH).
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A esto se suman una sucesión de tropiezos que han terminado de hundir las posibilidades de los tories, en una campaña que los propios medios británicos han calificado como la peor de la historia conservadora. Rico, privilegiado y desconectado de la realidad social son algunos de los calificativos más repetidos a la hora de definir el perfil político de Sunak, que, también es cierto, heredaba una situación económica y social catastróficas, así como el desprestigio derivado de una serie de escándalos y casos de corrupción en el seno de su partido. La permanente crisis de liderazgo, las consecuencias del Brexit, la gestión de la pandemia, la desastrosa propuesta económica de Liz Truss, casos como el Partygate o las apuestas sobre las elecciones… Todo ello ha lastrado el recorrido conservador de la última legislatura, encaminando a los tories al peor resultado electoral de su larga historia.
¿Cómo se completa la Cámara?
Las elecciones británicas no se agotan en la disputa entre conservadores y laboristas. Dos fuerzas se han aprovechado de la debacle conservadora. En primer lugar, el partido de extrema derecha Reform UK, antiguo Brexit Party, liderado por Nigel Farage, que entra ahora en el Parlamento. La formación populista ha sabido atraer a los votantes conservadores descontentos y situados en el espectro más radical de la derecha, haciéndose hueco por primera vez en la Cámara de los Comunes. Farage ha aprovechado la focalización del debate electoral en la política migratoria, acusando a los inmigrantes de ser la causa fundamental del creciente desempleo que tanto preocupa a la población británica. Además, ha sacado pecho por su protagonismo en la consecución del Brexit, una cuestión por la que los demás partidos han pasado de puntillas.
Uno de los grandes beneficiados del derrumbe conservador ha sido el Partido Liberal Demócrata de Ed Davey, que ha aumentado significativamente su presencia en la Cámara. Aunque en porcentaje de voto se sitúa por debajo del de la formación de Farage, los lib dems han sacado ventaja de la concentración de sus votantes en determinadas circunscripciones del próspero sur de Gran Bretaña, feudo tradicional de los tories. Davey presentó la campaña más llamativa de entre todos los candidatos. Haciendo puenting, animó al electorado a que, como él, probaran a hacer lo que nunca habían hecho: votarle. Le han hecho caso.