Macron calienta el debate sobre el papel de Europa en la nueva Guerra Fría

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La difícil gestión de la pandemia y la agresión militar de Rusia a Ucrania hizo que en Bruselas se oyera cada vez más la expresión “autonomía estratégica”. Pero más allá de evitar depender de terceros países, sobre todo cuando son autocracias, para sus bienes de primera necesidad civiles o militares, la Unión Europea nunca alcanzó un acuerdo interno sobre dónde debe ubicarse en el mundo. 21 de sus 27 Estados miembro (pronto 22 cuando entre Suecia) son miembros a la vez de la OTAN, lo que los coloca claramente de la mano de Estados Unidos. ¿Pero significa eso que no puede haber diferencias de enfoque y que los europeos deben seguir en cada aventura a los estadounidenses?

La historia muestra, con ejemplos como las diferencias entre gobiernos europeos ante el ataque de Estados Unidos contra Iraq en 2003, que no todos los gobiernos europeos siguen siempre la línea que marca la Casa Blanca. Pero en los grandes asuntos mundiales Bruselas va de la mano de Washington. Los acontecimientos de los últimos años están generando la idea de que el mundo va de nuevo a dos grandes bloques, uno liderado por Estados Unidos y otro por China. ¿Cuál es el papel de Europa en ese mundo futuro? ¿Debe ser el mismo que el de Estados Unidos o, como cree el presidente francés Emmanuel Macron, debe ser un tercer polo geopolítico?

El debate se silenció unos meses porque la guerra de Ucrania llevó a muchos países europeos, sobre todo los más cercanos a Rusia, a buscar el paraguas de seguridad estadounidense. Pero Macron pisó todos los callos en una entrevista concedida a varios medios mientras volaba de vuelta a París tras la visita de Semana Santa a Pekín.

Macron aboga, como es tradición en los presidentes franceses desde Charles De Gaulle en los años 50 y 60, porque Europa sea geopolíticamente independiente de Estados Unidos. Si el Brexit, al sacar a los británicos de la Unión Europea, facilita esa mirada, la ampliación de los años 2004 y 2007 hacia los antiguos países del Pacto de Varsovia la complica porque para ellos su seguridad frente a una Rusia que muestra tendencias expansionistas la garantiza Estados Unidos a través de la OTAN.

Macron no es el padre de la expresión “autonomía estratégica”, que en los últimos meses ha estado mucho en boca del Alto Representante Josep Borrell. Ya apareció en documentos comunitarios en 2013 y 2016, pero Macron le dio realce cuando en la Sorbona en 2017 dijo que en un mundo cada vez más complejo y amenazador, la Unión Europea debía procurarse los medios para afirmar su autonomía y mostrarse al mundo como una superpotencia. Si económica y comercialmente ya lo es, militarmente no porque la descoordinación del gasto militar de los gobiernos europeos hace que en sus Fuerzas Armadas haya redundancias e incompatibilidades.

Bruselas ha dicho en ocasiones que no es “gastar más sino gastar juntos”, metiendo el pie en el charco de una de las últimas competencias esenciales que guardan los Estados miembro tras ceder asuntos como las fronteras interiores o la moneda.

Aquella “autonomía estratégica” que defendía Macron en 2017 no fue a ninguna parte. La Alemania de Ángela Merkel hizo oídos sordos, los países del centro y el este del bloque vieron siempre la idea como una apuesta francesa que quitaba a Estados Unidos parte de su papel militar en Europa, escandinavos, holandeses o belgas vieron en Francia la tentación de dominar al bloque desde un asunto en el que claramente superaba a Alemania como es la Defensa.

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca hizo ver a los europeos que tal vez no podrían contar siempre con el Tío Sam y la pandemia les enseñó que dependían de China hasta para mascarillas y paracetamol. Pero ganó Joe Biden, Estados Unidos volvió a Europa y Putin atacó a Ucrania. Nadie en Bruselas se atreve a decir qué hubiera pasado con Ucrania sin la ayuda militar de Estados Unidos a pesar de que los europeos han roto tabúes para enviar armas a un país en guerra y para sostenerlo financieramente.

Un diplomático escandinavo confiesa que “si Putin llega a atacar con Trump en la Casa Blanca Ucrania hubiera caído en meses y los países vecinos hubieran temblado preguntándose si Estados Unidos cumpliría sus compromisos con la OTAN en caso de agresión rusa”. Pero el ambiente europeo desde el ataque ruso se asemeja en parte al de la Guerra Fría y la vuelta de Estados Unidos a Europa acabó por ahora con el concepto defendido por Macron.

Las críticas le llovieron en los últimos días. Si las autoridades comunitarias guardaron silencio al respecto (es llamativo que el presidente del Consejo Europeo Charles Michel le defendiera pero que Úrsula Von der Leyen no haya dicho nada al respecto), las críticas fueron severas desde varios gobiernos y por parte de algunos socios muy estrechos de Francia, como los conservadores alemanes.

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Los defensores en Bruselas de esa “autonomía estratégica”, en la política y en think tanks, creen que el concepto es compatible con cerrar filas con Washington.

Se trata de que Estados Unidos tenga un socio europeo más fuerte, algo que iría a la vez en beneficio de la OTAN. Pero para eso hace falta gastar mucho más en Defensa. Francia o Polonia lo harían, pero a otros (Alemania, España, Italia). Nuestro diplomático escandinavo hace una reflexión: “Quienes son contrarios a la participación de sus países en la OTAN deberían ser favorables a aumentar considerablemente el gasto en Defensa para no depender de Washington. Sin OTAN y sin Defensa propia los europeos seríamos vulnerables a Rusia”.

Este informe sirve como interesante lectura complementaria

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