"Está ampliamente aceptado el hecho de que los retrasos a la hora de emprender reestructuraciones de deuda son costosas para los gobiernos y para los inversores de buena fe". Quienes lo dicen no son unos cualquiera, ya que la frase se encuentra contenida en una carta que han dirigido al secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, los premios Nobel de Economía Joseph Stiglitz y Robert Solow, el ex primer ministro canadiense Paul Martin o el profesor de Ciencia Política y Economía en la Universidad de Yale John Roemer, entre otros.
En su misiva –fechada el pasado 25 de agosto–, los expertos piden a la organización que convoque un encuentro internacional para discutir posibles formas de regular las reestructuraciones de deuda dados los "hechos recientes" que han ocurrido en el mundo, en referencia a la suspensión de pagos en la que entró Argentina hace un mes tras no llegar a un acuerdo con sus acreedores. La ausencia de esta clase de mecanismos, señalan los firmantes de la carta, "llevó a la aparición de comportamientos especulativos desestabilizadores en los mercados internacionales de deuda".
En esta línea, Stiglitz, Solow y el resto de personalidades que suscriben la carta insisten en que "las crisis de deuda soberana pueden interrumpir los procesos de desarrollo de manera significativa", y hacen hincapié en la "laguna" que supone el hecho de que, mientras en la inmensa mayoría de países existen leyes de bancarrota para gestionar los impagos de deudas privadas, estos mecanismos brillen por su ausencia cuando se trata de deuda pública. "La necesidad de un nuevo comienzo es un asunto de eficiencia y equidad", señalan.
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No obstante, los firmantes no sólo ofrecen sus argumentos, sino que se apoyan en informes de organizaciones internacionales para apoyarlos. "La importancia de esta laguna, con sus serias repercusiones, ha sido reconocida repetidamente por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Internacional de Expertos en Reformas del Sistema Monetario y Financiero Internacional, elegida por el presidente de la Asamblea General de la ONU", asegura la carta, que también recuerda que las propias Naciones Unidas pidieron a los Estados "explorar mejores enfoques para la reestructuración de la deuda soberana".
De hecho, la Asamblea General de la ONU aprobó en 2010 la resolución 65/143, que reconoció la "necesidad urgente de lograr una mayor coherencia, gobernanza y cohesión de los sistemas monetario, financiero y comercial internacionales y la importancia de asegurar que sean abiertos, equitativos e inclusivos". A este documento también hace referencia la misiva, cuyos autores se apoyan en la afirmación de que "las Naciones Unidas, dadas su composición y legitimidad universales, ofrecen un foro singular y fundamental para examinar cuestiones económicas internacionales y sus efectos en el desarrollo" para hacer su petición.
"Los acontecimientos recientes han puesto de relieve los riesgos de no tener un mecanismo de reestructuración de la deuda soberana ordenada", remachan los firmantes, que aseguran que la ausencia de este tipo de regulaciones provocan inseguridad para los Estados y los inversores no especulativos. "Estos acontecimientos recientes y los posibles efectos adversos para la estabilidad económica, política y social a nivel mundial hacen que la convocatoria de una reunión de este tipo sea un asunto urgente".
"Está ampliamente aceptado el hecho de que los retrasos a la hora de emprender reestructuraciones de deuda son costosas para los gobiernos y para los inversores de buena fe". Quienes lo dicen no son unos cualquiera, ya que la frase se encuentra contenida en una carta que han dirigido al secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, los premios Nobel de Economía Joseph Stiglitz y Robert Solow, el ex primer ministro canadiense Paul Martin o el profesor de Ciencia Política y Economía en la Universidad de Yale John Roemer, entre otros.