Portugal es hoy un país “menos seguro y más pobre” que en 1974. Aquel año todavía no había amanecido en Lisboa cuando Celeste Caeiro, que regresaba a casa cargada de claveles, se dio de bruces en la rúa do Carmo con un grupo de militares. El dueño del restaurante en el que trabajaba había decido la víspera agasajar a sus clientes con claveles (cravos, en portugués) para celebrar el primer año de vida del establecimiento. Sin embargo, con las primeras noticias de la sublevación militar, el jefe de Celeste optó por no abrir el local. Poco después, ya en la calle, la ahora conocida como Celeste dos Cravos se topó con un militar que le pidió un cigarro. “No tengo; nunca he fumado”, respondió la mujer, que comenzó a entablar una conversación con el joven. “Miré para un lado y para otro, pero no había ninguna tienda abierta porque era muy temprano, así que le ofrecí un clavel”, rememora la mujer en una entrevista con Jornal de Notícias.Jornal de Notícias
El militar lo cogió y, como no tenía dónde ponerlo, lo metió en el fusil. fusilUn gesto que imitaron sus compañeros y que terminó por convertirse en el símbolo de una revolución que solo se había de cobrar la vida de cuatro personas, por disparos de la policía política.
Los ciudadanos habían puesto fin así, de forma pacífica, a un régimen político dictatorial y autoritario que se prolongó durante 48 años. Ahora, cuatro décadas después de aquella madrugada del 25 de abril de 1974, los portugueses creen que el país se encuentra mucho peor. Es lo que se desprende del sondeo reciente realizado por Cesop-Universidade Católica, para los medios de comunicación lusos Antena 1, RTP, Diário de Notícias y Jornal de Notícias. En concreto, el 53% de los ciudadanos estiman que la República es en estos momentos “menos segura que durante la dictadura” y, para el 62%, también más pobre. Casi la mitad de la población portuguesa percibe que “las condiciones de trabajo son peores” que las existentes antes de aquel 25 de abril. Para los consultados, los principales responsables de ese empeoramiento en las condiciones de vida tienen nombre y apellidos: Aníbal Cavaco Silva, primer ministro de 1985 a 1995 y actual presidente de la República, del Partido Social Demócrata (centro derecha); el socialista José Sócrates, ex primer ministro hasta 2011, cuando presentó su dimisión tras rechazar el Parlamento su plan de ajuste económico, y el expresidente y fundador del PS en el exilio Mario Soares. Por si fuera poco, la democracia que alumbró la Revolución de los Claveles no satisface ya al 83% de los portugueses.
La libertad que la sublevación militar –protagonizada por un grupúsculo de oficiales de baja graduación, el Movimiento de las Fuerzas Armadas–, traería al país se ha visto ensombrecida en estos 40 años por las sucesivas crisis económicas que ha encadenado Portugal, una situación que se vio agravada el mes de abril de 2011, cuando el país se vio abocado a pedir el rescate financiero a la Unión Europea y al Frente Monetario Internacional. Suponía el amargo colofón a una crisis generada por las fuertes tensiones internas, que forzaron la dimisión del primer ministro Sócrates, tras la imposición de sucesivos planes de recortes que asfixian el país. No es de extrañar por tanto que aquello que más recelo despierta a los portugueses sean los bancos (al 61%) y los grandes grupos económicos (49%).
"Estamos caminando hacia una dictadura", ahora de índole económico, señalaba recientemente a Efe Mario Soares, el que fue primer jefe del Gobierno luso elegido democráticamente. “La austeridad mata; la crisis está destrozando a Portugal”, señala. "Todo ha desaparecido en Portugal, lo vendieron todo y no se sabe ni para qué”.
La fiebre privatizadora a la que se refiere Soares ha ido acompañada de un aumento galopante de la tasa de paro, que en Portugal es actualmente del 15,3% –del 35% entre los menores de 25 años–, siete puntos superior a los niveles de desempleo registrados en 2008. Sin embargo, aquellos que todavía conservan su puesto de trabajo, son cada día un poco más pobres, por los sucesivos recortes y la presión impositiva creciente, en un país con el salario mínimo más bajo de la eurozona (565,83 euros mensuales). Asimismo, funcionarios y pensionistas son dos de los colectivos que más poder adquisitivo han perdido. En resumen, un panorama que no deja mucho margen para el optimismo entre los apenas 10 millones de habitantes que ven cómo el país se descapitaliza por momentos, con la incesante fuga de cerebros en busca de una vida mejor fuera de la República.
Este viernes no hay motivos para la celebración, creen algunos. Por esa razón, la Asociación 25 de Abril, que agrupa a militares que participaron en la sublevación contra la dictadura, no van a participar en los actos conmemorativos y han hecho un llamamiento a la “movilización” para “expulsar a los mercaderes del templo”, en alusión al Gobierno de Passos Coelho y al presidente. “Con las armas de la democracia, hay que echarles, mostrarles la cartulina roja. No pueden continuar estos desmanes y esta trágica acción del Gobierno actual”, defiende Vasco Lourenço, el coronel que preside la Asociación 25 de Abril, en el diario portugués Público.
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“La creciente desigualdad, que hace que los que más tienen acumulen cada vez más riqueza y que empobrece a los más desfavorecidos, ha convertido a nuestra sociedad en un polvorín, cuyo estallido solo se puede controlar con la instauración de una dictadura opresora, que haga desaparecer las libertades más elementales”, prosigue.
Por ello, para no dilapidar el legado “libertador” que supuso la Revolución de los Claveles, la Asociación 25 de Abril propone un pacto de estado con cinco ejes fundamentales: mantener el Estado del bienestar, la erradicación de la pobreza, alcanzar un pacto por la educación, poner en marcha un plan de empleo que permita el regreso de los exiliados y lograr una mayor celeridad de la justicia. Aunque, sobre todo, “es necesario vencer el miedo”, sostiene Lourenço. “La gente tiene miedo, a perder el empleo, a quedarse sin pensión. Estos tipos han conseguido meterles el miedo en el cuerpo".tipos
Fe de errores: en la versión inicial de este artículo, publicado el 25 de abril de 2014, se decía por error que Aníbal Cavaco Silva es socialdemócrata, cuando en realidad milita en la centroderecha portuguesa, en el llamado Partido Social Demócrata.
Portugal es hoy un país “menos seguro y más pobre” que en 1974. Aquel año todavía no había amanecido en Lisboa cuando Celeste Caeiro, que regresaba a casa cargada de claveles, se dio de bruces en la rúa do Carmo con un grupo de militares. El dueño del restaurante en el que trabajaba había decido la víspera agasajar a sus clientes con claveles (cravos, en portugués) para celebrar el primer año de vida del establecimiento. Sin embargo, con las primeras noticias de la sublevación militar, el jefe de Celeste optó por no abrir el local. Poco después, ya en la calle, la ahora conocida como Celeste dos Cravos se topó con un militar que le pidió un cigarro. “No tengo; nunca he fumado”, respondió la mujer, que comenzó a entablar una conversación con el joven. “Miré para un lado y para otro, pero no había ninguna tienda abierta porque era muy temprano, así que le ofrecí un clavel”, rememora la mujer en una entrevista con Jornal de Notícias.Jornal de Notícias