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Por qué Rusia comete en Ucrania los mismos errores que la URSS en Afganistán

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Olivier Roy (Orient XXI)

No soy un experto militar, pero seguí de cerca el comportamiento del ejército soviético en Afganistán en la década de los 80. Este ejército no sabía luchar y padecía evidentes problemas estructurales. Observé la primera guerra de Chechenia (1994-1996) desde una distancia algo mayor (desde Bakú y Asia Central), y encontré los mismos problemas que explican la derrota de las tropas rusas por los combatientes chechenos.

La llegada al poder de Vladímir Putin como primer ministro (1999) y luego como presidente pareció cambiar las cosas. La segunda guerra de Chechenia fue una victoria rusa (pero derrotar a un país de 600.000 personas cuando hay 140 millones no es a priori una tarea imposible). Parecía claro que Putin y su equipo habían aprendido las lecciones de las derrotas anteriores y habían puesto en marcha una audaz política de reformas militares a todos los niveles: tecnológico, por supuesto, pero sobre todo en lo que respecta a la estructura y la formación.

El ejército fue "reducido" en todos los sentidos de la palabra (hubo una clara reducción de la cintura de los oficiales superiores). Se profesionalizó; se ascendió a los jóvenes oficiales que "lo querían". La formación también parece haber mejorado, así como las condiciones de vida cotidiana de los soldados. Se dice que la corrupción ha disminuido considerablemente. El estatus social de los oficiales se vio reforzado por las campañas de promoción del pasado militar tanto de Rusia como de la Unión Soviética, fundidas en la misma glorificación de un imperio seguro de sí mismo. Las operaciones en Georgia y Siria permitieron perfeccionar la doctrina y probar el nuevo ejército y las nuevas técnicas de guerra en combate real. Y, sin embargo, observando lo que está ocurriendo en Ucrania, veo fallos estructurales similares. Me limitaré a mi propia experiencia y no pretendo que sea exhaustiva, pero he aquí algunas características que parecen persistir y que explican por qué el uso de los bombardeos indiscriminados es una precipitación.

Falta de espíritu de cuerpo

Las tropas en retirada dejan atrás a sus muertos. Esto es comprensible cuando te aplasta un repentino ataque masivo del enemigo, pero ni los ucranianos ni los afganos están por la labor de combatir en masa, ya sea con infantería o con artillería. Una unidad que deja a sus muertos en la estacada revela una ausencia de espíritu de cuerpo, una mentalidad de sálvese quien pueda o, quién sabe, una especie de indiferencia, un fatalismo.

Los peligros del merodeo

Los soldados merodean: saquean tiendas y roban pollos (en Afganistán también saquearon huertos, lo que obviamente aún no es posible en el invierno ucraniano). Esto, por supuesto, indica un gran problema con los suministros, y un soldado hambriento lucha mal. Pero va más allá. Cuando merodeas, rompes filas, vas con dos o tres amigos, y entonces te emboscan fácilmente; la mayoría de los prisioneros soviéticos que conocí en Afganistán fueron atrapados así. Y luego, cuando robas pollos, tienes que pensar en cómo los vas a preparar: desplumarlos, encender un fuego, esperar las brasas y, en general, abrir una botella de vodka para que pase. No es realmente el mejor dispositivo contra un oponente móvil y decidido que conoce el terreno, y que a veces ha estado observándote durante unas horas. Todo esto parece trivial, pero la guerra es también una historia de simples soldados.

El reino del "sálvese quien pueda"

Las unidades blindadas se encuentran aisladas y sin apoyo aéreo. Esta fue mi mayor sorpresa en Afganistán, y lo mismo ocurre en Ucrania. A plena luz del día, bajo cielos perfectamente despejados, una patrulla de tanques y vehículos blindados queda inmovilizada, normalmente porque uno de los vehículos se ha averiado -el mal mantenimiento parece ser otro problema estructural-. Esto lo convierte en un blanco fácil para un pequeño grupo de guerrilleros o soldados con armas antitanque. Pero este grupo también es vulnerable, no siempre está bien equipado y además se mueve a plena vista (ni Afganistán ni Ucrania son países selváticos). Los rusos tienen el control de los cielos; sus helicópteros blindados M-24 son muy eficaces, y es raro que los atacantes dispongan de misiles antiaéreos. En todos los relatos de las guerras americanas y francesas, el apoyo aéreo llega en una hora, a menos que las condiciones meteorológicas no lo permitan. Con los rusos, nada, lo que significa varias horas o nunca. No es una cuestión de aviones disponibles: los tienen. Ciertamente, hay un problema de comunicación, pero quizás algo más profundo, que encontramos con la falta de recogida de los muertos: la indiferencia por la suerte de los demás soldados. Sálvese quien pueda.

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En las conversaciones con exsoldados, siempre se escucha la misma historia: el distanciamiento entre la tropa y la oficialidad. Los soldados se organizan entre ellos y tienen su propia cultura (incluida una tradición de novatadas muy violentas) que no es una cultura de guerra, sino de supervivencia. Esta falta de vinculación había sido identificada por los propios soviéticos: en 1972 se creó el rango de praporshchik para servir de enlace entre la tropa y el cuerpo de oficiales, pero se confiere a un soldado de alto rango. Parece que no hay un vínculo tan fuerte entre el sargento inglés o el teniente francés y la tropa.

Olivier Roy es filósofo y politólogo. Es especialista en el islam y Afganistán. Actualmente es profesor en el Instituto de Ciencias Políticas de París. 

Texto en francés aquí.

No soy un experto militar, pero seguí de cerca el comportamiento del ejército soviético en Afganistán en la década de los 80. Este ejército no sabía luchar y padecía evidentes problemas estructurales. Observé la primera guerra de Chechenia (1994-1996) desde una distancia algo mayor (desde Bakú y Asia Central), y encontré los mismos problemas que explican la derrota de las tropas rusas por los combatientes chechenos.

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