Salvar al soldado Zelenski: el fantasma de una escalada en Ucrania recorre Europa
Cambios en la doctrina militar rusa, misiles balísticos, proyectiles intercontinentales, bombardeos masivos a la industria energética ucraniana, nuevas autorizaciones para usar el armamento occidental e incluso unas instrucciones para saber qué hacer en caso de un ataque nuclear. Todo eso ha pasado esta última semana en relación con la guerra de Ucrania, que en poco más de tres meses cumplirá su cuarto año debatiéndose entre el estancamiento y la escalada. Una tensión que ha aumentado exponencialmente en estos últimos días, lo que ha hecho a Europa mirar de nuevo con extrema preocupación a su flanco este a pocos meses de otro acontecimiento que se prevé clave para la resolución de la invasión: la vuelta del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, a la Casa Blanca.
Una inquietud que este viernes puso en palabras el primer ministro polaco, Donald Tusk, una de las voces de referencia (y también de las más duras) en toda la Unión Europea con respecto a la invasión rusa. “La amenaza de un conflicto global es realmente seria y real. Sentimos que lo desconocido se acerca. Ninguno de nosotros conoce el final de este conflicto, pero sabemos que ahora está adquiriendo dimensiones muy dramáticas y los acontecimientos de las últimas horas lo demuestran", dijo el mandatario polaco en referencia a los acontecimientos de esta semana.
Las alarmas saltaron definitivamente el pasado martes, cuando el presidente de Rusia, Vladimir Putin, anunciaba un cambio en la doctrina nuclear del país. Con esa modificación, un ataque con armamento convencional a su territorio por parte de un país sin armamento nuclear, pero apoyado por uno que si lo tuviera, sería considerado como susceptible de ser respondido con armas nucleares. La propuesta de reforma se llevó a cabo en septiembre, pero fue aprobada en una fecha enormemente simbólica, sólo dos día después de que el presidente de EEUU, Joe Biden autorizara a Ucrania a atacar con armas estadounidenses de largo alcance territorio ruso, una petición recurrente del mandatario ucraniano, Volodimir Zelenski casi desde que comenzara la ofensiva de Rusia.
Tanto es así que Kiev tardó pocos días en usar esa nueva autorización para responder los masivos bombardeos rusos a infraestructuras energéticas ucranianas que se habían llevado a cabo durante el pasado fin de semana. El ataque se llevó a cabo pocas horas después del cambio en la doctrina nuclear de Putin y, si se toma el pie de la letra, la ofensiva ucraniana podría cumplir las condiciones para ser respondido por Rusia con armas nucleares.
Si el jueves Ucrania lanzaba esos primeros misiles de largo alcance de Estados Unidos sobre territorio ruso, un par de días más tarde, hacía lo propio con proyectiles británicos Storm Shadow, del mismo tipo. ¿La respuesta de Rusia? Más bombardeos, el uso de un moderno misil intercontinental sin carga nuclear sobre Dnipro y el temor de un ataque sobre Kiev que propició el desalojo de varias embajadas de la ciudad, entre ellas la española. Unos ataques que pusieron en alerta a Occidente, pero en los que no usó armas nucleares.
Y es que el historial de amenazas de Putin con este tipo de armamento se empieza a parecer al cuento de Pedro y el lobo. El presidente ruso lleva avisando mucho tiempo de que si se cruzaban diferentes líneas rojas por parte de los países aliados de Ucrania, Moscú respondería con armas nucleares. Pese a eso, por ahora, no ha llevado a término su amenaza, aunque sí se hayan dado las condiciones que él mismo había puesto. Sin embargo, según asegura Miguel López, oficial retirado del Ejército del Aire y experto en Defensa Europea, haríamos mal en tomarnos a la ligera este tipo de amenazas. “Sería muy aventurado tomar como un farol los cambios que se están dando en Rusia. También parecía un farol (o simplemente una amenaza) cuando hace ya casi tres años Putin acumuló fuerzas cerca de la frontera ucraniana”, explica López. De hecho, no descarta que Rusia pudiera usar en algún momento armas nucleares tácticas de baja intensidad contra alguna instalación estratégica o incluso contra alguna población en Ucrania.
Una visión que contrasta con la de Álvaro de Argüelles, analista de geopolítica de El Orden Mundial y la de Mercedes Guinea, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid y experta en política exterior y de seguridad de la Unión Europea. Ambos creen que en las palabras de Putin hay mucho de escenificación, encuadrando su actitud en una estrategia comunicativa del Kremlin para pretende atemorizar a la Unión Europea con la posibilidad de una escalada si continúan ayudando a Ucrania. “Forma parte de una escenificación, Putin quiere mantener su posición el mayor tiempo posible, porque sabe que la entrada de Trump le favorece”, explica Guinea.
Para el analista de El Orden Mundial, ninguno de los tres escenarios que se podrían dar en caso de que Rusia usara armas nucleares serían favorables para los intereses de Putin. El primero, explica, sería un gran ataque con armas nucleares a Kiev, lo cual llevaría a una respuesta similar de EEUU y, por lo tanto a la destrucción mutua asegurada, un escenario que el experto descarta por completo. El segundo escenario se produciría si Rusia usara una arma nuclear táctica con el objetivo de lograr una victoria sobre el terreno y romper las líneas defensivas en, por ejemplo, Donetsk y Lugansk. Este extremo tampoco tendría mucho sentido, ya que esa arma táctica no supliría las debilidades del ejército ruso, las cuales tienen más que ver con la logística y la munición que con el poder destructivo. “Y el último sería el uso de armamento nuclear de una forma simbólica, atacando una zona despoblada o realizando pruebas. Pero aquí nos tendríamos que preguntar si a Rusia le favorece correr ese riesgo de escalada cuandoTrump está a punto de volver a la Casa Blanca. ¿Por qué romper ese contexto tan propicio con un arma nuclear?”, concluye.
¿Una maniobra desequilibrante?
Con todo, y pese a la reacción de Rusia, la autorización a Ucrania para usar esos misiles de largo alcance de los aliados en territorio ruso tampoco parece, al igual que la reforma de la doctrina militar, algo que vaya a cambiar significativamente el curso de la guerra. En este punto, Argüelles sostiene que ya hemos escuchado repetidas veces durante todo el conflicto que determinadas acciones iban a dar un giro de 180º al equilibrio de fuerzas sin que finalmente pasara nada. Fue el caso de los tanques Leopard o de los drones, sin que ninguno de ellos haya solucionado el estancamiento del frente.
Más si pensamos que, recuerda Guinea, la autorización para el uso de esos misiles solo se circunscribe a la región rusa de Kursk, ocupada en parte por Ucrania desde hace unos meses. Si bien Ucrania ha usado los proyectiles para atacar en otras regiones, las cuales son fronterizas y próximas a Kursk, en ningún caso Kiev tiene libertad total para amenazar los lugares más importantes de Rusia. “La autorización no aporta demasiado, sería significativa si pudieran bombardear las bases desde donde los rusos atacan Ucrania, que no están precisamente en el Kursk”, asegura Guinea.
Por eso, Enrique Vega, coronel de Infantería retirado y doctor en Paz y Seguridad Internacionales tampoco cree que el cambio de postura por parte de Estados Unidos vaya a dar un giro al conflicto. “¿Es realista pensar que esta autorización puede darle la vuelta a una guerra que, cada día más, se considera perdida por Ucrania, o es una jugarreta de la Administración Biden saliente a su sucesora para que no le sea tan fácil deshacer su política y para desgastar a Rusia?”, se pregunta Vega, aludiendo a como esta autorización podría colocar a Ucrania en una posición más fuerte de cara a la negociación de paz que Trump ya ha anunciado que pondrá en marcha una vez llegue a la Casa Blanca.
Un acuerdo que, piensa Guinea, finalmente podría no ser tan gravoso para los intereses ucranianos como se pensaba en un primer momento: “La Rusia de este momento no es la de la primera presidencia de Trump. Ahora mismo, Putin tiene alianzas potentísimas con las principales bestias negras del presidente electo: Irán y China. Por eso habrá que ver las condiciones que plantea Trump, teniendo en cuenta que Rusia no va a romper con Pekín porque es su principal cliente y socio. Así que hay que esperar, porque hay mucha incertidumbre”.
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Más allá del cambio en la doctrina nuclear o de los misiles de largo alcance de Ucrania, el foco mediático de la guerra se ha ido esta semana una vez más, como suele suceder siempre que hay un movimiento de este tipo en Rusia, a los países bálticos y escandinavos. Y es que tanto Suecia como Noruega, Finlandia y Dinamarca, han distribuido durante estos días manuales con instrucciones de supervivencia en caso de que se produzca un ataque nuclear por parte de Rusia contra su territorio.
Todos ellos son actualmente miembros de la OTAN, algo propiciado por la invasión rusa de Ucrania y que rompió con décadas de neutralidad por su parte. Ese hecho significaría que un ataque ruso a cualquiera de ellos pondría en marcha el artículo 5 de la Alianza Atlantica, el cual recoge que si un país es atacado todos deben acudir en su defensa. “Personalmente, creo que Putin no dará ese paso. La OTAN tiene desplegadas unidades en la zona con apoyo total de la población. Sería suicida por su parte y una hecatombe para todos nosotros”, comenta López.
En una línea parecida están el resto de expertos, los cuales también descartan una escalada de mayores proporciones que involucre a los países de la OTAN, al menos a corto plazo. “Rusia no tiene la capacidad para hacerlo, ya solo esta guerra les está poniendo contra las cuerdas, aún más lo estarían contra actores con un armamento más sofisticado. Eso sí, a medio plazo todo depende de qué acabe siendo la OTAN. Ahora estamos protegidos por la capacidad de disuasión de EEUU, pero los países europeos no tenemos capacidad de disuasión propia. Así que no es sólo el riesgo de que una paz en Ucrania pueda poner al resto de europeos en riesgo, sino también que Trump pueda retirar el apoyo estadounidense a la seguridad y defensa de Europa. Y si hace eso, si ya no existe esa disuasión, sí que podemos vernos en peligro”, zanja Guinea.