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Suerte, rencor y racismo: la receta a fuego lento creada por Nixon que aupó a Trump a la Casa Blanca

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La victoria de Donald Trump en 2016 no fue un accidente sino una consecuencia. Aunque el triunfo electoral fuera por la mínima y determinado por una campaña plagada de bulos, desinformación y una cobertura mediática deficiente, su llegada a la Casa Blanca no puede calificarse de una casualidad. Desde la fundación de Estados Unidos como país se habían ido gestado, durante décadas y a fuego lento, las condiciones para que una persona como Trump pudiera hacerse primero con el liderazgo del Partido Republicano y luego conseguir alcanzar Casa Blanca. La segregación racial, la progresiva polarización, el conservadurismo del Tribunal Supremo y la aparición de la política del resentimiento fueron algunos de los factores que ayudaron al magnate a dar una de las mayores sorpresas electorales de la historia de los EEUU.

O al menos eso es lo que piensa Roger Senserrich, politólogo experto en política americana y autor del libro ¿Por qué se rompió Estados Unidos?: populismo y polarización en la era Trump (Debate), en el cual explica como Estados Unidos construyó los cimientos que contribuyeron a crear el trumpismo mucho antes de que el propio magnate hubiera nacido.

Los cimientos del trumpismo

En conversación con infoLibre, Senserrich explica como una de las causas históricas fundamentales para el ascenso del trumpismo hay que buscarla en la segregación racial sufrida por el país durante buena parte de su existencia. "La cuestión no está solo en la segregación racial sino en todo el sistema institucional y constitucional que se crea para mantenerla, y que se reforma de mala manera para sostenerla después de la guerra civil. Muchos de esos mecanismos persisten de una forma natural en el sistema político actual, se ve en el sistema de votación basado en el Colegio Electoral, en las decisiones del Tribunal Supremo o en la sobrerepresentación de los Estados rurales en el Senado. Hay toda una serie de aspectos que escoran a la derecha la política americana, incluso cuando la segregación racial formal o legal no existe desde hace décadas"

Pero no sólo a nivel institucional se nota el impacto, también socialmente este historial discriminatorio tiene sus consecuencias a la hora de votar. "Las desigualdades raciales en Estados Unidos son gigantescas, la segregación social y geográfica en los barrios por nivel de renta sigue siendo extraordinaria", explica el politólogo.

Otro de los personajes a los que Senserrich pone en el centro en el libro a la hora de hablar de los cimientos que construyeron la victoria de Trump es al que fuera presidente de EEUU entre 1969 y 1974, Richard Nixon. "Es el político que descubre como romper la coalición del New Deal que llevaba dando grandes victorias a los demócratas desde Roosevelt. En esa época, el partido dominaba los Estados del norte, combinando su ideología de centro izquierda con un gran apoyo entre las clases trabajadores y los sindicatos, y los del sur por ser el partido de la segregación. Con la ley de Derechos Civiles, Johnson cambia y apuesta por ganarse a los moderados del norte, que detestaban la segregación, y a los afroamericanos del Sur", comenta el politólogo.

En ese contexto, explica, lo que hace Nixon es activar la llamada "política del resentimiento", una técnica que Trump perfeccionaría hasta el extremo en su campaña de 2016. "Nixon empezó a hablar de cómo las élites del noreste miraban a los americanos normales por encima del hombro, y de como querían cambiar las tradiciones de EEUU para imponer sus valores. Era toda una retórica que apelaba al resentimiento, y que además se combinaba con mensajes que no eran explícitamente racistas, pero que a la vez tenían un trasfondo claro y obvio para alguien que sí lo fuera", explica Senserrich, matizando que si bien el Nixon no era ni mucho menos un racista convencido (sus programas en materia de Derechos Civiles eran similares a los de Kennedy), sí vio en el racismo una forma efectiva de arrebatar votos a los demócratas en el sur.

Lo que también hace Nixon es llevar a cabo un gran número de reformas institucionales que también allanaron el terreno para que, más de 40 años después, Trump dominara la política americana. Empezando por el desmantelamiento de los sindicatos, lo cual dejó a la izquierda sin uno de sus mayores agentes movilizadores, y siguiendo por la reforma del sistema de financiación de los partidos, que eliminó todo tipo de topes y transparencia en las donaciones y techos de gasto en campaña, Nixon determinó el futuro electoral de los republicanos para las siguientes décadas. Todo ello contribuyendo a la vez, según Senserrich, a crear un movimiento conservador radical que polarizó extremadamente la política de EEUU.

De McCain a Trump

Todo ese caldo de cultivo se mantuvo en un segundo plano durante muchísimos años, hasta que en 2016, todo explotó. "El Partido Republicano siempre ha tenido un núcleo reaccionario, salido esencialmente de resentidos del sur. En campaña les hacían guiños sobre la guerra cultural, una política migratoria restrictiva y otros de sus pilares ideológicos, pero luego, cuando gobernaban, no hacían nada de todo lo que les prometían. Muchos de esos votantes ya estaban un poco hartos al final de la presidencia de Obama de que los tomaran como un voto fiable pero luego no les hicieran caso", comenta. En esencia, en 2008 y 2012 los republicanos presentaron a dos políticos moderados y miembros del establishment como John McCain y Mitt Romney mientras sus bases se iban radicalizando poco a poco.

"Lo que hace Trump es darse cuenta de que nadie antes que él había buscado votos para las primarias en las bases reaccionarias, así que va a por ellas y las explota a la perfección", señala Senserrich. La pregunta es si ese cambio de visión del magnate fue brillantez o simple suerte. "Es todo una serie de casualidades. Trump nunca hubiera ganado las primarias si el Partido Republicano no hubiera estado lleno de idiotas, tampoco si el sistema de financiación de partidos hubiera dado cierto control a las élites de la formación para coordinar a los candidatos contra él. Y no hubiera ganado las presidenciales si los demócratas no hubieran presentado a Hillary Clinton, si el director del FBI no hubiera salido a 10 días de las elecciones con otra noticia sobre los emails que resultó no ser nada y sin una combinación casi milagrosa en el Colegio Electoral. Ni intentando a propósito esta estrategia le hubiera salido", afirma el politólogo.

Otra de las claves que el politólogo enumera para explicar el éxito de Trump en 2016 es la pésima cobertura de los medios de la campaña de las presidenciales. "Una de las cosas más preocupantes de estos últimos 8 años es que los medios de comunicación en Estados Unidos han fracasado completamente en explicar lo que está pasando con Trump. No han sabido entender bien cómo cubrir su campaña y se le ha normalizado hasta el punto de que muchos americanos cuando escuchan a Trump no se lo toman en serio, incluso después de todo lo que ha hecho", explica Senserrich, que recuerda como en 2016, el escándalo de los emails de Clinton ocupó lo mismo o incluso más que las decenas de escándalos del magnate.

La mancha americana: Desmontando el trumpismo

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Y añade: "El punto de partida de la mayoría de medios de comunicación americanos es uno de neutralidad, por lo tanto creen que tienen que tratar a los dos candidatos igual. Y con Trump eso no puede ser, porque un candidato es una persona normal y el otro es un chiflado peligroso que ha dado un golpe de estado. Además, mientras sí existe una cámara resonancia en Fox News para los votantes conservadores, no hay una cadena para el resto del electorado con la misma intensidad ni intencionalidad propagandística. La consecuencia es evidente: la agenda la acaban marcando los temas de Fox".

¿Puede volver a pasar?

Si la victoria de Trump de hace 8 años fue un cúmulo de casualidades y de condiciones, la primera idea es pensar que es casi imposible que esa carambola se vuelva a repetir, pero aun así, la posibilidad de victoria sigue siendo muy real. "Puede totalmente volver a ganar, y buena parte de esa responsabilidad es de la normalización por parte de los medios de comunicación de la que hablábamos antes. Sin embargo, también es del Partido Republicano, que se ha rendido completa y absolutamente ante una persona que difiere totalmente de los valores que decía defender. Así que, como la aritmética electoral casi no ha cambiado desde 2016, la carambola puede darse otra vez. Si a eso le sumamos la crisis de confianza en el sistema que tienen los americanos y que los sondeos suelen fallar por más o menos 3 puntos, podemos decir que ganar las elecciones está a cara o cruz", asegura el politólogo

Y por último, ¿puede perdurar el trumpismo después de Trump? Senserrich cree que el Partido Republicano no va a volver a ser nunca aquel de Romney y McCain, principalmente porque se ha movido, por una parte, a la izquierda en temas económicos y considerablemente a la derecha en migración. Sin embargo, sí cree que será un partido menos autoritario, menos populista y más capaz de ganar elecciones. "Aunque sí ha colocado al partido en una posición ideológica más sólida para ganar votos, Trump como candidato es pésimo. Por eso, una persona que tenga ese mensaje sin ser un cretino o tan incompetente como fue él como presidente, podría ganar de forma más fácil. Si no cambia mucho, la potencial coalición de votantes del partido en 2028 creo que será más fuerte que la que tenían en 2012", zanja.

La victoria de Donald Trump en 2016 no fue un accidente sino una consecuencia. Aunque el triunfo electoral fuera por la mínima y determinado por una campaña plagada de bulos, desinformación y una cobertura mediática deficiente, su llegada a la Casa Blanca no puede calificarse de una casualidad. Desde la fundación de Estados Unidos como país se habían ido gestado, durante décadas y a fuego lento, las condiciones para que una persona como Trump pudiera hacerse primero con el liderazgo del Partido Republicano y luego conseguir alcanzar Casa Blanca. La segregación racial, la progresiva polarización, el conservadurismo del Tribunal Supremo y la aparición de la política del resentimiento fueron algunos de los factores que ayudaron al magnate a dar una de las mayores sorpresas electorales de la historia de los EEUU.

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