Trump se impone a Harris y vuelve a la Casa Blanca: "Dios me salvó la vida para que yo salve mi país"

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Ha vuelto. Después de ser condenado por 34 delitos, de ser procesado por intentar revertir el resultado de las elecciones de 2020, del asalto al Capitolio, de ser casi asesinado y de mentir hasta la saciedad en campaña, llegando incluso a asegurar que había inmigrantes que se comían a las mascotas de los ciudadanos de Springfield, Donald Trump ha vuelto a ganar las elecciones para volver a la Casa Blanca. Sólo Grover Cleveland en 1885 había conseguido el milagro de ser elegido para un segundo mandato después de perder la reelección. Al nombre de Cleveland, un hombre honesto, popular y querido, se une ahora el del magnate neoyorquino, el hombre que ha moldeado la política americana (y en buena medida la global) en la última década.

Trump, además, lo hace por la puerta grande. Aún no se conoce el escrutinio definitivo, pero todo hace indicar que el multimillonario se podría llevar todos los Estados clave (swing states) que estaban en juego. A esta hora, las proyecciones indican que Trump ha ganado en Georgia, North Carolina, Pennsylvania y Wisconsin, y está en cabeza en Michigan, Arizona y Nevada, una debacle demócrata si se recuerda que, hace 4 años, el todavía presidente, Joe Biden ganó en todos ellos (eso sí, por un margen estrechisimo) a excepción de en North Carolina.

La gran derrota de Harris se acentúa si tenemos en cuenta las diferencias que han existido en estos swing states entre ambos candidatos. Si en su victoria de 2016 contra Hillary Clinton, Trump ganó en los Estados del Rust Belt (Wisconsin, Michigan y Pennsylvania), por apenas unas decenas de miles de votos, este martes, el magnate ha vencido por 200.000 votos y 3 puntos en Pennsylvania, 4 puntos y 120.000 votos en Wisconsin y, quizás lo más sorprendente, 2 puntos y 100.000 votos en Michigan. Además, el republicano ha ganado también en voto popular, un 51% contra un 47% de su rival, en lo que se preveían como unos de los comicios más igualados de los últimos tiempos. Hacía 20 años que los republicanos no conseguían este hito.

"Dios me salvó la vida para que yo salve mi país", ha dicho un exultante Trump haciendo referencia a esa bala que por milímetros no le impactó en la cabeza, en un discurso de victoria donde ha estado acompañado por su familia y por sus más estrechos colaboradores. No ha estado en el escenario, sin embargo, el multimillonario dueño de Tesla y X, Elon Musk, con el que se le ha visto hablar durante la noche electoral y al cual el magnate ha alabado durante su discurso. Sobre todo, Trump ha hecho referencia a los mítines que Musk llevó a cabo en las últimas semanas de campaña en Pennsylvania, comportándose como si el mismo formara parte del Partido Republicano. Todo hace indicar que el millonario tendrá un puesto importante en la nueva Administración de Trump.

Las encuestas, una vez más, subestimaron al magnate, aunque en casi todos los Estados los resultados están dentro del margen de error. Además, los sondeos también captaron captaron una progresiva tendencia al alza de Trump en el último mes. En los últimos días, todas las casas demoscópicas tendían a coincidir en un empate técnico entre ambos candidatos, aunque finalmente, la igualdad no ha sido tal y, al contrario de lo que muchos analistas pronosticaban, el ganador se ha podido conocer en la misma noche electoral. Quizás, lo más llamativo en este sentido ha sido el error de la prestigiosa pronosticadora Ann Seltzer, la cual predijo la sorprendente victoria de Trump en 2016 en Iowa, y que dio a Harris ganadora en ese Estado, ahora mismo un bastión trumpista, por 3 puntos. Ese resultado hizo a muchos demócratas confiar en una victoria de Harris, algo que no se ha producido ni en Iowa (Trump ha ganado por 14 puntos), ni a nivel nacional.

Es la economía, estúpido

La victoria del republicano tiene numerosas aristas, pero se podría resumir en dos aspectos clásicos por los que se deciden las elecciones: la popularidad y la economía. En el primer caso, es cierto que Harris tiene una mayor aceptación que su rival (43% por 46%), pero sin duda ha arrastrado en estos comicios la losa que es la visión negativa que tienen los electores de Biden. El todavía presidente supera incluso a una figura tan polarizadora como Donald Trump en estadounidenses que desaprueban su gestión (56%).

Y si hay que buscar un motivo para ese desprestigio, todo nos lleva al segundo motivo de la derrota de Harris, la economía. Si bien Biden ha conseguido mantener el crecimiento del PIB constante y crear empleo de forma sostenible, el aumento de la inflación ha pesado mucho a la hora de emitir el voto. En las encuestas preelectorales, la subida en los precios figuraba entre una de las mayores preocupaciones del electorado, por lo que, a falta de las encuestas postelectorales, todo hace indicar que este ha sido uno de los temas que más ha podido inclinar la balanza.

Si a todo eso le sumamos que los votantes percibían a Trump como el candidato que mejor podía gestionar la economía, la receta para el desastre demócrata estaba servida. Algo similar sucede con la migración, otro de los temas que más ha marcado la campaña y del cual también los estadounidenses tenían al magnate como preferido a la hora de hacer frente a esta cuestión. La campaña del republicano conocía estas ventajas y las explotó profusamente en campaña, algo que se ha visto como muy efectivo contra Harris.

En cuanto al aborto, una de las banderas de la candidatura demócrata, o bien no ha logrado movilizar a suficientes mujeres para paliar las pérdidas de la vicepresidenta en otros electorados, o bien no ha tenido la importancia que tuvo en las elecciones de mitad de mandato de 2022, cuando los demócratas lograron unos grandes resultados aupados por la entonces reciente supresión de la protección federal al aborto del Tribunal Supremo. Los ejemplos de Georgia y Michigan son dos casos paradigmático. En estos swing state, al poco de cerrar las urnas, la NBC daba a conocer una encuesta donde un 62% y un 69% de los electores de los respectivos Estados pensaban que el aborto debía ser legal. Unos números que parecían muy favorables para las aspiraciones demócratas pero que, sin embargo, no se han traducido en una victoria de Harris en esos lugares.

Una nueva coalición

Con todo, Trump ha conseguido este martes dar la vuelta a todo lo que había construido Biden en su victoria hace 4 años. Harris no ha logrado ampliar su electorado de forma decisiva en ninguno de los Estados y, de hecho, lo ha perdido con respecto a 2020. Por ejemplo, se ha visto como el voto rural, del que Trump es un gran dominador, ha subido considerablemente en estas elecciones, algo que los demócratas no han podido compensar en su feudo, las zonas urbanas, donde se han mantenido o incluso han perdido ventaja con respecto al republicano.

Bajando al detalle, la bajada de Harris con respecto a Biden en las zonas urbanas de Míchigan, especialmente en Detroit, dan una idea de por qué Trump ha terminado ganando de forma más o menos cómoda el Estado. En el condado de Wayne, en donde está la capital, Harris ha perdido 4 puntos con respecto a 2020, y en los vecinos (y urbanos) condados de Oakland y Washtenaw, la vicepresidenta también ha retrocedido en 2 y 1 punto, fundamentales para compensar las pérdidas en los rurales. Además, en Wayne se encuentra Dearborn, la ciudad con una de las comunidades musulmanas más importantes del país y que está muy disgustada por la gestión de la Administración Biden de la guerra en Gaza.

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La historia se repite en otras ciudades de Estados clave de todo el país. En Pennsylvania, la bajada de Harris 2 puntos en el condado de Lackawanna, el cual es el lugar de nacimiento de Biden, sumado a las pérdidas en el área de Philadelphia y de la victoria de Trump en el importantísimo condado de Erie (quien lo ha ganado en las últimas elecciones siempre se ha llevado la Casa Blanca), ha condenado a los demócratas.

Además, parece que el electorado moderado tradicionalmente republicano al que quería apelar Harris al final de la campaña electoral no ha sido suficiente. La penetración de los demócratas en los suburbs, las eternas urbanizaciones estadounidenses donde suelen residir personas blancas, con estudios y moderadas, típicos votantes del Partido Republicano pre-Trump, ha tocado techo. Sí es cierto que Harris ha subido algo con respecto a Biden, pero una vez más, sin poder compensar las pérdidas en otros electorados. Esto abre el interrogante de la futura estrategia del Partido Demócrata en las campañas. ¿Continuarán intentando captar a este votante moderado expulsado por Trump de su formación tradicional o intentarán un giro más progresista hacia posiciones más cercanas a las defendidas por Bernie Sanders o Alexandría Ocasio-Cortez?

Otra de las noticias que deja la noche electoral es el retroceso del Partido Demócrata en su electorado tradicional: las minorías. Si durante estos 8 años el voto latino ha ido virando hacia el magnate, algunos números preliminares indican que en estas elecciones este electorado ha votado mucho más a favor de los republicanos que en otras ocasiones. Una carrera lo ejemplifica bien: en el Senado por Texas, el candidato rojo, Ted Cruz ha ganado por 6 puntos en el electorado latino, según las encuestas de la NBC. En 2020, ese mismo senador perdió por 29 puntos entre esos votantes. Igual que los afroamericanos, sobre todo los jóvenes, los cuales parecen haber abandonado, en parte, su apoyo masivo e inquebrantable hacia los demócratas.

Ha vuelto. Después de ser condenado por 34 delitos, de ser procesado por intentar revertir el resultado de las elecciones de 2020, del asalto al Capitolio, de ser casi asesinado y de mentir hasta la saciedad en campaña, llegando incluso a asegurar que había inmigrantes que se comían a las mascotas de los ciudadanos de Springfield, Donald Trump ha vuelto a ganar las elecciones para volver a la Casa Blanca. Sólo Grover Cleveland en 1885 había conseguido el milagro de ser elegido para un segundo mandato después de perder la reelección. Al nombre de Cleveland, un hombre honesto, popular y querido, se une ahora el del magnate neoyorquino, el hombre que ha moldeado la política americana (y en buena medida la global) en la última década.

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