Bancos de calor, los refugios en los que los desfavocecidos de Reino Unido se resguardan del frío

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Marie Billon (Mediapart)

Londres, Birminghan (Reino Unido) —

Dos empleadas empujan un pesado carrito con ruedas. Sobre él hay dos grandes garrafas con agua caliente, un bote de café instantáneo, bolsitas de té y sopa y algunas galletas. Las dos jóvenes colocan el carrito cerca de las mesas que hay en el vestíbulo de la biblioteca de Canada Water, un barrio en proceso de rehabilitación del sureste de Londres.

Sentadas junto a las cristaleras de este moderno edificio, una docena de personas observan con interés el movimiento del carrito. Son jóvenes y mayores, algunos hombres pero sobre todo mujeres que a veces comparten mesa. Otros se sientan con un libro en la mano o delante del ordenador. Están allí para aprovechar el banco de calor que la biblioteca municipal organiza todos los jueves entre las 11:30 y las 12:30 horas. Una hora en la que quienes no pueden permitírselo no sólo pueden disfrutar del calor de este lugar público, sino también comer y beber gratis. 

El carrito está preparado. Las dos empleadas retroceden unos pasos y les dicen que pueden acercarse y servirse. "Hola, ¿qué tal?” Preguntas educadas que se responden con desgana. De momento, la prioridad es conseguir algo caliente. Una señora de pelo largo y canoso, visiblemente sucio, coge un paquete de sopa instantánea y vierte agua caliente en una taza y vuelve a su asiento. Un hombre mayor también se sirve y luego se une a ella. Mientras tanto, una mujer joven ha vuelto a su ordenador después de servirse un café.

El ambiente se relaja, la gente empieza a charlar, a bromear. Las dos empleadas se apartan del carrito, quizá para que no parezca que están contando cuántas veces se sirve la gente durante esta hora furtiva en la que los tentempiés son gratis.

Al igual que Cathy, de 59 años, muchos vienen todas las semanas. “Me tomé una galleta y una buena taza de café", dice toda sonriente. “Es agradable hablar con la gente. Es bueno compartir nuestros problemas, uno se siente mejor después". Cathy trabaja de niñera y vino con los niños que cuida y una colega. El banco de calor abre justo después de las actividades para los más pequeños, en la primera planta de la biblioteca. “Venir aquí significa no tener que usar la calefacción en casa", dice Cathy. “ A todo el mundo le cuesta pagar las facturas.” 

No nos cuesta mucho ofrecer gratis bebidas calientes. Para nosotros estaba claro".

"Las personas que lo pasan peor son las que trabajan y tienen ingresos superiores a un determinado umbral que les impide recibir prestaciones", dice Beth Bailey, de Nechells POD, un centro comunitario que lleva el nombre del barrio deprimido donde está situado, en Birmingham, en el centro de Inglaterra. “También hay muchos pensionistas que ganan demasiado para recibir prestaciones", añade Beth. Pero en realidad, hay todo tipo de edades y familias.

Este edificio de ladrillos, enclavado entre un parque y viviendas sociales, acoge cada día a docenas de personas en su "warm space". "Antes, algunos podían quedarse en casa y no gastar demasiado dinero, pero este año ni siquiera pueden hacerlo", debido al coste de la energía. "Nunca había sido tan grave como este año", añade Beth. Nechells POD lleva 15 años abriendo sus puertas a personas necesitadas. "Pueden venir a tomar una bebida caliente, comer tostadas o cargar su teléfono. Siempre hemos estado ahí para eso. La diferencia es que este año el servicio tiene un nombre y hemos recibido dinero de la Lotería Nacional para ayudar a cubrir nuestros costes".

Beth dice que ha recibido unas 500 libras (unos 560 euros), que no llegan ni de lejos a cubrir el aumento de costes que ha experimentado el centro comunitario, como todos los demás. De 2.500 libras (2.800 euros) en 2021, las facturas del gas subieron a 5.000 libras (5.600 euros) el año pasado, dice. "Las previsiones son de 9.000 libras (10.100 euros) para este año".

Eva Arnaiz ha recibido una pequeña ayuda de la autoridad local. Es la gerente del pub The Prince of Peckham, en el sur de Londres. "Somos un pub centrado en la comunidad local, un community pub, esa ha sido siempre nuestra identidad. Porque la gente de la zona tiene dificultades para pagar sus facturas. Tenemos este espacio, está abierto a todo el mundo... y no nos cuesta mucho ofrecer gratis bebidas calientes. Para nosotros estaba claro". 

Normalmente, la chimenea sólo se enciende al final de la tarde, pero el martes, día de Warm Hub, entre las 14.00 y las 16.00 horas, Eva lo enciende nada más abrir. "Si algunas personas llegan antes o se quedan después, no nos importa".

La gran mayoría de los bancos de calor funcionan en franjas horarias muy limitadas, porque no son sólo un lugar cálido. “Hay gente que viene también a charlar, a ver gente", dice Eva. Hay pocos clientes de pago a esa hora un martes, así que nuestro personal tiene tiempo para ellos".

El Prince of Peckham está registrado como banco de calor en el distrito de su municipio, Southwark. Pero una cadena nacional de pubs está registrada como uno de los lugares públicos censados como bancos de calor, sin ofrecer ningún servicio concreto. "Me temo que no tenemos espacio para acoger a gente que no paga nada", dice el responsable de comunicación, aunque añade que el wifi es gratuito.

Esta cadena no figura en la plataforma coordinada por Esther Plath. Warm Welcome enumera 4.100 bancos de calor en su página web, pero no pretende ser exhaustiva. Ni la biblioteca, ni el pub, ni siquiera Nechells POD aparecen en la lista, por ejemplo. Pero Esther Plath ha echado cuentas: "Más de 100.000 personas utilizan nuestros bancos de calor cada semana"

El lugar tiene que ofrecer calor: calefacción y bebidas calientes gratis, pero también ser acogedor. No puede ser simplemente una sala vacía.

La mayoría de los espacios se han preparado en lugares de culto, ya que la idea de la plataforma partió de representantes religiosos. Sin embargo, se han abierto algunos en gimnasios y teatros, incluido uno en el oeste de Londres. Se ofrece una bebida caliente a cualquier hora a quien dé la contraseña, que no es un secreto porque es el nombre del barrio, Hammersmith.

La mayoría funcionan con un horario fijo, porque no basta con abrir las puertas al público, explica Esther Plath. "El local tiene que ofrecer calor: calefacción y bebidas calientes gratis, pero también ser acogedor. No puede ser sólo una sala vacía, tiene que haber una acogida cordial. Para algunas personas, eso es lo más importante".

El Jackson Lane Center es un centro cultural especializado en artes circenses. Está ubicado en una antigua iglesia, a media ladera de una colina en el norte de Londres. Está inscrito en la lista Warm Welcome y abre todo el día, 7 días a la semana. Pero ha establecido su propio sistema. Hannah Cox, su directora, señala un tablón de corcho que cuelga de un pilar junto a la entrada, no lejos de la cafetería. "Es lo que llamamos el 'Muro de la Amabilidad'. Esos trozos de papel que están clavados son vales que los clientes han pagado para que otras personas, que no pueden permitírselo, puedan beber y comer aquí". Hay un vale por un sandwich, otro por un café largo, un dulce... varios por una comida caliente.”

Steven, profesor titular de psicología, se encuentra en un punto intermedio. Aunque no puede pagar por los demás, se empeña en comprar al menos una bebida cuando viene a sentarse en los bancos del Jackson Lane Center a pasar el día. "Es un lugar muy agradable, muy acogedor, y hay calefacción. Hay un radiador justo detrás de mí".

Steven ha decidido no participar en la huelga organizada por varios de sus compañeros en febrero para reclamar mejoras salariales y una pensión más segura, porque "no puede permitirse" perder uno o varios días de trabajo. "En casa hace mucho frío por las corrientes de aire. Tendría que dejar la calefacción encendida todo el tiempo para mantenerla a la temperatura adecuada". Para Steven no es vital venir a trabajar al Jackson Lane Center, pero nunca pensó que, con un sueldo de profesor, tendría que aprovechar asiduamente la calefacción de los demás para no tener miedo de no llegar a fin de mes.

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Traducción de Miguel López

 

Dos empleadas empujan un pesado carrito con ruedas. Sobre él hay dos grandes garrafas con agua caliente, un bote de café instantáneo, bolsitas de té y sopa y algunas galletas. Las dos jóvenes colocan el carrito cerca de las mesas que hay en el vestíbulo de la biblioteca de Canada Water, un barrio en proceso de rehabilitación del sureste de Londres.

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