Terrorismo islamista
En Bangladesh impera el sálvese quien pueda
El pánico se está apoderando de Bangladesh. Tras el luctuoso final con que concluyó la toma de rehenes del restaurante The Holey Artisan Bakery, el pasado 1 de julio, las empresas extranjeras presentes en el país, sobre todo del sector textil, han dado instrucciones muy claras a sus equipos. La marca de prêt-à-porter japonesa Uniqlo ha anulado todos aquellos viajes a Bangladesh que no considera indispensables. Los talleres Sparrow y Pou Chen, proveedores de cadenas de distribución como Gap, H&M o Marks and Spencer, o marcas como Nike, Adidas o Puma, han pedido a sus empleados que extremen la vigilancia, dado que la amenaza terrorista es “en esta ocasión mayor” de lo habitual.
Algunas firmas ya se han replegado a Delhi, Bangkok o Hong Kong cuando de celebrar reuniones de trabajo se trata. Otras prevén trasladar sus talleres a países más tranquilos, como Sri Lanka o Camboya. La economía nacional está en peligro, porque el textil supone el 80% de las exportaciones; da trabajo a cuatro millones de asalariados y representa una cifra anual de negocios de 23.000 millones de euros, de modo que Bangladesh es el segundo fabricante de ropa del mundo, por detrás de China. Desde Washington, el Gobierno norteamericano ha calificado la situación de tan arriesgada que ha instado a los expatriados y a sus familias a dejar de frecuentar los lugares públicos y a que dejen de desplazarse a pie, en moto o en tuc-tuc.
India también teme un posible efecto contagio. El Estado Islámico, tras reivindicar el ataque de Dacca, difundía un vídeo en el que decía que se trataba de un “adelanto” y que iban a repetirse otras operaciones similares en la región. Según Delhi, los agresores, originarios de Bangladesh, probablemente se habían entrenado preparado en Bengala Occidental. Del lado indio, por tanto. Asimismo, los primeros elementos de la investigación también han permitido conocer que varios de los cinco asaltantes de The Holey Artisan Bakery habían “desaparecido” meses atrás en la región de Calcuta. Nacidos en el seno de “buenas familias”, tenían entre 19 y 26 años y estudios superiores: uno era dentista, otro era hijo de un político, otro estudiaba un MBA en la Universidad de Dacca.
Entre las clases sociales altas, hay psicosis. Muchos jóvenes, en su mayoría estudiantes, se han esfumado estos últimos meses. La Policía ha recibido más de 500 denuncias por desaparición, pero se desconoce la verdadera magnitud del fenómeno, de ahí que la primera ministra, Sheikh Hasina, haya realizado un llamamiento televisivo: “Institutos y universidades dicen no tener noticias de numerosos estudiantes; no nos podemos contentar con presentar una denuncia en la comisaría, ¡facilitadnos toda la información de que dispongáis, dadnos fotos!”. La oposición dice que en su gran mayoría los desaparecidos simplemente han sido detenidos por orden del Gobierno. Y es que, efectivamente, a mediados de junio, la Policía realizó una redada sin precedentes, supuestamente en entornos criminales. Entonces, al menos 14.000 personas fueron detenidas, entre ellos miles de militantes de los partidos minoritarios en el Parlamento, el Bangladesh Nationalist Party y el Bangladesh Jamaat-e-Islami, que denuncian un clima de “anarquía” y una voluntad deliberada de “purga”.
A decir de muchos, el ataque contra The Holey Artisan Bakery supone un punto de inflexión, dado que se trata de un restaurante de moda de Gulshan, un barrio muy frecuentado por extranjeros. “Es prácticamente el único de la capital en el que se podía beber tranquilamente un buen café mientras se trabajaba con el ordenador con una buena conexión WiFi”, explica una francesa que frecuenta el lugar. El 1 de julio, seis hombres armados hasta los dientes irrumpían en el establecimiento a eso de las 21:30 y causaban la muerte, en pocos minutos, a nueve italianos, siete japoneses, un norteamericano, un indio y dos ciudadanos de Bangladesh; algunos también fueron degollados, según varios testigos. “Sólo los que sabían recitar el Corán evitaron la muerte”, relató un superviviente. Tras un asalto que se prolongó durante 12 horas, las fuerzas del orden tomaron el establecimiento. Dos policías murieron, cinco terroristas y un supuesto cómplice fueron asesinados y el sexto fue capturado.
La escalada de terror empezó en 2015
“Esta tragedia arroja más dudas sobre Bangladesh porque se ha producido en una zona diplomática que las autoridades consideraban absolutamente prioritaria en términos de seguridad”, subraya Syed Badrul Ahsan, redactor jefe de The Daily Observer, en un análisis publicado en India, en las columnas de The Indian Express. En su opinión, los autores de esta masacre no sólo tomaron como rehenes a los clientes y al personal del restaurante, sino a “la nación entera”. “Lo que tantas veces ha repetido el Gobierno de que la vida de la población local y de los extranjeros no estaba en peligro se ha revelado completamente falso”, dice.
Este atentado va a cambiar, a la fuerza, la estrategia de Sheikh Hasina, en el poder desde 2009. Hasta la fecha, la jefa del Gobierno y su partido, la Awami League, repetían incansablemente que los actos terroristas eran un problema interno del país, acusando al Jamaat-ul-Mujahideen Bangladesh, una organización terrorista nacida en Afganistán, próxima al movimiento islamista armado pakistaní Lashkar-e-Toiba y que en 2013 prácticamente había desaparecido. “Es indiscutible que las organizaciones Estado Islámico y Al Qaeda están cumpliendo su promesa de convertir al país en la base de sus operaciones terroristas de dimensión internacional, con India y Pakistán en el punto de mira”, dice Syed Badrul Ahsan. En ese intre, Bangladesh fue nuevamente golpeado el 7 de julio. Entonces decenas de miles de personas celebraban el Aid el-Fitr, que marca el fin del ramadán, en la ciudad de Sholakia (noreste), cuando varias bombas explotaban a la entrada del lugar de reunión, causando cuatro muertos.
La escalada de terror empezó en 2015. Un mes tras otro, los asesinatos copan las noticias en un país que zozobra. Militantes laicos, miembros de las minorías religiosas hindú, cristiana y musulmana chiíta, intelectuales, defensores de los derechos de los homosexuales… Más de una cincuentena de personas han sido asesinadas, a menudo con un machete, en su domicilio o en la calle. Entre ellos, el bloguero Avijit Roy, un escritor de Bangladesh nacionalizado norteamericano, que participaba en la feria del libro de Dacca, en febrero de 2015. Todos se oponían, a su manera, al aumento de la intolerancia religiosa. El atentado del 1 de julio supone un punto culminante. El último ataque cometido en Bangladesh se remonta a 2005, cuando explotaron en todo el país 500 bombas, causando milagrosamente sólo dos muertos.
“Cuando echemos la vista atrás, veremos que lo ocurrido la noche del 1 de julio de 2016 en The Holey Artisan Bakery fue el principio del fin, el momento en que Bangladesh comenzó a hundirse sobre sí mismo”, predice SN Rasul, cronista de The Dhaka Tribune, en un artículo que ha causado mucho ruido mediático.
“Honestamente me da exactamente igual si la política extranjera norteamericana ha provocado la emergencia de grupos religiosos que conducen a gobiernos teocráticos. Me da igual si los medios occidentales alimentan el odio entre los pueblos”, dice. “Lo único que cuenta es que este tipo de cosas pasaban hasta ahora en Siria o Pakistán y que se trata de un acto de violencia sin precedentes en la historia de nuestro país”.
En opinión de Gareth Price, especialista en Asia del Royal Institute Affairs de Londres, la reaparición de la violencia es consecuencia de la “represión” llevada a cabo por el actual Gobierno contra el Bangladesh Jamaat-e-Islami, el partido político islamista que aboga por que el país vuelta a depender de Pakistán. “Desde que se constituyó el tribunal internacional para juzgar los horrores cometidos en Bangladesh durante la guerra de independencia de 1971, cuatro líderes de esta formación han sido condenados a muerte y ejecutados”, recuerda. El último en ser ajusticiado, en la horca, fue Motiur Rahman Nizami. Sheikh Hasina ahora quiere ilegalizar el Jamaat-e-Islami y asestar con ello un golpe a su histórico rival, Khaleda Zia, líder del Bangladesh Nationalist Party, artífice de una coalición con el Jamaat-e-Islami la última vez que ha gobernado el país (2001-2006).
“Si Bangladesh está bajo amenaza de lobos solitarios o de grupúsculos de individuos radicalizados, resultaría más eficaz reforzar los servicios de inteligencia que atacar a los sospechosos de siempre”, dice Gareth Price. La prueba es que los que han atacado The Holey Artisan Bakery lograron evitar la enorme ola de arrestos orquestada en junio. “Lo mismo que Bélgica y la mayoría de países objetivo recientemente de atentados, Bangladesh debe encontrar las razones que llevan a actos así”, añade. “En Bélgica, se analizan los fenómenos de marginalización en la sociedad. En Bangladesh, la respuesta está en el punto de intersección de las cuestiones de laicidad, de autoritarismo estatal y de juicios para crímenes de guerra”.
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Traducción: Mariola Moreno
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