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Biden se mete de lleno en el avispero de Oriente Medio

El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, en la conmemoración de los 75 años de la CIA.

René Backmann (Mediapart)

Mientras la coalición gubernamental israelí y la oposición han acordado disolver la Knesset, allanando el camino para unas nuevas elecciones legislativas en otoño –las quintas en tres años y medio–, el ministro de Defensa saliente, Benny Gantz, anunció el 21 de junio a la comisión parlamentaria de Defensa que Israel acababa de unirse a una nueva asociación militar regional.

Denominada Alianza de Defensa Aérea de Oriente Medio, esta organización pretende combatir la amenaza que supone para los Estados de la región los misiles y los drones iraníes . Se espera que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anuncie formalmente la puesta en marcha de esta asociación y esboce sus objetivos a largo plazo durante su visita a Israel este miércoles 13 de julio.

Sellada por iniciativa de Washington, esta alianza incluye, además de Israel, a Egipto, Arabia Saudí, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Qatar. Una alianza a la que podrían sumarse Marruecos y Omán, e incluso Sudán. Se basa, en particular, en la existencia en cada uno de los países miembros de un sistema avanzado de detección de intrusiones aéreas hostiles, una red de comunicaciones protegida y armas de interceptación, todo ello interconectado. Esto permitirá a cada socio avisar a los demás, en tiempo real, de la llegada de un dron o un misil de crucero procedente de Irán o de uno de sus aliados en la región. Y, si fuera necesario, neutralizarlo.

Al parecer, el sistema demostró su eficacia hace unas semanas, cuando dos drones armados, al parecer procedentes de Irán y con destino a Israel, fueron derribados en el espacio aéreo iraquí por aviones de combate de la Fuerza Aérea estadounidense tras ser detectados por la red de alerta de un país amigo.

Para sacar conclusiones de este éxito inicial y examinar las mejoras que podrían introducirse, en marzo se celebró en Egipto una reunión secreta de jefes de Estado Mayor y oficiales de alto rango de esos ocho países, por iniciativa del general Frank McKenzie, jefe del Mando Central estadounidense (Centcom). En el marco también de esta nueva alianza regional anti-iraní se produjeron hace unas semanas unas maniobras israelo-americanas en la frontera entre Israel y el Líbano.

Aunque parezca nueva, esta alianza militar entre Estados Unidos, Israel y los principales países suníes de la región contra Teherán no sorprende a nadie. Responde a la histórica obsesión anti-iraní de muchos funcionarios israelíes, basada en parte en las declaraciones belicistas de los dirigentes de la República Islámica. Esta retórica amenazante fue explotada durante años por Netanyahu, que consideraba la posible posesión de un arma nuclear por parte de Teherán como un "peligro existencial". Y esto, incluso cuando algunos de sus generales y jefes de inteligencia le dijeron que ningún peligro era existencial para un país tan bien armado y tan poderoso como Israel.

El legado de los Acuerdos de Abraham

Esta iniciativa responde también a la preocupación, igualmente histórica, de las monarquías árabes suníes que nunca han admitido la presencia en sus fronteras de esta república radical chiíta decidida a asumir algunas de las batallas que ellas mismas han abandonado, como la causa de los palestinos.

Piedra angular de la estrategia regional israelí, esta alianza se inscribe en la lógica de los acuerdos de Abraham, concluidos en 2020 por iniciativa de Donald Trump y para gran satisfacción de Netanyahu. Ambos fueron hostiles al acuerdo internacional de 2015 sobre el control y la limitación del programa nuclear militar de Irán. La hostilidad de Trump llegó incluso a sacar a EEUU del acuerdo en 2018, provocando el colapso de la estrategia de acercamiento limitado hacia Teherán que apoyaban Obama y los dirigentes europeos.

Estos acuerdos son considerados por los palestinos como una traición, ya que abrieron el camino a las relaciones diplomáticas entre dos países árabes, Emiratos y Bahrein, e Israel (con Cisjordania ocupada), y ponen fin al aislamiento diplomático de Israel decretado por el mundo árabe tras la ocupación y colonización de Cisjordania y Jerusalén Este en 1967. Sólo Egipto, en 1979, y Jordania, en 1994, habían violado esta prohibición.

Estos acuerdos, vistos inicialmente con reticencia por la administración Biden, por ser un capricho trumpista y por marginar históricamente el conflicto palestino-israelí, sobre el que Washington sigue contemplando una solución negociada de "dos Estados", fueron finalmente aceptados como una respuesta pragmática y convincente al activismo y las ambiciones regionales de Irán. Así es, sin duda, como presentará esta Alianza el Presidente estadounidense durante su visita a Oriente Medio, que le llevará a Israel, a los Territorios Ocupados Palestinos y a Arabia Saudí del 13 al 16 de julio (véase el artículo publicado el sábado por Joe Biden en The Washington Post: "Why I am going to Saudi Arabia").

Reunión con Mohammed bin Salman

Pero, a diferencia de Trump, Biden, que no se opone a buscar un nuevo acuerdo con Teherán sobre una base redefinida, no obstaculizará la reanudación de las negociaciones con Irán anunciada el 25 de junio tras una reunión en Teherán entre el jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, y su homólogo iraní, Hossain Amir Abdollahian.

Estas negociaciones, que podrían celebrarse en Qatar, no provocan excesivo entusiasmo en Israel, donde Naftali Bennett, el primer ministro saliente, se opuso al acuerdo internacional de 2015 tanto como su mentor y predecesor Netanyahu. Sin embargo, Bennett está de acuerdo con la inteligencia militar, que considera la firma de un nuevo acuerdo como un mal menor, dadas las circunstancias. Y Yair Lapid, que acaba de sucederle como jefe de gobierno a cargo de los asuntos ordinarios, no debería tener una actitud diferente. Pero ¿quién sabe qué primer ministro estará en el poder en Israel dentro de seis meses?

La parada de Biden en el reino wahabí será especialmente simbólica, desde el punto de vista diplomático, porque es el único país socio de la nueva Alianza de Defensa Aérea de Oriente Medio que no ha "normalizado" aún sus relaciones con Israel. Y porque Joe Biden se reunirá probablemente con el príncipe heredero Mohamed bin Salman (MBS), con quien se ha negado a hablar, desde su entrada en la Casa Blanca, por su implicación en el asesinato del periodista disidente Jamal Khashoggi. También se espera que Biden revele algunos detalles sobre el perfil, el funcionamiento y la naturaleza de la Alianza.

Propuestas de defensa israelíes

Para Israel, esta alianza es una verdadera actualización de su estrategia regional contra Irán. Una actualización en la que la inteligencia militar y los estrategas del Estado Mayor llevan trabajando durante mucho tiempo. Los militares israelíes disponen desde hace varios meses de un documento sobre este tema titulado "Contrarrestar la estrategia regional de Irán, un enfoque global a largo plazo", que, en varios puntos, ha inspirado a los diseñadores de la Alianza y podría orientar algunas de sus elecciones de mañana.

Descubrimos que la estrategia de oposición a Irán debe implicar la detección temprana de los ataques de la República Islámica, su derrota si aún hay tiempo, y una respuesta rápida y enérgica -que parece ser la misión prioritaria de la alianza-, pero también la puesta en marcha de planes a largo plazo para reducir permanentemente la influencia de Teherán, por medios que aún están por especificar.

Redactado por el general Eyal Zamir, ex asesor del primer ministro y segundo jefe del Estado Mayor israelí de 2018 a 2021, este documento de 85 páginas pinta un cuadro inquietante de la "amenaza iraní" para la estabilidad de la región. "Incluso si el programa nuclear se detiene o se congela durante algún tiempo, Irán, con capacidades convencionales, es capaz de presentar una amenaza subnuclear' o supraconvencional' para las naciones de la región, sus centros de población y sus infraestructuras críticas", juzga este general, y añade: "El eje EEUU-Israel-árabes debe, por tanto, demostrar un alto grado de cooperación y emprender esfuerzos conjuntos en toda la región contra el eje radical dirigido por el régimen iraní."

Según el general Zamir, la Guardia Revolucionaria Islámica, principal arma del régimen iraní, y sus aliados de las milicias chiíes que pueden movilizarse en los países vecinos (Siria, Líbano, Irak, Yemen, Pakistán, Afganistán y la Franja de Gaza) pueden reunir más de 480.000 hombres, equipados con armas de alta tecnología suministradas por las empresas estatales iraníes, entre ellas misiles balísticos de precisión, drones, sistemas de defensa aérea, misiles antibuque, armas antitanque y radares.

"Todo esto”, según el general Zamir, “pretende disuadir a los enemigos de Irán o responder a sus ataques. Pero también apoyar las operaciones del ejército regular iraní contra los intereses estratégicos del enemigo.” Para contrarrestar la estrategia regional de Irán, Eyal Zamir presenta siete propuestas, algunas de las cuales ya han sido aplicadas por los servicios secretos, la diplomacia o el ejército israelí.

Estas propuestas incluyen la ampliación de las campañas de la "zona gris", es decir, el uso de "acciones de baja intensidad" para "debilitar al régimen y sus capacidades regionales, preservando al mismo tiempo nuestras posibilidades de negación", o el lanzamiento de una "campaña ideológico-cultural para ganar mentes y corazones que hagan ver las ventajas, especialmente para las comunidades chiítas, del Islam moderado y los valores de la democracia, en contraposición al autoritarismo y la dictadura".

"El principal peligro", insiste el general Zamir, "es lo que durante la Guerra Fría se llamaba distensión, que aquí significaría reconocer los derechos regionales de Irán, aceptar sus acciones para así coexistir. Este enfoque llevaría a la derrota del campo anti-iraní y de Occidente en Oriente Medio y abriría la puerta a la realización de la visión regional y global del régimen islamista radical iraní."

Los próximos meses se verá si los promotores de la alianza han encontrado un camino entre su tradicional hostilidad hacia Irán y la relativa apertura necesaria para el diálogo que pretenden los europeos y que acepta Estados Unidos.

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Traducción de Miguel López

 

 

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