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Carlos Ghosn, el hombre que se creía intocable

En el manga que le dedicaron en 2001, se le trataba respetuosamente de Ghosn-san (señor Ghosn, en japonés). En la primera imagen se le caracteriza como a un niño, apoyado en una valla, con los brazos cruzados y los ojos cerrados; se acerca un coche. Se oye el rugido de un motor. “¡Cadillac Eldorado!”, dice, muy seguro de sí mismo. 17 años después de esta dudosa escena inaugural –el hombre es más conocido por sus dotes de liderazgo que por las de ingeniero del automóvil–, ¿vio venir Carlos Ghosn su caída?

El lunes 19 de noviembre, el director no ejecutivo de Nissan y director general de Renault era detenido por la Justicia japonesa, acusado de fraude fiscal, según el diario japonés Asahi Shimbun. Se sospecha que el presidente de la alianza Renault-Nissan-Mitsubishi camufló intencionadamente parte de la remuneración obtenida por la compra y venta de acciones.

Según la agencia de noticias japonesa Jiji, Carlos Ghosn declaró cobrar la mitad de los ingresos efectivamente percibidos, es decir, poco menos de 5.000 millones de yenes (38,82 millones de euros), en lugar de los 10.000 millones que realmente ganó. No se descarta que Carlos Ghosn pueda ingresar en prisión una vez concluido el interrogatorio.

Según siempre la prensa nipona, Nissan, su propia empresa, le acusa de ocultar ingresos pero también de utilizar “activos de la compañía para fines personales”. El fabricante de automóviles anunciaba además su intención de prescindir de forma inmediata del que era su presidente, Carlos Ghosn. Poco después era el fabricante Mitsubishi Motors quien destituía a Carlos Ghosn como presidente del Consejo de Administración.

En un comunicado, Nissan informaba de que había llevado a cabo una investigación interna, tras recibir informaciones que denunciaban prácticas inapropiadas por parte de Carlos Ghosn. “La investigación ha demostrado que, durante años, Ghosn declaró al regulador bursátil de Tokio remuneraciones inferiores a las percibidas en realidad”.

Por su parte, el presidente francés Emmanuel Macron, desde Bruselas, se mostró muy cauteloso con las informaciones publicadas: no en vano el Estado tiene una participación del 15% en Renault. “Es demasiado pronto para pronunciarse sobre unos hechos de los que no tengo pruebas adicionales”, dijo el jefe francés del Estado. “No obstante, el Estado como accionista estará muy atento a la estabilidad de la alianza y del grupo”, añadió, así como “a la estabilidad necesaria para todos los empleados del grupo, a los que quiero decir que el Estado prestará todo su apoyo”.

Hace mucho tiempo que todo lo que Carlos Ghosn tocaba en el país del Sol Naciente se convertía en oro. Renaissance [Renacimiento], su autobiografía, vendió 150.000 ejemplares el mes siguiente a su publicación. En las librerías de Tokio se cuentan hasta 14 libros sobre su figura. En marzo de 2001, el principal diario japonés Asahi Shimbun lo convirtió en el “ministro de Infraestructuras y Transporte” de un gobierno virtual del “renacimiento japonés”. Resultó elegido mejor gerente del año tres veces seguidas. El británico The Economist lo llegó a apodar “el hombre que vale 10.000 millones de dólares”.

Carlos Ghosn era prácticamente un semidiós en Japón. A principios de los años 2000, reflotó Nissan, una compañía considerada moribunda. “Nissan ahora está ganando dinero; tanto dinero en efectivo que la cuestión es cómo gastarlo bien”, decía triunfal cuatro años después de que se hubiese predicho el final del fabricante automovilístico y su propia carrera.

Carlos Ghosn, nacido en Brasil, en el seno de una familia libanesa, estudió en Francia, habla siete idiomas y es ingeniero de Minas. A los 26 años, dirigió su primera fábrica; a los 30, era responsable continental de Michelin; a los 43, era el número 2 de Renault; a los 45, el número 1 de Nissan.

Reinaba en un imperio que opera en los cinco continentes y que tiene dos sedes a las que separa una distancia de unos 10.000 kilómetros. Dirigía la suerte de 470.000 empleados. Carlos Ghosn pensaba que era intocable.

Hay que decir que hasta la fecha, el hombre siempre había logrado atajar de raíz cualquier oposición interna. Durante varios años, la remuneración de Carlos Ghosn fue objeto de controversia en Francia, donde el Estado –que cuenta con el 15% de Renault– se niega sistemáticamente a darle su voto favorable en las juntas generales. Pero esto nunca ha puesto en duda el salario, prefijado. Incluso en 2016, cuando los accionistas votaron en contra en la Junta General de Accionistas, el Consejo de Administración se mantuvo fiel a él.

El mejor pagado

Sin embargo, no sería hasta 2011 cuando se descubrió, gracias a nueva normativa japonesa que exigía su publicación, que el consejero delegado de Renault recibía entre 7 y 10 millones de euros de Nissan, lo que le convertía en el consejero delegado mejor pagado del archipiélago nipón. Ghosn dijo que era normal. En junio de 2012, se supo que percibía un salario siete veces superior al de su homólogo de Toyota, el principal fabricante de automóviles del mundo...

Entre Nissan y Renault, Ghosn cobraba un total de entre 10 y 15 millones de euros al año. Y, de nuevo, esto es sólo lo que se conoce. Según la investigación en curso que ha derivado en su interrogatorio, desde 2011 no declara todos los ingresos percibidos en Japón.

En Francia, Proxinvest, una consultora de accionistas que analiza las retribuciones de los ejecutivos, ha denunciado la opacidad de Carlos Ghosn durante una década. Pierre-Henri Leroy, presidente de Proxinvest, por más que proclamaba a los cuatro vientos que Carlos Ghosn “ocultaba de forma voluntaria informaciones”, predicaba en el desierto.

Cuando la prensa revela que en octubre de 2012, su hija Caroline Ghosn utilizó los recursos y el stand de Renault y la jefa de personal de su padre para promocionar su propia empresa en el Women's Forum de Deauville, nadie se sorprendió.

En 2011, Renault se vio salpicado por un caso de espías falsos: la empresa despidió a tres altos directivos acusados de espionaje industrial para China, acusaciones que resultaron ser infundadas y nacidas de la fértil imaginación de uno o más hombres del servicio de seguridad de la marca (el caso será juzgado en breve).

Carlos Ghosn, que no dudó en separarse de tres fieles pese a la falta de pruebas, estuvo durante un tiempo en la picota. François Baroin, entonces ministro del Presupuesto y portavoz del gobierno, denunció el “increíble amateurismo” de los ejecutivos de Renault. “No creo que sea normal que una empresa tan grande como ésta haya caído en el amateurismo y en la comicidad más propia de aficionados”, continúa.

El escándalo fue tal que se llevó a cabo una auditoría interna. Se entrevista a todos los directivos participantes en la –desastrosa– gestión de la crisis. Todos, excepto Carlos Ghosn. Finalizada la auditoría, ruedan cabezas. Todas, excepto la de Carlos Ghosn. El Consejo de Administración considera que la investigación ha dado el visto bueno al consejero delegado, olvidando mencionar que no se cuestionó su posible responsabilidad frente a las demás partes implicadas...

Cada vez que está en peligro, sale a colación el hecho de que Carlos Ghosn es una figura imprescindible en Japón. En un correo electrónico de la agencia de comunicación de Renault en la primavera de 2011, se reitera el siguiente argumento: “Desestabilizar a la dirección es desestabilizar a Renault, es desestabilizar la Alianza. La Alianza es vital para Renault [...]. La Alianza también se basa en la elección de sus hombres: C. Ghosn”.

Un argumento que no resulta difícil de leer en la prensa complaciente. Baste como ejemplo un artículo de Le Point, fechado el 3 de marzo de 2011, sobre la alianza Renault-Nissan, que está en peligro: “Nada indica que los japoneses no quieran dar un día marcha atrás”, dice un experto [...] Mientras el consejero delegado de Nissan sea también el consejero delegado de Renault, parece difícil de conseguir. Pero cuando Carlos Ghosn ya no esté aquí...”.

Nissan reporta más de un 30% de beneficios a Renault y el chantaje de una salida de Nissan de la alianza, que debilitaría al fabricante francés, ha sido siempre un gran elemento disuasorio para los gobiernos de derechas o izquierdas, que han pensado en deshacerse de este consejero delegado que sólo pensaba en sí mismo.

En Japón, un alto directivo de Nissan tuvo que esbozar una sonrisa cuando se enteró de los contratiempos de Carlos Ghosn. Su nombre es Toshiyuki Shiga. A finales de 2010, acusado sin fundamento, el número 2 del fabricante japonés estuvo en el centro de una investigación interna encargada por su superior, Carlos Ghosn. Se cuestionaban supuestas cuentas bancarias maltesas y en Singapur en las que Shiga supuestamente depositó 5,9 millones de dólares.

En realidad, estas cuentas y este dinero nunca existieron. Pero la investigación reveló que, ya en 2010, este hombre, egresado de la Facultad de Economía de Osaka, preguntó a los analistas japoneses qué pasaría si Carlos Ghosn se marchaba. Le contestaron que los inversores japoneses se quedarían tranquilos si él, Shiga, le sucedía.

Ghosn lo degradó dos años después. Hoy no se sabe si Toshiyuki Shiga sigue siendo candidato. Una cosa es segura, la sucesión está abierta. ____________

El presidente de Renault-Nissan, detenido en Japón por supuesto fraude fiscal

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Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

En el manga que le dedicaron en 2001, se le trataba respetuosamente de Ghosn-san (señor Ghosn, en japonés). En la primera imagen se le caracteriza como a un niño, apoyado en una valla, con los brazos cruzados y los ojos cerrados; se acerca un coche. Se oye el rugido de un motor. “¡Cadillac Eldorado!”, dice, muy seguro de sí mismo. 17 años después de esta dudosa escena inaugural –el hombre es más conocido por sus dotes de liderazgo que por las de ingeniero del automóvil–, ¿vio venir Carlos Ghosn su caída?

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