Algunos paseantes, una o dos garitas abiertas de par en par, ni una voz, ni un canto, ni una banderola... El pasado miércoles 12 de marzo, el Bulevar Rothschild de Tel Aviv había perdido los aires contestatarios. Las pocas manifestaciones convocadas al inicio de la campaña no llegaron a reavivar el fuego de las importantes movilizaciones sociales del verano de 2011. Entonces, 500.000 personas se dieron cita en el centro de la ciudad para denunciar las condiciones de vida, el incremento de los precios de la vivienda y el empobrecimiento que padecía una parte de la sociedad israelí.
Si se presta atención, en Rothschild sí quedan rescoldos de las protestas: los manifestantes de la semana pasada han dado a los grupos de presión. Y este cambio no es necesariamente buena noticia para el Gobierno de Netanyahu ni para el Likud. A la cabeza de estas organizaciones que abanderan el cambio está el V15 (abreviatura de Victory 2015), que ha instalado una de sus sedes de campaña en pleno bulevar.
Este grupo V15, que suma varios miles de voluntarios, solo persigue un objetivo: acabar con la dominación del partido de derechas, el Likud, y del primer ministro, Benjamin Netanyahu. En esta última semana de campaña, parece que el viento sopla favorable a la Unión Sionista, coalición de centroizquierda que agrupa al laborista Isaac Herzog y a la centrista Tzipi Livni (a los que los diferentes sondeos conceden 25 escaños). En frente, el Likud se desploma hasta los 21 escaños, de los 120 que suma en el Parlamento israelí (se puede leer en este enlace el diario israelí Haaretz).
El grupo V15, que fundaron en Facebook en diciembre dos internautas israelíes, cuenta con una veintena de asalariados y ocho delegaciones en todo Israel. Elanit, de 28 años, coordina las acciones y los equipos de voluntarios sobre el terreno, en Tel Aviv, en los días previos a las elecciones. Ella también es la responsable de los contenidos de los pasquines electorales, de la página web y del resto de cartelería promocional del V15.
“No somos un partido político y no apoyamos a nadie”, explica la mujer. “Solo queremos influir en el cambio. Nuestro Gobierno actual no va a ningún sitio, nos aísla y defiende políticas liberales que estrangulan a las familias menos favorecidas y a la clase media. Actualmente, ninguna fuerza política puede gobernar sola, ningún partido es lo suficientemente fuerte. Necesitamos otra coalición. El objetivo del V15 es influir en el nacimiento de una nueva coalición de centroizquierdas”.
¿Por qué Elanit no se ha implicado directamente en el Partido Laborista o en la Unión Sionista, en lugar de hacer indirectamente campaña por la lista de Isaac Herzog y de Tzipi Livni, desde el V15? “Ya lo he dicho, Israel solo funciona gracias a las coaliciones. Militar en un partido ya no implica necesariamente estar capacitado para conseguir el cambio. En el V15, hay voluntarios que lo que quieren es que por fin se tomen medidas para reducir el coste de la vivienda, otros aspiran a lograr que la sociedad evolucione y el racismo creciente de Israel les pone enfermos. Personalmente, he defendido con uñas y dientes la creación de dos Estados, con los palestinos. Evidentemente, Netanyahu no toma la iniciativa y no veo que ningún partido sea capaz de conseguir esta salida sin apoyo de una coalición fuerte. De ahí la necesidad de crear un nuevo bloque de centroizquierdas y por eso estoy comprometida con el V15”.
El V15 dice mucho del proceso de despolitización que se ha adueñado de Israel desde hace dos décadas y del rechazo de partidos, muy debilitados como para ser capaces por sí mismos la esperanza de una visión política y de una alternativa. “Hablar de despolitización no es exacto”, matiza Elanit. “Los israelíes siguen hablando de política, diría que siguen con mucha pasión incluso las cuestiones de Gobierno. Sin embargo, hay una tendencia general centrista, que contribuye a difuminar la tradicional frontera entre derecha e izquierda. Ahora hay muchas organizaciones políticas que se disputan la misma etiqueta centrista”. Por ejemplo, en esta campaña, Yesh Atid (partido al que las últimas encuestas otorgan 12 escaños), Kulanu (9 escaños) y la Unión Sionista.
El lunes 9 de marzo, el V15 celebró tres encuentros simultáneos en Haifa, Jerusalén y en Tel Aviv, con la asistencia de entre 500 y 1.000 personas en cada uno de ellos. “El objetivo es animar a votar en barrios que hemos identificado de centroizquierdas y que es donde se vota menos”, explica Elanit. “Nuestras delegaciones están situados en dichos distritos”. En los últimos cinco días, el V15 movilizó “50 comandos” para multiplicar las operaciones puerta a puerta.
Para financiarse, el V15 recibe apoyo económico dentro de Israel y de la diáspora. La propia Elanit es asalariada desde hace cuatro años de One Voice, una organización sin ánimo de lucro que milita en defensa de la creación de dos Estados de israelíes y palestinos. Gracias a la intermediación de One voice, el V15 también ha contado con el apoyo de 270 Strategies, una sociedad norteamericana de asesoramiento político dirigida por Jeremy Bird, que ha trabajado en las dos campañas presidenciales de Barack Obama, lo que ha molestado a Netanyahu y al Likud, que denuncian puñerazo electoral por la utilización de fondos extranjeros.
“Todos nuestros trabajadores y voluntarios son israelíes”, protesta Elanit. “Este movimiento nació aquí y el dinero solo nos sirve para dejar que se escuche una voluntad de cambio muy arraigada en la sociedad israelí”.
Desde luego, a tenor de estas palabras, ya no soplan vientos favorables para el primer ministro. En las dos últimas semanas, no ha dejado de perder peso frente a la Unión Sionista de Isaac Herzog y de Tzipi Livni. El viernes, el diario israelí de centroizquierdas, Haaretz, publicaba una entrevista del empresario Stef Wertheimer, una de las principales fortunas de Israel en las que admitía su intención de “votar por Tzipi y Bougie (Herzog)”. “Netanyahu ha tenido su oportunidad. Herzog y Livni tienen más posibilidades de reconstruir el país y oportunidades para nuestros jóvenes que les permitirán quedarse aquí en lugar de marcharse”.
“Estamos en la era neo-sionista”
Jueves 12 de marzo por la mañana, centro urbano de Tel Aviv. En la intrincada tercera planta del centro comercial Dezingoff se encuentra el local de Amir Peretz, candidato número 8 de la Unión Sionista, y uno de los principales actores del importante giro del Partido Laborista hacía el centro del tablero político. Exalcalde de Sederot, sindicalista bien conocido por los israelíes por haber dirigido la organización Histadrut, Amir Peretz fue jefe del Partido Laborista en 2006 y 2007. La formación laborista, en plena refundación, fue la segunda más votada en las elecciones legislativas, por detrás del partido Kadima de Ehud Olmert, con el que alcanzó una alianza que permitió a Peretz convertirse en ministro de Defensa. Más tarde, tras unirse en 2012 al partido de Tzipi Livni, Hatnuah, Amir Peretz formó parte del Gobierno de... Benjamin Netanyahu, que abandonó a finales de 2014.
Al final de este recorrido, cuando menos sinuoso, y que justifica diciendo que ha tenido que “tener en cuenta simultáneamente el voto de los electores y los intereses del Estado”, Amir Peretz ahora defiende una alianza que da vértigo. Antes de su descalabro y de obtener solo seis escaños para su partido (Hatnuah) en la última asamblea, Livni dirigía Kadima (logró 30 escaños en 2009), el partido fundado por Ariel Sharon, el histórico dirigente del Likud.
Los laboristas, al bautizar como Unión Sionista la lista que presentan junto con Tzipi Livni, tratan de cazar votos entre el electorado de derechas. “El mensaje que deseamos transmitir con este nombre, ‘Unión Sinionista’, al electorado es simple”, explica Amir Peretz. “Netanyahu y el Likud no son los dueños del sionismo. El sionismo y la democracia pertenecen a todo el mundo, es esto, Israel. Cuando hablamos de sionismo, afirmamos que el pueblo judío tiene derecho, incluso la obligación, de contar con un Estado judío. Pero al mismo tiempo, este pueblo judío tiene el derecho de proteger a las minorías que viven en este país. Como alcalde de Sederot [al sur de Israel], llegué a crear un gran proyecto de cooperación entre árabes y judíos que vivían en mi localidad. Cuando estaba al frente del Partido Laborista, fui el primero en designar a un ministro musulmán en Israel [Ghaleb Majadle, en 2007]. Así que veo la población árabe que vive en Israel como un puente para la paz entre nosotros y todos los países árabes”. Muchos palestinos de Israel viven de otro modo este sionismo tal y como lo presenta Amir Peretz.
Como Peretz, el periodista freelance norteamericano Max Blumenthal no ve ninguna paradoja entre el posicionamiento oficial, en el centroizquierda, y la denominación de “Unión Sionista”, aunque, eso sí, por razones bien distintas. “Nos encontramos en la era neo-sionista, tras fracasar el proceso de paz, en el que domina la derecha y, en la comunidad de los judíos asquenazís, hay una gran nostalgia por el sionismo del pasado”, estima. “El mejor ejemplo es el libro de Ari Shavit, My Promised Land [Mi tierra prometida]. “Se trata de una tentativa por resucitar el proyecto sionista de los orígenes, de Herzl, de Ben Gurión, algo que no puede funcionar en una democracia normal. Además, si se analiza, es responsable de más violencia y y más muertos que el sionismo de los colonos y del Likud, pero procura una suerte de éxtasis mesiánico que muchos judíos de todo el mundo buscan, una suerte de identidad política fuerte que pueda definirles. El nombre de Unión Sionista apela a esta resiliencia del neo-sionismo en toda la sociedad israelí”.
“Lo más grave es que el centroizquierda compite en estos momentos con el Likud para saber cuál de los dos será más sionista, pero también el más antipalestino, con el fin de consolidar la identidad del público israelí”, continúa Max Blumenthal. “Y la identidad, actualmente, no se centra en el nacionalismo israelí, sino en el nacionalismo judío. He aquí el motivo por el que la sociedad israelí es cada vez más racista. Haber elegido como nombre Unión Sionista contribuye a esta evolución”.
¿Por qué el exdirigente del Partido Laborista necesita, en 2015, recurrir al sionismo para imaginar el futuro de Israel? “El sionismo es la base de este país, que es el país de todos los judíos del mundo. No hay ninguna contradicción entre sionismo y democracia, es incluso nuestra hoja de ruta, cuando la derecha nos enfanga en una lectura antidemocrática del sionismo”, explica Peretz.
En su programa para los 100 primeros días (disponible aquí, en francés), la Unión Sionista pone el acento en el acceso a la vivienda, una de las principales preocupaciones de los israelís. ¿Cuáles serán las primeras medidas de un eventual gobierno de Herzog, si este llegase a ser primer ministro? “Aplicaría el programa económico de la Unión Sionista, haría los esfuerzos necesarios para volver a poner sobre la mesa las negociaciones con los palestinos y, finalmente, restablecería las relaciones de Israel con todos los Estados del mundo occidental”, asegura a Mediapart.
¿Cómo confiar en que sea así cuando el conflicto israelo-palestino ha sido el gran ausente de la campaña? En el mismo sentido, en el plano económico, ¿los laboristas y Amir Peretz no habían prometido acabar con la pobreza de los jóvenes en 2006 y multiplicado las promesas dirigidas a las clases medias? “No reste importancia a mis logros, como la subida del salario mínimo en 2006”, se defiende Peretz. “Ahora somos claros: la Unión Sionista se reafirma favorable a un Estado palestino con las fronteras de 1967 y solo las grandes colonias permanecerán en manos de Israel, que a cambio tendrá que entregar territorios a los palestinos”. No dice nada sobre cómo retirarse de Cisjordania, sobre la suerte de los cinco millones de refugiados palestinos o sobre Jerusalén, ciudad de la que Isaac Herzog ha dicho esta semana que había que preservar “la unidad”.
Pero estamos en campaña electoral y, tras esta sonrisa perenne, Peretz muestra una confianza inquebrantable en la victoria de su formación, que los sondeos pronostican desde hace varias semanas. Mientras, el Likud –a quien las mismas encuestas otorgan por encima de 20 diputados– parece no haber dicho la última palabra.
“No, Netanyahu no está acabado”
El domingo 15 de marzo, en la plaza Isaac Rabin, cercada por los controles y las fuerzas del orden, la derecha israelí logró un lleno absoluto. Varios miles de militantes entusiastas se dieron cita en el terraplén, jóvenes, jubilados, familias. Netanyahu es la superestrella a la que esperan y aclaman todos. “Los ‘Bibi, Bibi” se repiten entre los presentes. “Es nuestro líder, solo él puede garantizarnos a la vez una buena economía y hacer que se respete a Israel, en Washington y en todo el mundo”, afirma Gilad, de 24 años, simpatizante del Likud.
Hay carteles del Likoud, pero también se ven los de Avigdor Liberman, su antiguo aliado político que esta vez concurre en solitario con el partido Israel Beitenou, y Naftali Bennet, del Hogar Judío. Sin duda, Netanyahu supo entender el triunfo de presentar al electorado, dos días antes de las elecciones, la imagen de una derecha unida, tras las divisiones de estos últimos meses que le han aportado rédito electoral. La cita de este domingo –de un popurrí de partidos cuyos dirigentes proceden todos de las filas del Likud y de figuras antagónicas a Netanyahu– da también la sensación de que la derecha está desorientada. “Existe el riesgo de que la izquierda llegue al poder”, suelta de sopetón Benjamin Netanyahu, en un discurso de 20 minutos que arranca bajo los vítores de una muchedumbre fascinada, “aunque sepamos que es a mí a quien quiere el público para seguir dirigiendo este país”.
¿Están realmente los israelíes tan cansados de Netanyahu? No está demasiado claro, según Ofer Zalzerg, analista de la ONG International Crisis Group. “Se sobreestima esa desafección de los israelíes hacia Netanyahu, tal y como sucedió en las anteriores elecciones”, afirma. “La Unión Sionista lo único que ha hecho es una campaña negativa, dirigida en su contra, un referendo contra Netanyahu. En mi opinión es un error porque eso alienta a sus partidarios. Incluso en el plano socioeconómico, Netanyahu puede hacer valer algunas medidas introducidas como la gratuidad de las guarderías para gran parte de la población. No, Netanyahu no está acabado. Pienso que los resultados, en caso de que la diferencia sea corta, contarán menos que la capacidad de los candidatos a la hora de convencer a sus aliados potenciales para formar una coalición”.
Este martes por la noche –y durante un plazo máximo de tres semanas– van a comenzar las negociaciones para formar coalición. La complejidad es extrema. Incluso en caso de victoria, la Unión Sionista no parece en condiciones de formar una coalición estable sin Moshe Kahlon, antaño en las filas del Likud al que se otorgan 9 escaños. De hecho, es el primer nombre que Amir Peretz menciona como posible aliado. Problema para la Unión Sionista: Netanyahu ya ha iniciado el cortejo de su antiguo rival, que sigue siendo muy popular en el seno del Likud.
“No podría formar gobierno sin él”, admitía Benjamin Netanyahu el domingo por la noche. “Con independencia del número de diputados de su partido, será ministro de Finanzas. Lo cierto es que todavía no tenemos 61 diputados [de los 120 de la Knesset], hay que intensificar nuestros esfuerzos para lograrlos”. “Cuando los sondeos van a la baja, suben sus mentiras. Una vez más, le entra el miedo y promete la cartera de Finanzas a Kahlon, pero ya nadie le cree”, ha replicado en Facebook Isaac Herzog que ve en Kahlon un “socio importante”.
Herzog quiere atraer a toda costa a Kahlon porque no le apetece vivir la pesadilla del Livni de 2009. Consiguió un escaño más que el Likud, pero el Livni tuvo que renunciar a formar gobierno en beneficio de Netanyahu. En ese caso, Herzog, dirigente del Partido Laborista, ¿se aliaría con Kahlon, el favorito de los militantes del Likud, por detrás de Netanyahu, y miembro del partido hasta noviembre pasado? El Partido Laborista y la clase política ya no están, es verdad, para más contorsiones. Eso sí, no hay ningún escenario, salvo importante diferencia o sorpresa mayor, ni tan siquiera el de una coalición Likud-Unión Sionista, que se puede descartar este martes.
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Traducción: Mariola Moreno
Leer el texto en francés:
Algunos paseantes, una o dos garitas abiertas de par en par, ni una voz, ni un canto, ni una banderola... El pasado miércoles 12 de marzo, el Bulevar Rothschild de Tel Aviv había perdido los aires contestatarios. Las pocas manifestaciones convocadas al inicio de la campaña no llegaron a reavivar el fuego de las importantes movilizaciones sociales del verano de 2011. Entonces, 500.000 personas se dieron cita en el centro de la ciudad para denunciar las condiciones de vida, el incremento de los precios de la vivienda y el empobrecimiento que padecía una parte de la sociedad israelí.