“Del hada Campanilla al hada Vagabunda". "La magia cuesta un ojo de la cara a nuestros visitantes y un riñón a nuestros empleados". Y también "Cinco años currando para el ratón y cobrando como una rata". Los oídos de Mickey Mouse no han dejado de pitar desde que los trabajadores de Disneyland París iniciaron hace tres semanas una huelga sin precedentes. Desde la primera concentración de 80 personas el mes pasado hasta la manifestación de mil personas del sábado 3 de junio: en el país de Mickey Mouse, el malestar laboral se ha extendido como polvo de hadas.
Es la cuarta vez que los empleados de la mayor empresa privada de la región hacen un paro para exigir un aumento salarial mensual de 200 euros, un actualización de la prima de antigüedad y el pago doble de los domingos trabajados. Pero el factor final que convenció a los miembros de la plantilla para tomar las calles del parque ha sido la introducción del "horario flexible", que permite a la dirección ajustar las horas de trabajo de los empleados a sus necesidades.
Alrededor de las 11 de la mañana del sábado 3 de junio, los visitantes del parque empezaron a congregarse cerca del castillo de la Bella Durmiente, bordeado por un camino de agua y de un césped de un verde impecable. Esperaban que comenzara el desfile de los icónicos personajes de Disney, pero en lugar del pato Donald y Blancanieves, los espectadores se encontraron con un coro de silbatos y consignas: "Nosotros somos el desfile", coreaban los huelguistas de Disneyland París.
Este movimiento social sin precedentes no es obra de un sindicato, sino de un pequeño comité que se formó en marzo por empleados de mantenimiento de las atracciones. El "movimiento antiinflacionista" (MAI), como se autodenominan, nació de una constatación compartida por varios empleados: los salarios están estancados y apenas sobrepasan el salario mínimo, mientras que el parque desborda en beneficios. En 2022, el lugar turístico más visitado de Europa registró un récord de ventas, impulsado por el levantamiento de las restricciones del Covid, la apertura de nuevas atracciones temáticas de superhéroes de Marvel y el aumento del precio de las entradas y de la restauración en el parque.
Huelga para poder vivir
A los trabajadores de mantenimiento, que empezaron siendo unos veinte, pronto se les unieron empleados del mundo del espectáculo, y después otros cientos más de entre las 500 profesiones del parque. Ahora hay 1.013 simpatizantes del MAI en un grupo de WhatsApp. “El enfado se ha estado cociendo a fuego lento durante mucho tiempo", dice Jordi, operador de atracciones desde hace 11 años. “La dirección nos pidió que nos esforzáramos, que apretáramos los dientes durante la pandemia. Ahora el parque está obteniendo beneficios récord y no vemos ni un céntimo", dice molesto este hombre de 40 años. Para satisfacer a los huelguistas, la dirección ofreció una prima de 125 euros: "Eso no da ni para el carro de la compra de una familia de cuatro miembros", replica Jordi.
Mientras que en el pasado los trabajadores del sector privado se movilizaban sobre todo para salvar su puesto de trabajo, las reivindicaciones del MAI son indicativas de un movimiento emergente entre los que cobran justo el salario mínimo, que se movilizan por su salario y exigen que se valore más su trabajo. Enfrentados a la inflación más alta de los últimos 40 años, estos trabajadores se declaran en huelga para poder vivir. Esta acción sindical es inédita en Disney, donde hacer paros no es habitual. "Nuestra cultura de empresa nos lleva a menudo a pensar en el bienestar de nuestros visitantes contra viento y marea", confirma Jordi.
Manon y Kyllian se incorporaron a la empresa al mismo tiempo. Llevan seis años trabajando en la atracción estrella del parque, Space Mountain, y nunca habían visto una ola de revueltas semejante: "Tenemos compañeros que llevan 30 años trabajando en Disney, ganan menos de 2.000 euros al mes y nunca han hecho huelga". Para ellos, "la inflación lo ha cambiado todo". Cuando llegué hace 6 años, un depósito lleno de gasolina me costaba 60 euros", prosigue Manon, que gana entre 1.400 y 1.500 euros al mes. “Ahora me cuesta casi 100, y mi salario no ha cambiado desde entonces".
Por su parte, la dirección afirma que ha concedido a los 17.000 empleados del parque un aumento neto del 5,5% para 2023, y afirma que los trabajadores están "muy por encima del salario mínimo". Guillaume Da Cunha, subdirector de recursos humanos, sostiene que "están en diálogo constante con los sindicatos”. “En los últimos siete meses hemos firmado ocho convenios, es decir, más de uno al mes, sobre todo en materia de participación en beneficios y gastos sanitarios".
En la manifestación, cada uno expresaba su compromiso de diferentes maneras: algunos iban con chaleco amarillo, símbolo de adhesión al movimiento antiinflacionista, los trabajadores de la atracción Piratas del Caribe con un tricornio, y otros con chaquetas y banderas sindicales. A la movilización de los empleados del parque se unió un grupo intersindical heterogéneo formado por la CGT, la Unsa y la CFTC para, según ellos, organizar el movimiento y dar voz a sus reivindicaciones. "Estamos aquí para apoyar al personal en huelga", insiste Tama, secretario general de la CFTC. "Nuestro papel es recoger las reivindicaciones de los empleados y hacerlas llegar a la dirección", coincide Ahmed Masrour, delegado de la Unsa.
En Disney no se tiene en cuenta el trabajo emocional
"La magia cuesta un ojo de la cara a nuestros visitantes y un riñón a los trabajadores": Cassandre, operaria de atracciones desde hace ocho meses, alza la voz por su salario, pero también por el de sus compañeros, algunos de los cuales llevan más de veinte años trabajando en Disney y "apenas cobran más que yo". Dice sentirse atrapada entre el alto coste de la vida en Seine-et-Marne y su salario mínimo: "Si el dinero no se va en alquiler, se irá en gasolina". A pesar de su escasa paga, que le obliga a compartir piso, le encanta su trabajo, porque para ella Disney es ante todo una familia: "Trabajar en Disney es como vivir en una burbuja. Paso todo el tiempo con mis compañeros, incluso fuera del trabajo. Son los únicos que entienden lo que estamos pasando. Es un trabajo increíble, pero las condiciones laborales son duras".
Cassandre también lamenta el peso del trabajo emocional, que obliga a los empleados del parque a sonreír a los visitantes sea cual sea su estado de ánimo, para preservar la imagen mágica de Disney: "Para nuestros directivos, eso es normal. Es una habilidad por la que no nos pagan. Pero no siempre es fácil sonreír todo el día cuando hay cada vez más empleados quemados.”
Y la falta de personal de la que se quejan muchos huelguistas no ayuda. Laura, encargada de vestuario de "Mickey y el mago", el espectáculo más popular entre los visitantes, puede dar fe de ello: "Nos encanta lo que hacemos, pero ya no tenemos recursos para hacerlo bien", se lamenta. “La semana pasada éramos ocho haciendo el trabajo de once. Algunas de nuestras compañeras lloraban y tenían tanta rabia dentro que no paraban de descargarla contra nuestro jefe, que había aprobado el espectáculo a pesar de que no éramos suficientes".
En opinión de todos los empleados entrevistados, las condiciones de trabajo se han deteriorado aún más desde el año pasado con la implantación del "horario flexible", un sistema que permite a los directivos ajustar a su antojo los horarios de los empleados, siempre que se respete la semana laboral de 35 horas. "Con este sistema, podemos hacer jornadas de 10 o de 5 horas. A veces ya hemos trabajado 33 horas en tres días. La semana Disney no es precisamente la que se adapta a nuestra vida privada, sobre todo si tienes hijos", dice Cassandre con pesar.
Al paso de la manifestación, algunos visitantes, muchos de ellos españoles ese día, se paran a hacer fotos y tratar de entender las razones de esa extraña marcha. Es imposible preguntar a los empleados implicados, ya que han desplegado un gran cordón de seguridad alrededor para garantizar que no se mezclen huelguistas y visitantes.
Hubo algunas tensiones cuando agentes de seguridad, vestidos de negro, impidieron que la manifestación entrara en Walt Disney Studios, el parque secundario. Algunos huelguistas recibieron empujones, pero acabaron entrando por la fuerza.
A lo lejos, un responsable de comunicación que trabaja para la multinacional desde hace 31 años observa la escena y comenta: "Antes, aunque hubiera reivindicaciones, teníamos mucho cuidado de no dañar la imagen del producto. Ahora los jóvenes ya no respetan eso". Pero ese día en concreto, la marcha estaba compuesta principalmente por trabajadores mayores que, tras más de una década en la empresa, se habían cansado de seguir con el salario mínimo.
Francia arde y los españoles no protestan: hacen menos huelgas que los daneses, noruegos y finlandeses
Ver más
Tanto el movimiento antiinflacionista como la intersindical han convocado a los empleados de Disneyland París a participar en otra jornada de huelga el martes 6 de junio, día de la decimocuarta manifestación contra la reforma de las pensiones.
Traducción de Miguel López