Claudia Sheinbaum se ha convertido en la primera mujer presidenta de México. También es la mujer mejor elegida en la historia del país, con más del 58% de los votos emitidos. Aunque forma parte del legado del actual presidente de izquierdas, Andrés Manuel López Obrador (elegido en 2018), la nueva presidenta, exmiembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), no ostenta únicamente esta legitimidad.
Como explica en esta entrevista la directora de investigación del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS), Hélène Combes, que ha dedicado un libro (De la calle a la presidencia. Focos contestatarios en México, Edit. CNRS, 2024), tras diez años de investigación, al ascenso del partido de izquierdas Morena (Movimiento de Regeneración Nacional), del que ambos son miembros, Claudia Sheinbaum tiene su propio capital político, que augura a veces ambiciones diferentes, por ejemplo en materia de feminismo.
La exalcaldesa de Ciudad de México (de 2018 a 2023), miembro fundador del Partido de la Revolución Democrática (PRD), se sumó a la aventura de Morena en cuanto fue creado en 2014 por López Obrador, y participó en su lento trabajo de entramado territorial en zonas obreras, que comenzó con la movilización postelectoral de 2006.
Este ha sido un factor decisivo en su victoria: “La campaña se ha hecho en los medios de comunicación y en redes sociales, a menudo con acusaciones muy fuertes contra la izquierda, pero se ha ganado sobre todo en el terreno”, explica la investigadora.
Muchos atribuyen la victoria de Claudia Sheinbaum a que fue elegida como heredera legítima por actual presidente de México (2018-2024) Andrés Manuel López Obrador. Pero, ¿es esa la única razón?
Discrepo de esa interpretación patriarcal de la carrera de una mujer política. Hay que repasar las etapas de su activismo para entender cómo construyó una base social muy amplia en los barrios obreros de Ciudad de México, que es una de las razones de su investidura y de su victoria.
Claudia Sheinbaum procede de una familia intelectual de clase media alta de la Ciudad de México, y sus padres estuvieron muy implicados en el movimiento de 1968. Se educó en el sistema de los CCH (Colegio de Ciencias y Humanidades), escuelas preparatorias creadas por los líderes del 68 que fueron centros muy politizados de oposición al Partido Revolucionario Institucional [PRI, que gobernó México durante 71 años, ndr] en los años 70 y 80. En 1986, formó parte del primer círculo del movimiento estudiantil contra la privatización de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam). Tras las elecciones presidenciales de 1988, el Consejo Estudiantil Universitario, que encabezaba esa movilización, fundó junto a otros movimientos sociales, el PRD, del que Claudia fue miembro fundador. Dentro del nuevo partido, participó muy activamente en las redes sociales de la izquierda intelectual.
En 2006, tras unas elecciones presidenciales muy disputadas, López Obrador organizó un gran campamento de protesta y luego creó el “gobierno legítimo”, una especie de gabinete en la sombra. Claudia Sheinbaum se embarcó en esa aventura y se convirtió en una de sus ocho “ministros”. Ella fue la encargada de dar vida a esa oposición de izquierdas a nivel local.
Claudia Sheinbaum fue una de las pocas personas que siguió a López Obrador durante los cinco años que pasó trabajando en la estructuración territorial. En 2008, encabezó una movilización contra la privatización de la petrolera Pemex. Nacionalizada a principios de los años 40, Pemex es un símbolo de la lucha contra el imperialismo norteamericano, y es también una fuente financiera para el Estado, que le da los medios para mantener partes del Estado del bienestar.
Esta movilización sin precedentes, equivalente a la victoriosa movilización del Consejo de Estudiantes Universitarios de 1986, ¿ha sido un punto de inflexión en la carrera política de Claudia Sheinbaum?
Sí, organizó brigadas de mujeres por toda la Ciudad de México, llamadas “Adelitas”, como las compañeras de los revolucionarios mexicanos. Llegaron a ser unas 10.000, algunas vestidas como revolucionarias, e impidieron que la ley se aprobara en el Senado. Después, las mujeres volvieron a sus barrios e hicieron campaña puerta a puerta sobre la importancia de mantener Pemex en manos del Estado. Fue entonces cuando Claudia Sheinbaum construyó una base activista muy amplia en Ciudad de México, en los barrios obreros. En mi libro De la calle a la presidencia explico con detalle esta historia.
Es extremadamente simplista presentar a Claudia Sheinbaum únicamente como la heredera de López Obrador
López Obrador abandonó el PRD después de las elecciones presidenciales de 2012. Claudia Sheinbaum lo siguió en la aventura de construir Morena, que se registró oficialmente como partido en 2014. Ganó las elecciones a la alcaldía de Ciudad de México en 2018 porque tenía una fuerte presencia en barrios populares. Su elección como presidenta de la República es, por tanto, el resultado de quince años de trabajo de base. Es extremadamente simplista presentarla únicamente como la heredera de López Obrador.
En las grandes obras del «tren maya», a las que se oponen los ecologistas, ¿hará oír una voz diferente a la de él?
Durante su campaña presidencial, se apoyó en la enorme popularidad de López Obrador. En los próximos meses se verá si se distancia de sus políticas, pero ha destacado claramente su trayectoria –como el aumento del salario mínimo y la pensión universal, que han reducido en un 8% la tasa de pobreza en México–, así como la de su propia gestión en Ciudad de México, donde ha reducido mucho la inseguridad.
Su programa propone desarrollar masivamente el transporte ferroviario en México. El tren es el medio de transporte más respetuoso con el medio ambiente, por lo que es lógico que Claudia Sheinbaum preste mucha atención al tema, dado su perfil académico como especialista en estos temas [es doctora en Ciencias Medioambientales, especializada en temas energéticos - ndr]. Pero también hay una historia política: los ferroviarios fueron muy activos contra el PRI a finales de los años cincuenta y sesenta, antes de que las reformas neoliberales de los ochenta desmantelaran el tren.
Más concretamente sobre el tren maya, después de haber pasado un tiempo en Yucatán, a pie de obra, creo que hay que relativizar el impacto ecológico que tendrá. Además, localmente, pocas asociaciones se oponen. Discurre junto a una carretera –una autovía muy transitada–, en una franja de unas decenas de metros, por lo que no corta la selva virgen.
Claudia Sheinbaum encarna tanto el feminismo institucional como el popular
Hay un punto realmente controvertido: López Obrador ha confiado este proyecto, como otros grandes proyectos, al ejército, en particular para la adjudicación de los contratos, con el fin de, según él, luchar contra la corrupción. Y claro, estos proyectos se han clasificado como secretos de defensa. En general, los opositores denuncian la militarización de la sociedad mexicana y el hecho de que se les otorgue prerrogativas civiles. Habrá que ver cómo gestiona la nueva presidenta esta relación con el ejército. Por el momento, ha anunciado que su Ministro de Seguridad será un civil, no un militar.
¿Y sobre el feminismo?
López Obrador no ha mostrado sensibilidad por esta causa en sus discursos. Ha asumido posturas bastante tradicionalistas sobre la familia. Pero también ha promovido leyes importantes para las mujeres, sobre todo el estatuto de las trabajadoras domésticas. El trabajo doméstico está en el centro del fenómeno más importante de explotación de clase en la sociedad desigual de México. Es un elemento fuerte y generalizado. El otro punto importante es la pensión universal, que es una medida esencial para las mujeres de clase trabajadora y de clase media, que no tenían pensión porque trabajaban en el sector informal en el caso de las primeras, o eran amas de casa en el caso de las segundas. Eso les ha dado una autonomía financiera jamás vista.
Sin embargo, ha habido enfrentamientos entre López Obrador y el movimiento feminista, muy activo tanto en la lucha contra los feminicidios como en la contestación a la sociedad patriarcal. Claudia Sheinbaum encarna tanto el feminismo institucional como el feminismo de base, a través de su trabajo con asociaciones de vecinos.
En Ciudad de México, sus programas se centraron en las necesidades de las mujeres de clase trabajadora en términos de formación profesional y creación de centros de recursos, como en el programa “Pilares”, que sigo desde hace dos años y en el que el 64% de los 600.000 usuarios son mujeres.
Clara Brugada, la nueva alcaldesa de Ciudad de México, ha desarrollado en Iztapalapa las “utopías”, lugares donde las mujeres pueden disponer de lavandería, cuidados corporales y alimentación. Para las feministas radicales, se trata de un acompañamiento a la sociedad patriarcal, pero en el contexto de la realidad de los barrios obreros de México, son medidas simbólicas muy potentes.
En 2018, usted explicó que la izquierda no había ganado por la adhesión al carisma de López Obrador, sino por un metódico trabajo de base. ¿Esta campaña ha seguido el mismo catálogo de acciones?
Sí, ese catálogo de acciones se lanzó cuando López Obrador era presidente del PRD, en los años 90, con las “brigadas del sol”, antes de la creación de Morena. En 2018 y 2024, esas brigadas cubrieron el mismo territorio. El día de las elecciones, el 2 de junio, 88% de los 168,442 colegios electorales han sido cubiertos por interventores de Morena, frente a alrededor de 65% del PAN [Partido Acción Nacional, de derecha, que apoyó a la otra candidata, Xóchitl Gálvez Ruiz, ndr].
Si hay que sacar una lección de estas elecciones, es ésta: la campaña se ha hecho en los medios de comunicación y en redes sociales, pero donde se ha ganado es en el terreno
Es más, Claudia Sheinbaum ha surcado el país de punta a punta, como López Obrador durante el “gobierno legítimo” en 2007 y durante las elecciones presidenciales de 2012. Fue bastante impresionante: en los pequeños municipios rurales donde la seguí, algunas personas decían que ni los gobernadores “andaban por su tierra”. Ella retomó ese mismo método y se recorrió todo México.
¿Ha sido esa la razón de su amplísima victoria (58%) y de la práctica desaparición del PRD?
Además de la dimensión carismática que siempre se aduce, el éxito de Morena puede atribuirse al enorme trabajo que supuso su implantación territorial. Un trabajo que lleva quince años y que ha continuado, a veces desde el gobierno, a través de las brigadas de “servidores de la nación”, muy criticadas por los opositores.
El fracaso de la coalición opositora también se explica por su composición. Su candidata, Xóchitl Gálvez, mantenía posiciones demasiado a la izquierda para los votantes de derechas. Por ejemplo, el hecho de que el PRD se aliara con la derecha tradicional (el PAN) y el antiguo partido hegemónico (el PRI) también le perjudicó claramente.
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Para el resto de los votantes del PRD, votar por el partido de derechas y más aún por el ex partido hegemónico, que diezmó físicamente a su militancia en algunos Estados federados en los años 90 (perdieron la vida más de 600 militantes), no era una opción. Estas elecciones prácticamente han borrado del mapa al PRD, que probablemente no alcance el porcentaje necesario para seguir estando registrado como partido, a pesar de que fue la segunda fuerza política a finales de los noventa.
Además, hoy son muy pocos los que no se han afiliado a Morena. Si hay una lección que sacar de estas elecciones, es ésta: aunque la campaña se llevó a cabo en los medios de comunicación y en redes sociales, a menudo con acusaciones muy fuertes contra la izquierda, donde se ha ganado es en el terreno. Es la victoria de una izquierda que ha trabajado durante treinta años para establecerse en los barrios obreros y construir una presencia local. Esto demuestra que, incluso en la actualidad, una campaña electoral se gana estando presente en el día a día, y no sólo en época de elecciones.
Traducción de Miguel López
Claudia Sheinbaum se ha convertido en la primera mujer presidenta de México. También es la mujer mejor elegida en la historia del país, con más del 58% de los votos emitidos. Aunque forma parte del legado del actual presidente de izquierdas, Andrés Manuel López Obrador (elegido en 2018), la nueva presidenta, exmiembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), no ostenta únicamente esta legitimidad.