“Estamos en la senda correcta; la única senda posible”. La cantinela se repite. Hace varios meses que el presidente Mauricio Macri (derecha) justifica, cada vez que tiene ocasión, las medidas de austeridad aplicadas por su Gobierno, tal y como sucedió el pasado 1 de noviembre, durante un viaje a Córdoba (la segunda ciudad más grande del país).
Argentina, país inmerso en una nueva crisis económica desde abril, recibía esta semana 5.700 millones de dólares adicionales de ayudas del Fondo Monetario Internacional (FMI). Parte del préstamo renegociado de 56.300 millones de dólares –un récord histórico–, otorgado por el organismo financiero al país... no sin condiciones.
Los senadores argentinos tienen en estos momentos la difícil tarea de examinar el proyecto presupuestario del Gobierno de Macri para 2019. Tras ser aprobado en primera instancia en la Cámara de Diputados, la oposición ha rebautizado este texto y se le conoce como “los presupuestos del hambre”, no en vano denuncian importantes recortes en sectores como la sanidad, la educación y la investigación, entre otros.
“Los recortes presupuestarios habrían sido aún mayores sin el apoyo del FMI”, argumentaba el lunes el ministro de Economía Nicolás Dujovne, encargado de defender el proyecto en el Senado. “La aprobación [por 138 votos a favor y 103 en contra] del presupuesto en la Cámara de Diputados le demuestra al FMI que el Gobierno sigue contando con apoyo político suficiente para poner en marcha su plan de austeridad”, analiza el economista Martín Kalos, director del gabinete EPyCA. En particular, el texto prevé que el déficit presupuestario de Argentina, estimado en un 2,6% para 2018, se reduzca a cero el próximo año.
Mauricio Macri, cuya popularidad ha caído drásticamente desde que llegó al poder en diciembre de 2015, se encuentra en una situación difícil para aspirar a la reelección en 2019. Para el politólogo Miguel de Luca, “la situación económica del país complica su candidatura. Es un golpe duro para él, habida cuenta de que hace un año, su formación logró buenos resultados en las elecciones legislativas”.
En octubre de 2017, la coalición gobernante Cambiemos ganó en 14 de las 24 provincias argentinas, imponiéndose incluso en algunos bastiones peronistas –el movimiento creado por Juan Domingo Perón en 1945 y que gobernó durante mucho tiempo en Argentina–. En resumidas cuentas, abrumadora victoria para Mauricio Macri, tanto que en aquel momento se creía que la reelección estaba garantizada.
Una inflación disparada
Un año después, con el 27% de los argentinos con rentas que los sitúan por debajo del umbral de la pobreza, el desempleo en aumento y previsiones de que 2018 acabe con una inflación superior al 45%, el presidente da muestras de agotamiento. Y aunque circulan rumores según los cuales es posible que no termine el mandato, Mauricio Macri aseguró en septiembre que estaba ready to run (listo para presentarse de nuevo), durante una entrevista coincidiendo con la celebración de la Asamblea General de la ONU en Nueva York.
Y hoy, de hecho, sus posibilidades no parecen tan malas de cara al 27 de octubre de 2019, fecha en la que se celebra la primera vuelta. Porque, a pesar de su moderado balance, hay otros factores que juegan a su favor: “La división de la oposición y la amenaza de un posible regreso de Cristina Fernández de Kirchner. Esta idea basta para convencer al electorado decepcionado por Macri con vistas a un segundo mandato”, dice Miguel de Luca.
La expresidenta de izquierdas Cristina Fernández de Kirchner (presidenta entre 2007-2015) hace temblar el panorama político ante la posibilidad de que vuelva a la primera fila. Su elección el año pasado como senadora por la provincia de Buenos Aires –la más poblada del país– y su reposicionamiento en ciertos temas sociales, como su voto en agosto a favor de legalizar el aborto, la han puesto de nuevo en el disparadero.
Imputada en al menos seis causas judiciales, incluidos casos de corrupción y de “traición a la patria”, Cristina Fernández de Kirchner mantiene una nutrida base de partidarios que, como ella, aluden a la teoría de la “conspiración política” contra su persona. La viuda de Néstor Kirchner (presidente entre 2003 y 2007) sigue siendo muy popular en los barrios pobres de Buenos Aires, donde sus políticas sociales a favor de las familias más vulnerables le han valido la imagen de una Eva Perón moderna.
Otros denuncian la supuesta corrupción de sus gobiernos, su discurso populista y el maquillaje de su política económica: durante sus últimos años en el poder, los datos del Instituto Nacional de Estadística fueron manipulados para reducir los índices de inflación y pobreza.
¿La mejor rival para Macri?
“Su personalidad divide. Es la mejor rival que puede tener Macri”, dice Miguel de Luca. Una opinión que comparte el economista Martín Kalos, para quien “los escándalos de corrupción de la oposición permiten al Gobierno desviar la atención de su balance económico”. Cristina Fernández de Kirchner afrontará su primer juicio en febrero, pero es poco probable que sea condenada antes de las elecciones. Frente a las especulaciones, la expresidenta mantiene encantada la ambigüedad sobre su futuro político.
Esto no impide que otros representantes de la oposición tomen posiciones. La diputada de izquierdas Victoria Donda ha estado en el punto de mira en las últimas semanas. Acudió a la sesión de votación de los presupuestos con un fotomontaje a tamaño natural de Christine Lagarde, máxima dirigente del FMI, vestida con el pañuelo presidencial argentino; denunció repetidamente que se trataba de “un texto hecho a medida para el FMI” y lanzó esta semana su movimiento “Somos”, que puede servir de plataforma a su candidatura de cara al año que viene.
Queda por ver si otras figuras de la oposición se unen a este nuevo espacio, que actualmente reúne a figuras políticas de movimientos sindicales y feministas (Victoria Donda fue una de las principales defensoras del proyecto de ley para legalizar el aborto, texto rechazado por el Senado en agosto).
Felipe Solá también podría probar suerte en 2019. Este animal político, que trabajó en los gobiernos –peronistas y liberal a la vez– de Carlos Menem (1989-1999) y luego como gobernador de la provincia de Buenos Aires, mantuvo relaciones conflictivas con el kirchnerismo, pasando de buen grado de un partido a otro. Aunque ha iniciado, junto con Victoria Donda, un acercamiento a la Cámara de Diputados al formar un nuevo grupo parlamentario con ella, hay muchas razones que llevan a creer que Felipe Solá preferiría ser el candidato del PJ en 2019, elegido mediante elecciones primarias (obligatorias para todos los partidos en Argentina).
En cuanto a la formación de una alianza con Cristina Fernández de Kirchner, el diputado se mantiene prudente: “Las diferencias con el kirchnerismo pertenecen al pasado”, se limita a decir. Para la socióloga Ana Castellani, miembro del Grupo Fragata, organización académica que aboga por la unión de la oposición y el nombramiento de un candidato común contra Macri, “es imperativo dejar de lado los egos y construir un frente abierto y unificado que incluya todos los aspectos del peronismo. De lo contrario, Macri tiene muchas posibilidades de ser reelegido”.
¿Un Bolsonaro argentino?
Sin embargo, algunos se niegan –al menos por el momento– a considerar una alianza con el kirchnerismo. Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Miguel Ángel Pichetto y Juan Schiaretti han anunciado públicamente su alianza para las elecciones presidenciales de 2019. Estos cuatro hombres representan a un sector más derechista dentro del histórico Partido de la Justicia (PJ): a veces apoyan al Gobierno en ciertos proyectos de reforma, tienen posiciones ambiguas sobre la inmigración, están a favor de penas de prisión más duras...
En las redes sociales se ha difundido una foto en tonos grises, propia de House of Cards, en la que se ve al cuarteto hablando en una austera sala de reuniones. En un extremo de la mesa, una silla vacía parece aguardar al candidato de esta nueva alianza, cuya identidad sigue siendo desconocida hoy en día, pero que podría ser elegido al margen de los rostros más conocidos.
“¡Ciao, ciao, ciao, ciao, ciao, ciaoooooooooooo!”. Cuatro de cada siete noches, desgañitándose con un fondo de música pop, Marcelo Tinelli se asoma en Canal 13. El presentador estrella de Showmatch, un programa en el que famosos bailan en directo y donde los brillos, la cirugía estética y el ajuste de cuentas son habituales, ha visto cómo crecía la audiencia. En los últimos meses, el nombre del millonario de 58 años ha pasado de aparecer en las portadas del papel couché a verse en la sección de política de los principales periódicos argentinos, que le prevén un futuro al estilo de Donald Trump.
Mientras que el interesado evita abordar, de momento el asunto, no se puede descartar la idea, según Miguel de Luca: “Tinelli tiene una ventaja: el 100% de los argentinos lo conocen [Marcelo Tinelli tiene 10 millones de suscriptores en Twitter, en un país de 44 millones de habitantes]. Un partido tradicional como el PJ podría aumentar sus posibilidades utilizando a un outsider”.
Pero el politólogo advierte: “La emisión y los comentarios de Tinelli a veces se han percibido como machistas, lo que hoy, con el avance del feminismo en el país, puede salir mal”. Sin embargo, Marcelo Tinelli se declaró a favor de legalizar el aborto antes de que el texto fuera rechazado por el Senado en agosto. En un momento en que “el derecho al aborto es un tema social clave y será un tema importante de la campaña”, dice el sociólogo Pablo Nemiña.
Otro candidato, esta vez abiertamente reconocido, Alfredo Olmedo aspira a luchar contra el aborto. Este diputado ultraconservador, homófobo y antinmigrantes sueña con un futuro al más estilo Jair Bolsonaro –flamante presidente de Brasil–. Vestido siempre con su emblemática chaqueta amarilla canario, anunció esta semana en un plató de televisión su candidatura a la Presidencia: “Siento un gran respeto por Bolsonaro. Defiende a la familia como base de la sociedad y promueve el miedo y el respeto a Dios”.
Al igual que el futuro presidente brasileño, Alfredo Olmedo espera seducir a la comunidad evangélica que, según Mariela Mosqueira, socióloga especializada en religiones, representa a cerca del 10% de los argentinos. Captar a parte de este electorado será crucial para los futuros candidatos, aunque Mariela Mosqueira advierte: “Argentina no es Brasil. Aquí no hay partidos religiosos ni apoyo público de los pastores a ciertos candidatos”.
Para Pablo Nemiña, “la economía estará en el centro de la campaña del próximo año. El Gobierno necesita que la situación mejore rápidamente; eso sí, se puede decir cualquier cosa menos que esté garantizada en los próximos meses”: se espera que el PIB del país se contraiga un 2,6% en 2018. Ana Castellani, politóloga del Grupo Fragata, cree que “a medida que se vaya acercando la Navidad, se pueda sentir la frustración de la caída del poder adquisitivo. En Argentina, suele ser en diciembre cuando aumenta la ira social”.
Como en 2001, el año de la última y peor crisis que ha conocido Argentina. El 20 de diciembre, después de una imponente manifestación en Buenos Aires, el presidente Fernando de la Rúa renunció y salió de Casa Rosada, el palacio presidencial, en helicóptero. Nada lleva a pensar que un escenario de ese calibre pueda repetirse hoy. Pero a medida que se acerca la cumbre del G20 –que se celebrará en la capital argentina a finales de noviembre–el Gobierno de Macri teme un fuerte crecimiento de las tensiones sociales. __________
Ver másLa investidura de Bolsonaro coloca a la ultraderecha al mando de la mayor democracia de América Latina
Traducción: Mariola Moreno
Leer el texto en francés:
“Estamos en la senda correcta; la única senda posible”. La cantinela se repite. Hace varios meses que el presidente Mauricio Macri (derecha) justifica, cada vez que tiene ocasión, las medidas de austeridad aplicadas por su Gobierno, tal y como sucedió el pasado 1 de noviembre, durante un viaje a Córdoba (la segunda ciudad más grande del país).